jueves, 22 de julio de 2021

PABLO DE OLAVIDE

 

Quizás los andaluces, por tener en Sevilla una universidad que lleva ese nombre, estemos más familiarizados con él, pero creo ciertamente que muy pocos saben a quien debe su titularidad esa universidad.

Por mi parte, la primera vez que recuerde haber oído el nombre de Olavide fue como consecuencia de la demolición por explosión controlada del mercado  situado en el madrileño  barrio de Chamberí y justamente en la plaza que dio nombre al mercado. Eso fue en el año 1974 y ciertamente no me preocupé mucho entonces de averiguar quien era aquel Olavide al que le habían explosionado su mercado; la curiosidad llegó más tarde.

Pablo de Olavide y Jáuregui, nació en Lima, capital del Perú el 25 de enero de 1725, hijo del navarro Martín de Olavide y de la Iimeña María Ana Jáuregui, hija de familia principal del virreinato.

En Lima inició sus estudios en los colegios de San Felipe y en el de San Martín, que regentaban los jesuitas y que estaba vinculado a la universidad de San Marcos de Lima, considerada una de las más importantes de la América Hispana.

De su inteligencia da buena prueba que con dieciséis años era profesor interino de la segunda cátedra de Teología de dicha universidad y un año más tarde obtuvo la cátedra de Maestro de Sentencias, dentro de la rama de Teología y con un nivel superior.

Paralelamente ampliaba su formación abarcando otros campos muy distintos como el Derecho y en 1741, sin haber acabado la carrera, fue admitido como abogado en la Audiencia de Lima, desempeñando el cargo de asesor suplente del Cabildo de la ciudad. En 1745, el rey Fernando VI le nombró oidor de la Audiencia de Lima que es el nombre por el que se conocía a los actuales jueces.

Su carrera parecía imparable pero el joven Pablo llevaba una doble vida oculta que se puso de manifiesto al descubrirse la forma fraudulenta en la que ocultó la herencia de su padre a los acreedores que lo acosaban.

Este tachón en su conducta y la acusación de dejación de funciones en su deber como oidor, le provocaron la instrucción de un expediente y en 1750 fue destituido de su cargo.

Olavide abandonó el virreinato de Perú y se trasladó a España, en donde dos años más tarde ejercía el comercio.

Caído al ostracismo, fue condenado a prisión por el proceso de destitución. Cumplida su pena contrajo matrimonio con una viuda millonaria sevillana llamada María Isabel de los Ríos, lo que le permitió relanzar sus actividades mercantiles así como introducirse en los círculos ilustrados, como Madrid, en el que alternaba con personajes tan influyentes como el conde de Aranda o el posterior ministro Campomanes. En esta nueva faceta y obtenida lo que entonces se llamaba sentencia de olvido que venía a ser como la actual cancelación de antecedentes penales, ingresó en la Orden de Santiago.

Realizó importantes viajes por Europa durante dos años, impregnándose de la cultura del continente, durante los cuales aun tuvo tiempo de escribir obras de teatro y libretos para zarzuela, estrenados con éxito en Madrid con motivo de una boda real.

En el año 1766 dirigía dos hospicios en la capital, el de San Fernando y el de Madrid, fueron sus primeros cargos públicos tras su destitución como oidor, encomendados por el ya encumbrado conde de Aranda, en los que se recogía a los “vagos de la corte”, menesterosos, sin techos y otras acciones de beneficencia.

 

Retrato de Pablo de Olavide y Jáuregui

 Un año más tarde se le nombró Síndico Personero del común del ayuntamiento de Madrid, cargo creado por Carlos III en defensa de los intereses del pueblo y como consecuencia de los graves disturbios ocurridos durante el famoso Motín de Esquilache.

En aquellos años Andalucía estaba dividida en los llamados Cuatro Reinos que eran: Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada, los cuales estaba asistidos por un ejército común a los cuatro; pues bien, en 1767, con una vertiginosa velocidad de ascenso, fue nombrado intendente del Ejercito de Andalucía, además de intendente de Rentas Provinciales de Sevilla.

Andalucía, donde estaban los principales puertos de enlace con América presentaba un grave problema y era sus accesos desde otras pares de España, pues el único paso habilitado era el de Despeñaperros, muy encajonado entre montañas y rodeado de enormes territorios totalmente despoblados lo que facilitaba el bandolerismo de la zona.

Cruzar Despeñaperros en una u otra dirección era una tarea peligrosa que muchas veces acababa en asaltos a mano armada por parte de los bandoleros. Solamente formando convoyes potentes con buena escolta militar era seguro cruzar el paso.

