viernes, 1 de febrero de 2019

LAS NAVES DEL ARTE RUPESTRE





El sur peninsular es un verdadero semillero de expresiones culturales prehistóricas. Desgraciadamente no se ha prestado mucha atención dada las enormes dificultades de todo tipo que se presentan a la hora de estudiar un yacimiento arqueológico o una cueva plagada de arte rupestre.
En el año 1978 un vecino de Jimena de la Frontera, localidad encuadrada en el Parque Natural de Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz y a unos cincuenta kilómetros de Algeciras, comunicaba a las autoridades de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía el descubrimiento de una cueva dentro de su término municipal, cuyo interior contenía numerosas pinturas que podrían pertenecer al arte rupestre.
En la actualidad la cueva se encuentra cerrada, como ocurre con muchas otras que son lugares de expresión de tan antiguo arte y que la presencia de visitantes deteriora considerablemente, por lo que para preservarlas se clausuran, así que no es posible su visita.
Según muy recientes estudios, conjuntamente con las pinturas, la cueva presenta otras características que muy bien pudieran indicar que era utilizada como observatorio astronómico pues además de su ubicación, en su interior se encontró representada una figura que claramente es el Sol.
En efecto, la cueva está orientada al este, lugar por donde sale el Sol y delante de la línea de salida del astro, formando el horizonte, una suave cordillera con varios picos montañosos muy bien delimitados. Desde la puerta de la cueva se puede observar la salida del astro todos los días del año y ver cómo el punto de salida se va desplazando desde el este hacia el norte, según avanzan las estaciones. Esto hace pensar a los científicos que los habitantes de la zona usaban la cueva para esperar la salida del sol y observar el punto exacto por el que lo hacía y de esa manera tener una idea del desarrollo de las estaciones, fijando los dos puntos fundamentales: el equinoccio, aquel en el que el día es igual a la noche y el solsticio, cuando el día es el más largo o el más corto.
Ambos momentos se repiten a lo largo de todos los años en primavera y otoño y en verano e invierno, marcando la entrada de las cuatro estaciones.
Estas son cosas que en la actualidad no parecen preocupar demasiado a las sociedades, cuya inmensa mayoría vive completamente desinteresada por el fenómeno pero en épocas prehistóricas fueron de tanto interés que no ha habido civilización que se precie que no haya levantado monumentos, observatorios o santuarios destinados exclusivamente a comprobar los cuatro momentos solares antes mencionados.
Pero esta cueva, que se conoce por el nombre “La Laja Alta”, fue estudiada en profundidad por sus pinturas rupestres, ya que no se encontró vestigio alguno sobre un calendario solar, aunque si apareció una piedra tallada que hace suponer fuera referida a los ciclos de la Luna. La cueva fue descrita como de pequeñas dimensiones, situada en una zona muy escarpada, de difícil acceso y que sirviera de refugio a un grupo de personas no muy numeroso entre los que destacaría el “artista” capaz de reflejar en sus paredes las maravillosas escenas que sorprenden a los estudiosos.
Y es que, a una considerable distancia del mar, el pintor rupestre, además de las pinturas esquemáticas que ilustran las numerosas cuevas que se han estudiado: animales, cazadores o jinetes, dibujó con extraordinaria precisión escenas de pesca en barco y naves propulsadas a remo y vela.
Desde lo alto del risco en el que se encuentra la cueva, en días claros se puede apreciar, muy de lejos, la bahía de Algeciras, con el Peñón de Gibraltar al fondo, pero no hay ninguna forma de poder divisar una embarcación salvo como un puntito perdido en la lámina del mar.
Por tanto el artista tuvo que bajar de su loma y caminar durante cincuenta kilómetros para poder ver de cerca los barcos que llegaban al antiquísimo puerto que existía en el fondo de saco de la Bahía de Algeciras y sobre el que muchos siglos después, los romanos construirían la ciudad de Carteia, cuya ruinas han sido muy estudiadas.
Hay en la cueva hasta ocho pinturas de embarcaciones que se encuentran en muy distinto estado de conservación, pero que aplicándose una técnica laser se han podido precisar mucho más sus detalles.

