sábado, 10 de septiembre de 2016

¿QUIÉN ERA AVELLANEDA?




No hay nada como encontrar un cabo bien enredado, para que tirando de él vayamos sacando, uno tras otro varios y sustanciosos argumentos sobre los que escribir.
En esta ocasión, siguiendo a la incógnita de la obra de Moliere, me topé con la que rodea a la autoría de la falsa segunda parte de El Quijote, esa que es conocida como “El Quijote de Avellaneda”, dado que iba firmada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda.
Este nombre era un pseudónimo que alguien usó para arremeter, con una saña y un odio feroz, contra Miguel de Cervantes, el más afamado escritor español.
Veamos un poco cómo fue la historia. En 1605, Miguel de Cervantes publicó la primera parte del Quijote que llevaba el título que todos conocemos de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. De inmediato el libro se convirtió en lo que hoy, sin lugar a dudas llamaríamos un “best seller” y no había nadie en las Españas que preciándose de persona culta, no lo hubiese leído, alabado y conservado como libro de cabecera.
De inmediato se tradujo a varios idiomas, y en todos los países a los que el libro llegó, alcanzó un éxito estelar.
Es obra tan reconocida que, desde siglos atrás, se la considera el inicio de la novela moderna.
Como es natural en un gremio donde tanta envidia se desata entre sus componentes, el abrumador éxito de aquella novela levantó ampollas entre otros literatos, enemigos de Cervantes, uno de los cuales, ni corto ni perezoso, escribió una falsa segunda parte, bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda que es la que se conoce como hemos dicho, por El Quijote de Avellaneda.


