viernes, 2 de mayo de 2014

HISTORIA O LEYENDA





Leyendo los Comentarios Reales, del inca Garcilaso de la Vega, quedé sorprendido cuando al llegar al capítulo tercero, el escritor hispano-peruano, sin duda uno de los mejores escritores del Nuevo Mundo, contaba una historia, que no sabría decir si es realidad o simplemente leyenda.
El inca Garcilaso, así llamado a Gómez Suárez de Figueroa, que era hijo de un capitán conquistador español y la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, está considerado el primer mestizo producto de la conquista del Perú. Por su buena posición social y económica recibió una espléndida educación humanística, junto con los hijos de otros conquistadores, como los del propio Pizarro, que completó con la aportada por la familia real de su madre.
Dice Garcilaso que cerca del año mil cuatrocientos ochenta y cuatro, un piloto natural de la villa de Huelva, en el Condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez, tenía un navío  pequeño con el que se dedicaba a llevar mercaderías desde España a Canarias, cargando allí con frutos de aquellas islas, los que llevaba a las islas de la Madera, hoy conocida como Madeiras, desde donde regresaba a España cargado con azúcar y conservas.
En uno de aquellos viajes triangulares que el onubense realizaba, cuando iba de Canarias a la isla de la Madera, le cogió un temporal, tan recio y tempestuoso, que al no poder hacerle frente, se dejó llevar por la tormenta y corrió veintiocho o veintinueve días sin saber ni adónde ni por dónde, pues dado el fuerte temporal no pudo tomar la altura del sol ni saber del norte.
Padecieron los navegantes gravísimos peligros y penalidades, porque la tormenta no les dejaba comer ni dormir, pero al cabo de ese tiempo el viento se fue aplacando y de pronto se hallaron frente a una isla.
Dice Garcilaso que no se sabe a ciencia cierta qué isla era aquella, si bien se tienen sospechas de que es la que, más de un siglo después, llaman de Santo Domingo, considerando que el viento que impulsó la débil embarcación era el conocido como solano que empuja desde el este y que al oeste de las Canarias, está la isla de Santo Domingo.
Saltaron a tierra y después de tomar la altura del sol y otras consideraciones para la situación de aquella isla, hicieron agua, leña y otras vituallas y emprendieron viaje de regreso, sin saber tampoco, como a la ida, por dónde regresaban.
Fue el viaje tan largo que les faltó agua y otros bastimentos, lo que unido al mucho trabajo y esfuerzo que llevaban, empezaron a enfermar y morir, de manera que de los diecisiete hombres que habían partido de Canarias, no regresaron más que cinco y entre ellos, el piloto Alonso Sánchez.
El punto de arribada fue la isla Tercera, del archipiélago de las Maderas, yendo a parar a la casa del genovés, Cristóbal Colón, porque sabían que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear.
Aunque Colón los recibiera con mucho cariño e hizo todo cuanto pudo por preservar sus vidas, los cinco supervivientes fueron muriendo, no sin antes transmitirle todos los detalles que de su terrorífico viaje podían saber y recordar.
Piensa el autor que es gracias a esa información que Colón se decide ya plenamente a poner en marcha su idea descubridora, consiguiendo, como todos sabemos,  el favor de la reina Isabel e iniciando su aventura.
Termina ese capítulo aseverando el inca que solamente si sabía hacia dónde tenía que ir, pudo llegar en un viaje de sesenta y ocho días desde la isla de la Gomera, donde había recalado para tomar refrescos, hasta las islas de las Lacayas, en donde se produjo el primer avistamiento de tierra.
¿Qué hay de verdad en esta historia que se relata con nombres y apellidos? ¿Fue la pluma del inca Garcilaso la que por primera vez narró las noticias que se tenían de aquella jornada?

