jueves, 27 de agosto de 2020

UN PRESIDENTE "CAÑAILLA"

 


El éxito artístico de un genio del flamenco como fue “Camarón de la Isla”, ha hecho creer a muchos que por el nombre de ese crustáceo se dan a conocer los habitantes de Isla de León, antiguo nombre de San Fernando, pueblo donde vine a nacer hace ya unos años y ciudad natal del cantante.

Pero no, el crustáceo que lleva por apellido “de la Isla” es “la boca”; la pinza más grande de ese cangrejo que también se le conoce como violinista, que debidamente cocida y sazonada, es un manjar delicioso, hoy muy poco extendido y de un tamaño que nada tiene que ver con las que comíamos cuando yo era niño.

Pero tampoco la boca ha influido en la nomenclatura toponímica isleña porque esa cualidad se la debemos a otro producto del mar, esta vez un molusco marino, un caracol esbelto al que se conoce como “cañailla” y que es el seudónimo por el que nos identifican a los isleños o sanfernandinos en toda la zona de nuestro entorno, ya que este molusco es muy frecuente en los caños y esteros que conforman la geografía isleña.

 

El caracol conocido como “cañailla”

 

Pues bien, hecha esta introducción para explicar el sobrenombre de los nacidos en mi pueblo, voy a hablar ahora de uno de ellos; un hombre ilustrado, inteligente, organizativo, aventurero, mujeriego y espadachín que creó un estado independiente en los confines de la Amazonía Boliviana. Su nombre era Luis Gálvez Rodríguez de Arias y esta es su historia.

 Luis Gálvez nació en San Fernando (Cádiz) el 26 de enero de 1864, sexto hijo del matrimonio formado por José Gálvez, Juez Togado de la Armada y Juana Rodríguez de Arias, de familia muy vinculada con la marina, donde dos tíos suyos fueron almirantes de la Armada y uno de ellos ministro de Marina después de alzarse en Cádiz junto a Prim y Topete en la revolución del 68, llamada La Gloriosa.

Nuestro protagonista quería ser marino para seguir la saga familiar, pero las academias militares estaban cerradas por el elevado número de militares existentes en España en esos momento y como resultado de las continuas guerras.

Con el ascenso del familiar al Ministerio de Marina toda la familia experimentó un empuje y el padre de Luis fue trasladado a Madrid a un alto cargo y allí el joven empieza a estudiar Derecho, a la vez que se inicia en la vida nocturna de la capital, donde frecuenta muy buenas amistades, dada la posición social de la familia.

Accede por oposición al Banco de España y es destinado a San Sebastián, en donde pronto se mete en líos de faldas, del que resulta un duelo en el que hiere al hijo de un influyente político. En consecuencia y para evitar mayores escándalos, Luis es  trasladado a Ávila y luego a Vitoria, como interventor del Banco de España. Allí firma cheques sin fondo, para pagar deudas del juego y es expulsado de la Institución.

Su padre hizo frente a la estafa, pero Luis se vio en la necesidad de abandonar España, emigrando a la Argentina e instalándose en Buenos Aires, donde comienza a trabajar como corredor de bolsa.

 

Una de las pocas fotos que se conservan de Luis Gálvez

 

Nuevas aventuras de faldas, nuevos duelos y nueva tierra de por medio, para llegar a Río de Janeiro, donde se integra rápidamente en la colonia de españoles, con los que monta un negocio de frontones, llevando a los más famosos pelotaris vascos y navarros a los que conoce de su estancia en aquellas tierras y con los que obtiene importantes beneficios.

Restablecido el bolsillo, se embarca en otra aventura. Es el año 1898 y sube el río Amazonas hasta llegar a Manaos, donde encuentra colocación en varios empleos, entre ellos el de administrador del diario Comercio de Amazonas.

Casualidades del destino o predestinación, lo cierto es que en Manaos se encuentra con un gaditano de origen alemán, amigo de la infancia llamado Guillermo Uhtohff, diplomático expulsado de la carrera, que viaja con una expedición boliviana al recóndito territorio de Acre, perteneciente a Bolivia, pero realmente vinculado a Brasil, pues el casi la totalidad de la población es brasileña y dedicada al monocultivo del látex. El gobierno boliviano quiere hacer patente su soberanía en aquel territorio y crear una aduana que cobre impuestos sobre el caucho.

