No, no me
estoy refiriendo a la famosa película de Buñuel, ni al supuesto demonio que
vendrá como Anticristo para acabar con la humanidad, según el Apocalipsis, sino
a una enigmática sociedad secreta creada en el siglo XIX cuyos fines eran los
de devolver a la Inquisición sus antiguos poderes y preservar la fe y el dogma
frente a la herejía, y las falsas creencias.
Las
sociedades secretas son tan antiguas como la propia civilización. Desde siempre
han corrido ideas de que el mundo era gobernado por sabios secretos, desde una
caverna y que sus designios eran puestos en práctica por los peones que
cumplían sus órdenes.
Hay mucha
literatura al respecto y alguna con una fuente documental realmente
impresionante que concluyen acerca de la verdad o falsedad de la existencia de
determinadas sectas, porque su mismo secretismo hace que a veces haya sido el
afán popular de justificar según qué actitudes, el que ha creado la propia
conciencia popular de su existencia.
En el caso
que quiero relatar se da posiblemente esta circunstancia, no lo sé, por lo que
me limitaré a exponer lo que conozco de esta esotérica organización.
Ni
siquiera hay coincidencia en cuanto a su creación, que podría ir desde 1817,
que propone un general contemporáneo, a 1823 en que un historiador, también
contemporáneo, cree que fue constituida, aunque por sus fines más me inclino
por la segunda.
Nace con
una clara intención de restituir los poderes absolutos a la monarquía española,
hostilizar a los liberales y según se dice, devolver a la Inquisición sus
antiguos poderes, ya muy caducos y abocados a la desaparición. Por eso, es más
creíble su creación durante el llamado Trienio Liberal, o inmediatamente
después (1820-1823), durante el que el rey Fernando VII cedió muchas de sus
prerrogativas que como absolutista conservaba.
Entre sus
fundadores y siempre según creencia popular muy extendida, y como persona de
mayor realce se encontraba el obispo de Osma que sería su primer Gran Maestre,
Juan de Cavia González, el cual encabezaría una relación de otros personajes
eclesiásticos de su mismo rango, así como importantes personajes civiles de la
época, de los que nada ha trascendido.
Desde las
Cortes de Cádiz, la Santa Inquisición estaba abolida legalmente. Pero seguía
existiendo y con el gobierno absolutista de Fernando VII, durante el que se desprecia
olímpicamente la Constitución de 1812, el Santo Oficio continua vivo, muy
disminuido y con escaso poder, pero aún aleteando. La defensa a ultranza de la
fe ya no era una necesidad perentoria como lo había sido en épocas anteriores y
así, sus facultades se le fueron retirando hasta que en 1834 fue
definitivamente abolida por el ministro de la Regente María Cristina, el
liberal moderado Martínez de la Rosa.
Aquella
sociedad secreta pretendía devolver a la Inquisición todo su esplendor del
pasado cuando castigaba con durísimas penas y torturas cualquier falta contra
las normas de un buen cristiano.
Uno de los
últimos juicios celebrados en España, quizás el último, tuvo lugar en 1826 y en la crónica histórica como en el convencimiento popular, estaba relacionado
con “El Ángel Exterminador” que habría influido notablemente tanto en la
denuncia como durante el proceso.
Se acusaba
de herejía a Cayetano Ripoll, un maestro de escuela natural de Solsona, Lérida,
que tras la Guerra de la Independencia se afincó en la provincia de Valencia y que,
según la denuncia que se formuló en 1824, no iba a misa ni incitaba a sus
alumnos a que lo hicieran; no salía a ver el paso de las procesiones, o comía
carne los viernes. Como se ve, gravísimos delitos que presuntamente cometía por
su condición de masón.
Eso ya era
el colmo de la gravedad punitiva, algo intolerable que, acabado el Trienio
Liberal, al adquirir la Inquisición nuevas fuerzas, quiso de inmediato
corregir.
Las
circunstancias políticas del momento en que se iniciaba lo que se dio en llamar
la Década Ominosa, eran propicias a acrecentar el poder de la Iglesia como
defensora de la moral, las costumbres y la propia práctica religiosa, pero es
dudoso que atravesando una época tan convulsa, en la que los liberales hubieron
de salir del país a toda carrera, se quisiese, políticamente, echar leña al
fuego con un nuevo acto de retroceso en las libertades que el pueblo clamaba.
Por eso la sospecha de que detrás de aquella denuncia y la posterior instrucción
del proceso, se encontraba el apoyo de aquella sociedad secreta.
Ni
siquiera la intervención del nuncio apostólico que escribió al papa solicitando
su intervención para impedir la ejecución que se veía venir, pudo evitar la
condena a la horca del maestro Ripoll y posterior quema de su cuerpo.
