viernes, 26 de junio de 2020

SALIR DE LA IGNORANCIA




Decía un sabio que quería aprender no para saber más, sino para ignorar menos y es un buen pensamiento que entra en conexión con ese otro que dice querer cambiar todo lo que se sabe por la milésima parte de lo que se desconoce.

Si hacemos un repaso por el desarrollo del conocimiento a lo largo de la historia, podemos comprobar que se han ido alternando periodos donde el saber ha sido brillante, por otros en los que no ha sido precisamente brillo, sino opacidad, lo que lo ha adornado.

Nos sorprenden los conocimientos que civilizaciones antiguas debieron tener sobre temas tan complejos como la astronomía, cuando en plena Edad Media, quisieron quemar a Galileo por decir que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés, como el rancio catolicismo imponía.

Porque se ha dicho, desde hace ya varias décadas, que babilonios, egipcios e incluso mayas, en otro continente, poseían una información bastante exacta del universo y que la reflejaron en su cultura de formas diversas, pero la más común fue estableciendo proporciones en edificaciones de todo tipo.

Encontrar la relación entre la altura de una pirámide y el área de su base puede estar conectado con cierto número descubierto siglos después por los griegos, o saber cómo orientar la entrada del templo de Abu Simbel para que recoja los rayos del Sol naciente 61 días antes y 61 días después del solsticio de invierno (21 de diciembre), proyectándose hasta la pared del fondo; o cómo sale el Sol ante los ojos de la Esfinge de Guiza el día en que se inicia la primavera, requiere de unos recursos matemáticos y astronómicos realmente avanzados.

La meseta de Guiza y las construcciones que alberga denotan unos elevados conocimientos que de alguna forma el pueblo egipcio poseía, cuando la realidad es que en otros campos, su bagaje cultural era más bien escaso. Pero no es imposible destacar en una sola rama del saber y hacerlo hasta extremos insospechados.

 

La Esfinge y la Pirámide de Keops

 

Según la historia ortodoxa nos ha ido marcando, la cultura egipcia sucedió a la mesopotámica y a ella le siguió la cretense, luego la griega, romana, etc., pero la ciencia avanza en dirección divergente de la clásica ortodoxia y poco a poco se van haciendo descubrimientos que realmente hacen pensar si no estaremos en todo equivocados y hay que replantear todo nuestro conocimiento.

Con años de diferencia, las construcciones de la llanura de Guiza más importantes son las tres pirámides, Keops, Kefrén y Micerinos y la Esfinge. Todas ellas fueron construidas entre los siglos XXVI y XXVII antes de nuestra Era.

Junto a ellas hay otras pirámides, mucho más discretas y escalonadas, son las mastabas, construcciones que querían llegar a la altura de sus hermanas mayores, sin conseguirlo.

Es decir, hace unos cuatro mil seiscientos años, se construyeron las impresionantes obras arquitectónicas de la famosa meseta.

Cierto que datar de forma precisa las construcciones a base de piedras es muy complicados, porque las piedras han existido desde siempre y solo las han transportado, por lo que se complica el método del carbono14, así que para tener una certeza será preciso emplear otros métodos, mucho más complicados y a la vez más científicos.

Así, ha surgido la “Arqueoastronomía”, una forma de datar las construcciones a partir de los datos astronómicos que los constructores incluyeron en sus obras.

Esta nueva ciencia se basa en el enorme progreso que la astronomía ha experimentado en el último siglo y que permite conocer con exactitud milimétrica que posición ocupaban las estrellas y las constelaciones en relación con la tierra a lo largo de los siglos y de los milenios. En definitiva es un sistema de datación por la alineación de las estrellas.

En el caso de la meseta de Guiza la datación de sus cuatro figuras más emblemáticas ha experimentado cambios de muy diverso tenor. En primer lugar se ha creído que la Gran Pirámide, la de Keops, es unos setenta años más moderna de lo que se la había datado, por lo que no pudo haber sido erigida por este faraón y sin embargo, la Esfinge sería mucho más antigua, dado el alto grado de erosión que presenta.

Todo esto se complicó más cuando usando la arqueoastronomía, el ingeniero y escritor belga, nacido en Alejandría, Robert Bauval comprobó que las tres pirámides están construidas como reflejo en la Tierra de las tres estrellas de la constelación de Orión, también llamada de El Cazador, quizás la constelación más prominente del cielo que puede verse desde los dos hemisferios terrestre.

