jueves, 8 de octubre de 2020

EL LAGO ESPAÑOL

 


Desde que castellanos, aragoneses y andaluces se lanzaron a los mares, comenzaron a proliferar toda una serie de marinos ilustres que especializado cada uno de ellos en sus latitudes, fueron capaces de trazar las rutas que rodearan todo el globo terrestre.

Los aragoneses se hicieron dueños del Mediterráneo. Castellanos y andaluces iniciaron arriesgadas navegaciones primero en el Atlántico y luego en el Pacífico.

Las dificultades de la navegación en los siglos XV y siguientes eran múltiples.

En primer lugar el diseño de las embarcaciones y sus aparejos permitían una navegación muy limitada, teniendo que llevar siempre el viento favorable (barlovento). Por otro lado la limitada tecnología con la que se construían los barcos no los hacía eficaces para largas singladuras y tras varios meses de navegación empezaban a deteriorarse, a hacer agua y a pudrirse el maderamen. En segundo lugar no podían determinar la longitud en la que se hallaban, una vez perdida de vista la costa.

Por último el problema de la alimentación, que no era de poca importancia.

Con valentía y arrojo, un buque de aquella época podía llegar hasta donde el viento lo llevase, pero volver era otra cosa muy distinta y complicada.

Cristóbal Colón conocía los vientos alisios que soplan constante desde la orilla Este del Atlántico hacia la Oeste. Desde las costas africanas hasta las americanas y usándolos, arribó al nuevo continente.

Pero volver fue más complicado, aunque sabía de la existencia de los contra alisios y de la corriente del Golfo de Méjico, encontrar el punto en que estas dos circunstancias coadyuvaran a la navegación de vuelta, era complicado.

Las cosas ocurrían así en el Atlántico, un gran océano, sin duda, que se hacía poco a poco más navegable gracias a la pericia de aquellos ilustres marinos, pero sus dimensiones y su conocimiento no eran nada comparables con la navegación del Océano Pacífico, infinitamente más grande y desconocido, no en vano ocupa casi la tercera parte de toda la superficie de la Tierra; por eso, las primeras navegaciones por lo que entonces se llamaba Mar del Sur, fueron de una tremenda dificultad.

Pasar el Cabo de Hornos y seguir la ascendente costa para llegar al Perú, no presentaba grandes dificultades.

Cruzar a pie el istmo de Panamá, después de haber desembarcado en Veracruz o Portobelo y continuar navegando hasta Perú, tampoco las suponía, pero el afán de los descubridores de llegar más allá, hasta encontrar la “Terra remota Australis” era un asunto mucho más complicado.

Navegar desde las costas americanas hacia el oeste, en busca de los paraísos de las sedas, las especias, las maderas y marfiles, era relativamente fácil, el retorno era imposible.

Los alisios, también presentes en el Pacífico, empujaban las naves con cierta rapidez y desde cualquier punto de la costa, entre el Cabo de Hornos y la Península de California, era posible viajar hacia el Oeste, pero regresar era un verdadero problema.

A toda esta dificultad había que añadir otra que era la escasa tecnología con que se construían las naves de aquella época que no resistían unos viajes tan largos desde la Península Ibérica hasta las Molucas o Filipinas.

Pero Hernán Cortés, en una carta que le dirige al rey Carlos I, le hace saber que en la costa del Pacífico ha empezado a construir navíos y bergantines con el fin de explorar aquellos mares.

Partir de las costas americanas con buques nuevos suponía dar un importante giro a la navegación.

Pero hubieron de pasar todavía algunos años para que se consolidara la posibilidad de navegar el Océano Pacífico.

En este periodo de tiempo aparece la figura de un piloto excepcional; se trata de Andrés de Urdaneta y Ceráin, nacido en 1508 en la ciudad guipuzcoana de Villafranca de Ordicia, en el seno de una familia de ilustre linaje.

Con apenas 17 años formó parte de la expedición dirigida por un pariente suyo, Jofre de Loaisa, para colonizar las Islas Molucas, cuya titularidad estaba en litigio entre España y Portugal.

 

Retrato de Andrés de Urdaneta

 

Era una expedición formada por siete naves y 450 hombres, entre los que figuraba Juan Sebastián Elcano. La expedición duró once años y en ella encontraron la muerte Loaysa y Elcano, regresando a España una única nave capitaneada por Urdaneta con veintidós hombres.

 El emperador Carlos lo recibió y el navegante le entregó una memoria de todo lo sucedido en la expedición.

En la corte, Urdaneta conoce a Pedro de Alvarado, mano derecha de Hernán Cortés y con él regresa a Nueva España, actual Méjico, donde se prepara una nueva expedición a Molucas y Filipinas.

En ese intervalo y sin que se sepan muy bien las razones, Urdaneta decide ingresar en la orden de los Agustinos, cuando ya tenía 45 años.