El látex es la savia de dos árboles llamados “Castilla elástica” y “Hevea brasilensis”, a los que se les hace unas incisiones por las que gotea la savia. Procesada esta savia se obtiene el preciado caucho.

Precisamente en el lenguaje de la zona la palabra caucho procede de “cauchuc”, “el árbol que llora” y lo hace con una resina que, antes de existir el petróleo y sus derivados, era usada en innumerable aplicaciones.

Pero sobre todo, el caucho alcanzó un tremendo valor cuando Dunlop, el inventor del neumático, lo usó en su invento, tras lo cual se asoció con Ford, para instalarlos en sus coches y la zona del mundo que más caucho producía era precisamente Acre.

Su amigo Guillermo, el alemán-gaditano le informa que Bolivia y Estados Unidos tienen un acuerdo secreto para la venta del territorio de Acre, a cambio de dinero y apoyo militar contra Brasil.

Como es natural, la noticia es una bomba que el administrador del Correo de Amazonas publica de inmediato y que causa un gran alboroto que llega a todos los confines de la inmensa zona de la amazonia.

Su gobernador, Ramalho Junior se pone de acuerdo con él para realizar una expedición que ocupe militarmente Acre, aunque Gálvez tiene la idea de que tras la ocupación hay que crear un estado independiente y frustrar su plan a Estados Unidos que recientemente nos había arrebatado Cuba y Filipinas y contra el que tenía cierta inquina.

 

En rojo, el territorio ocupado por la República de Acre

 

Camuflado con una compañía española de zarzuela va un cargamento de armas, municiones y herramientas para la explotación de látex, así como una veintena de aventureros, casi todos españoles que deambulaban por Manaos, con los que emprende la navegación del Amazonas, río arriba.

Tres semanas tarda en llegar al fondo de la amazonia, Acre, de donde expulsa a los pocos bolivianos que quedaban y conquistando a los patronos de las explotaciones, descontentos con el dominio de Bolivia, proclama la República independiente de Acre, el mismo día 14 de julio en el que los franceses habían proclamado la suya un siglo atrás, autoproclamándose presidente, impidiendo que el acuerdo de Bolivia y los Estados Unidos pudiera llevarse a efecto

Instalado en una barraca de madera, su palacio presidencial, se dedica a fabricar, de la nada, un estado moderno y es aquí donde demuestra su enorme inteligencia y su sentido político, administrativo, jurídico y diplomático.

Crea los ministerios de Justicia, Guerra, Hacienda, Educación…, crea una sanidad pública, escuelas, farmacias, un cuerpo de policía, otro de bomberos, un ejército y con todo y prácticamente solo, consigue poner en marcha un estado moderno que se preocupa del medio ambiente, de las políticas sociales y urbanísticas, emite sellos de correos y solicita el reconocimiento diplomático de su nuevo país y va colocando al frente de cada una de sus creaciones a la persona que considera más adecuada, pero no tuvo tiempo de ver alcanzado su deseo de ver a aquel país funcionar con independencia.

En diciembre de aquel año, Antonio de Sousa Braga, un patrono poderoso, lo depone por la fuerza del cargo de presidente, pero dos meses después, ante el deterioro que se está produciendo, el pueblo obliga a Sousa a devolver la presidencia a Gálvez, que convoca elecciones que no llegan a celebrarse, porque en el mes de abril, aparece por el río la lancha cañonera brasileña “Tocantins” con muy malas intenciones y Gálvez depone las armas sin luchar.

Se acabó aquí el sueño independentista, producido por una rendición quizás debida a que Gálvez, enfermo de paludismo, no se encontraba en condiciones físicas de enfrentarse a una cañonera, aunque toda la población estaba de su parte.

A duras penas regresó a Europa con la intención de recuperarse. En 1902 volvió a Buenos Aires y desde allí, con varios amigos argentinos se desplaza a Manaos llevando entre manos un negocio de importación de carne argentina, pero las autoridades brasileñas no se lo creen, lo detienen y lo encierran en un fuerte en el remoto norte del Amazonas, de donde consigue escapar a través de la Guayana Inglesa.

