jueves, 29 de octubre de 2020

OTRO SABIO OLVIDADO

 

He escrito muchos artículos sobre personajes importantes de la historia, las artes, las letras o los ingenios que han sido olvidados e incluso no se han llegado a conocer. Esa es una de las finalidades de este blog, sacar del olvido a personajes ilustres que por sus aportaciones deberían haber disfrutado de un permanente reconocimiento.

 Este país nuestro tiene la extraña tendencia a arrinconar verdaderos genios porque no eran de la ideología imperante, se oponían con sus descubrimiento a la ciencia ortodoxa o lo que es aún más injusto, chocaban con preceptos arcaicos e inamovibles de la santa madre Iglesia.

Sobre todo, si los motivos eran religiosos, los casos solían ser más dolorosos de lo normal, porque entre otras cosas se podía terminar completamente desacreditado o en la hoguera, por no mencionar que la pureza de sangre era una verdadera atrocidad que cercenaba el desarrollo del conocimiento por el simple hecho de haber nacido en una familia de judíos aunque por generaciones hubiesen renunciado a su religión.

En este caso, el ignorado personaje es de primera fila, aunque parece que ni siquiera se sentaba en el patio de butacas. Se trata de un aragonés llamado Pedro Juan de Lastanosa, nacido en 1527 en Monzón, en la provincia de Huesca, casi limítrofe con Cataluña; fue el menor de ¡veintiún hermanos!, perteneciendo a una familia de rancio abolengo, uno de cuyos antepasados guerreó con el rey aragonés Jaime I el Conquistador.

Sin embargo, mediado el siglo XVI, hubieron de trasladarse a Huesca por las continuas desavenencias con sus vecinos que los tachaban de conversos, aunque muchos de los componentes de la larga familia de los Lastanosa habían venido desempeñando cargos importantes en la corte de Aragón, incluso ejercieron mecenazgo en las artes y las letras.

Sin ningún lugar a dudas, de todos los miembros de esta larguísima familia el protagonista de esta historia es el más destacado.

Estudió en las universidades de Huesca, Alcalá de Henares, Salamanca, París y Lovaina, de donde salió doctorado en buenas letras, matemáticas y en teología, materia indispensable en la época para continuar la formación en otras facetas del saber.

Debió ser un erudito en muchas materias pues a la formación que recibió en tan importantes universidades habría que agregar la adquirida en la extensa biblioteca familiar que él mismo fue ampliando y que se consolidó años más tarde con un nieto de su hermano mayor, Vicencio Juan de Lastanosa, cuyo amplísimo inventario es conocido, pues se recuperó un códice en el que se relacionan todos los libros componiendo una relación muy extensa.

A mediados del siglo XVI, Pedro Juan se encontraba en Bruselas, donde se sabe que colaboraba con el famoso cosmógrafo, matemático e ingeniero español Jerónimo Girava.

Estando en Bruselas, el emperador Carlos V les ordenó a ambos trasladarse a Nápoles para solucionar serios problemas de abastecimiento de aguas que tenía la ciudad, que desde época romana se había venido surtiendo por un acueducto que aun estaba en funcionamiento, pero de escaso caudal para las necesidades de la populosa urbe en que Nápoles se estaba convirtiendo.

Este acueducto utilizaba las aguas de un río llamado Serino y a través de un recorrido de setenta y siete kilómetros, llegaba a Nápoles, pero lo que había sido suficiente hasta entonces, ya no lo era porque la ciudad se había convertido en la capital del virreinato español y sus proporciones habían aumentado de manera exponencial. Aparte de eso, en varias zonas del largo recorrido presentaba deficiencias propias de la vetustez de la obra.

Con este motivo Lastanosa elaboró un dictamen exhaustivo que sirvió de base para acometer el proyecto de reparación, y aumentar la traída de aguas con las procedentes de una fuente situada en la falda del Vesubio.

Mediados los años sesenta de aquel siglo, Lastanosa debía tener conocimientos y reconocimientos suficientes para que el rey Felipe II lo nombrase “Criado ordinario”, según consta en documento acreditativo de tal nombramiento que dice:

“Habiendo tenido relación  de las letras, suficiencia, habilidad y experiencia que vos Pedro Juan de Lastanosa tenéis en cosas de fábricas, fortificaciones, máquinas y otras cosas que podrán ser de importancia a nuestro servicio, nuestra merced y voluntad es de os recibir, como por la presente os recibimos, por nuestro criado ordinario…”

No he sido capaz de averiguar en que consistía exactamente el cargo de criado ordinario, pero sí que éste estaba apoyado por un sueldo de trescientos ducados anuales y otros beneficios que por estar cerca del rey, reportaba. A cambio debía acudir a consulta en cualquier lugar dentro de las fronteras del imperio, para asuntos en los que fuera menester su profesión y sus conocimientos.

