El sur
peninsular es un verdadero semillero de expresiones culturales prehistóricas.
Desgraciadamente no se ha prestado mucha atención dada las enormes dificultades
de todo tipo que se presentan a la hora de estudiar un yacimiento arqueológico
o una cueva plagada de arte rupestre.
En el año
1978 un vecino de Jimena de la Frontera, localidad encuadrada en el Parque
Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz y a unos cincuenta
kilómetros de Algeciras, comunicaba a las autoridades de la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía el descubrimiento de una cueva dentro de su término
municipal, cuyo interior contenía numerosas pinturas que podrían pertenecer al
arte rupestre.
En la
actualidad la cueva se encuentra cerrada, como ocurre con muchas otras que son
lugares de expresión de tan antiguo arte y que la presencia de visitantes
deteriora considerablemente, por lo que para preservarlas se clausuran, así que
no es posible su visita.
Según muy
recientes estudios, conjuntamente con las pinturas, la cueva presenta otras
características que muy bien pudieran indicar que era utilizada como
observatorio astronómico pues además de su ubicación, en su interior se
encontró representada una figura que claramente es el Sol.
En efecto,
la cueva está orientada al este, lugar por donde sale el Sol y delante de la
línea de salida del astro, formando el horizonte, una suave cordillera con
varios picos montañosos muy bien delimitados. Desde la puerta de la cueva se puede
observar la salida del astro todos los días del año y ver cómo el punto de
salida se va desplazando desde el este hacia el norte, según avanzan las
estaciones. Esto hace pensar a los científicos que los habitantes de la zona
usaban la cueva para esperar la salida del sol y observar el punto exacto por
el que lo hacía y de esa manera tener una idea del desarrollo de las
estaciones, fijando los dos puntos fundamentales: el equinoccio, aquel en el
que el día es igual a la noche y el solsticio, cuando el día es el más largo o
el más corto.
Ambos
momentos se repiten a lo largo de todos los años en primavera y otoño y en
verano e invierno, marcando la entrada de las cuatro estaciones.
Estas son
cosas que en la actualidad no parecen preocupar demasiado a las sociedades, cuya
inmensa mayoría vive completamente desinteresada por el fenómeno pero en épocas
prehistóricas fueron de tanto interés que no ha habido civilización que se
precie que no haya levantado monumentos, observatorios o santuarios destinados
exclusivamente a comprobar los cuatro momentos solares antes mencionados.
Pero esta
cueva, que se conoce por el nombre “La Laja Alta”, fue estudiada en profundidad
por sus pinturas rupestres, ya que no se encontró vestigio alguno sobre un
calendario solar, aunque si apareció una piedra tallada que hace suponer fuera referida
a los ciclos de la Luna. La cueva fue descrita como de pequeñas dimensiones,
situada en una zona muy escarpada, de difícil acceso y que sirviera de refugio
a un grupo de personas no muy numeroso entre los que destacaría el “artista”
capaz de reflejar en sus paredes las maravillosas escenas que sorprenden a los
estudiosos.
Y es que, a
una considerable distancia del mar, el pintor rupestre, además de las pinturas
esquemáticas que ilustran las numerosas cuevas que se han estudiado: animales,
cazadores o jinetes, dibujó con extraordinaria precisión escenas de pesca en
barco y naves propulsadas a remo y vela.
Desde lo
alto del risco en el que se encuentra la cueva, en días claros se puede
apreciar, muy de lejos, la bahía de Algeciras, con el Peñón de Gibraltar al
fondo, pero no hay ninguna forma de poder divisar una embarcación salvo como un
puntito perdido en la lámina del mar.
Por tanto
el artista tuvo que bajar de su loma y caminar durante cincuenta kilómetros
para poder ver de cerca los barcos que llegaban al antiquísimo puerto que
existía en el fondo de saco de la Bahía de Algeciras y sobre el que muchos
siglos después, los romanos construirían la ciudad de Carteia, cuya ruinas han
sido muy estudiadas.
Hay en la
cueva hasta ocho pinturas de embarcaciones que se encuentran en muy distinto
estado de conservación, pero que aplicándose una técnica laser se han podido
precisar mucho más sus detalles.
Pinturas de la cueva. A simple vista
aparecen hasta seis embarcaciones
Los
primeros investigadores que estudiaron la cueva y sus pinturas, propusieron que
aquellas naves, por su forma, parecían naves fenicias o tartesias, pero más
recientemente se han realizado estudios muy científicos sobre los trazos de
pintura negra próxima a los dibujos de los barcos, empleando métodos de
radiocarbono y termoluminiscencia y se ha constatado que estamos ante unas
manifestaciones humanas de no menos de seis mil años de antigüedad, es decir
mucho antes de que los fenicios se hubieran lanzado a comerciar por el
Mediterráneo.
La certeza
que arrojan estas dataciones es que han sido realizadas por dos laboratorios
diferentes. En EE.UU las muestras sobre la pintura y en España las de
luminiscencia y ambas coincidieron plenamente.
