viernes, 30 de agosto de 2019

PSG, UN BARRIO DEDICADO A UN ESPAÑOL




En los últimos días no paramos de leer y escuchar las intensas negociaciones, a varias bandas que el prestigioso club de futbol francés “PSG” lleva a cabo para deshacerse de un futbolista llamado Neymar, que no quiere jugar con ese equipo.
PSG son las iniciales del popular barrio de París Sant Germain, el cual tiene una curiosa historia muy relacionada con una ciudad española, concretamente con Zaragoza.
Para encontrar dicha relación hay que remontarse mucho, muchísimo, en la historia y situarnos en el siglo VI, cuando las tribus bárbaras de “Los Francos” se asentaron en la entonces llamada Galia tras desplazar a los romanos y que más tarde confirieron su nombre al país vecino: Francia, tierra de los francos.
A finales del siglo V reinó sobre todas las tribus francas un rey llamado Clodoveo I, el cual creó la dinastía merovingia, la primera dinastía de reyes en territorio francés y gobernó hasta el año 511, con una excepcionalidad, para su época: fue el primer rey cristiano.
Clodoveo se casó con Clotilde, profundamente cristiana que fue influyendo sobre el politeísta rey, hasta convencerlo y hacerlo bautizar.
A su muerte, Clodoveo, dividió su reino entre sus cuatro hijos, un error muy común en algunas dinastías antiguas, hasta que se impuso el criterio de la primogenitura, que consiguió detener la fragmentación de los reinos.
Entre sus hijos figuraba Childeberto I, que heredó la ciudad de París y los territorios que se extendían al norte y hasta el Canal de la Mancha.

