Publicado el 6 de noviembre de 2011
Cometer un error es algo bastante
usual. ¿Quién no se equivoca? Todos nos equivocamos y, por cierto,
muchas veces, a lo largo de nuestras vidas. Pero hay errores y
errores y entre estos segundos, están los errores estratégicos.
Cuando planificas algo, el factor error debe ocupar un lugar mínimo
e incluso no existir, pues de lo contrario las consecuencias pueden
ser funestas.
Eso fue lo que ocurrió con un error
que no se si calificar de táctico, estratégico, humano, o
simplemente dramático; o lo que sería mucho peor, una provocación.
Lo cierto es que tuvo graves repercusiones y pudo tenerlas aún
peores.
Ocurrió durante la Guerra
Civil Española y
estuvo a punto de adelantar en un par de años el inicio de la II
Guerra Mundial.
El Gobierno de la República de España
había comunicado a Italia y Alemania que los puertos de la Baleares
estaban cerrados para toda clase de buques extranjeros, ya que se
temía que fueran utilizados por estos dos países para
abastecimiento de material de guerra con destino al ejército
sublevado.
Con la frecuencia que su pudiera,
aviones de la histórica Base
Aérea de los Alcázares,
en Murcia, salían a patrullar el Mediterráneo, aprovechando la
oportunidad para bombardear buques de los sublevados, o de las
potencias que los apoyaban: Italia y Alemania.
La Base de los Alcázares se creó en
1915 como la primera base de Hidroaviones de España, ampliándose
luego a Escuela de Combate y Bombardeo Aéreo, conocido como
Aeródromo Burguete, en honor de uno de los comandantes que había
tenido.
El día 24 de mayo de 1937, una
escuadrilla compuesta de dos aviones de la mencionada Base, volaron
hasta Palma de Mallorca en donde vieron, atracado en su puerto, al
crucero Barletta,
de bandera italiana, destinado al control marítimo por el Comité de
No-Intervención.
Este Comité era una organización
creada en Londres, en 1936 a propuesta de Francia, que tenía como
objetivo vigilar el grado de cumplimiento del Pacto firmado por la
potencias europeas para no intervenir en la Guerra
Civil Española, habida
cuenta de la enorme tensión de aquel momento entre las “democracias”
y las “dictaduras” y al objeto de no desestabilizar el
equilibrio, ni comprometer el resultado del conflicto. Como todo el
mundo sabe, el Pacto no sirvió para nada, pues Alemania e Italia
ayudaban al bando de Franco y Rusia lo hacía con el republicano.
De inmediato los aviones republicanos
bombardearon el barco, causando seis bajas y algunos daños
materiales de importancia.
Dos días después volvieron a
bombardear a un barco alemán, el patrullero Albatros, aunque no
consiguieron alcanzarlo.
El gobierno alemán elevó una queja
que fue poco atendida por la República, tan así como que tres días
más tarde tuvo lugar el grave incidente que da razón a este
artículo.
Parte de la ayuda que el ejército
republicano recibió de Rusia fue referida a la aviación. Rusia se
comprometió a mandar ciento cuarenta y dos aviones bombarderos
Tupolev SB2,
de los que solamente se recibieron noventa y dos, pues los otros
cuarenta fueron intervenidos en Francia y devueltos a Rusia.
Estos aviones se destinaron a diversas
bases aéreas, entre ellas a la de Los
Alcázares. Desde allí
partió, en la mañana del día 29, una flotilla compuesta por dos
aviones Tupolev,
conocidos en España como los “Katiuska”.
No se sabe con certeza, pero los pilotos de ambos aviones debían ser
rusos que enseñaban su correcto manejo a pilotos españoles.
La misión de esta escuadrilla era la
de buscar la flota del ejército sublevado que operaba por el
Mediterráneo y aquella mañana, el propio Jefe
de la Fuerza Aérea Republicana,
el General Ignacio Hidalgo de Cisneros, junto con el coronel Lacalle,
jefe del aeródromo, despidieron a los aviones en su salida
Cuando los Katiuska
regresaron horas después a la base, uno de los aviones hizo una
pasada a muy baja altura sobre la pista de aterrizaje, balanceando
las alas, signo que en la aviación significa que había tenido éxito
en una misión de caza; una vez en tierra, los que figuraban como
pilotos de los mismos, llamados José
Arceaga Nájera y
Leocadio Mendiola,
informaron a sus superiores haber bombardeado al Crucero
Canarias, del ejército
sublevado, el cual se había localizado en aguas de Baleares.