De ser así
y todo apunta en esa dirección, estaríamos ante la primera representación de
barcos propulsados por vela y remos de las que se tiene constancia ya que la
siguiente representación náutica que se conoce fue hallada en Egipto y sería
setecientos años más moderna.
Es decir:
cuatro mil años antes de nuestra Era, ya llegaban a las costas del sur de la
Península Ibérica barcos propulsados a vela y remo.
En ese
momento histórico en el que nos encontramos, se está acabando el llamado
Período Neolítico y las civilizaciones van a empezar a entrar en la Edad del
Cobre en distintos puntos: en Mesopotamia, Creta, luego el Antiguo Egipto y más
tarde Fenicia.
De
Mesopotamia, Creta o Egipto no se tiene ninguna constancia de que se adentraran
con sus naves en el mar, ni que tuvieran una profunda cultura marinera
suficiente como para conocer los rudimentos de la navegación por alta mar.
Por tanto
Fenicia, cuyo pueblo ya aparece en la Biblia como “cananeos”, sería el lugar
del que procedían aquellas embarcaciones que aparecen en la Cueva de la Laja,
pero resulta que de este pueblo se posee muchísima documentación perfectamente
contrastada y no aparece en las orillas orientales del Mediterráneo hasta mil
años después que sus supuestas naves hubieran sido pintadas en el sur de
España.
Según la
ciencia ortodoxa, esas pinturas no pueden ser de naves fenicias, pero entonces
¿de dónde eran aquellas embarcaciones?, ¿qué pueblo, qué civilización, las
había construido?
Esquema en donde se aprecian los
barcos y el sol a que se hacía referencia
Nuevamente
nos encontramos ante el dilema de Tartessos, una cultura enigmática del sur de
la Península de la que hablaba hace unos pocos artículos, acerca de unas
esculturas de bustos humanos hallados en Minas de Riotinto.
En el
libro de Ezequiel, capítulo 27, versículo 25, el escritor que está refiriéndose
a la ciudad fenicia de Tiro, a la que ensalza sobremanera para predecir luego
su ruina, dice: “Las naves de Tarsis, tus
cuadrillas, fueron en tu negociación y fuiste llena y fuiste multiplicada en
gran manera en medio de los mares.”
¡Las naves
de Tarsis¡ ¿Qué era Tarsis? No hay ninguna coincidencia en ubicar, definir, o
simplemente explicar de qué se trataba cuando se decía Tarsis.
Sin una
certeza histórica que sitúe en el mapa dicho nombre, el tema se presta a
especulaciones de todo tipo, pero Tarsis no es Tartessos, por mucho que cierta
similitud ortográfica pueda hacer pensar.
Podría
haber una explicación y es que al usar la palabra Tarsis el escritor no se
estuviera refiriendo a un punto concreto en la costa, sino a una cualidad del
lugar y así Tarsis sería el lugar en el que Salomón se proveía de toda su
riqueza. Es decir, que podría significar riqueza, promisión, vergel, o
cualquier otra definición de lugar de abundantes riquezas, en cuyo caso, sí que
se podría referir a Tartessos, tierra riquísima en minas de oro, plata y cobre,
de una cultura muy superior a la conocida en su época y que como ya mencionaba
en el otro artículo, dice Estrabón que poseían leyes en verso de seis mil años
de antigüedad, es decir, conocían la escritura.
Por tanto,
quizás el artista rupestre de Jimena de la Frontera, a la que hasta ahora se ha
identificado como una ciudad fenicia llamada Oba, viene a decirnos que tenemos
que replantear la historia; que cuando él pintaba aquellos barcos ni los
fenicios habían llegado ni se les esperaba hasta dentro de un milenio.
A lo
mejor, la civilización no vino de Oriente, como es obligado pensar a la vista
de los postulados científicos actuales, sino que naciendo aquí, en el sur de
nuestra Península, se desplazó a todo el Mediterráneo.
Es triste que los andaluces, con un bagaje cultural que supera con mucho a la de muchos otros pueblos del mundo, vivan aletargados en su ignorancia hasta el punto de que se dejan fagocitar por otras tendencias actuales sin ningún fundamento histórico y cuya única razón de ser es la política y los intereses de unos pocos. El verdadero carácter diferenciador en España esta en Andalucia y no en las mal llamadas comunidades histórica, pero esta realidad, que es incuestionable, pasa desapercibida para los muchos andaluces (y sus descendientes) que viven en otros lugares de España donde sencillamente han tenido que inventar su historia. Estas tendencias fascistas que predominan en muchos lugares del norte de España difícilmente entenderán que la grandeza de la historia andaluza esta en la integración y mejora de todas las aportaciones recibidas de otros pueblos y no en la exclusividad de una supuesta identidad propia que, por su pobreza endogámica, debe recurrir a la fantasía para justificar su existencia inexistente. Como siempre, gran articulo.
ResponderEliminarPreciosa la cueva, tuve ocasión de visitarla, es pequeña...
ResponderEliminar