Dicen los estudiosos del imperio
romano que de la ingente cantidad de emperadores que tuvo Roma, solamente cinco
merecen el calificativo de “Buenos Emperadores”: Nerva, Trajano, Adriano,
Antonino Pío y Marco Aurelio.
Pues bien, de estos cinco, dos fueron
españoles: Trajano y Adriano.
Y es que España, que debe su actual
configuración al proceso de romanización, acogió tan bien las formas políticas
y sociales de Roma que buena parte de sus más claros exponentes de las artes,
la filosofía, la literatura y las guerras, procedieron de aquella Hispania, la
tierra de los conejos, a la que una ardilla podía cruzar saltando de árbol
en árbol.
El más preclaro pensador latino, fue
Séneca, nacido en Córdoba; el más hábil pedagogo y retórico, Quintiliano, nació
en Calagurris, la actual Calahorra; el genial poeta Marcial, nació en Bílbilis,
ahora Calatayud.
Y hubo más personajes insignes que
naciendo en Hispania, dieron lustre y esplendor al imperio romano, entre ellos
Teodosio I, el último gran emperador que a su muerte dividió el imperio entre
sus dos hijos: Honorio y Arcadio; Diocles, el auriga, el deportista mejor
pagado de toda la historia que ya mereció un artículo (http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/06/el-deportista-mejor-pagado.html);
el agrónomo Columela, de mucha vinculación con Cádiz; el Obispo Osio, natural
de Córdoba y alguno otro más, quizás de no tanto renombre.
Todos estos ilustres personajes fueron
conocidos y ensalzados en su tiempo, sin embargo el protagonista de la historia
que se narra en este artículo fue un hombre que hasta 1890, nada había dicho la
historia de él, muy posiblemente porque fuera sometido a lo que en Roma se
llamaba el borrado de la memoria, un castigo civil que hacía que cualquier
acción, escultura, registro o conmemoración, se olvidase, como si nunca hubiese
existido.
Este personaje se llamaba Marco
Cornelio Nigrino y era un hispano, nacido en la provincia Tarraconenses, más
concretamente en lo que es la actual ciudad de Lliria, al noroeste de Valencia.
Su padre, edetano de nacimiento,
pertenecía a una rica familia que poseía cerca de Cuenca unas minas del yeso
traslúcido, también llamado espejuelo (Lapis specularis) que se usaba para
cerrar las ventanas cuando aún no existía el cristal. Esta explotación lo había
convertido en un hombre inmensamente rico y para acrecentar el poder de la
familia, pieza clave en la sociedad romana, se casó una mujer procedente de la
provincia Bética llamada Curiacia Materna, cuya familia era muy influyente.
De esta unión nació Nigrino que a muy
temprana edad ya empezó a detentar cargos en la milicia romana.
Fue destinado a Britannia en donde
inició una esplendorosa carrera de títulos. De las islas pasó al Danubio, en
tiempos del emperador Vespasiano, donde obtuvo numerosos triunfos ascendiendo a
“legado”, un cargo de máxima responsabilidad en el ejército romano.
Fue cónsul en el senado romano en
varias ocasiones y consiguió más condecoraciones que ningún otro militar
romano.
Por el propio Vespasiano fue nombrado
gobernador de Moesia, lo que actualmente sería Bulgaria, donde volvió a
destacar luchando contra los dacios, un pueblo civilizado que competía con Roma
por el control del Danubio.
Su carrera fue meteórica y su
palmarés, inigualable y ¿qué debió ocurrir para que de este insigne personaje
no se haya tenido ninguna referencia a lo largo de dieciocho siglos?
No se sabe con certeza, pero
indudablemente se intuye.
En primer lugar es necesario explicar
que la existencia de este insigne militar hispano fue conocida por pura
casualidad, cuando a finales del siglo XIX y con motivo de unas obras que se
estaban haciendo en una casa de la calle Valencia, de la ciudad de Lliria,
apareció una lápida, a las que los romanos eran muy aficionados en la que se
mencionaba a este destacado general y en la que enumeraba cada uno de los
triunfos y condecoraciones que había obtenido y que literalmente dice: “Marco
Cornelio, hijo de Marco de la tribu Galeria, Nigrino Curiatio Materno, cónsul,
tribuno militar de la legión XIII Gemina, pretor con los emperadores Vespasiano
y Tito, legado augusto de la legión VIII Augusta, pretor de la provincia de
Aquitania, legado pretor de la provincia de Moesia, recibió por la guerra en la
dacia dos coronas murales y dos coronas vallares y dos coronas clásicas y dos
coronas aureas y hasta ocho purae y ocho vexiliae, legado augusto propretor de
la provincia de Siria”.