Desde entonces y hasta después de su muerte sus herederos, estuvo cobrando el sueldo asignado, lo que le permitía vivir con holgura y relacionarse con personajes de la ciencia y la cultura.

Se sabe que tuvo íntima relación con el célebre catedrático de matemáticas de Alcalá de Henares, don Pedro de Esquivel, con Juanelo Turriano y con Arias Montano.

(Sobre ambos he publicado sendos artículos que puedes consultar aquí:

http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/la-calle-del-hombre-de-palo.html

y aquí: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2020/10/v-behaviorurldefaultvmlo.html

 

Así como con los arquitectos Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera entre otros muchos.

De sus conocimientos en determinadas materias, todas relacionadas con la construcción, cabe destacar que las obras hidráulicas fueron una de sus especialidades.

Además de lo visto en Nápoles, Lastanosa participó como ingeniero en las obras del Canal Imperial de Aragón que se convertiría en una de las obras hidráulicas más importantes de Europa y que servía como canal de riego y de navegación, por donde se transportaban mercancías y viajeros, además de asegurar el regadío entre las localidades de Tudela y Zaragoza.  El canal corría casi paralelo al río Ebro por su margen derecha y su finalidad era hacer navegable este tramo de ciento diez kilómetros, salvando desniveles con ingeniosos sistemas de esclusas; diseñó las canalizaciones de riegos en Murcia y participó en el dibujo del mapa topográfico de España.

Fue inventor de varias máquinas, entre ellas el molino de pesas, cuya efectividad no estuvo nunca suficientemente contrastada, pero poseía varios privilegios de invención, las actuales patente, lo que indica que registró sus inventos.

Su amistad con Arias Montano le hizo intervenir en la ordenación de la Biblioteca de El Escorial, formando parte del grupo de intelectuales escogidos para llevar a cabo tan ardua tarea.

 

Una de las salas de la Biblioteca Escurialense

Lastanosa murió en Madrid en el año 1576 y en el inventario de sus bienes que se conserva en el Archivo de Protocolos de Madrid, se hace una relación exhaustiva de los mismos, que evidentemente corresponden a una persona de alto rango social en cuanto a bienes materiales y ese mismo rango referido a su intelectualidad, pues poseía una biblioteca con quinientos volúmenes, cifra impensable para una colección privada en aquella época.

Hacia 1565, el rey Felipe II, con una visión de estadista poco común, ordenó hacer una “Descripción Corográfica de España” que no es otra cosa que levantar un mapa lo más certero posible de todo el territorio nacional, tarea ingente, por cierto, para lo que se empleó el sistema conocido como triangulación. Así, se determinaría la posición exacta de poblaciones y accidentes geográficos de todo tipo, convirtiéndose dicho trabajo en el primer intento de descripción geodésica de un país.

En España el sistema empleado para el levantamiento de esos mapas era completamente desconocido, incluso para un matemático del prestigio de Esquivel y fue Lastanosa el encargado de enseñar la técnica al profesor, técnica que él había aprendido en sus tiempos de Bruselas al lado del ingeniero y cosmógrafo Jerónimo Girava.

Naturalmente la extraordinaria tarea que suponía el levantamiento detallado de toda la geografía española quedó inconcluso y aunque fue luego continuado por diferentes técnico, lo cierto es que no vio su fin.

Indudablemente estamos ante un hombre de conocimientos muy superiores a los de su época y que, si además fue el autor del famoso libro que en mi anterior artículo relataba, lo convertirían en un inventor de la altura de Leonardo da Vinci.


jueves, 22 de octubre de 2020

LOS PRIMEROS MESTIZOS

 

El personaje de esta historia es controvertido desde su nacimiento. No se sabe a ciencia cierta ni su fecha, que debía ser alrededor de 1470, ni si nació en Palos de la Frontera o en Palos de Moguer, dos localidades que rivalizan por llevar el nombre de Palos, que procede del latín “palus”, laguna.

Su nombre era Gonzalo Guerrero, pero también lo conoce la historia como Gonzalo de Aroza o Gonzalo Marinero.