Desde estatuas hasta colegios conmemoran a Alonso Sánchez en Huelva

He aquí el enigma, en un principio difuso, luego durante mucho tiempo enquistado y que ahora, además, cubren esos cinco siglos de historia que ya hemos celebrado. ¿Cómo averiguar si antes que Colón, el onubense Alonso Sánchez ya había descubierto las Américas?
Profundizando en la somera información que tenía de la narración a la que he hecho referencia, investigué quien había sido el primero en tratarla y por lo que he podido averiguar, esta primera vez, parece que se debió a la pluma de un insigne historiador, cronista de Indias, militar y administrador español llamado Gonzalo Fernández de Oviedo, que escribió a principios del siglo XVI la Historia general y natural de las Indias, un compendio absolutamente necesario para el estudio y comprensión de cómo fueron aquellos momentos tan cargados de historia, así como de la flora y la fauna que los colonizadores encontraron.
No da crédito el historiador a esta leyenda, a la que ni siquiera incorpora el nombre del protagonista, poniéndola en entredicho al hacerse eco de las numerosas versiones que sobre la misma circulaban ya en aquella época, de las cuales, unas hablaban de un viaje a Inglaterra, otras de un barco pequeño, mientras que otras lo hacían de un gran navío; alguna situaba el regreso en la isla Tercera y otras en las Islas de Cabo Verde. Alguna versión trata de ridiculizar al Almirante y no falta la que pone en boca del rey Fernando el inicio del bulo, para atacar la fama que ya Colón ha adquirido.
Es el inca Garcilaso quien aporta el nombre del marinero onubense y, aunque ha ocurrido el hecho más de cien años antes de su nacimiento, dice haber oído la historia de labios de su padre y de otros compañeros de armas, con detalles de los que nunca se olvidó.
Ahondando en la historia y buscando fuentes literarias que señalaran como cierta la leyenda del marinero de Huelva, aparecen no ya referencias a esta, sino a otras muchas, algunas de las cuales son muy dignas de tener en cuenta y no escritas o referidas solamente por españoles o portugueses, los directamente afectados por el descubrimiento y por las propias tradiciones, sino de otros viajeros, historiadores o literatos de países extranjeros, como León de Rosmithal, un noble bohemio que en 1465/66, realiza un extenso viaje por la Península Ibérica y que recoge en su Viaje documentado por Europa, que sorprendido por la inmensidad del mar que desde Finisterre se contemplaba, oyó de boca de viejos marineros cómo algunos de ellos se atrevieron a adentrarse en él.
Relata el bohemio, la historia que escuchó, según la cual un rey de Portugal mandó hacer tres navíos en cada uno de los cuales colocó a doce escribanos, con víveres y agua para cuatro años y con la misión de navegar los más lejos que pudieran y que escribieran de todas las regiones a las que llegasen. La historia es muy larga y también amena, concluyendo en que de los tres navíos solo regresó uno, con su tripulación tan envejecida por las penalidades que nadie creyera que aquellos ancianos eran los mozos que tres años antes salieran en busca de nuevas regiones.
Los sobrevivientes narraron sus historias de mares de tinieblas e islas deshabitadas con casas labradas bajo tierra, llenas de oro y plata del que no se atrevieron a tomar por miedo a lo que les pudiera suceder. Historias que se completan con mares procelosos y olas enormes que engulleron a dos de las embarcaciones.
Y si nos vamos más lejos, también los vikingos llegaron a Groenlandia y a la Península del Labrador.
¿Qué significa toda esta proliferación de viajes a las tierras desconocidas de más allá del océano?
A mi modesta e irreverente forma de entender significa que algo de verdad hay en que no fue Colón el primero en llegar al Nuevo Mundo y de hecho, así lo hemos de entender pues en las propias memorias del Almirante se menciona que no fue uno solo el confidente que le habló de aquellas regiones, sino que fueron dos, un marinero tuerto, de El Puerto de Santa María y un piloto de Murcia, de los que, lamentablemente no se citan nombres. En otros documentos del propio descubridor, aparece el nombre de un portugués Pedro Vasques que en Huelva le habla también de las mismas regiones. Por otro lado, en su segundo viaje, dice haber hallado restos de la popa de un navío lo que confirma que ya habían llegado antes que él
Es así, más que probable que fueran muchos los osados que se atrevieron a internarse en el océano o que se vieron impelidos a hacerlo por tempestades, vientos adversos, etc., muchos de los cuales, la mayoría, nunca regresó, quedando un exiguo resto que culminó su viaje de vuelta.
Y esta es una circunstancia muy importante porque los únicos que consiguieron volver fueron aquellos que tras ser empujados por los alisios, vientos tropicales que soplan todo el año en dirección oeste, regresaron desviándose hacia el norte y aprovechando así la corriente del Golfo de Méjico y los vientos contraalisios.
De hecho, cuando Colón decide volver, tras su primer viaje, no lo duda ni un momento y toma la ruta hacia el norte.
Fuera el primero o no lo fuera, cosa que ya es casi segura, nada tiene que ver eso con la gloria del descubrimiento que por entero le corresponde y que tras todos estos siglos de historia, los muchos que se la han discutido, han visto como al final el Almirante se salía con la suya.
Es también posible que cuando Colón hace el descubrimiento no sea en el primer viajes que hace a aquellas regiones y que ya hubiese ido antes, de forma más precaria y sin asegurar la jornada. Así lo dice una coplilla que corrió en aquellos tiempos:
“”Otros quieren decir que este camino
que del piloto dicho se cuenta,
a Cristóbal Colón le sobrevino

y el fue quien padeció tal tormenta.””

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