Escena del juicio a Cayetano Ripoll,
con sambenito (Goya)
Fue la
última ejecución que se produjo en España y levantó oleadas de indignación en
todos los países del entorno que ya habían superado la supremacía eclesiástica
que aquí, débilmente, aun existía y se decía que apoyada por la secta secreta.
También se
quiso ver la intervención que tendría en la actividad del bandolero Luís
Candelas, de quien se dice que su mano derecha, “Paco el Sastre”, era en
realidad un sicario de la secta.
Otro
bandolero al que apodaban “El Barbudo”, al parecer con ideas absolutistas,
atacaba siempre a los liberales, dirigido en la sombra por los prebostes
exterminadores.
Algunos
historiadores de prestigio, como el hispanista Gerald Brenan, dan por segura la
existencia de esta orden secreta y cruel y aseguran que fue el obispo de Osma
su fundador. Ciertamente que este obispo se había distinguido por su
radicalidad religiosa y que, según él, usaba del poder que había recibido de
Dios.
Sin
embargo el más prestigioso escritor español del XIX, Pérez Galdós, que en los
Episodios Nacionales menciona a esta sociedad secreta, no cree en su verdadera
existencia y pone en duda que ningún historiador haya probado nunca que “El
Ángel Exterminador” hubiera existido más allá de la creencia o leyendas
populares.
Se basa
fundamentalmente en trabajos de contemporáneos con los acontecimientos que se
le atribuyen a la sociedad, a la que se califica de patraña inventada por los
liberales para amedrentar a los absolutistas y desprestigiar a los católicos.
No es esta
la única sociedad secreta habida en España, sino una de las que han existido si
bien nunca se ha podido demostrar que la creencia se correspondiera con la realidad,
pues en el fondo su supuesta existencia era exclusivamente alimentada por la
cultura popular que transmitía la información sin ningún rigor.
Si durante
algunos años se tenía el convencimiento de que dicha sociedad secreta existía
en la sombra, es poco probable que nunca trascendiera el nombre o las
características personales de alguno de sus miembros, pues nunca se mencionó a
ninguna persona de las que se decía dirigían la sociedad, que no fuera el
mencionado obispo.
A finales
del siglo XIX se habló muchísimo en Andalucía de una organización secreta
llamada La Mano Negra, la cual ha producido ríos de tinta, sin que nunca se
haya podido demostrar su vinculación real y efectiva con los numerosos crímenes
que se le achacaban.
En el
fondo, todas esas sociedades eran fruto de bulos bien alimentados con los que
tener a la población doblemente preocupada, en transmitirlos y en temer las
acciones de las supuestas bandas asesinas.
En este
caso concreto, parece que tras La Mano Negra existe un movimiento de agitación dirigido
a los trabajadores agrícolas con el fin de inquietar a los terratenientes que
campaban a sus anchas y que se resume en palabras del embajador de Francia
desde 1883, al que no le parece que sea mas que un nombre nuevo para un
malestar que desde hace mucho agita e inquieta a las provincias andaluzas.
Lo mismo
que al Ángel Exterminador, a La Mano Negra se le atribuyen numerosas acciones,
todas graves que tenían lugar siempre en zonas agrícolas, siempre en despoblado
y ejecutados en cuadrillas y con extrema violencia.
Lo que
haya de verdad tras esas asociaciones maléficas es cosa que será difícil de
probar, lo que sí es cierto que la convulsión que vivió España a lo largo del
siglo XIX, produjo un elevado número de sociedades más o menos esotéricas, con
fines muy distintos y que se diluyeron con el paso de los años.
Que a la
sombra de ellas alguien inventara otras para beneficiar sus intereses, puede
ser una explicación.
Amigo José Maria, anque convaleciente aun de algun problema visual que he venido padeciendo y del que, a Dios Gracias he sido intervenido quirurgicamente con exito, he podido hoy, con satisfacción, leer tu articúlo el cual, como siempre, me ha stisfecho plenamente, puesto que aun reconociendo mi ignorancia en el tema de sociedades secretas, siempre he tenido la sensacion que, a lo largo de los tiempos, el mundo lo han movido porderes ocultos que ignoro cual son pero de los que se tiene la sensación de van mas alla de aquellos poderes que "se ven". Como siempre enhorabuena por tu bien razonado Articulo que, una vez mas, pone autenticamente una, yo diria que potente lupa (¿Recuardas aquellas que se usban para dactiloscopia con su linea de Galton?) sobre un retazo de la historia.
ResponderEliminardesconocía al pavo de Osma...
ResponderEliminarMuy interesante
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