sábado, 3 de agosto de 2013

LAS VACACIONES DEL ESPÍRITU SANTO, I




Como preveo que este artículo será largo, lo voy a dividir en tres partes al objeto de no cansar excesivamente a mis queridos lectores. ¡Empecemos!
Días atrás escuché una entrevista en la radio a un tal Javier Sanz, al que no conozco, pero que tiene un “blog” que suelo visitar con frecuencia.
La entrevista versaba sobre un libro que acababa de publicar y en el que contaba algunas anécdotas sobre los papas. Como el asunto me interesaba, lo compré y lo leí.
Que duda cabe que el asunto es mollar, máxime ahora que acabamos de estrenar un nuevo pontífice que parece que va a ser distinto a todos sus antecesores y realmente buena falta que le hace a la maltrecha Iglesia, que entre escándalos financieros, pederastia, filtraciones y dimisiones, no anda muy boyante.
Como en casi todos los procesos vitales, suele ser la muerte por causas naturales la forma de extinción mas común y por correspondencia, el papado que es un cargo vitalicio, debiera terminar con la muerte del papa en el lecho, arropado por los suyos y rezando por su eterna salvación, pero han habido ocasiones en las que el pontífice ha dejado su existencia terrenal por haber sido asesinado, o ha dejado su ministerio por haber sido encarcelado o depuesto de su sede, y hace bien pocos meses, asistimos a un hecho insólito que completa el abanico de casos en los que la muerte no pone fin al pontificado. Según la historia no es la primera vez que un papa renuncia y se retira de la vida pública, refugiándose en un convento, pero si analizamos todos los casos anteriores se comprenderá que la única renuncia “voluntaria” es esta. A las demás las impusieron circunstancias como la cárcel, el exilio, la fuerza militar, etc.
Las verdaderas causas por las que Benedicto XVI ha renunciado nunca las sabremos, aunque todos podemos hacernos alguna idea desde luego poco o nada edificante.
De la lectura del libro que he mencionado se deduce que una cantidad muy importante de papas no murieron en sus camas, ni renunciaron y desde luego, sus circunstancias personales y sus comportamientos hacen pensar muy seriamente que fueron elegidos coincidiendo con las vacaciones del Espíritu Santo. Y digo esto porque la tradición católica dice que la tercera persona de la Santísima Trinidad es la que inspira a los reunidos en cónclave para una acertada elección.
Quizás la Iglesia se quiera desmarcar de semejante aseveración, porque de todo el decorado que montaron, la única figura incontrovertible es la de Jesús, lo demás es pura especulación, pero lo cierto es que hasta tal punto se ha mantenido la teoría de la divina inspiración que una de las anécdotas relatadas en el libro lo deja bien a las claras.
Lo contaba ya Eusebio de Cesarea en el tomo sexto de su obra Historia de la Iglesia y lo recoge Javier Sanz en su libro y ocurrió en el año 236, desde el que, ciertamente, ha llovido mucho; al fallecer martirizado el papa Antero, la comunidad cristiana se reúne junto a una casa en el campo a las afueras de Roma para encontrar sucesor. Como casi siempre, no había un claro candidato y los prelados debatían acaloradamente cuando, un humilde campesino llamado Fabián, acertó a pasar por el lugar de la reunión y al escuchar las voces se acercó al grupo para ver qué pasaba.
En ese preciso momento y cuando algunos de los reunidos veían acercarse al campesino, una paloma se posó sobre su cabeza (Sanz dice que se cagó encima de su cabeza). Como quiera que la iconografía clásica representa al Espíritu Santo en forma de paloma, todos los que contemplaron el “fenómeno” lo interpretaron como una señal, una forma de intervención divina que había hecho su elección del nuevo papa.
Como Fabián era totalmente laico, sobre la marcha lo ordenaron sacerdote, obispo y lo proclamaron papa.
Dejando claro que ese feliz día para Fabián, el Espíritu Santo estaba al pie del cañón y realizando su trabajo con profesionalidad, veamos ahora otros en los que su ausencia queda demostrada por los acontecimientos.