Lo más cierto de su vida es que fue el primer español que decidió hacerse mejicano por decisión propia, decisión que le valió el ser conocido entre los españoles como “El Renegado” y actualmente, por los mejicanos, como el “Padre del Mestizaje”.

Soldado del ejército de los Reyes Católicos, participó como arcabucero en la conquista de Granada a las órdenes del Gran Capitán, en cuyo campamento conoció a Cristóbal Colón.

Con el Gran Capitán marchó a Nápoles, participando activamente en todas las actuaciones de los que más tarde serían los famosos Tercios Españoles.

Pasarían así unos años en los que nada se conoce de la vida de Gonzalo, el cual debió viajar a América a principios del siglo XVI y ya en 1510 se le sitúa en un territorio recientemente denominado Veragua, situado en América Central, en las actuales Nicaragua, Costa Rica y Panamá, del que era gobernador Diego de Nicuesa, un conquistador castellano.

El momento histórico y la zona geográfica se convirtieron en un campo de batalla donde los intereses encontrados de los distintos conquistadores, no terminaban nunca. Todos querían fortuna y poder y rivalizaban entre ellos por alcanzar ambos deseos.

Alonso de Ojeda, otro de los conquistadores, fue nombrado gobernador de un territorio denominado Nueva Andalucía, limítrofe con el de Veragua, gobernado por Nicuesa.

Gonzalo tomó partida con este último y a sus órdenes embarcó con intención de dirigirse a Santo Domingo para cargar esclavos, uno de los negocios que pese a estar terminantemente prohibido, se ejercía con cierta tolerancia y que resultaba ser de los más provechosos.

Pero una fortísima tormenta, quizás uno de los muchos huracanes de la zona se hizo presente al tercer día de navegación, desviándolo de su ruta y después de muchas millas, el barco naufragó cerca de la península de Yucatan, aún por descubrir, en una peligrosa zona de bajíos llamados de las Víboras.

Apenas veinte hombres consiguieron salvar la vida y reparando un pequeño batel que como embarcación auxiliar llevaba su buque, sin remos ni velas se hicieron a la mar con la esperanza de que las corrientes los llevasen a tierra.

De los veinte que iniciaron esta aventura solamente consiguieron llegar a las costas de Yucatán ocho hombres.

Encontraron en estas nuevas tierras un peligro añadido a su ya notable debilidad física, pues durante la travesía pasaron grandes penalidades, viéndose en la necesidad de beber su propia orina para no resultar deshidratados.

Hubieron de enfrentarse a unos nativos belicosos y aguerridos llamados “cocomes”, una tribu que se integraba dentro de los mayas, los cuales prendieron a los españoles a alguno de los cuales sacrificaron a sus dioses.

Según cronistas, ofrecieron a los más delicados de salud, reservando a los demás con el fin de engordarlos para posteriores sacrificios y banquetes rituales.

Los pocos supervivientes consiguieron escapar, pero fueron nuevamente capturados por los nativos que los esclavizaron y distribuyeron, por separado, entre los jefes de aquella tribu.

Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar se convirtieron en servidores de la casa del cacique maya de Chetumal, actual provincia de Quintana Roo, llamado Na Chan Can y más concretamente, Gonzalo, pasó a su servicio personal.

Hombre curtido, inteligente y experimentado de la vida, pronto comprendió que había de doblegarse a su nueva situación, si es que quería conservar la vida y así, poco a poco fue ganándose la confianza de su señor e integrándose en las costumbres y cultura maya.

Empezó por vestir como los mayas, agujerearse las orejas y el labio inferior y colgarse amuletos y hasta adoptó la religión de los indígenas.

Apaciguada la inicial animadversión hacia su persona, pronto tuvo ocasión de ganarse un puesto de mayor rango en la tribu, con ocasión de las continuas batallas que se daban entre tribus vecinas.

El conocimiento militar de Gonzalo lo hizo destacar como hábil estratega y comenzó a instruir a los nativos en tácticas de guerra, así como en la construcción de trincheras, fuertes, baluartes. Una labor muy importante fue la de eliminar el miedo que la pólvora producía en los indios y enseñarle la estrategia necesaria para vencer a los conquistadores, a los que presentaba como hombre normales.

De siervo de su amo paso a yerno, cuando la hija del cacique, Zazil Can, puso sus ojos en aquel hombre fuerte y decidido que llevaba a sus guerreros a continuas victorias.