Por si esa teoría no tuviese suficiente rigor, se han hallado textos egipcios en los que se relata que cuando el rey mítico Osiris murió, se trocó en una estrella de Orión, paso previo a convertirse en una deidad. Eso demuestra la importancia que dicha constelación tenía para los egipcios.

Pero la posición de las pirámides no se corresponde actualmente con la situación de las estrella de esa constelación y es que el firmamento va cambiando conforme a unos patrones muy exactos, de manera que es posible redefinir su posición en cualquier momento del pasado.

De esa manera se comprobó que la posición sí se correspondía exactamente con la que las tres estrellas tenían en el año diez mil quinientos antes de nuestra Era y además que la Esfinge, en aquel momento, miraba en dirección contraria a Orión.

Aquí está el enigma. O bien todas las construcciones de la meseta de Guiza son del año menos diez mil quinientos, o bien quisieron los egipcios realizar algún tipo de conmemoración hacia esa fecha, en cuyo caso sus conocimientos astronómicos serían aún superiores a lo imaginado porque habrían de conocer la posición de las tres estrellas seis mil años atrás.

De una u otra forma, hay que replantear el conocimiento a la luz de los avances tecnológicos, pues de no ser así, nos habríamos quedado con la pueril explicación que el arzobispo de Armagh, James Usser dio de la edad de nuestra planeta, teniendo como único fundamento la lectura exhaustiva de la Biblia. De esa manera tan científica llegó a la afirmación de que la Tierra se empezó a construir a mediodía del domingo 23 de octubre de 4004 AC y todo lo creado es obra de Dios.

Y se quedó tan tranquilo, como puedes ver si consultas el artículo que escribí hace unos años y que se encuentra en este enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/04/la-edad-de-la-tierra.html

Esta posición, que en el seno de las religiones cristianas, se denomina “creacionista”, se enfrenta radicalmente contra la llamada “evolucionista”, creada a raíz de que Charles Darwin planteara la idea de la evolución biológica en su libro “La evolución de las especies”, de 1859.

Solamente la fe podía salvar del abismo científico una teoría tenida ya por absurda, pero un descubrimiento realizado a principio del siglo XX,  en las orillas del río Paluxi, en Texas, vino a complicar el asunto. Aparecieron unas huellas de dinosaurios impresas en unos sedimentos de hace doscientos cincuenta millones de años y junto a ellas, huellas de pies humanos.

Los dinosaurios desaparecieron hace sesenta y cinco millones de años y los primeros homínidos empezaron a caminar hace unos cuatro millones. Por tanto, dinosaurios y homínidos no pudieron nunca convivir.

 

Huellas sobre el sedimento del río Paluxi

 

Salvo que la interpretación sea la creacionista en cuyo caso es muy sencilla: Dios los creó a todos a la vez hace seis mil años.

Tan sencilla explicación agrede a la inteligencia humana que con una pregunta tan sencilla como: ¿qué pasó entonces si fueron creados hace seis mil años y dejaron su pie impreso hace doscientos cincuenta millones?, se desmonta la base de la teoría.

Pero la otra, la evolucionista tampoco consigue explicar el asunto: ¿cómo es que homínidos y dinosaurios pisaron a la vez el mismo sedimento?

Muchos científicos han estudiado el tema y se han formulado teorías que van desde que las pisadas no son humanas, hasta asegurar todo lo contrario y certificar que sí lo son.

Habrá muchas explicaciones que pueden desplazarse desde la existencia de un fraude de arqueólogos deseosos de fama, hasta desconocimiento de especies animales que pudieran dejar aquellas huellas parecidas a la de los humanos. O, por que no, humanos que ya existieron en aquella época y que por razones que ignoramos se extinguieran sin dejar rastro, volviendo a aparecer millones de años después, cuando evolucionaron de especies más perfeccionadas y con mejores perspectivas de supervivencia.

Si las pirámides o la Esfinge tiene seis mil años más de lo que hemos venido creyendo, moviéndose en un arco de tiempo muchísimo más estrecho, ¿por qué no pudo aparecer una efímera especie de homínidos hace doscientos cincuenta millones de años, cuando el arco temporal es tan amplísimo?.