Desde entonces su vida es poco conocida; se sabe que estuvo en Cuba y regresa a Buenos Aires, donde permanece hasta 1935, cuando vuelve a España para morir a los pocos meses en Madrid, solo y sin blanca.

En el actual estado federal brasileño de Acre, al “cañailla” Luís Gálvez se le recuerda con cariño

Buena prueba es este monumento conmemorativo de su paso por aquellas tierras y del sueño independentista de un pueblo.

 


 

La controversia entre Bolivia y Brasil por el territorio de Acre se resolvió por el Tratado de Petrópolis de 1903, por el que el territorio pasó a formar parte de Brasil. Fueron casi doscientos mil kilómetros cuadrados por los que Brasil pagó dos millones de Libras Esterlinas y se comprometió a efectuar mejoras en el territorio.

viernes, 21 de agosto de 2020

MENTECATO E IMPOTENTE

 


Así de recias son algunas descalificaciones, apelativos que han jalonado el título de muchos monarcas a lo largo de la historia: El Cruel, El Felón, El Gordo, El del Puñalito, etc., y no solo para integrantes de monarquías que también en las grandes familias nobiliarias han tenido sus despectivos calificativos.

Una de esas grandes familias es la que conforma la Casa de Medina Sidonia que tuvo su fundador en Alonso Pérez de Guzmán, conocido por “el Bueno” que en 1294 protagonizó la heroica defensa de la plaza de Tarifa, se dice que contra los invasores árabes, pero la realidad es que era el hermano del rey, el infante don Juan, quien la pretendía, eso sí, auxiliado por los invasores árabes.

 

La escena más conocida del sitio de Tarifa

 

El nombre de la Casa procede del Ducado de Medina Sidonia concedido por Juan II de Castilla, padre del impotente Enrique IV, que concedió el título a Alonso Pérez de Guzmán, descendiente directo de “el Bueno”, en 1445.

Con el paso de los años la Casa se fue agrandando con el Condado de Niebla, el Señorío de Sanlúcar, el de Vejer de la Frontera, Marchena, el Marquesado de Gibraltar, el de Valverde y el de Cazaza, en tierras africanas próximas a Melilla; las almadrabas de Conil y Chiclana y una larga lista de títulos nobiliarios, propiedades de extraordinario valor y señoríos en las más importantes ciudades de Andalucía y principalmente en la provincia de Cádiz, a lo que se le agregó en 1520 el título de Grandeza de España, otorgado por Carlos I.

Fue el linaje más importante de la alta nobleza en la Edad Media que tenía su sede en Sanlúcar de Barrameda, lo que hizo de la ciudad un importantísimo puerto en las incursiones náuticas por el Atlántico, sobre todo a partir del descubrimiento de América.

En esta casa ingresó como paje un joven hidalgo jerezano de apenas doce años llamado Álvar Núñez Cabeza de Vaca que al haber quedado huérfano de padre y madre, fue recogido por su tía Beatriz Cabeza de Vaca, esposa de Pedro de Estopiñán, conquistador de Melilla que vio con acierto que lo mejor era introducirlo en una casa nobiliaria.

En la Casa de Medina Sidonia, con la que Estopiñán tenía mucha relación, el joven hizo gran amistad con el segundón de la familia Juan Alonso Pérez de Guzmán. Álvar, inquieto como era y de familia le venía esa inquietud, pues además de su padre, su tío Estopiñán llenó su juventud de relatos bélicos que ensimismaban al muchacho, decidió alistarse para ir a luchar a Italia, donde pasó unos años y de la que volvió con experiencia militar y soltura social.

De regreso a Sanlúcar, las cosas andaban un tanto torcidas en la Casa. El titular de la familia, Alonso, que se había puesto bajo el manto del rey Fernando, consiguió, además, emparentar con la familia real, pues el rey le concedió la mano de su nieta Ana de Aragón que aunque de rama bastarda, era la hija del arzobispo de Zaragoza. Todo muy comprensible: el hijo bastardo se convierte en arzobispo y a la vez tiene descendencia, pecados que se perdonaban si el pecador era rico o poderoso.