Se desconocen otros detalles de la hija del cacique con la que formó una familia y cuyos hijos se convirtieron en los primeros mestizos del continente americano.

En 1519 Hernán Cortés, que marchaba a la conquista de Méjico, desembarcó en la isla de Cozumel, frete a la península de Yucatán, en donde algunos indígenas le informaron que por allí había dos náufragos españoles que llevaban mucho tiempo entre ellos.

Cortés vio la posibilidad de utilizar a aquellos hombres en su expedición, ya como “lenguas”, ya como soldados conocedores de las costumbres bélicas de los nativos, y así, despachó misivas invitándoles a unirse a su expedición.

La acogida de la invitación tuvo dos posturas encontradas. Jerónimo de Aguilar, que seguramente no se integró en la sociedad maya de la misma forma que hiciera Gonzalo, no dudó en reunirse con los españoles a los que acompañó con notable éxito, dado su conocimiento de la lengua maya.

Por el contrario Gonzalo, ya más maya que castellano, rehusó el ofrecimiento alegando que su mujer y sus hijos  eran más importantes que la gloria de la conquista.

Cortés le hizo una contra oferta: podía llevar con él a su familia; pero Gonzalo alegó entonces que era un esclavo del cacique y que no tenía opción de elegir.

Y pasaron los años y Gonzalo seguía integrado en la sociedad que lo había acogido, por cuya razón pensaba que debía estarle agradecido, pues podría haber terminado en el ara del sacrificio y su corazón, aun latiendo, devorado por los nativos.

Así que permaneció fiel a los mayas hasta sus últimos días y no solamente guerreó contra tribus rivales, sino que se enfrentó a todos los intentos españoles por conquistar Yucatán, lo que hizo que la conquista se demorara por años.

En el año 1527, el Adelantado Francisco de Montejo, intentó que Gonzalo se uniese a sus tropas y le ayudara en la conquista, sabiendo del prestigio militar y guerrero que había alcanzado. Así, le escribió una carta invitándole a que abandonara su vida india y volviera al servicio de la Corona, con la promesa de los más altos honores.

Pero el Renegado Guerrero decidió continuar fiel a su pueblo de adopción y en el reverso de la esquela, escribió de su puño y letra que como esclavo no tenía opción de elegir, el mismo argumento ya utilizado, pero que los españoles podían considerarlo su amigo.

Pero ya no era amigo de los españoles, ni súbdito de su corona, era un maya más que adivinando las intenciones de Montejo comenzó a organizar la fortificación de la ciudad.

El Adelantado creó en Yucatán una pequeña ciudad a la que llamó Salamanca, nombre con el que, por añadidura, empezó a conocerse la península de Yucatán y que pronto quedó en desuso, a favor del nombre que los indígenas daban a su tierra.

Desde la nueva ciudad, Montejo lanzó un ataque contra Chetumal con sus fuerzas divididas en dos grupos que por el norte, al mando de Alonso de Ávila con fuerza de caballería y el sur, con fuerzas mandadas por él, atacarían conjuntamente para coger a la tribu entre dos fuegos, pero Gonzalo, advertido de la maniobra obró con astucia enviando falsos informadores a cada uno de los grupos de españoles y haciéndoles creer a los de Ávila que Montejo había muerto en una escaramuza con los indios, mientras a éste le llegaba información de que Ávila y su gente habían sido esquilmados.

Ambos muy ingenuos, se dejaron engañar y decidieron volver a la recién creada ciudad, donde comprobaron hasta que punto habían sido engañados por la astucia de Gonzalo.

Posteriores intentos de conquistar Yucatán, fracasaron estrepitosamente frente a las hordas indias capitaneadas por Gonzalo que, además, con sus triunfos había conseguido erigirse en líder de muchas otras tribus que se le fueron uniendo, formando un frente común contra los conquistadores españoles.

De ese modo, años más tarde, cuando Alonso de Ávila intentó nuevamente la conquista del territorio, tuvo que enfrentarse a una sublevación indígena de formidable tamaño que no pudo sofocar y tuvieron que huir en canoas hacia Honduras.

Hacia 1536, la fama de Gonzalo era tal que tribus de etnia maya que habitaban Honduras, reclamaron su ayuda para enfrentarse a los españoles. No lo dudó y acudió con sus hombres en auxilio de sus compatriotas de adopción, pero en esta ocasión tuvo poca fortuna pues fue alcanzado por un disparo de arcabuz y murió.