La ortodoxia está anticuada. Hay que abrirse más al conocimiento de nuevas tendencias, nuevas ideas que traten de explicarnos lo que ya la ciencia obsoleta es incapaz de precisar.

jueves, 18 de junio de 2020

PEDRO "EL GRIEGO"




La pasada semana, mientras buscaba documentación sobre el museo de la ciudad cretense de Heraklion, me encontré con la sorpresa de que esta ciudad en tiempos se llamó Candía, tomando el nombre de la fortaleza que defendía su puerto.

Ese nombre me sonaba porque hace algún tiempo que estaba preparando documentación sobre un conquistador del Nuevo Mundo al que se conoce como Pedro de Candía, o Pedro “el Griego”, personaje de vital importancia en la conquista del Perú y que ha pasado desapercibido en la historia.

El tal Pedro de Candía había nacido allí, en Heraklión,  alrededor del año 1484.

En ese momento la isla de Creta, la mayor del archipiélago griego, estaba en manos de la República de Venecia y de los Caballeros del Temple.

Allí, en la fortaleza de la ciudad, nació Pedro en el seno de una acomodada familia veneciana, cuyos padres murieron en uno de los muchos asedios a los que los piratas otomanos y berberiscos sometían a la isla.

No se sabe a ciencia cierta si su madre era veneciana o aragonesa, pero lo que se conoce es que tras la muerte de los padres, Pedro, junto con sus tres hermanos mayores y una hermana más pequeña, fue trasladado a una ciudad llamada  Castelnuovo, donde un hermano de la madre fallecida, se hizo cargo de la educación de sus sobrinos.

Con el nombre de Castolnuovo hay más de una docena de ciudades repartidas por toda la península italiana, incluso en la costa continental del Adriático, por lo que se desconoce el lugar exacto en el que Pedro y sus hermanos pasaron el resto de su infancia.

El hecho de que años más tarde, la familia de su tío y los cuatro huérfanos se trasladasen a España, concretamente a Aragón, es lo que hace pensar la ascendencia de su madre, como se dijo más arriba.

 

Fortaleza de Candía, defendiendo el puerto

 

Pedro, bajo el amparo de su tío, inicia una carrera militar instruyéndose en la técnica innovadora del manejo de explosivos, así como en las modernas técnicas de la artillería, donde alcanza una alta cualificación.

Participa en diferentes campañas militares con las fuerzas españolas contra los piratas del norte de África como es la toma de Orán, golpe durísimo a la piratería bereber, el sitio de Bugía, o la rendición de Trípoli, siempre a las órdenes de Pedro de Vera, comandante de las tropas castellanas encargado de la artillería y que poseía una gran experiencia, después de haber participado en numerosas campañas como la conquista de las Islas Canarias.

A las órdenes de su comandante, Pedro “el Griego”, empieza a ser muy conocido por su alta preparación y su eficacia en la fabricación de pólvora, así como su destreza en el empleo de toda clase de armas de fuego, desde trabucos y arcabuces hasta culebrinas, falconetes, cañones y obuses.

Su última participación junto al comandante Pedro de Vera fue en la famosa batalla de Pavía, celebrada en 1525 contra los franceses en la que, además de una brillante victoria, se hizo prisionero al rey francés Francisco I que fue trasladado a Madrid.

Después de esta batalla, “el Griego” se traslada a Castilla, donde inicia su servicio en el cuerpo llamado Guardas de Castilla, que se había creado después de la conquista de Granada y se considera que es el primer verdadero ejército español, completamente profesional y con las consiguientes divisiones en diferentes armas.

Es en esta etapa cuando contrae matrimonio y reside en Villalpando, en la provincia de Zamora, pero dura poco su estabilidad matrimonial pues con el nombramiento de Pedro de los Ríos, noble cordobés a quien debió conocer en el servicio de las Guardas de Castilla, como gobernador del territorio conocido por Castilla de Oro de Tierra Firme, en la América Central, se decide por trasladarse al Nuevo Continente.

Corría el año 1526 y el continente americano bullía de ambiciones. Todo el mundo ansiaba enriquecerse con el oro y la plata que aquellas tierras proporcionaba, aunque otros buscaban más la fama y la gloria de la conquista.

