sábado, 16 de mayo de 2015

UNA CARA DE LA ESCLAVITUD: LA APASIONANTE HISTORIA DE "CÁNDIDA LA NEGRA" -1-


Manuel Pacheco Albalate
Publicado en: Pliegos
 Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
Número 8, año 2006, pp. 39-62
ISSN: 1695-1824

La esclavitud: Reseña Histórica

Mucho se ha escrito, y mucho queda aún por escribir, sobre la esclavitud, pues semejante “trata” siempre ha despertado un sugestivo interés. La historia de la humanidad, independientemente de la cultura de cada pueblo, de las razas que lo constituían, de las formas de gobierno por las que se regían, o de los principios morales en que se apoyaban, siempre contemplaron la explotación del hombre por el hombre. Constantemente, a lo largo de los tiempos, unos seres, los que nos hemos atrevido a definir con el calificativo de “superiores”, han intentando, y conseguido, someter a otros congéneres en provecho propio. Fue la base de la organización económica en la Antigüedad, y ha sido y lo es deplorablemente en la actualidad aunque con otras características y métodos, el emplearse entre los seres humanos “la ley de la selva”, la del más fuerte, la del poderoso que cuenta con más medios, ya sean intelectuales, físicos o materiales, para oprimir, someter o encadenar al más débil en su propio beneficio, considerándolo de su propiedad, disponiendo de su voluntad.

Esclavos fabricando barriles

Esta actitud del género humano, el obrar de semejante modo, motivó que aparecieran dos singulares figuras. La del dueño que ha ejercitado su derecho de propiedad, de poderoso, de gozador y explotador de la situación, de beneficiador de este sujeto material -objeto con alma como se le llamó durante la época colonial americana-; y en el punto opuesto, debajo de él, subyugado a su voluntad, el esclavo, sin más posesión que su fuerza física, sus lamentos, sus marcas a fuego, sus cadenas, su sumisión, su opresión, su cautiverio con la pérdida de la libertad y por tanto el no poder decidir en cada momento que hacer o a donde dirigir sus pasos.

Lo lamentable es que época tras época, siglo tras siglo a lo largo de los tiempos, esta situación ha sido aceptada, tolerada y considerada sencillamente como parte fundamental del sistema socio-económico que imperaba. Las guerras entre pueblos, las hostilidades religiosas entre comunidades, o las simples incursiones en territorios enemigos, fueron motivos para la captura de esclavos con que abastecer las necesidades del mercado de tan lucrativa actividad.

 La etimología del nombre de estos cautivos parece proceder del bizantino, ya que por los años 600 a.C. “sklavos” de la península de los Balcanes en los montes Urales, los eslavos, eran capturados y sometidos para abastecer de mano de obra la colonia griega de Bizancio. Aunque ya con anterioridad hay constancia de esta nefasta y cruel actividad. En Babilonia, en el lejano s. XVIII a.C., en el Imperio asirio antiguo, Hammurabi, en su nombrado Código que reunía las leyes y edictos por las que se regían, y que es el primero conocido de la Historia,  se hacía referencia a como debían de ser marcados los esclavos, al negocio de la compra-venta de estos, y como su valor se asemejaba al de un asno. Sabemos que en Grecia, en el siglo V a.C., fueron dedicados a tareas especiales de la agricultura, con profusión al cultivo de las viñas, creciendo posteriormente la demanda para ser utilizados en las más diversas tareas. Aumentó tanto su comercio que en el siglo II  se consolidó un importante mercado donde se traficaba a diario con unos 10.000 esclavos, que embarcados partían hacía el occidente europeo donde eran demandados. Con la llegada del Imperio romano, y su expansión territorial, la trata de esclavos se acrecentó aún más, siendo dedicados a cultivar los campos con el fin de suplir la falta de mano de obra que la incorporación de los romanos a las legiones produjo. No mejoraron las condiciones de vida estos cautivos, pues sus dueños poseían unos derechos mucho mayores de lo que con anterioridad habían tenido los griegos, incluido el de poder decidir sobre sus vidas. Si el esclavo era anciano, no rendía, y su manutención resultaba elevada con referencia a la labor que desarrollaba, se sopesaba darle muerte para ahorrar costos.