Un informe del gobernador de Honduras, Andrés de Cereceda, fechado el 14 de agosto de 1536 dice que entre los muertos de la contienda fue encontrado el cadáver de un hombre blanco, con vestimenta de indígena y pintado a la manera de un indio.

Historia y leyenda combinadas en un personaje ambivalente que para los hispanos era un renegado y para los nacionalistas mejicanos un mártir de la lucha contra el imperialismo.

En  numerosas ciudades de Yucatán hay estatuas dedicadas a este personaje en las que se le representa como gran guerrero, pero también como cabeza de familia, acompañado de su mujer e hijos.

Una de las muchas esculturas del personaje

jueves, 15 de octubre de 2020

HUMANISTA Y CIENTÍFICO

 


Si ha habido un hombre del Renacimiento tan brillante como ignorado durante siglos por la historia, ha sido Benito Arias Montano.

Nació en la localidad de Fregenal de la Sierra, al sur de Badajoz, casi frontera con Huelva en el año 1527 y falleció en 1598 en Sevilla, a la avanzada edad de setenta y un años. Curiosamente los años de nacimiento y defunción de este personaje coinciden con los del que fuera su amigo y benefactor, el rey Felipe II.

No solamente fueron a nacer y morir en los mismos años, sino que Arias Montano llegó a ser el hombre de confianza, consejero político y factótum del monarca en todo lo concerniente a temas bibliográficos.

Su padre era letrado del Santo Oficio y se ocupó y mucho de la educación del tercero de sus hijos, en el que muy pronto se advirtió que era extremadamente inteligente. Bajo la tutela de su padre y de un sacerdote de la localidad, llegó a los catorce años, momento en el que habiendo fallecido su padre, se trasladó a Sevilla para prepararse para ingresar en la universidad, donde realiza un curso de Artes de dos años.

A principios del año 1548 se traslada a Alcalá de Henares, donde se encuentra la universidad más importante de España y posiblemente de Europa, y en la que estudia filosofía, amplía sus conocimientos de arte, física, filosofía natural y medicina y amplía sus estudios de teología y de las lenguas clásicas, latín y griego, en las que se convierte en todo un referente europeo. Estudia también y llega a dominar el árabe, hebreo y sirio.

Ya dio muestras de una inteligencia poco común, pues aparece en numerosas crónicas relacionado con altos personajes de la intelectualidad española de la época, como el humanista y poeta Juan de Quirós. Unos años después, se ordenó sacerdote y se retiró a un pueblo de Huelva llamado Peña de Alájar donde se dedico a estudiar las Sagradas Escrituras.

Adquirió tal fama como experto en esta última materia que el obispo de Segovia, que iba a participar en una de las múltiples sesiones en las postrimerías del Concilio de Trento, se lo llevó como asesor.

En las ocasiones en que pudo participar en el famoso concilio, dio muestras de una gran erudición, la cual llegó a oídos del rey Felipe II que a su regreso de Trento, lo nombró su capellán con el encargo de redactar una nueva Biblia que innovase a la Biblia Poliglota Complutense, editada en la ciudad de Alcalá de Henares por impulso del cardenal Cisneros en 1517.

Esta nueva Biblia que se conocería como Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia no fue bien recibida por la ortodoxia recalcitrante de la Santa Inquisición, pues Arias Montano introdujo una considerable cantidad de conceptos que la hicieran más asequible y entendible para el lector no versado en temas bíblicos.

La Biblia se publicó después de cuatro años de intensos trabajos en los idiomas hebreo, griego, arameo y latín, todos dominados por el humanista español.

Al finalizar su trabajo sobre la Biblia, Felipe II le encargó gestionar la biblioteca de El Escorial, en donde desarrolló una labor ingente, realizando multitud de traducciones de textos hebreos, a la vez que escribía tratados teológicos, filosóficos y científicos.

 

Portada de la Biblia Políglota de Amberes

Su producción humanística es inmensa y por eso es conocido en todos los círculos religiosos que debatían alrededor de las Sagradas Escrituras, en cuya materia era una autoridad mundial.

Pero existía otra cara de su extensísimo saber que nada tenía que ver con lo hasta ahora descrito y esta es su faceta como científico.