Las habilidades de “el Griego” con los explosivos le hacía un valor muy codiciado, pues la explosión de un petardo, el disparo de un arcabuz o el más potente de una culebrina, era algo que aterrorizaba a los indígenas que de esta forma y ante el temor de verse abatido por aquel ruido mortífero, se sometían a los conquistadores.

Por encargo de su amigo, el gobernador de los Ríos, se une a las huestes de Almagro que está formando un contingente para, a su vez, unirse a Francisco Pizarro e iniciar la conquista de las tierras al sur de Panamá.

En algunos escritos de correspondencia cursados entre los conquistadores y el gobernador, se hace alusión a Pedro de Candía como soldado experto en estrategia militar y muy hábil en temas de artillería y explosivos, su verdadera especialidad.

Cuando la expedición de Almagro se une a la de Pizarro y su gente, al sur del río San Juan, había pasado ya un año desde que Pedro pusiera pie en tierras americanas.

De inmediato se inició la exploración de aquel territorio, pero dada la inmensidad de aquellas selvas y costas y la escasez de hombres, Pizarro decide establecerse de momento en la llamada Isla del Gallo, en la costa de Colombia, muy cerca de lo que hoy es frontera con Ecuador y allí esperar a que Almagro reclutase más hombres en Panamá.

Las condiciones de supervivencia en aquella isla eran durísimas y muchos de los participantes de aquella expedición querían volverse a Panamá, pero Pizarro, consciente de la intención de algunos de sus hombres, estableció unas condiciones de casi confinamiento.

No obstante, los descontentos, ante la imposibilidad de escapar de aquella reclusión, optaron por otra forma de comunicarse con el exterior y consiguieron introducir en el correo que de tarde en tarde llegaba a la isla, una serie de quejas para el gobernador Pedro de los Ríos, el cual, a la vista de las demandas formuladas por los descontentos decidió enviar un representante suyo, el cual se presentó a Pizarro y le obligó a dejar salir de la isla a aquellos que lo desearan y que volverían con él a Panamá.

Para disgusto de Pizarro, la mayoría siguió al representante del gobernador y solamente trece hombres se declararon decididos a continuar junto a Pizarro. Son los que la historia conoce como “Los trece de la fama”.

Y entre ellos se encontraba Pedro “el Griego” que, en vista de su fidelidad al conquistador, hizo que éste le prestase mucha más consideración.

Pedro de Candía era un hombre fuerte, decidido, valeroso y nada pusilánime, por eso se ofreció para ser el primer conquistador que entrase en contacto con los indígenas. Fue en un poblado llamado Tumbes, en la costa norte de Perú.

De lejos parecía una ciudad fortificada, pero el de Candía no puso reparo alguno y con una gruesa cota de malla, yelmo y celada, con una espada al cinto y escudo de acero, cogió su arcabuz y avanzó decididamente hacia la ciudad.

La presencia de un solo hombre no pareció inquietar a los indígenas, a los que dejó aterrorizado cuando disparó el arma sobre unos tablones que quedaron hecho añicos.

A la vista del poder que aquel hombre tenía, los incas consideraron que era un enviado de su principal dios, “Viracocha”, ofreciéndole hospitalidad e invitándole a visitar su ciudad, donde le mostraron templos, casas, la fortaleza y cuanto había en la ciudad. Allí, “el Griego”, comprobó las inmensas riquezas que la ciudad albergaba y al regresar con sus compañero y relatar lo que habían visto sus ojos, despertó la codicia en los expedicionarios.

Pero no era posible que con trece hombres acometieran la tarea suicida de enfrentarse a aquellos indígenas que parecían estar muy bien preparados, por mucho que las armas de fuego pudieran aterrorizarlos, por lo que Pizarro decidió regresar a Panamá y contando su descubrimiento, conseguir más gentes para iniciar la conquista.

Expuesto su plan, el gobernador no se lo permitió, por lo que Pizarro, acompañado por “el Griego” emprendieron viaje a España, para entrevistarse con el emperador Carlos V.

Una vez en España, ante los miembros del Consejo de Indias, Pedro de Candía relató su experiencia con toda suerte de detalles, e incluso aportó un plano de la ciudad que él mismo había confeccionado.

El resultado fue la firma en Toledo de unas capitulaciones en las que se concedió a “el Griego” la categoría de hidalgo, además de regidor de la ciudad de Tumbes y el nombramiento como Artillero Mayor del Perú.