Reconstrucción de la lápida de
Nigrino
Es indudable que un personaje así
debiera haber trascendido y tendría que haber sido mencionado por los
historiadores del siglo I, en el que se desarrolló su vida, y sin embargo, como
si nunca hubiese existido, sobre su figura se extiende un paño negro que la ha
tenido oculta durante todo este tiempo.
Para explicar esto es necesario
recordar que si algo era cotidiano en la Roma de los césares, era la conjura;
el contubernio y la maquinación constante, lo que hizo ir debilitándose la
estructura del gobierno, al que cada vez se accedía con menos preparación y
siempre gracias a los apoyos de los correligionarios.
Nigrino, en sus inicios, tuvo la
fortuna de apoyar a Vespasiano para su coronación como emperador y al salir
bien la jugada, su carrera se propulsó notablemente.
Vespasiano pertenecía a la poderosa
familia Flavia y con su nombramiento creó una dinastía, pues le sucedieron sus
dos hijos, Tito y Domiciano.
El año 69 de nuestra era es conocido
en Roma como el de los cuatro emperadores porque se sucedieron en un mismo año
hasta cuatro césares, creando un desconcierto monumental, sobre todo por la
forma en que iban acabando uno tras otro. (Recomiendo la lectura de mi
artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/03/roma-no-paga-traidores.html).
El último de aquel año fue
precisamente Vespasiano, cuyos soldados habían asesinado al emperador Vitelio.
Vespasiano gobernó durante diez años,
hasta su muerte y le sucedió su hijo Tito que murió dos años después y a éste
le sucedió Domiciano, quizás el emperador más demencial de cuantos se sentaron
en el solio romano.
Domiciano estaba obsesionado con la
lealtad de sus hombres y solamente nombraba para cargos de relieve a personas
pertenecientes a familias que hubiesen estado comprometidas con la suya desde
siempre. Así, nombró gobernador de Siria a Nigrino que doce años antes había
estado al lado de su padre.
Siria era la más importante provincia
de Asia y además de por el comercio, que era fundamental para Roma, porque se
trataba de una zona muy levantisca, en donde las revueltas eran constantes y la
que, al ser frontera exterior del imperio, recibía constantes agresiones e
intentos de conquista.
Por eso el puesto ofrecido a Nigrino
era de suma importancia, y el emperador confiaba ciegamente en él, y muy
posiblemente sería el designado para sucederle.
Pero Domiciano ha sido definido como
un perfecto tirano, cruel en extremo y paranoico; su perfil humano están a la
altura de los de Nerón, Calígula y Tiberio, otros tres emperadores conocidos
por sus desequilibrios y con ese condicionante es fácil imaginar que de
inmediato se formó una conjura contra él en la que estaba implicado muy
directamente Trajano, aunque no era él quien daba la cara.
Domiciano murió asesinado en su
dormitorio, que también era su despacho, por un tal Esteban, criado liberto de
la casa palaciega, con auxilio de otros criados y de la guardia pretoriana que
custodiaba la puerta de la sala.
Tras su muerte, Nerva fue elegido
emperador y a la muerte de éste, le sucedió Trajano.
Según refiere Plinio el Viejo, un
heroico gobernador de una provincia oriental, reunió un poderoso ejército para
oponerse al nombramiento de Nerva y enfrentarse a Trajano. Este gobernador no
podía ser otro que Nigrino, contra el que usaron todas las vías diplomáticas
para evitar la sublevación y ésta no llegó a producirse, pero es evidente que
el personaje quedaría muy dañado.
Hasta el extremo de que muy probablemente
en el mandato de Nerva o en el mismo Trajano, al que se ha creído ver que era
su enemigo mortal, a pesar de ser ambos hispanos, se decretase contra el la
llamada “Damnatio memoriae”,
condena de memoria, que significaba condenar el recuerdo de un enemigo del estado
y suponía borrar todo vestigio de esa persona.
Por eso es más que probable que
Nigrino decidiese volver a su Lliria natal, donde posiblemente estaría la casa
de su familia y en la que él se instaló, mandando esculpir la lápida a la que
se hace referencia más arriba, para perpetuar su memoria y burlarse así de la
damnatio a la que fue condenado.
Una casualidad ha arrebatado al olvido
la figura de un hombre que pudo ser emperador de Roma y terminó siendo olvidado
durante siglos.
HISPANIA AETERNA
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