viernes, 28 de junio de 2019

EL SABIO DEL AIRE COMPRIMIDO





¡La cantidad de cosas que se aprenden leyendo¡ Hace unos días, cuando consultaba una historia de Roma comprobé que nosotros hablamos del incendio de Roma, como si solo hubiese habido un incendio y refiriéndonos preferentemente al ocurrido en tiempos de Nerón y que fue achacado a los cristianos, para eludir otras responsabilidades, pero lo cierto es que en Roma ocurrían incendios constantemente y muchos de ellos de extrema gravedad.
Muy pocos de estos incendios ocurrían en las casas de los patricios, mansiones amplias de piedra rodeadas de jardines en donde era más difícil su propagación a viviendas colindantes. Casi siempre estos ocurrían en “La Subura”, un barrio de calles estrechas y gente muy pobre que vivía hacinada en la colina del Quirinal, donde ahora está el palacio de la presidencia de Italia e integrado por edificios de madera de varias plantas que se apoyaban unos en otros, sin apenas ventilación y con unas estructuras sostenidas por vigas de madera poco resistentes que la carcoma, el peso que soportaban y la humedad ambiental, acaban por derribarlas, si antes no las consumía el fuego.
En cada uno de estos edificios vivían varias familias por planta y en su interior se hacía toda la vida familiar, desde las necesidades corporales, hasta la preparación de la comida.
Con un riesgo tan elevado derivado de la promiscuidad, la poca higiene, la nula seguridad y la necesidad de encender fuego en su interior, tanto para alumbrarse como para preparar la comida, no era de extrañar que en aquel submundo, casi cada día saliera ardiendo uno de estos edificios, los cuales propagaban el fuego a sus vecinos con una rapidez pasmosa.
Tal era la gravedad del problema que la Ciudad, en tiempos del emperador Augusto, había creado un cuerpo especial: los “Vigiles”, una especie de bomberos que también era una policía de seguridad que velaba por los edificios, sus habitantes y la seguridad de las calles.
Estaba compuesto por unos siete mil esclavos libertos, que después de seis años de servicio, adquirían la ciudadanía romana y podían ser totalmente libres.
Su equipo de trabajo era muy completo en cuanto a herramientas y material y sobre todo contaban con un carro tirado por dos caballos que recibía el nombre de “Sipho” en el que transportaban una bomba de agua que actuaba por presión del aire.
Incluso el entrenamiento que recibían era muy sofisticado y aprendían técnicas de cortafuegos tal como se realizan hoy día. Los caballos también eran entrenados para que no temiesen al fuego ni al humo, algo imprescindible para poder entrar en el corazón del incendio.
Como es natural, aquello de la bomba de agua les proporcionaba una gran eficacia, frente a las cadenas humanas transportando el agua cubo a cubo y así, se extendió la utilización de esta máquina impulsora de agua por otras ciudades importantes.
Pero aunque Roma las utilizó con profusión desde la creación de los “Vigiles”, no era un invento romano, ni mucho menos.
En la primera mitad del siglo III antes de nuestra Era, vivía en Alejandría un hombre a quien sus contemporáneos ya aplicaron el calificativo de sabio. Se llamaba Ctesibio de Alejandría y era hijo de un barbero local que desde pequeño dio muestras de su agudo ingenio y su capacidad inventora.
La ciudad que creara Alejandro Magno ya había adquirido mucho prestigio gracias a la formidable biblioteca que bajo el mandato de la dinastía de los Ptolomeos se estaba creando y a la que acudían a estudiar muchos sabios de todos los países.
Pero el protagonista de esta historia no era un sabio al uso, es decir, no era un filósofo, sino un inventor. Un inventor de cosas mecánicas, por eso dentro de la llamada Escuela de Alejandría se le incluye en el capítulo de “mecánicos”, en el que están también incluidos dos discípulos suyos, Filón y Herón, que aunque no fueron contemporáneos, siguieron sus enseñanzas.
Para ayudar a su padre en la barbería Ctesibio le construyó una especie de espejo, que entonces se hacía de metal muy pulimentado, que podía subir y bajar a voluntad, facilitando al cliente el observar el trabajo que se estaba haciendo en su barba o cabeza, ajustando el espejo a su altura mediante un mecanismo de palancas.
Más adulto, perfeccionó sus conocimientos sobre mecánica e hidráulica, llegando a la conclusión de que el aire se comportaba como el agua y otros líquidos, es decir, podía ser conducido y, sometido a presión, era capaz de impulsar objetos.