Portada del Quijote de Avellaneda

Esta obra apareció en 1614 y fue publicada en Tarragona. En ese momento Cervantes estaba escribiendo su segunda parte del Quijote, que se publicaría al año siguiente.
La aparición de esta novela, bajo un pseudónimo y aprovechando la fama que ya Cervantes alcanzara con la primera, produjo un profundo enojo en el escritor y consternación en el público.
En efecto, ya en el prólogo, su autor, descarga toda una batería de improperios, insultos y acusaciones contra Cervantes, que de inmediato lo colocan en una clara situación de profunda enemistad, aunque no ha querido, o no se ha atrevido a dar la cara.
El público español, que esperaba con ilusión la aparición de la segunda parte que Cervantes había prometido, se vio engañado por la aparición de tan ofensiva obra y en todos los círculos se preguntaban quien era capaz de aventurarse a insultar de aquella manera a un autor consagrado como ya lo era Cervantes.
Lógicamente, las primeras sospechas recayeron en su eterno enemigo: Lope de Vega, “El fénix de los ingenios”, un monstruo de la literatura y un afamadísimo dramaturgo que producía con una calidad y rapidez que cualquiera envidiaba. Sospechas que se cimentaban no solo en la rivalidad, sino en el propio contenido del primer párrafo del prologo con el que el tal Avellaneda presentaba su obra.
Dice así, al pié de la letra: “(…) pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias, con el rigor del arte”
Parecía, por estas duras palabras, que el autor de aquella obra era persona muy versada en el arte de escribir y que, además, presumía de haber puesto en escenas muchas obras de teatro con las que había conseguido merecida fama tanto en España como fuera de ella.
No eran muchas las personas que pudieran encajar en los trazos que bosquejaban a este personaje y de entre ellos, quien más aliciente aportaba a la polémica era, sin duda alguna, Lope de Vega.
Pero el genial dramaturgo, cuando fue preguntado por ello se desentendió rotundamente, alegando que mucho trabajo tenía él con las obras que escribía, la mayor parte por encargo, como para ponerse a remedar a quien no consideraba un competidor y ni tan siquiera un buen escritor. Aquel mismo año y cuando contaba cincuenta y uno de edad, había decidido hacerse sacerdote, en expiación de sus múltiples faltas.
Tenía fama Lope de Vega de construir sus textos para la escena con una velocidad tal que él mismo escribiría: “mas de ciento, en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro”.  Con lo que quería decir que tan pronto se inspiraba en un tema cuando ya la obra estaba escrita e inmediatamente representada, que en muchos casos y por la premura del tiempo se hacía leyendo el libreto y no recitándolo de memoria.
Aun reconociendo la enemistad que entre ambos autores existía, Lope excusó en todo momento su intervención en la felonía.
De cualquier forma, el gran público siguió albergando sus sospechas, sobre todo por la certeza de que en aquel momento no había ningún literato español, enemigo de Cervantes que se atreviese a plagiar a su personaje más universal.
Un año después, 1615, Cervantes publica la segunda parte de su novela, en la que al “ingenioso hidalgo” llama ahora “ingenioso caballero” y en su prólogo, la primera frase va dedicada a los lectores que, sintiéndose defraudados, esperaban una sarta de insultos y vituperios contra el oculto autor y con la que Cervantes se desquitara de la afrenta recibida. Pero esto no se produce y él se excusa, considerándose más ofendido porque el llamado Avellaneda le “note de viejo y manco”, circunstancias ambas de las que no es responsable, que de otras cosas ofensivas que sobre él ha dicho.
Sin embargo, de la detallada lectura del prólogo, parece desprenderse que Cervantes sabía muy bien quien era el autor oculto tras el pseudónimo.
Pasaron los años y la polémica, aunque abierta, no aportó ningún detalle relevante hasta que, a finales del siglo XIX y muy en parte gracias al interés suscitado por Mariano Pardo de Figueroa (consulte mi artículo sobre él en este enlace:  http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com.es/2013/04/el-cartero-honorario.html ) la inquietud por el estudio de la obra cervantina, tomó cierto impulso y varios estudiosos comenzaron a construir teorías sobre vertientes de Cervantes y su obra.
Fue en esos momentos cuando se advirtió el profundo desconocimiento que se tenía sobre el personaje del que ni siquiera se tenía certeza absoluta de dónde había nacido, ni dónde estaba enterrado, polémica ésta última que llega hasta nuestros días; aparte de su estancia en Italia, como soldado de fortuna, su presencia en la batalla de Lepanto y su cautiverio en Argel, su pista se pierde varias veces hasta que aparece como recaudador en  Andalucía y dos veces en la cárcel. Pero dónde había adquirido la cultura que sus obras denotaban, era una incógnita difícil de despejar.
Los investigadores se habían puesto en marcha y entre las cosas con las que se empieza a especular, era que Cervantes conocía perfectamente quien era su suplantador y los motivos por los que lo había hecho.
El primero en enfocar esta hipótesis fue el medievalista y catedrático de filología de la universidad de Barcelona Martí Riquer Morera que en 1969 proponía que el  verdadero autor del Avellaneda era Gerónimo de Pasamonte, el cual, en su juventud había sido compañero de milicias de Cervantes y como él, había tomado parte en la batalla de Lepanto. Siguiendo vidas paralelas, había sido apresado por los turcos, padeciendo un cautiverio de dieciocho años, parte de los cuales los pasó remando en galeras.
Cuando, por fin, Pasamonte regresó a España, escribió una biografía que se titulaba Vida y trabajos de Gerónimo de Pasamonte, de la cual, sin lugar a dudas, Cervantes tenía conocimiento, pues de la lectura detallada del capítulo veintidós de la primera parte del Quijote, aquel en el que don Quijote libera a unos galeotes que van en cuerda de presos a cumplir pena de galeras, Cervantes menciona a Ginés de Pasamonte, un galeoto del que sus guardas, que lo llaman Ginesillo de Parapilla, manifiestan que ha escrito un libro sobre su vida, que tan azarosa debía de ser que el galeoto aseguraba que sería mejor que El Lazarillo de Tormes y todas las demás novelas picarescas escritas hasta entonces, si bien no está acabado, porque su vida no está tampoco acabada. Parapilla es una palabra en desuso, pero que significaba amigo, compañero y que América se sigue utilizando.
Ya con conocimiento del apócrifo Quijote, vuelve Cervantes a ridiculizarlo y da más datos sobre el autor. En el capítulo cincuenta y nueve de su segunda parte, cuando va camino de Barcelona, para en una fonda de Zaragoza, en la que uno de los huéspedes se llama Gerónimo y al que otro viajero le propone leer un capítulo del Avellaneda mientras le sirven la cena, a lo que el tal Gerónimo manifiesta que ese libro es un disparate tal que el que haya leído la primera parte del Quijote, “no puede tener gusto en leer esta segunda”.
Menciona en este párrafo a la obra, el nombre de la persona a la que se supone autor y, por último, la ciudad en la que éste era nacido. ¿Casualidad o apunte directo al blanco?
El libro de la vida de Pasamonte se concluyó allá por 1603, aunque luego le añadió algunas cartas y capítulos, y dos años después apareció el Quijote, en el que sin duda alguna, aparecía ridiculizado.
La teoría del filólogo Riquer es que Pasamonte no publica su biografía por temor a verse descubierto con el personaje del Quijote y decide vengarse para lo que aprovecha la fama de la novela y escribe una falsa segunda parte bajo el nombre de Avellaneda.
Una teoría más entre las varias que se manejan sobre la autoría de la obra, incluyendo una que cita a Suárez Figueroa, historiador coetáneo, o la más curiosa que hace referencia a un tal Alonso Fernández, párroco de la localidad de Avellaneda, en la provincia de Ávila.


2 comentarios:

  1. Es significativo que cada vez que leo una de tus estupendas investigaciones sobre casos concretos de nuestra historia, extraigo la conclusión cierta que, en nestro pais, es una constante historica, la aparicion de mediocres y "enenos mentales" que, por todos los medios, incluidos los mas ruines y despreciables, intentan destruir, desacreditar o, cunado menos, silenciar la labor destacda de quien, por las razones que fueren destacó en arte o profesión. Estoy convencido que en lo que España no erradique esa plaga perniciosa y repulsiva, no podrá brillar en el contexto internacional con la luz que merece como gran pais generador de talentos que, sorprendente, siempre brillan fuera. Mi felicitación por tus trabajos, en la seguridad de que mi breve comentario te ha recordado a alguien que hayas conocido a lo largo de tu experiencia. Que Dios los perdone".

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    1. Buen articulo, y como dice Victor, en el comentario que me antecede...La envidia de los mediocres... Un abrazo!!!

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