Bautismo de Clodoveo, oficiado por san Remigio

A la muerte de su hermano Clodomiro, rey de Orleáns y con la ayuda de su otro hermano Clotario, se apoderó de Orleáns, capital del territorio que su padre le había asignado, haciendo degollar a todos sus sobrinos, a fin de no tener problemas de descendencia en el futuro.
Con la inestimable ayuda de Clotario, se apoderaron del reino de Burgundia, en el Sureste francés que actualmente conforma la zona de Borgoña y en el que había nacido su madre, Clotilde, hija del rey, y desde allí comenzaron a hostigar a los visigodos que se habían aposentado en la Península Ibérica.
En el año 541, Childeberto conquistó Pamplona y siguió bajando y hacia el este, poniendo cerco a la ciudad de Zaragoza, la más importante que había en el norte peninsular.
Los visigodos eran también un pueblo cristiano desde la conversión de Recaredo que sentía un enorme respeto por los mártires y por sus reliquias.
En Zaragoza se conservaba una estimada reliquia de un santo al que se dio martirio y horrenda muerte en el siglo IV, en la época del emperador Diocleciano. Era Vicente de Huesca, posteriormente conocido como san Vicente Mártir, un clérigo que acompañaba al obispo san Valero, actualmente patrono de la ciudad de Zaragoza, que padecía una tartamudez muy acentuada que le impedía predicar, labor que encomendaba a su diácono Vicente de Huesca que predicaba la nueva doctrina en tierras del Levante español.
En el año 303 se publicó el primer Edicto Imperial que ordenaba perseguir a los cristianos en tierras de Hispania y se envió a un gobernador especial para que llevara a cabo con extremada pulcritud, las órdenes del emperador.
Publio Daciano, que así se llamaba el nuevo gobernador llegó a la Tarraconense, desembarcando en Gerona y desplegando su odio furibundo contra los cristianos a todo lo largo de la costa levantina.
En estas persecuciones fueron detenidos el obispo Valero y Vicente de Huesca, siendo ambos trasladados Valencia.
Como quiera que Valero no predicaba por su tartamudez, se le condenó solamente a destierro, pero Vicente corrió peor suerte pues sufrió un atroz martirio para obligarle a renunciar de su fe, en la que se mantuvo impertérrito pese a los sangrientos castigos infligidos.
Fue primero clavado en una cruz en forma de aspa (Cruz de San Andrés) en la plaza pública y expuesto desnudo sobre un tablero denominado “catasta”, que giraba sobre sí mismo, mostrando al atormentado a todas las personas que lo rodeaban.
Seguidamente le quebraron los huesos de brazos y piernas, azotado y desgarradas sus carnes con uñas de hierro.
Pero ni ante semejantes sufrimientos Vicente renunciaba a su fe, por lo que el propio Publio ordenó que fuese desollado y colocado sobre una parrilla con ascuas.
No es fácil comprender como ni aun con estos últimos martirios falleciera, pues según cuenta la tradición, aun continuaba vivo cuando lo arrojaron a una mazmorra, donde por fin encontró el eterno descanso.
Su cuerpo fue arrojado al río Turia pero fue devuelto a la orilla por la corriente, recibiendo sepultura por parte de sus fieles, a las afueras de Valencia. Algunos siglos después fue declarado patrón de la ciudad, en cuya región el nombre de Vicente es muy popular gracias a este mártir.
Pues bien, sus vestimentas, conservadas como reliquias, fueron distribuidas por diferentes monasterios de varias partes de Levante y Aragón y, concretamente a Zaragoza, por influencia del obispo Valero llegó una túnica del mártir.
Esa túnica se conservaba en Zaragoza cuando Childeberto puso cerco a la ciudad.
Estaban los zaragozanos dispuestos a resistir el asedio, cuando alguien perteneciente a la capilla en la que se custodiaba la túnica del santo, hizo saber de su existencia al rey franco.
Childeberto entró en negociaciones con las autoridades de la ciudad y consiguió que le entregaran la sagrada túnica a cambio de levantar el asedio.
Supongo que para la época perder una reliquia como esa debió causar mucho dolor entre sus adoradores, pero quizás pensaran que si el rey invasor ya conocía de su existencia y su ejército era más poderoso, entraba en lo muy posible que primero destruyera la ciudad, matando a muchos de sus habitantes y luego se hiciera con la túnica, así que a pesar de lo doloroso, la sensatez se impuso.
Tan grande era la fe y la alegría de Childeberto que de vuelta a París mandó construir un monasterio que encargó ocupar por frailes benedictinos, a los que confió la reliquia.
El lugar escogido fue una gran llanura a orillas del río Sena, algo alejada del centro de la ciudad y una vez terminada la obra fue consagrada a san Vicente por el célebre obispo Germain, un personaje muy influyente en las casas reales de los francos y sumamente querido por el pueblo que a su muerte decidió que aquel monasterio, al que se había añadido una iglesia, fuera su lugar de sepultura y desde entonces se la conoce como Sant Germain des Pres.
Con el tiempo y el desarrollo de la ciudad, toda aquella llanura despoblada se fue llenando de edificios hasta convertirse en un populoso barrio de París que forma el Distrito VI y que se ha convertido en uno de los lugares más destacados de la vida artística y cultural de la capital.

La abadía en la actualidad

En Saint-Germain-des-Pres la vida gira muy en torno a la abadía que mandó construir Childeberto, que, lógicamente y después de quince siglos, ha ido sufriendo modificaciones y en la actualidad presenta una airosa torre campanario que en aquella época no se podía construir.
 Pero como puede apreciarse, conserva rasgos de la construcción inicial, aunque se le han ido añadiendo muchos elementos y actualmente es el único edificio parisino que presenta vestigios del arte romano.
Así que el famoso barrio parisino nació al calor de una reliquia española arrebatada a la ciudad de Zaragoza.
Una curiosidad en el idioma de los francos es la cantidad de nombres que empiezan por “Cl”, como el rey Clodoveo, del que nace esta historia y que en francés se le llama “Clovis”, nombre del que procede el actual Luis y es la causa por la que haya habido tantos reyes “Luises” en Francia, nada menos que dieciocho.

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