Tupolev SB-2
“Katiuska”, del ejército republicano
En principio la noticia fue recibida
con extrema alegría en el bando republicano, pues el Canarias era
uno de los barcos más poderosos del bando sublevado, pero casi de
inmediato aquella alegría se diluyó cuando llegó una enérgica
protesta del gobierno alemán, acusando al republicano de haber
bombardeado uno de sus barcos.
Los hecho habían ocurrido cuando la
escuadrilla de Katiuska,
en su vuelo de reconocimiento, creyó descubrir al crucero español
en aguas cercanas a Ibiza. El primer avión lo sobrevoló, dejando
caer sus bombas que fueron al mar. El segundo tuvo mejor suerte, o
peor, no sabemos como interpretarlo pues de sus seis bombas, dos
alcanzaron de lleno al barco que no era el Canarias sino el acorazado
alemán Deutschland,
que fue confundido de manera lamentable.
Una de las bombas impactó en la base
de la chimenea, causando muchos daños materiales e importantes
incendios, aunque pocas desgracias humanas, sin embargo, la otra
alcanzó la proa, sobre el comedor de la marinería. Atravesó el
fuselaje y penetró en comedor, abarrotado por parte de la
tripulación, en donde hizo explosión, produciendo una tremenda
carnicería. Veintitrés marineros resultaron muertos en el acto,
otro murió la noche siguiente y más de noventa resultaron heridos
de diversa consideración, algunos tan graves que murieron en los
días siguientes, aumentando el número total de víctimas hasta
treinta y una.
El Deutschland,
un barco magnífico, el primero de una serie de tres de una clase
completamente nueva llamada “Acorazados de Bolsillo”, estaba
participando en el bloqueo naval al que se sometía el conflicto
español, por tanto, sin participación bélica de ninguna clase.
Gravemente afectado por las dos explosiones y con la gran cantidad de
heridos, se dirigió a toda máquina hacia Gibraltar, donde arribó a
las siete de la tarde del día siguiente.
Acorazado
Deutschland y Crucero Canarias
Todavía se estaba celebrando el
acontecimiento cuando el gobierno republicano, a través de su
Ministro de la Guerra, Indalecio Prieto, recibe una queja de parte
del gobierno alemán, en el que les acusa de haber bombardeado un
barco de observación fondeado a escasas millas de Ibiza.
Tras confirmarse los acontecimientos,
el gobierno republicano se excusó diciendo que los aviones habían
recibido fuego antiaéreo previamente y se habían limitado a
responder al ataque.
Para salvar a Rusia de la posibilidad
de un conflicto con Alemania, se ocultó el hecho de que todas las
tripulaciones eran soviéticas y se falsearon los nombres de los
militares que ocupaban los dos aviones, pero el coronel Lacalle, jefe
de Los Alcázares, posteriormente reveló que el piloto era Nicolai
Ostryakov y el bombardero-observador G. Livinski.
De poco sirvieron las excusas en
aquello momentos en los que Alemania estaba deseando tener cualquier
justificación para entrar en el conflicto.
En el pensamiento del dirigente
alemán, Hitler,
cabía el declarar la guerra al Gobierno de la República y así se
expresaba ante sus colaboradores, los cuales consiguieron convencerle
aunque no disuadirle de dar un escarmiento y de ese modo se ordenó al
acorazado gemelo del bombardeado, Almirante
Scheer, que al frente
de una flotilla compuesta por el Albatros, del que se habló
anteriormente y otros tres destructores, se dirijieran al puerto de
Almería.
El día 31 de mayo, dos días después
del bombardeo del Deutschland,
a las siete y media de la mañana, los buques se despliegan frente a
Almería y comienzan a cañonear la ciudad.