Desde Aristóteles y en relación con el aire que compone la atmósfera, se tenía por cierto que no ejerce presión alguna; de igual manera había sentenciado el sabio griego que el vacío no existe en la naturaleza. Esta última teoría conocida como “horror vacui”, ya fue desestimada y demostrado su error por algunos sabios alejandrinos, sobre los que escribí un artículo hace años y que puedes consultar en este enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2019/06/el-sabio-del-aire-comprimido.html , pero desde entonces hasta el Renacimiento nadie se volvió a interesar por este tema. Desde ese momento, la doctrina aristotélica empezó a ser arrinconada, consiguiéndose avances tan importantes como los experimentos realizados por Torricelli sobre la presión atmosférica.

No quedó Arias Montano fuera de esta experimentación y en su monumental obra Naturae Historia trata la materia del vacío y describe cómo al succionar por un tubo desde un depósito con agua, esta sube y al cesar la succión desciende, lo que crea una mecánica utilizable para fabricar ingenios capaces de hacer subir el agua hasta grandes alturas por medio de la fuerza del vacío.

Superaba en conocimientos de medicina a muchos de los médicos de su época y su amigo Francisco de Arce, uno de los más afamados galenos de la época y médico personal de Felipe II, le encargó que escribiera el prólogo de su obra médica.

En materia de Ciencias Naturales era todo un experto como demostró con  la obra antes mencionada Naturae Historia. Tuvo contactos y experiencias con varios naturalistas europeos, como Carolos Clusius que fue el creador de los jardines botánicos que se extendieron por todos los países de Europa y a la vez está considerado el botánico-horticultor más influyente de su siglo.

Con él intercambió plantas y semillas con fines de mejorar las cualidades de los vegetales.

No escapaba a sus conocimientos el campo de las matemáticas, influyendo sobre el Duque de Alba, gobernador de Flandes, para la creación de una cátedra de esa materia en la universidad de Lovaina.

En materia de geografía era capaz de discutir con Gerardo Mercator, considerado el padre de la cartografía moderna, con el que intercambió mapas e instrumentos auxiliares para la cartografía.

Y también fue un experto en numismática, una materia sobre la que con solo catorce años escribió un trabajo científico titulado: Discurso sobre el valor y la correspondencia de las monedas antiguas con las nuevas.

Con tan escasa edad y un título como el expuesto no es descabellado pensar que nos hallamos ante un “niño repelente”, pero lo cierto es que no era así, solo que sentía curiosidades por determinadas cosas que su inteligencia se negaba a desdeñar y se empleaba a fondo para lograr ese conocimiento.

 Y por último, aunque no está constatado, debía poseer grandes conocimientos en materias jurídicas, porque su amigo, el rey Felipe II, le encargó que redactara un dictamen sobre sus derechos sucesorios al trono de Portugal tras la muerte, sin descendencia, del rey don Sebastián en la Batalla de Alcazarquivir, dictamen que redactó en unión de otros dos expertos y que buena enjundia jurídica debía tener, cuando Felipe fue jurado rey por las cortes portuguesas el año 1581, bien es cierto que el pueblo no lo aceptaba, pero ante las cortes sus derechos fueron reconocidos como hijo Isabel de Portugal.

En 1592 regresa Sevilla y ya muy desgastado por la intensa vida llevada, no sale de Andalucía y reparte su tiempo entre el convento de Santiago, del que era prior, el Monasterio de la Cartuja, situado en la famosa Isla de la Cartuja y al que legó todos sus bienes y una finca que llamó “Campo de las Flores”, también en Sevilla. 

Portada de la Cartuja de Sevilla

 Pero su tesón creativo no cedió a sus años y poco antes de fallecer creó en Aracena una “Cátedra perpetua de lengua latina”.

El día seis de julio de 1598, a las tres y media de la madrugada, entregó su alma al Altísimo, según constaría en la fórmula de la época.

Como puede verse la actividad humanística y científica de este olvidado personaje está fuera de toda duda, si  embargo tras su muerte cayó en un olvido secular del que apenas ha despertado.

Es muy posible que Arias Montano careciese de empatía con otros personajes ilustres de su tiempo, quizás por considerar sus conocimientos muy por encima del resto y también es posible que su enfrentamiento con la Inquisición, del que no le libró nada más que su íntima amistad con el rey, hiciera de él un personaje proscrito y que en el seno de la Iglesia no fuese demasiado querido, dada la controversia creada por su Biblia, la de Amberes o Políglota, que no tuvo la aceptación eclesiástica esperada.

Es una incógnita, pero no es singular, pues muchos sabios y doctos hispanos sufrieron de esa misma miseria humana de tratar de ignorar al contrario, a pesar de sus cualidades.