Pero hete aquí que Alonso no parecía tener mucho interés en el asunto de la coyunda matrimonial y dos años después de la boda la propia esposa, que se quejaba a cuantos la quisieran oír, manifestaba que continuaba intacta, como el día en que vino al mundo.

La Casa necesitaba heredero, pero sobre todo la esposa precisaba un hijo que siguiera con la saga familiar y para todos era necesario alguien que se ocupara de los asuntos y negocios miles de la familia, dejados en manos de administradores, mientras el jefe del clan familiar pasaba las horas en su jardín cuidando de sus flores y plantas.

El segundo de la familia comentaba estos asuntos con su buen amigo Álvar, el cual le ofreció la oportunidad de ir a visitar a su tía Beatriz, ya viuda de Estopiñán, que también estuvo vinculado a la Casa de Medina Sidonia y que incluso salvó heroicamente a la duquesa Leonor de Estúñiga de un ataque pirata en la almadraba de Conil.

 

Dibujo a plumilla de Cabeza de Vaca, sobre el mapa de La Florida

 

Beatriz Cabeza de Vaca residía en Sevilla y allá se dirigieron los dos amigos a pedir consejo.

La decisión de la tía fue muy rápida y simple. Había que deponer a Alonso, el actual duque, declarar nulo el matrimonio por no haberse consumado y solucionar el problema que en ese momento se presentaría que era el despecho de la nieta del Rey Católico y el daño colateral que podría surgir, para evitar lo cual, lo mejor que se podía hacer era que el sucesor, que habría de ser Juan Alonso, se tendría que desposar con su cuñada y así todos felices y contentos.

Satisfechos con los acertados consejos recibidos, regresaron a Sanlúcar y empezaron a maquinar. Para llevar el asunto a buen puerto había que conseguir dos cosas, tener al rey de su parte y que Alonso aceptara de buen grado la situación a la que se veía abocado.

Convencer al rey fue cosa sencilla habida cuenta de que por medio estaba su nieta que no iba a perder su situación en la Casa y en cuanto a Alonso, perece que no le importaba mucho cambiar la dedicación plena a las plantas y las flores, por un titulo que lo agobiaba.

En el entreacto fallece el rey Católico y se desata la locura de Juana, la llegada del Hermoso, su muerte, la venida del rey Carlos que, por fin, en 1518 dio el plácet para traspasar el título a Juan Alonso y casarlo con Ana de Aragón, una vez conseguida la anulación del anterior matrimonio, asunto administrativo que se resolvió fácilmente.

Para que el rey diese el visto bueno al traspaso del título de Duque de Medina Sidonia y todo el conjunto de nombramientos y títulos que le acompañaban, al señor duque y jardinero aficionado se le consideró oficialmente y por escrito, “Mentecato e Impotente”.

Y todos se quedaron tan anchos y tranquilos. Total porque al pobre hombre no le gustaban las mujeres y si las plantas y las flores.

¡El éxito que hubiera tenido en la actualidad! No habría quien se atreviera a cesarle por el hecho de que su condición sexual fuera la que era, aunque comprometiera el futuro de una casa tan noble como aquella.

Es más, si algo o alguien se tenía que fastidiar que fuera aquella Casa casposa y facha que se dedicaba a combatir a los pobres musulmanes llegados en oleadas como si de inmigrantes ilegales se tratara y ocuparan nuestro territorio.

Había que pagar el favor y el nuevo duque se puso al lado del rey en la Guerra de las Comunidades de Castilla, enviando a su hermano Pedro y con él Álvar, a unirse con las tropas realistas.

Las tropas del duque de Medina Sidonia participaron  activamente en la toma de Tordesillas y en la definitiva batalla de Villalar.

De algunos detalles curiosos de la vida del que fuera luego famoso conquistador desde La Florida hasta el Golfo de California, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quizás me ocupe en otra ocasión.

jueves, 13 de agosto de 2020

BEATRIZ, "LA CAZADORA"

 


Hace diez siglos, la historia se escribía poco, pero se transmitía de forma oral y en muy buena medida a través de las canciones de los trovadores.