Bomba de aire comprimido de Ctesibio


Fueron numerosos y muy diversos los objetos que construyó a lo largo de su vida y que iban desde una especie de órgano musical accionado por aire comprimido y agua, hasta una catapulta que usaba aire comprimido para lanzar grandes piedras a mucha distancia.
Desgraciadamente no han llegado ninguno de los escritos y diseños de las obras de Ctesibio y lo que sabemos es por la relación que hicieron sus discípulos, algunos de los cuales están perfectamente descritos.
No fue suya la invención del reloj de agua, llamado “clepsidra” que tanto se utilizó en la antigüedad y que era mucho más eficaz que el de sol o el de arena, pero sobre él aplicó grandes innovaciones que lo hicieron de lo más eficaz. Sobre todo en Grecia tuvieron las clepsidras una extraordinaria importancia y se usaban para repartir los tiempos en los juicios, en el foro para los oradores y para marcar tiempos en pruebas deportivas.
Perfeccionista sobre todo, Ctesibio iba añadiendo a sus inventos nuevas cualidades para perfeccionarlos y ampliar sus utilidades, como añadir un flotador en el recipiente que recibía el agua y con un artilugio de su invención movía una aguja que iba señalando las horas.
Otra de sus grandes aportaciones fue la invención del sifón, para controlar los movimientos del agua.
Los griegos dividían las horas de sol en doce, por lo que no era lo mismo una hora de verano que una de invierno y eso obligaba a hacer correcciones constantemente, que se solventaban con el tamaño del orificio por el que fluía el agua, pero este sabio inventó un dispositivo de forma cilíndrica que iba rotando a una velocidad muy pequeña cada día, acortando o alargando la duración de una hora según la estación. Su precisión era tal que hasta que no se inventó el reloj de péndulo dos mil años después, no se consiguió una medición más certera del tiempo.


Las rayas que marcan las horas están inclinadas

También incorporó a las clepsidras elementos de mera decoración o divertimento, como un pájaro que piaba al paso de agua, marcando las horas, tañer de campanas o marionetas que se movían y muchas otras variedades.
Si nos fijamos, es exactamente lo que se ha venido utilizando en los relojes hasta hace muy pocos años. Hemos visto muchos relojes de Cuco, de péndulo que dan campanadas e incluso de muñecos en movimiento.
De la combinación de la fuerza del aire comprimido y del agua, surgió su invento más destacado y por el que ha empezado este artículo, que era la bomba de agua usada tanto en fuentes, como para extraer aguas subterráneas o subirla a niveles más altos y para combatir el fuego.
Evidentemente la acción de estas bombas requerían la fuerza humana, como se ha venido haciendo hasta la revolución industrial del siglo XIX.
Este invento al que los romanos dieron una gran utilidad cayó en desuso con la desaparición de Roma como potencia militar y no fue hasta el siglo XV que se volvió a reinventar.
La capacidad inventora de esta persona es comparable a la de los grandes inventores de épocas más actuales, tomando en consideración que si Ctesibio hubiese podido disponer como Einstein, Edison, Tesla y otros sabios, de toda la tecnología que estos tuvieron a su disposición, quizás los hubiera superado.
Pero además de inventor fue un genio de la geometría, solamente superado por Arquímedes.
Un grandísimo científico del que desgraciadamente hemos perdido toda su producción, pues no se conserva ninguna de las obras que se sabe escribió y de las que únicamente tenemos la referencia que han hecho sus discípulos y seguidores.
Ayer domingo 16 de junio, a las 02:30 el Canal Historia ha publicado un amplio reportaje dedicado a Ctesibio y sus dos discípulos. Pensando que es un canal minoritario y que la hora no era la de más audiencia, me animo a publicar este artículo que tenía escrito varias semanas antes, en la seguridad de que para muchas personas la historia será desconocida, aunque la originalidad me la ha anulado la citada cadena de televisión.

5 comentarios:

  1. Comisario,

    está claro que a esos horas no tienen muchos espectadores la TV y por lo tanto te agradecemos esta nueva Lupa

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  2. iNTERESANTE Y CURIOSO COMO SIEMRPE

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  3. la gente está viendo supervivientes a esa hora. La sorpresa de lo ameno y novedoso no te la quita nadie. Enhorabuena.

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  4. Magnífica historia, José María.
    Enhorabuena.
    Óscar Lobato.

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