Pinturas de la cueva. A simple vista aparecen hasta seis embarcaciones

Los primeros investigadores que estudiaron la cueva y sus pinturas, propusieron que aquellas naves, por su forma, parecían naves fenicias o tartesias, pero más recientemente se han realizado estudios muy científicos sobre los trazos de pintura negra próxima a los dibujos de los barcos, empleando métodos de radiocarbono y termoluminiscencia y se ha constatado que estamos ante unas manifestaciones humanas de no menos de seis mil años de antigüedad, es decir mucho antes de que los fenicios se hubieran lanzado a comerciar por el Mediterráneo.
La certeza que arrojan estas dataciones es que han sido realizadas por dos laboratorios diferentes. En EE.UU las muestras sobre la pintura y en España las de luminiscencia y ambas coincidieron plenamente.
De ser así y todo apunta en esa dirección, estaríamos ante la primera representación de barcos propulsados por vela y remos de las que se tiene constancia ya que la siguiente representación náutica que se conoce fue hallada en Egipto y sería setecientos años más moderna.
Es decir: cuatro mil años antes de nuestra Era, ya llegaban a las costas del sur de la Península Ibérica barcos propulsados a vela y remo.
En ese momento histórico en el que nos encontramos, se está acabando el llamado Período Neolítico y las civilizaciones van a empezar a entrar en la Edad del Cobre en distintos puntos: en Mesopotamia, Creta, luego el Antiguo Egipto y más tarde Fenicia.
De Mesopotamia, Creta o Egipto no se tiene ninguna constancia de que se adentraran con sus naves en el mar, ni que tuvieran una profunda cultura marinera suficiente como para conocer los rudimentos de la navegación por alta mar.
Por tanto Fenicia, cuyo pueblo ya aparece en la Biblia como “cananeos”, sería el lugar del que procedían aquellas embarcaciones que aparecen en la Cueva de la Laja, pero resulta que de este pueblo se posee muchísima documentación perfectamente contrastada y no aparece en las orillas orientales del Mediterráneo hasta mil años después que sus supuestas naves hubieran sido pintadas en el sur de España.
Según la ciencia ortodoxa, esas pinturas no pueden ser de naves fenicias, pero entonces ¿de dónde eran aquellas embarcaciones?, ¿qué pueblo, qué civilización, las había construido?

Esquema en donde se aprecian los barcos y el sol a que se hacía referencia

Nuevamente nos encontramos ante el dilema de Tartessos, una cultura enigmática del sur de la Península de la que hablaba hace unos pocos artículos, acerca de unas esculturas de bustos humanos hallados en Minas de Riotinto.
En el libro de Ezequiel, capítulo 27, versículo 25, el escritor que está refiriéndose a la ciudad fenicia de Tiro, a la que ensalza sobremanera para predecir luego su ruina, dice: “Las naves de Tarsis, tus cuadrillas, fueron en tu negociación y fuiste llena y fuiste multiplicada en gran manera en medio de los mares.”
¡Las naves de Tarsis¡ ¿Qué era Tarsis? No hay ninguna coincidencia en ubicar, definir, o simplemente explicar de qué se trataba cuando se decía Tarsis.
Sin una certeza histórica que sitúe en el mapa dicho nombre, el tema se presta a especulaciones de todo tipo, pero Tarsis no es Tartessos, por mucho que cierta similitud ortográfica pueda hacer pensar.
Podría haber una explicación y es que al usar la palabra Tarsis el escritor no se estuviera refiriendo a un punto concreto en la costa, sino a una cualidad del lugar y así Tarsis sería el lugar en el que Salomón se proveía de toda su riqueza. Es decir, que podría significar riqueza, promisión, vergel, o cualquier otra definición de lugar de abundantes riquezas, en cuyo caso, sí que se podría referir a Tartessos, tierra riquísima en minas de oro, plata y cobre, de una cultura muy superior a la conocida en su época y que como ya mencionaba en el otro artículo, dice Estrabón que poseían leyes en verso de seis mil años de antigüedad, es decir, conocían la escritura.
Por tanto, quizás el artista rupestre de Jimena de la Frontera, a la que hasta ahora se ha identificado como una ciudad fenicia llamada Oba, viene a decirnos que tenemos que replantear la historia; que cuando él pintaba aquellos barcos ni los fenicios habían llegado ni se les esperaba hasta dentro de un milenio.
A lo mejor, la civilización no vino de Oriente, como es obligado pensar a la vista de los postulados científicos actuales, sino que naciendo aquí, en el sur de nuestra Península, se desplazó a todo el Mediterráneo.

2 comentarios:

  1. Es triste que los andaluces, con un bagaje cultural que supera con mucho a la de muchos otros pueblos del mundo, vivan aletargados en su ignorancia hasta el punto de que se dejan fagocitar por otras tendencias actuales sin ningún fundamento histórico y cuya única razón de ser es la política y los intereses de unos pocos. El verdadero carácter diferenciador en España esta en Andalucia y no en las mal llamadas comunidades histórica, pero esta realidad, que es incuestionable, pasa desapercibida para los muchos andaluces (y sus descendientes) que viven en otros lugares de España donde sencillamente han tenido que inventar su historia. Estas tendencias fascistas que predominan en muchos lugares del norte de España difícilmente entenderán que la grandeza de la historia andaluza esta en la integración y mejora de todas las aportaciones recibidas de otros pueblos y no en la exclusividad de una supuesta identidad propia que, por su pobreza endogámica, debe recurrir a la fantasía para justificar su existencia inexistente. Como siempre, gran articulo.

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  2. Preciosa la cueva, tuve ocasión de visitarla, es pequeña...

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