Esa costumbre ha caído en desuso, pero todavía aparecen resquicios para enriquecer el panorama lírico/épico en nuestros tiempos.

Las Islas Canarias poseen una de estas particularidades representada por un maravilloso y multitudinario grupo músico-vocal llamados “Los Sabandeños”. Estos compusieron hace más de cuatro décadas una maravillosa obra titulada “La Cantata del Mencey Loco”, lo más parecido a una trova histórica.

En ella escriben y cantan parte de la historia de la conquista del archipiélago  y en ella aprendí a reconocer personajes de ese relato como Beneharo, el reyezuelo o mencey que saltó al vacío antes de rendirse a los castellanos y perder su libertad, o como la colección de conquistadores como Sancho de Herrera, el Viejo, señor de Lanzarote, o Francisco Maldonado, pesquisidor de Gran Canaria.

O uno del que hoy voy a hablar, Fernán Peraza, un sevillano cuyo abuelo, con el mismo nombre y por eso conocido por el Viejo, conquistador y señor de las Islas Canarias, dejó en herencia su señorío que vino a ocuparlo el nuevo Fernán que lo ejercía con despotismo y crueldad.

Los nativos de las Islas, bautizados, aunque no convertidos, no podían ser detenidos y esclavizados, principal negocio de aquellas tierras, pero en algunas islas había aborígenes rebeldes, sin conquistar ni cristianizar y esos sí que podían ser esclavizados y vendidos. Sin embargo, en La Gomera, Peraza realizó una redada de nativos cristianos y saltándose todas las leyes, los esclavizó y vendió.

En el año 1481 llegó a la isla el capitán Juan Rejón, enemistado de antiguo con la familia Peraza y muy querido entre los nativos.

Enterado Peraza, manda prenderlo, pero el capitán y su gente se resisten y se inicia una refriega que se salda con la muerte de Rejón.

Su viuda insta a los Reyes Católicos que se haga justicia y Peraza es llamado a la corte.

Allí se encuentra en una situación extremadamente delicada, pues a la venta de esclavos cristianizados, gravísima infracción, hay que unir la muerte de un capitán de los ejércitos del rey.

Pero le sonríe la fortuna en forma que nunca lo hubiera imaginado.

Vivía en la corte la bellísima Beatriz de Bobadilla y Ulloa, sobrina segunda de la de igual nombre, amiga íntima de la reina Isabel y compañera desde la más tierna infancia y mucho más famosa que su sobrina.

Todas las crónicas coinciden en resaltar la belleza de la joven Beatriz, hija del Cazador mayor del rey, puesto que venía a ser como su mayordomo en las tareas cinegéticas, a la que se conocía por el apodo de la Cazadora y que mantenía un romance con uno de los hombres más importantes en los ejércitos reales. Nada menos que el Maestre de la orden militar de Calatrava, Rodrigo Téllez de Girón.

Pero Rodrigo murió en el asedio de Loja el día 13 de junio de 1482, cuando una saeta le atravesó el cuello, dejando desconsolada a su amante.

Muchos caballeros tratan de aprovechar el funesto destino de la bella Beatriz, para aproximarse a ella y entre los que la cortejan se encuentra el propio rey Fernando, cuya fama de mujeriego ya era conocida de su inteligente esposa, la reina Isabel.

Así que por un lado tienen la papeleta que les ha presentado Fernán Peraza con su conducta desordenada y por otra tiene la reina en su propia casa a la mayor tentación que su esposo pudiera tener.

 

La bella Beatriz de Bobadilla y Ulloa

 

Dando muestra de una inteligencia, de la que ya había hecho gala y que seguiría haciendo, la reina decide perdonar a Peraza con la condición de que se case con la Cazadora y se la lleve a su señoría canario, así como que contribuya a la conquista de la isla de Gran Canaria, cosa que hace con parte de sus tropas y otras que le facilita su padre.

Peraza, soltero, como es natural, poco acostumbrado a ver bellezas como la de Beatriz, aceptó encantado el ofrecimiento y ese mismo año, se casó y arribó con su flamante y bellísima esposa a La Gomera. Por su lado la reina se quedó tranquila al quitarse de encima una rival muy poderosa, sobre todo teniendo en cuenta la fragilidad de bajos que tenía el rey aragonés, de la que dará buena muestra al final de su reinado y tras quedar viudo.