Iniciada la expedición para la conquista, participó activamente en todas las operaciones que se llevaron a cabo, sobre todo en la captura del inca Atahualpa y fue el primer alcalde de la ciudad de Cuzco, creada por los españoles en 1534.

Pedro de Candía murió en la batalla de Chupas, defendiendo el bando de Diego de Almagro, llamado “El mozo”, hijo del Almagro conquistador enfrentado a Pizarro, frente a las fuerzas realistas mandadas por Cristóbal Vaca de Castro, a manos del propio Diego de Almagro que consideró que “el Griego” lo había traicionado en el curso de la batalla. Era el 16 de septiembre de 1542.

 

La batalla de Chupas, según grabado de 1727

jueves, 11 de junio de 2020

EL ASEDIO MAS LARGO DE LA HISTORIA




He escrito algunos artículos sobre las singularidades de las guerras, cuál fue la más corta, que duró apenas una hora y se saldó con un par de cañonazos, o la más larga que duró más de trescientos años sin que nadie se enterara y sin disparar un solo tiro, hoy voy a contar el asedio más largo de la historia.
El asedio es una operación militar que pretende rendir una posición por hambre, sed, enfermedades, desesperación, etc., para lo que se disponen las fuerzas de forma que la ciudad, castillo o fortaleza no pueda recibir ninguna ayuda del exterior, ni puedan salir sus habitantes a buscarla.
En esas condiciones una ciudad puede aguantar el tiempo que duren sus reservas tanto alimenticias como de guerra.
En la antigüedad los asedios iban acompañados de una estrategia muy concreta consistente en maquinaria bélica especial, las torres de asalto, la horadación de túneles por el subsuelo, el empleo de catapultas contra las murallas, e incluso lanzamiento de cadáveres de enfermos contagiosos para propagar epidemias.
Los asediados también tenían sus procedimientos como eran el aceite hirviendo, las flechas incendiarias contra las torres de asalto, las pértigas para separar las escalas de los muros, etc.
Todo eso resultaba muy efectivo, pero lo fundamental era impedir el abastecimiento del asediado.
Cuando se asediaba una ciudad entera, con sus huertas, ganados, pozos, industrias, el asedio podía durar mucho tiempo por la capacidad del asediado de abastecerse y racionando la intendencia, soportar por largos meses la presión del enemigo, pero cuando era una fortaleza o un castillo aislado, en el que la despensa apenas guardaba alimentos para pocos días, resistir resultaba más complicado.
El asedio más largo del que se tiene noticia se produjo a poca distancia de este lugar en el que estoy escribiendo; en una ciudad que conocí muy bien: Ceuta y fue tan largo como desconocido por la gran mayoría de los ceutíes, tanto así que en los seis años que estuve destinado en la ciudad, nunca oí hablar de él.
Como es bien sabido y así lo demuestra el escudo de la ciudad, Ceuta fue en principio una posesión portuguesa que pasó a poder español con la unificación de los dos reinos bajo el mandato de Felipe II.
La convivencia con los vecinos marroquíes era aceptable y España poseía en aquel territorio plazas importantes como San Antonio de Alarache (Larache), San Miguel de Ultramar (La Mámora), Arcila, por el oeste y por el este Melilla y Los Peñones y las Islas Chafarinas y Alhucemas. La ciudad de Tánger estaba en poder de los ingleses.
Marruecos no existía como tal estado; aquello era un conglomerado de sultanatos constantemente a la gresca por ver quien era el más poderoso, pero en el último tercio del siglo XVII, el sultán Muley Ismail, sucesor de su hermano Muley Raschid, creador de la dinastía “alauita”, que aún reina en Marruecos, realizó un cambio drástico en el concepto del sultanato, creando un nuevo estado con una fuerza militar y económica capaz de enfrentarse a los europeos que abundaban en su tierra.
Poco a poco fue apoderándose de las tres plazas españolas, desalojó a los ingleses de Tánger y trató de apoderarse de Melilla, pero la ciudad, fuertemente defendida lo disuadió de su pretensión.
Pero en 1694 encargó al gobernador del norte de Marruecos Alí Ben Abdalá que conquistara Ceuta.
En aquellos tiempos la ciudad era conocida por “el Presidio de Ceuta” porque era realmente eso, un presidio situado en la cumbre del Monte Hacho y la guarnición militar para la custodia de los presos y defensa de la plaza.
Unas poderosas murallas protegidas por un foso, cerraban el recinto ciudadano y un puente levadizo, permitía a los escasos ciudadanos salir al exterior donde tenían sus huertas y ganados, en una zona que aún se conoce como “Puerta del Campo”. Más allá el terreno empieza a subir en lo que son las primeras estribaciones de la sierra de Bullones, con sus siete picos, el más alto de los cuales es el monte Musa, en honor del general árabe que junto con Tarik, protagonizaron la invasión de la península ibérica, pero ese monte es conocido como “La mujer muerta”, pues es lo que parece su silueta vista desde Ceuta.