Olavide, conocedor de este problema se propuso colonizar Sierra Morena e ir bajando al resto de Andalucía. Para ello se fueron creando nuevos pueblos en lugares adecuados, bien comunicados y con acceso al agua, ese bien tan preciado y necesario para la vida de las ciudades. Se proporcionaba una estructura artesanal y agraria, se adjudicaban tierras comunales y se adoptaban medidas económicas para que las nuevas concentraciones urbanas pudieran subsistir, ofreciéndolas a personas con necesidades de asentamiento, pero conservando una idea muy clara que tenía el inventor de este proyecto y que no era otra que todo girara alrededor de un patrón de vida que fomentara el interés de los individuos y nunca del colectivo, así como introducir en los nuevos asentamientos todas las mejoras y adelantos que se iban observando en aquellos pueblos mejor ordenados de España y de Europa.

Así se fueron apareciendo pueblos de labradores y ganaderos dispersos, en los que ambos colectivos tenían dominio sobre la tierra que se les asignaba y a los que se les proveía de medios para su explotación o la estabulación de su ganado, a la vez que recibían formación sobre loa métodos de cultivo más avanzados y que hicieran más sostenibles el binomio agricultura ganadería.

El sistema fue exitoso porque se aplicaron unos parámetros ya de por sí conductores al éxito, como por ejemplo que no se admitía nada más que a personas útiles, en edad de trabajar, españoles o extranjeros que fueran católicos y con conocimiento del oficio; se primaba la agricultura como primera industria; se complementaban las faenas del campo con lo que se llamó “industria popular” y se diseminó a la población por todo el territorio de Sierra Morena.

La industria popular era una actividad de los agricultores y sus familias para desarrollar en los momentos que el campo requiere escasa atención. Estas actividades podían ser la construcción de herramientas, de cestos y capachos para el transporte de materiales, objetos de cerámica y otras cosas muy apreciables en la soledad de la dispersión. Además de todo esto se fomentaba y protegía la creación de fábricas de cualquier clase que fuese capaz de producir objetos útiles no solo en aquellas poblaciones.

Como intendente de Sevilla, Olavide se ocupó de la navegación del río Guadalquivir hasta Córdoba y la distribución de tierras propiedad del concejo sevillano a labradores, de manera similar a como se había hecho en Sierra Morena.

Mientras realizaba todos estos proyectos, su actividad como intendente de los ejércitos de Andalucía la desarrollaba a satisfacción, proveyendo de alimentos, vestuario, utensilios diversos y una cosa muy importante: ubicar las fábricas que producían estos utensilios en tierras andaluzas, para fomentar su industria.

Como más se notó su actividad en la ciudad de Sevilla fue como urbanista, y sus actividades van desde la ordenación urbana de la ciudad, una nueva política de abastos, limpieza semanal de calles y otras actividades como reforma educativa y establecimientos de actividades de ocio y diversión en mejora del entorno, que la ciudad apreció y agradeció. Incluso redactó un Plan de Estudios para la Universidad de Sevilla.

 

Universidad Pablo de Olavide, Sevilla 

Pero este país no tolera bien la celebridad y fama de algunos personajes, sobre todo en este caso por parte de los terratenientes andaluces que sentían cierto  resquemor por la posibilidad de que el plan de Sierra Morena se fuera extendiendo a los latifundios sin cultivar y deshabitados en manos de las familias poderosas del momento. Así que como a la justicia ordinaria no se le podía denunciar, se hizo al Tribunal de la Inquisición que en 1776 lo detuvo bajo cargos de impiedad, materialismo y herejía.

Fue juzgado dos años más tarde y antes de conocer la sentencia huyó a Francia, donde fue considerado como prototipo de víctima de la Inquisición por el simple pecado de promover reformas dirigidas a recuperar el atraso económico, social y cultural de este país.

En 1798 regresó a España y se retiró a la ciudad de Baeza, donde residió hasta su muerte en 1803, dedicado fundamentalmente a escribir.

Un personaje ilustre e ilustrado al que poco reconocimiento se le ha hecho, aparte del de la Universidad hispalense.

4 comentarios:

  1. Ciertamente ilustre eilustrado y como casi siempre no reconocido,aunque me suena que en el siglo pasado alguien hizo cosas parecidas a las de Sierra Morena en Andalucia,Extremadura y La Mancha.

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    1. En Las Hurdes unos hacen demagogia con películas y otros solucionan el problema con el Plan Badajoz pero decir eso, me temo, pronto será un delito aunque sea verdad.

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  2. Una vez más el mal de España que, por envidia o por intereses mezquinos, se maltrata al talento nacional postrándonos en los brazos de la mediocridad y la ruindad. Por cierto me ha recordado mucho a los pueblos de colonización que se hicieron en la España del "oprobio" teniendo usted un ejemplo cercano en el poblado de Doña Blanca.

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