En el Egipto de los faraones, en la India, en China, igualmente también existió el comercio de esclavos. Se les utilizó para labores domésticas, en el comercio, en la navegación, y también en la dura agricultura. Los pueblos prehispánicos de América, los aztecas, los mayas, y los incas, a semejanza de otras culturas, sometieron a pueblos vecinos en beneficio propio, e incluso compraban esclavos, con gran esfuerzo económico, con el fin específico de sacrificarlos en rituales religiosos para agradar a sus dioses.

En este brevísimo repaso de la esclavitud a lo largo de la Historia, la llegada de la Edad Media, el periodo comprendido desde la desintegración del Imperio romano de occidente en el siglo V hasta el siglo XV, en Asia y África la esclavitud cambió poco, y siguió conservando su misma intensidad y dureza. Venecia y Barcelona emergieron como centros importantes de la trata de esclavos, en especial de los musulmanes capturados por piratas y corsarios en el Mediterráneo. Aunque también, en este occidente europeo, la esclavitud fue progresivamente transformándose en una nueva estructura social: la servidumbre que, aunque pudiera parecer que cortó con el pasado y se reconsideraron los valores del esclavo, en el fondo siguió, y continuó, latente el viejo concepto del sometimiento de un hombre a otro. Fue éste el periodo de los regímenes señoriales y las relaciones feudales.

Se pensó que en esta Europa occidental, concluyendo la Edad Media, la esclavitud había desaparecido, sin embargo, como ha estudiado el reputado profesor Domínguez Ortiz, no corresponde esta afirmación a la realidad, manifestando que el siglo XVI fue el momento en que mayor número de esclavos existió en Castilla, unos 100.000, ubicados en las más importantes ciudades andaluzas. Se afirmaba simbólicamente que la ciudad de Sevilla se asemejaba a un tablero de ajedrez, porque en ella había tanto blancos como negros.

Cadena de esclavos en África

No obstante todo lo expuesto, a pesar como hemos visto que la esclavitud se pierde en la memoria de los tiempos, quizás, con carácter general, cuando nos referimos a esclavos, a esclavitud, a su comercio y trata, muchos intuitivamente nos dejamos llevar por la proximidad en el tiempo, y centramos nuestra mente en el comercio negrero de los albores de la Edad Moderna. Es el momento en que son descubiertas las nuevas y extensas tierras americanas, y quienes allí se establecen como colonizadores requieren mano de obra, barata, mucha más de la que los propios indígenas pueden aportar, y buscan, reclutan, someten a personas adaptadas a aquellas condiciones climáticas para que les labren la tierra, les cultiven la caña de azúcar, el café, el tabaco, el cacao, productos demandados por la sociedad europea. Y con el mismo objetivo les compran en los mercados negreros, y les hacen cruzar el océano, para que extraigan los preciados minerales de sus ricas y jóvenes minas, todo con el fin de obtener la riqueza que, en los viajes que habían realizado desde la vieja Europa, esperaban conseguir, y además con rapidez. De aquí que la colonización del Nuevo Mundo haga rebrotar con virulencia el comercio de seres humanos, de negros que son capturados y arrancados de las costas del Atlántico africano para atender las “necesidades” que, en un principio, requerían españoles y portugueses.

Disposición de los esclavos en las naves

Durante cuatro siglos, genoveses, alemanes, holandeses, portugueses, franceses, ingleses, y también algunos españoles, transportaron a América, en las peores condiciones y con el mayor desprecio, un número que osciló entre los 10 y los 15 millones de esclavos. Número difícil de ajustar pues sólo se contabilizaban los que llegaban vivos al final de la travesía, que no era una proporción muy alta con respecto a los que habían iniciado la navegación. De todos ellos, entre 8 y 12 millones, fueron transportados en el periodo comprendido de 1700 a 1850.

Fueron los portugueses los que iniciaron este comercio en gran escala, fundando factorías africanas como la de la isla de Luanda, donde negociaban con negros capturados de la zona con destino a América. Los españoles no participaron activamente en él, limitándose, la mayoría de las veces, a conceder las licencias necesarias para la entrada de “esta mercancía” en sus posesiones de ultramar, hasta el año 1789 en que no fue necesario el “derecho de asiento”  y Carlos III decretó la total libertad de este comercio humano.

(Continuará)


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