En 1483 Gran Canaria es conquistada y sus nativos completamente sometidos, así que Peraza regresa a su feudo de La Gomera, donde consigue un pacto con todas las tribus gomeras mediante una ceremonia ritual que consiste en beber leche de la misma vasija, así se considerarán hermanos los gomeros y Peraza.

Pero parece que Fernán Peraza no tenía bastante con su bellísima esposa y mantenía una relación secreta con una nativa llamada Yballa, joven de gran belleza pero que por aquel pacto que firmaron bebiendo leche, era considerada hermana del señor de la isla y eso unido a los abusos que Peraza seguía efectuando, dio lugar a la llamada Rebelión de los Gomeros a la que tuvo que enfrentar y en la que encontró la muerte.

Así pues, doña Beatriz se encuentra viuda y madre de dos hijos, el mayor, Guillén, hereda de su padre el señorío y es nombrado primer Conde de La Gomera. Pero debido a su minoría de edad, es su madre la que regenta el gobierno de la isla, pero en realidad está de rehén de los gomeros que han continuado su rebelión hasta arrinconar a los castellanos en la torre del Conde, en la villa de San Sebastián de la Gomera, que por cierto se conserva en pie y en perfecto estado de conservación y además es el edifico de estilo gótico construido más al sur.

 

Torre del Conde

 

Encabezados por doña Beatriz, los sitiados consiguen que un barco salga del puerto antes de que la revuelta llegara hasta allí y fuera a pedir refuerzos, mientras ella y sus hombres resistían bravamente en la torre.

Allí, la dama demostró un coraje y valentía dando ánimos a sus hombres que fueron capaces de aguantar hasta que recibieron los refuerzos que consistieron en unos cuatrocientos soldados al mando del hidalgo jerezano Pedro de Vera.

Levantado el asedio, Beatriz y Vera emprendieron una cacería implacable que acabó en una matanza de las más crueles llevadas a cabo en el archipiélago, pues muchos de los ajusticiados fueron empalados, una de las muertes más dolorosa.

Todos los varones mayores de quince años de los dos clanes que habían protagonizado la rebelión fueron muertos y a los varones de otros clanes que habían permanecido al margen fueron atraídos con engaños y esclavizados.

Esta actitud de ambos personajes tuvo consecuencias diferentes, pues ante las protestas de la Iglesia, Pedro Vera fue llamado a la corte y obligado a responder con sus bienes para resarcir la venta de los gomeros, pero a la Bobadilla la reina no le tocó ni un pelo, de tanto miedo como tenía el volver a tenerla junto al rey Fernando.

Doña Beatriz seguía en La Gomera como gobernadora regente, cuando hasta allí llegó Cristóbal Colón en su primer viaje.

No le había faltado propuestas de matrimonio a la bella gobernadora y más desde que ostentaba el poder, pero ella permanecía en su viudedad.

Testigos del encuentro entre Colón y la Bobadilla aseguran que se dedicaron muchas sonrisas y frases de agrado y hay quien asegura que ambos eran una antigua amistad, cuando el almirante andaba a la ronda de los Reyes Católicos para financiar su expedición y Beatriz se encontraba también la corte, como dama de la reina.

Lenguas más viperinas aseguran que habían frecuentado la misma cama en aquella época.

Lo cierto es que de manera poco comprensible, pues el tiempo se echaba encima, Colón retrasó casi un mes la salida de la flotilla, a riesgo de perder la influencia de los vientos alisios y en los dos viajes siguientes, el almirante hizo aguada en La Gomera, cuando ya Gran Canaria estaba conquistada y ofrecía mayores ventajas.

Un amigo y acompañante de Colón que viajó en el segundo viaje y que se llamaba Michele da Cuneo, escribió un diario y en el relató que cuando iban a arribar a La Gomera el almirante ordenó engalanar las naves al máximo y al entrar en puerto mandó gastar pólvora en salvas para agasajar a la dama que era la gobernadora de la que el “almirante estaba encendido de amor”.