Vista de las Murallas Reales y el Foso (El Ángulo).
A la izquierda se ve el puente, en tiempos levadizo

Muley Ismail amenazó a sus caídes con rebanarles el pescuezo si no tomaban el presidio de Ceuta y todo el ejército marroquí disponible en la zona norte, empezó a desplegarse en los picos más altos de la referida sierra.
La población, advertida, se retiró de las Puertas del Campo y se refugiaron tras el foso y las murallas de la ciudad.
Y empezó el asedio de la ciudad el 23 de octubre de 1694. Al principio fue un cruce de fuego de cañonería que hacían realmente poco daño.
Las baterías española y una leve ayuda británica, tenían que efectuar tiros hacia posiciones de cotas más elevadas, por lo que los disparos se perdían en terreno intermedio, o llegaban escasos de potencia. Las baterías enemigas gozaban de la ventaja de la altura, pero carecían de todo lo demás.
Parecía que el conflicto no iba a durar mucho tiempo, pues entre el sultanato y España se había firmado un tratado de tregua que había sido roto unilateralmente, por lo que las potencias europeas habrían de tomar decisiones a favor de España; por otro lado, la buena capacidad defensiva de la ciudad y su continuo abastecimiento por mar, harían comprender a los marroquíes lo iluso de su asedio, pero el ejército marroquí empezó a construir edificaciones en la zona ocupada, a labrar el terreno y a desplazar ganado con lo que alimentar a sus tropas.
Saltada la alarma del asedio, desde las capitales andaluzas empezaron a llegar refuerzos y los suministros de boca y guerra no faltaron.
La mayoría de los transportes marítimos se realizaban desde Gibraltar, todavía territorio español.
A pesar de la superioridad bélica española, la fanatización marroquí y el elevado número de soldados y pueblo llano que se unía a las acciones, hizo que en una ocasión, al año de haberse iniciado el asedio, aprovechando una intensa niebla, las tropas marroquíes consiguieran entrar en la ciudad, aprovechando el momento de un cambio de guardia, llegando hasta la Plaza de Armas, fuera del recinto guardado por el foso.
Inmediatamente se elevó el puente, lo que produjo que muchos de los que estaban fuera murieran en su enfrentamiento con los marroquíes o en el desesperado intento de salvarse, arrojándose al foso.
Pero la reacción fue inmediata y un fuerte contraataque recuperó la Plaza desalojando a las tropas marroquíes.

Plaza de Armas

Si la situación era mala, el inicio de la Guerra de Sucesión en España, a la muerte de Carlos II, la llegada de Felipe V con la dinastía borbónica y el enfrentamiento con el Archiduque Carlos de Austria, puso las cosas todavía peores.
Lo que parecía una escaramuza se convirtió en un asedio crónico y ya llevaban los ceutíes diez años soportando la situación, cuando esta se agravó notablemente por la toma de Gibraltar por los ingleses, los cuales enviaron a Ceuta una delegación conminándoles a rendirse al archiduque Carlos, autoproclamado rey  en Viena como Carlos III.
La imposición cayó pésimamente en la ciudad y la amenaza británica de cañonear desde el mar impulsó a los mandos militares a reforzar las defensas de la otra punta de la península más distantes del punto de asedio marroquí.
La amenaza no se llegó a consumar pero sí que los ingleses empezaron a abastecer al ejército marroquí desde Gibraltar, una acción muy acostumbrada de la caballerosidad británica.
Tendrían que pasar más años soportando aquella situación de ataques y contraataques, hasta que en 1720 se recibió un refuerzo de dieciséis mil soldados que regresaban de otro conflicto bélico en el que se habían perdido todos los territorios italianos, que con la pérdida de Gibraltar, convertían a Ceuta en el único punto estratégico de control de Mediterráneo.
Como es natural, un ejército numeroso y avezado en el combate, desequilibró la contienda y las fuerzas marroquíes empezaron a recular, retirándose hasta Tetuán.
Cuando las cosas parecían ir arreglándose, una epidemia de peste asoló la ciudad y las tropas de refuerzo decidieron retirarse, ocasión aprovechada por Marruecos para retomar el asedio que se prolongó hasta 1727 y al que puso fin no una victoria militar, sino la muerte de Muley Ismail en enfrentamiento contra sus hijos que querían arrebatarle el trono y la codicia de estos por hacerse con el poder, lo que produjo tal enfrentamiento entre ellos que se olvidaron del asedio del Presidio Cristiano.
Se puso fin así al asedio más largo de toda la Historia: Treinta y tres años que dejaron a una ciudad desbastada con un carácter más español y unas nuevas fronteras con Marruecos.