El papa Fabián

El 22 de noviembre de 498 fue elegido papa Símaco y ese mismo día, una facción de obispos disidentes, apoyada por el emperador bizantino Anastasio I, procedió a nombrar a otro papa, Lorenzo.
Recurrieron al rey de Rávena, por cierto un seguidor de la herejía arriana, que sostenía que Jesucristo era hijo de Dios, pero no era Dios, lo cual es muy lógico que zanjó la situación cismática decretando que Símaco era el verdadero papa porque era anterior y además, había sido elegido por muchos más obispo que Lorenzo.
Lorenzo estuvo dando la lata, hasta que por el concilio de Roma del año siguiente se le nombró obispo de Nocera, localidad cercana a Nápoles y se decretó que todo clérigo que durante un pontificado intrigase para la elección del sucesor, sería excomulgado.
El papa Gregorio III, el último papa no europeo hasta la llegada de Francisco, elegido en el año 731, estaba frontalmente enemistado con el emperador de Bizancio por el tema de las imágenes (la conocida herejía iconoclasta), invadió los territorios de Rávena, al norte del Mar Adriático que pertenecían al imperio Bizantino y que eran los que más a mano le quedaban. Allí, el ejército del papa produjo una carnicería tal que las aguas del río Po se tiñeron de sangre y durante seis años nadie consumió pescados de aquel caudaloso río.
A este respecto conviene decir que en las Tablas que Moisés recibió de la propia mano de Yahvé y en donde se contemplan los Mandamientos de la Ley de Dios, en su artículo segundo se dice textualmente: “No tendrás ni reconocerás a otros dioses en Mi presencia ni fuera de Mí. No te harás una imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los cielos ni abajo en la tierra ni en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni los adorarás, pues Yo soy El Eterno, tu Dios, un Dios celoso, Quien tiene presente el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación con Mis enemigos; pero Quien muestra benevolencia con miles de generaciones a aquellos que Me aman y observan Mis preceptos”.
Por qué se enfadaban entonces porque los cristianos de oriente no quisieran tener imágenes en sus iglesias. ¿No era ese el mandato divino? Por cierto que tal precepto no figura entre los Diez Mandamientos llamados de La Ley de Dios y que supuestamente se corresponden con los recibidos por Moisés.
En el año 752 se eligió papa a Esteban II, que no era obispo y que por tanto debía cumplir el trámite de su ordenación como tal para ser nombrado papa. Pero como quiera que era de salud quebradiza, falleció a los dos días sin haber sido proclamado.
Y uno se pregunta: ¿no había obispos sanos? A lo mejor es que les gustaban las controversias.
Otro papa, Bonifacio VI que sucedió a Formoso I, falleció de gota a los quince días de su pontificado y claro, es que la gota se le presentaría de repente, digo yo.
Singular, sin duda alguna, fue la elección el año 867 de Adriano II que estaba casado y con una hija, a pesar de que ya estaba impuesto el celibato. Las dos pobres mujeres fueron decapitadas para quitar testigos incómodos.
Su sucesor, Esteban VI, enemigo mortal de Formoso, quiso vengarse de algunos agravios recibidos de éste y le montó una farsa de juicio, para lo que hizo desenterrar el cadáver de su predecesor, sentarlo en el banquillo y contratar a un actor que desde detrás contestaba a las preguntas que se le hacían al cadáver.
La Edad Oscura es un período que va desde 904, con el pontificado de Sergio III a la muerte de Juan XII en 964. Sesenta años que se conocen como la “pornocracia” en el que dos mujeres, madre e hija, llegaron a controlar el papado. Este término ni es actual ni trata de difamar o atacar a la institución, pues precisamente fue acuñado por uno de sus hombres más sabios, el cardenal Cesar Beronius, en el siglo XVI.
La madre, Teodora, era la esposa de Teofilacto, que controlaba las finanzas de Roma y ella, que fue nombrada senadora, mantuvo una relación carnal con el papa Sergio III y a la muerte de éste fue ella quien nombró a sus tres sucesores, hasta  que falleció en 916.
Pero tomó el relevo su hija Marozia que, con quince años ya había pasado por la cama del mismo papa del que su madre era amante y con el que llegó a tener un hijo al que puso por nombre Juan.

Pintura de la bella Marozia

                                 
Casada con Alberico I, llegan a hacerle frente al papa Juan X, pero Alberico es asesinado, por lo que ella decide remediar la situación de viudedad lo antes posible y como debía ser buena moza, no tardó en encontrar pretendiente en Guido de Toscana, un poderoso marqués con el que se casó. Nuevamente se enfrentan con el papa a consecuencia de la designación del rey de Italia. En esta ocasión salen ganando y su esposo encarcela al papa que muere en prisión y en extrañas circunstancias.
Lo mismo que había hecho su madre, interviene activamente en la elección de los tres siguientes pontífices, el último de los cuales, Juan XI, es su propio hijo.
Como la historia aún da para mucho, continuaremos en las próximas semanas para completar este artículo.


1 comentario:

  1. Y a pesar de todo ahi sigue.

    Referente al segundo mandamiento. Los catolicos no adoran a las imagenes (salvo quizas algunas pobres viejecitas que son muy devotas de tal o cual imagen y por ignorancia confunden). Los catolicos adoran a la Sagrada Forma porque es el cuerpo y la sangre de Cristo, que es Dios, con lo cual se cumple con el precepto. Por otro lado, a Jesus si se le puede dar imagen porque la tiene, ya que es hombre y se le puede (perdon, se le debe) adorar porque es Dios.
    De todas formas te comento una anedocta catecumenal. Para poder comulgar, entre otras cosas, es necesario saber lo que se esta haciendo (aunque te reconzco que muchos adultos no parece que lo sepan muy bien). Una vez, cierto parroco, para saber si un joven con sindrome de Down estaba preparado, le puso un crucifijo y una "Ostia" y le pidio que le explicara cual era la diferencia. El joven señalando al crucifijo dijo, "aqui parece que esta Dios pero no esta" y señalando a la Sagrada Forma "y aqui parece que no esta pero esta".

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