Beatriz se casó nuevamente, esta vez con Alonso Fernández de Lugo, Gobernador de La Palma y Tenerife y Adelantado de Canarias, el cual, para consolidar su poder en el archipiélago, casó a su hijo Pedro con Inés, la hija de su esposa y Fernán Peraza.

Beatriz murió en 1504 en Medina del Campo, poco después que hubiese fallecido la reina Isabel. Su historia es poco conocida pero se ve en ella a una mujer de gran carácter aunque a veces sanguinario que supo colocarse en su sitio sin esperar a que nadie hiciera por ella lo que ella misma era capaz de hacer.

viernes, 7 de agosto de 2020

POR ÚLTIMO, "LA BROMA"

 


Acabo de leer un libro interesantísimo sobre Cristóbal Colón, sus principios, su formación como navegante y sus cuatro viajes al Nuevo Continente.

Además de muy ilustrativo, es realmente ameno y mantiene una línea narrativa que engancha desde el primer momento.

El libro se titula “El éxito del error” y está escrito por el historiador José Luis Comellas, autor prolífico sobre temas de historia y de astronomía. Ya había leído varios de sus libros sobre historia y sobre los cambios climáticos, todas ellas muy ilustrativas y recomendables, pero esta última me ha apasionado desde el principio.

No es hacer una semblanza del libro, es solamente comentarlo por si alguien se siente atraído por su contenido y se decide a emprender su lectura, porque en sus páginas se esconden detalles importantísimos que han pasado desapercibidos para la gran mayoría, circunstancia por la que tiene cabida en este blog que trata de rescatar todo aquello que ha estado oculto al conocimiento.

Conociendo, como en el siglo XV y mucho antes, se conocía la redondez de la Tierra, no era descabellado pensar en llegar a oriente siguiendo la ruta de occidente y plantarse en Catay (China) o Cipango (Japón) en mucho menos tiempo del que se tardaría rodeando el continente africano, ruta que todavía en aquellos momentos era tremendamente desconocida.

Que Colón tenía noticias de que navegando al Oeste se encontraban unas tierras, no hay duda y ya fue tema de un artículo que escribí hace años, en donde relataba como a Madeira, donde Colón residía, llegó un barco en tan pésimas condiciones que todos sus tripulantes fallecieron, incluido su piloto que fue hospedado por Colón y al que antes de morir le relató su aventura. Ver mi artículo sobre el tema en este link: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2014/08/con-viento-solano.html.

 Pero aún sabiéndolo y teniendo un mapa que había compuesto Toscanelli que el marino genovés no enseñaba a nadie y en el que se reflejaban las tierras al oeste y la supuesta forma de llegar a ellas, la aventura no desmerece nada y sobre todo, hace resaltar algunas circunstancias que lejos del descubrimiento de las nuevas tierras, según el profesor Comellas, son exclusivos descubrimientos de Colón para la astronomía y la navegación e incluso para la historia natural.


 

                Uno de los muchos retratos de Cristóbal Colón

 

Lo primero es la cualidad extraordinaria de Colón para dibujar cartas náuticas y si Juan de la Cosa o Américo Vespucio han quedado en la historia como afamados cartógrafos, Colón también debería ocupar un lugar junto a ellos.

En segundo lugar es el Almirante la primera persona que navega y describe el famoso Mar de los Sargazos y eso lo reflejó en su diario de navegación con fecha 16 de septiembre de aquel año del descubrimiento, cuando dice que empezaron a ver muchas manadas de hierbas muy verdes, por lo que suponía que hacía muy poco que se habían desprendido de tierra, lo que le hacía suponer que se hallaban cerca de una isla. Pero unos días después, cuando siguen navegando entre aquel abundante follaje, empieza a comprender que se trata de algas.

Es posible que Colón no fuese el primero en navegar esos mares de algas, pero sí el primero en describirlo y anunciarlo. Hoy se sabe que el Mar de los Sargazos es una de las curiosidades del Atlántico que con forma de óvalo tiene cinco millones de kilómetros cuadrados, o sea, unas diez veces nuestra península.