jueves, 4 de junio de 2020

EL DISCO DE PHAISTOS




En julio de 1908, en unas excavaciones que se estaban llevando a cabo en la Isla de Creta, concretamente en las ruinas del palacio de Minos, en la antigua ciudad de Phaistos, el arqueólogo italiano Luigi Pernier, descubrió un tesoro de incalculable valor arqueológico.
Se trataba de un disco de arcilla cocida, grabado en las dos caras con una serie de símbolos jeroglíficos, cuyo descifrado no se ha conseguido hasta la fecha y está siendo muy costoso. Tiene dieciséis centímetros de diámetro y doce milímetros de grosor y sobre él estaban grabados doscientos cuarenta y dos signos, en ambas caras.
El disco presentaba unas características que lo hacían único. En primer lugar estaba perfectamente conservado, cosa ya de por sí extraña en las piezas de cerámica, cuya composición suele deteriorarse con el paso de los siglos; en segundo lugar sus grabados fueron hechos con sellos, es decir, la persona que realizó aquel trabajo utilizaba sellos con los que imprimía los símbolos jeroglíficos sobre arcilla blanda y que en el caso de este disco, fue cocida posteriormente, circunstancia que se conoce dada la similitud que presentan los diferentes símbolos. Eso supone que el artesano tenía un sello de cada uno de los símbolos que imprimía.
La sucesión de estos símbolos aparecen en espiral formando unos cuadrados, llamados cajas, en los que se insertan desde dos hasta siete símbolos. En una cara tiene 31 cajas y en la otra 30. Si cada una de las cajas es una palabra o una frase o pensamiento, el disco tiene 61 palabras en las que intervienen cuarenta y cinco signos distintos.

Ruina del palacio de Minos, donde se encontró el disco

Desde el primer momento, al disco se le dio carta de naturaleza, es decir, se tuvo por auténtico y como tal, en la actualidad está expuesto en el Museo de Heraklion, de la isla de Creta.
Al datarlo, por diversos procedimientos, pero no por el sistema más seguro del Carbono 14, se estimó que pertenecía a finales de la Edad del Bronce, es decir, unos mil ochocientos años antes de nuestra Era.
De ser esto así estaríamos ante el primer documento impreso del mundo, con otra salvedad muy importante y es que su sistema de confección sería muy similar al que utilizaban las primitivas imprentas cuya invención se atribuye a Gutenberg, pero que en realidad seiscientos años antes ya era utilizada por los chinos.
Por tanto estaríamos ante el documento impreso, más antiguo de cuantos se conocen.
La complejidad de la interpretación de este tesoro arqueológico es que a diferencia de los jeroglíficos egipcios, no se tiene un patrón para las traducciones, como es la famosa Piedra de Roseta. Por tanto, su contenido se esconde en el desconocimiento.
Han habido muchos arqueólogos, historiadores, paleógrafos, etc. que han intentado su traducción, e incluso se dice que recientemente ha sido, por fin, descifrado, pero no está tan claro.
Lo mismo que no están claras algunas circunstancias de muy especial consideración.
En primer lugar, en Creta se han encontrado multitud de restos de cerámica pertenecientes a la época de esplendor cretense, la civilización minoica, la primera civilización aparecida en Europa, sucesora de la egipcia y precedente de la helénica.
Esta civilización ocupa la franja temporal en la que está encajado el disco en cuestión, es decir final de la Edad del Bronce, pero ocurre que toda la cerámica encontrada era confeccionada con arcilla blanda, dejada a secar al aire, nunca horneada, proceso que le confiere unas características muy peculiares, como su resistencia y durabilidad. Algunas cerámicas halladas con síntomas de haber sido horneadas habían recibido el calor necesario en incendios que en la antigüedad eran muy frecuentes, no solo porque la forma de alumbrarse y de cocinar era el fuego, sino por la inflamabilidad de los materiales empleados en las construcciones.
Otra circunstancia que tiene alertados a los historiadores y arqueólogos, además de la magnífica conservación del disco es que sus bordes no son redondeados, como era la costumbre cretense, según todos los ejemplares encontrados, en este caso los bordes son rectos.
Esto hace que por muchos estudiosos se considere el disco como lo que se ha dado en denominar “OOPART” (out of place artifact), es decir, un objeto fuera de su lugar.
De la civilización minoica se tiene mucha información y los escritos y grabados hallados en las múltiples excavaciones llevadas a cabo en la isla, ha podido ser descifradas. Todas ellas corresponde a lo que se conoce como Lineal A y Lineal B, pero en ninguna tablilla de arcilla u otra forma de escritura se ha observado ninguna similitud con los grabados del disco, si bien unos diez signos podrían ser parecidos.
Esta circunstancia es muy descorazonadora y ha hecho suponer que el disco no pertenece a la cultura cretense, sino que fue traído de cualquier otro país como un objeto de ornato.