Mientras, en Acapulco, se estaban construyendo los barcos que conformaría la nueva expedición en la que figuraba como máximo responsable Miguel López de Legazpi que a la postre sería el conquistador de Filipinas.

El 21 de noviembre de 1564 zarpó la expedición del puerto de La Navidad, en Méjico y dos meses después arribaron a las Filipinas sin grandes incidencias en el viaje y aprovechando los tan repetidos vientos alisios. La expedición estaba compuesta por cuatro buques: dos naos la San Pedro y la San Pablo y dos pataches: el San Juan y el San Lucas y llevaba 480 hombres a bordo: 150 hombres de mar y el resto, cinco agustinos, colonos y militares.

Aquella expedición fundó el primer asentamiento español en el archipiélago: Villa  San Miguel, con el que se inició una ocupación que duraría 333 años.

En Filipinas permanecieron una larga temporada, reparando los buques y esperando un tiempo favorable para intentar el regreso y el uno de junio de 1565 zarparon con destino a lo casi desconocido, aunque la meta era volver a Nueva España.

Aprovechando vientos del suroeste, Urdaneta y el resto de los pilotos de los barcos que regresaban, dejaron atrás Filipinas dirigiéndose cada vez más al norte; así, ascendieron hasta los 42º Norte en donde por casualidad, se encontró con una corriente que le impulsaba hacia el Este.

Era la corriente que actualmente se conoce como Kuro Siwo, una corriente muy fuerte que nace en las costas de China, sube hasta Japón y allí se funde con otra corriente que procede del Estrecho de Bering y las islas Aleutianas.

Esas dos corriente juntas impulsaron los buques hacia el continente americano, hasta las costas norte de California, desde donde navegaron hacia el sur, costeando, para llegar a Acapulco.

Habían recorrido más de catorce mil kilómetros, a una media de cien kilómetros al día.

Pero al llegar a Acapulco se encontraron con que un capitán de la expedición llamado Alonso de Arellano, con cuyo barco perdieron contacto a poco de salir de Filipinas, se les había adelantado.

Sin embargo Urdaneta argumentó mejor su ruta, cosa que Arellano no pudo efectuar y creyendo que su regreso se hubiera debido más a un golpe de fortuna que a una experiencia científica lo cierto es que desde aquel momento la ruta del tornaviaje fue la que descubrió el fraile Agustino.

A partir de entonces los buques españoles comenzaron a navegar asiduamente desde Nueva España hasta Filipinas y regresar de manera regular a Acapulco, tanto es así como que al buque que hacía la ruta se le llamaba Galeón de Manila.

Esta posibilidad de ir y regresar produjo un tráfico constante de mercancías orientales, no solamente de Filipinas, sino de todo el continente asiático que muchos mercaderes nativos se encargaban de transportar desde India, China o Japón hasta las Islas Filipinas, donde eran cargadas y traídas a España, vía Méjico.

  Las rutas del Océano Pacífico estaban dominadas y los barcos españoles surcaban aquellas aguas con tanta prodigalidad que el inmenso océano empezó a ser conocido como “El lago español”.


4 comentarios:

  1. Siempre tuvimos grandes naveganges descubridores...

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  2. Al comienzo de tu Artículo te refieres a castellanos, aragonoses y andaluces, creo que a la caterva (es una adjetivacion numerica)de "neohistoriadores", que quieren o mejor, estan reescribiendo la Historia, les va a faltar el que incluyas a catalanes, simple condado del Reino de Aragon, ya que vienen manteniendo que hasta Cristobal Colon era catalan.
    Comico, si no fuera tragica la incultura historica que se está fomentando.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Otra triste realidad que ilustra lo injusto de la historia que ha pasado por designar a los españoles como malos marineros cuando la realidad del cuento es que, no solo abrimos rutas imposibles para cualquier otra potencia, si no que dominamos los mares contra turcos, berberiscos, holandeses, portugueses, ingleses, franceses, chinos, japoneses (Cagayán) y malayos durante siglos y todos a la vez en una sucesión incansable hasta nuestro glorioso final. Sin embargo en el imaginario mundial ese puesto lo ocupan los ingleses, que curiosamente tienen personajes como Drake, Vernon o Nelson como ejemplo, cuando realmente el pirata Sr. Drake se limitó a atacar a traición plazas desprotegidas (y no siempre con éxito) mientras huía de nuestra flota hasta que fue cazado o el famoso Vernon, “conquistador de Cartagena de indias hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria” (que es para morirse de la risa) o incluso el mismísimo Nelson que fue de derrota en derrota hasta su victoria final en Trafalgar donde encontró la muerte (nada que ver con Blas de Lenzo que murió invito y se puede decir que en la cama). Después de eso, el imperio británico (a diferencia del español) no tuvo que medirse a ninguna potencia marítima hasta la segunda guerra mundial donde su armada quedo como quedo y que, de no ser por los EEUU, dudo hubiese siquiera sobrevivido. Pero en fin, así se escribe la historia y así nos lo han contado.

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