A partir del día 13 de septiembre, Colón empezó a anotar en su diario de navegación un fenómeno que venía observando y no era otro que al anochecer, las agujas de las brújulas de las que se servía, apuntaban al noroeste y sin embargo a la mañana siguiente, se encontraban desviadas hacia el noreste, es decir, describían un arco no muy significativo, pero sí apreciable, entre el ocaso de un día y el amanecer del siguiente.

Al apreciar esta desviación es necesario aclarar que el almirante cotejaba los datos de su brújula con la Estrella Polar, que desde muchos siglos antes se conocía su particularidad de señalar siempre al norte.

Hasta ese momento, ningún navegante había observado y descrito ese fenómeno, pero Colón tomó buena nota y prosiguió con su observación.

Unos días después anotó en el Diario que los pilotos de las tres carabelas, advertidos de aquella circunstancia, hicieron una marcación del norte por la Polar y los tres observaron una buena desviación al noroeste y al volver a hacer la misma marcación en la amanecida, vieron que se había corregido la desviación.

Ese era un ritual náutico de aquellos tiempos en los que se navegaba más por intuición y con poco auxilio instrumental. Se le conocía como “la bendición del piloto”, porque éste se colocaba frente a la Rosa de los Vientos y con su brazo estirado apuntaba a la Polar y a continuación dejaba caer el brazo sobre la Rosa, comprobando que su aguja coincidía con el punto en el que su mano extendida la tocaba, si no era así procedía a realizar una maniobra que se llamaba “cebar la Rosa” y que consistía en girarla para hacer coincidir el norte.

La noticia de la desviación de la aguja magnética causó estupor entre los pilotos y pánico entre la marinería que interpretaba aquel fenómeno como presagio de algo muy grave que no sabrían controlar, por lo que empezaron a pedir el regreso de la expedición.

Pero la navegación siguió su rumbo hacia el oeste y cada día se comprobaba ese fenómeno que en el fondo está producido por lo que se llama “declinación magnética”, como consecuencia de que la aguja de la brújula señala al norte magnético, no al geográfico y cuanto más al oeste se desplace, mayor diferencia hay en el arco entre un punto y otro y fue Cristóbal Colón el que lo descubrió.

Pero al mismo tiempo había hecho otro descubrimiento también sorprendente y era que la Estrella Polar describía un círculo alrededor del polo celeste, tal como si fuera un reloj de agujas descentradas, que aunque funcione a la perfección, no dará horas exactas salvo en unos intervalos muy concretos.

Esta nueva circunstancia descubierta por el almirante era aun más sobrecogedora para hacerla comprender a la tripulación y por eso se la guardó, aunque lo anotó en su diario.

En efecto, se trataba del derrumbe de la Estrella Polar, tenida desde siglos como guía y norte de los navegantes y que ahora se cuestionaba su efectividad.

Estos tres hechos puestos en relieve por el almirante, por sí solos hubieran bastado para colocarlo en el pedestal de la notoriedad, aunque no hubiese descubierto un mundo nuevo, pero es que además de eso, él y sus tripulaciones tuvieron ocasión de descubrir, sobre todo en el cuarto y último viaje, a un animal sorprendente, al que el sentido del humor y la ironía bautizaron con el nombre de “La Broma”, quizás onomatopeya del nombre con el que los indígenas conocían al bichito.

Se trataba de un molusco, parecido a un gusano que se adhería a las maderas del casco y lo iban devorando poco a poco.

 

El gusano y estado en el que queda la madera

 

No fue estudiado ni clasificado hasta doscientos años más tarde de su descubrimiento por Colón que en 1503 reflejó en su diario que los cascos de sus naves parecían esponjas de tan agujereadas como estaban por efecto de aquellos gusanos al que habían puesto el nombre de La Broma y que aún lo conserva. Fue clasificado por Linneo que le puso el nombre de “Teredo Navalis”.

Este molusco vive en las aguas del Caribe, por lo que, antes de que las primeras naves españolas navegaran por aquellos  mares, no se sabía de su existencia. En la actualidad no representa un gran peligro para la navegación porque pocos cascos de buque quedan construidos con madera pero en su tiempo hubo de optarse por recubrir con chapas de cobre la obra viva de las embarcaciones.