El demasiado perfecto disco de Phaistos


Entra dentro de lo posible porque, como ya se ha dicho, ninguna escritura cretense guarda con él relación alguna y es más, ni siquiera se conoce otra escritura que presente la forma de espiral.
En este sentido, cabe decir que tampoco se sabe si su lectura debería ser de dentro a fuera o al revés.
En 1934, en una gruta conocida como Arkalojori, en la ciudad cretense del mismo nombre, un arqueólogo griego encontró un hacha doble, de bronce y datada como del segundo milenio antes de nuestra Era.
Seguramente era un hacha empleada como ofrenda al Minotauro, figura central de la mitología cretense, el cual vivía en el famoso “Laberinto”, palabra que deriva del griego “labrix”, que precisamente quiere decir hacha. Dada su fragilidad, no se considera que fuese un arma de guerra o una herramienta de uso cotidiano y además, en la misma existen una serie de quince signos, lo que parece que quiere transmitir un mensaje, más que servir a una utilidad.
Alguno de estos signos guarda cierta similitud o más bien, parecido, con los símbolos del disco. Entre ellos el perfil de una cabeza humana que mira a la derecha, cuando en el disco aparece también una cabeza pero que mira justamente en sentido contrario.
Algunos estudiosos estiman que esa cabeza, por aparecer al principio de los grabado, indica la dirección en la que se debe efectuar la lectura.
Ni esa hacha ni el disco, ni de la conjunción entre ambos se ha podido deducir nada en claro y el escepticismo de muchos investigadores en la materia es alto, hasta el extremo de que algunos se decantan decididamente por el fraude.
Hay que tener muy en cuenta que los principios del siglo XX fue un momento esplendoroso de los descubrimientos arqueológicos y muchos de los implicados en la arqueología o conseguían su “descubrimiento” o se lo inventaban.
Así parece que ocurrió en el descubrimiento de las tablillas de Glozel, en Francia, cerca de la ciudad de Vichy, en donde un agricultor descubrió una cueva subterránea que contenía, además de muchos objetos, como urnas, vasos, hachas, unas tablillas escritas de más de cinco mil años, lo que pondría en duda lo que la ciencia ortodoxa asume como los orígenes de la escritura.
Otro tanto ocurre con las figurillas de Acámbaro, en Méjico que se encontraron por miles y en las que se aprecian figuras de lo que serían diversas especies de dinosaurios, lo que revolucionaría igualmente la ortodoxia, pues los humanos no convivieron con etas magníficas bestias.
Incluso nuestra Dama de Elche no está exenta de polémica, como ya reflejé hace años en un artículo que puedes consultar en este enlace :
Por tanto la autenticidad del disco de Phaistos está en el entredicho y ni siquiera una noticia aparecida hace varios años de que había sido descifrado, puede contribuir a aclarar sus orígenes.