El comandante militar de la plaza,
dirige un comunicado al Ministerio de Defensa en el que se lee
textualmente:
"Sobre las
5,30 de la madrugada fui avisado de que por la parte de Cartagena
venían un acorazado y cuatro destructores de nacionalidad alemana. A
las 5,45 los buques ponían proa hacia este puerto, señalándose una
distancia de 20.000 metros. Los barcos continuaron avanzando y a una
distancia de 12 kilómetros, aproximadamente, observada por telémetro
desde las baterías de costa, rompieron el fuego sin notificación o
aviso sobre la población de Almería, sin perseguir dentro de ella
objetivo alguno concreto, pues sembraron de proyectiles todo el casco
de la ciudad, calculándose unos doscientos los disparos hechos.
La
batería de costa contestó al fuego de la escuadra, la cual se alejó
lanzando una columna de humo. El observatorio de la batería
distinguió perfectamente los colores de la bandera alemana de los
buques agresores.
Estos hicieron
su entrada por Cabo de Gata hasta la altura de Roquetas, donde
viraron para acercarse a Almería, poniéndose en línea de combate y
cruzando la bahía.
Al retirarse lo hicieron también por Cabo de Gata rumbo a Levante. Se han derrumbado varios edificios, habiendo muertos y heridos, cuyo número no se puede todavía fijar. En este momento comienzan las labores de desescombro (...)"
Al retirarse lo hicieron también por Cabo de Gata rumbo a Levante. Se han derrumbado varios edificios, habiendo muertos y heridos, cuyo número no se puede todavía fijar. En este momento comienzan las labores de desescombro (...)"
Fotografía real
del resultado del bombardeo
Durante treinta minutos,
ininterrumpidamente, los cinco barcos alemanes estuvieron cañoneando
la ciudad y tras una pausa de pocos minutos, volvieron a disparar por
espacio de otros diez.
Se produjeron más de doscientos
impactos de obuses alemanes y se contabilizaron, de manera que ahora
parece casi macabra, la misma cifra de muertos que hubo en el
Deutschland:
treinta y uno. Sin embargo el número de heridos fue incalculable.
La atroz represalia alemana, tomada
contra una población civil, ocurrió treinta y tres días después
de que en el norte de España se hubiese producido una acción
similar, como fue el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor,
alemana y la Aviación Legionaria, italiana, hecho este es mucho más
conocido, pero quizás de menos trascendencia que el de Almería, que
estuvo en un tris de provocar un conflicto aún más grave, cuando el
Ministro de la Guerra propuso atacara la flota alemana del
Mediterráneo y el presidente de la República, Manuel Azaña, era
partidario de hacer una declaración de guerra a Alemania, que
finalmente no se produjo por consejo sobre todo de Rusia que en aquel
momento no estaba en disposición de enfrentarse con la potencia
bélica que eran los germanos.
España fue un teatro de operaciones
en donde Alemania, Italia y Rusia, pusieron a prueba la capacidad
estratégica de sus armas, las tácticas militares y muchas otras
cosas que luego les iban a servir en el desarrollo de la gran Guerra
que se avecinaba.
Resulta difícil de creer que la
escuadrilla de Katiuska
saliera a volar sin la presencia de ningún militar español a
abordo, pero es posible que así fuera, por falta de personal
capacitado o por otras muchas razones, pero no es tan fácil de creer
que pilotos soviéticos avezados, confundan el crucero Canarias
con el acorazado Deutschland
que, como se observa en las fotos de arriba, aparte de ser dos barcos
de parecida envergadura, no presentan muchas similitudes, es más,
son bien distintos a los ojos de cualquier militar; si no, observen
las chimeneas, la disposición de la artillería, la torreta
posterior y, sobre todo, que el acorazado izaba la bandera de
Alemania que puede tener un cierto parecido con la española del
bando sublevado, pero nunca confundirse por un profesional del
ejército.
La ausencia de testigos miliares
españoles, permite a los pilotos soviéticos dar la versión que más
oportuna consideren a fin de favorecer sus propios intereses. Lo
cierto es que los españoles pagamos caro el error de unos militares
extranjeros en nuestra guerra, o fue acaso una provocación
perfectamente estudiada y dirigida por el gobierno soviético con el
fin de comprobar la reacción alemana y precisar hasta que punto
estaban los nazis dispuestos a llegar.
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