viernes, 13 de septiembre de 2019

ILUSTRE, PERO IGNORADO




Es curioso como se puede llegar a retorcer la historia para adaptarla al pensamiento único, o al menos, el de un sector de población dominante.
Lo estamos viendo en Andalucía, donde nombran padre de la Patria a un tal Blas Infante, personaje raro, islamizado, enemigo de Andalucía y amante del Al Ándalus musulmán, que hasta plagio letra y música de lo que hoy es el himno andaluz. Pero era de izquierdas y a falta de otro mejor, ahí lo tenemos.
O con Sabino Arana que da lugar al nacimiento de la Patria Vasca cuyo pensamiento es digno de estudio, por un psiquiatra, naturalmente.
O con Pau Clarís en Cataluña, venerado como un héroe cuando fue el artífice de la pérdida de territorios tan ricos e importantes para Cataluña, como el Rosellón y Cerdaña.
En la actualidad el tema catalán ha sobrepasado todos los obstáculos que la historia le había ido poniendo de una manera tozuda e inmisericorde, mostrando una realidad difícil de retorcer, pero a ellos les ha importado poco. Todos los grandes personajes de la historia han sido catalanes y hasta el reino de Tartessos estaba ubicado en la actual Tortosa.
Shakespeare, Cervantes, Colón y un largo etcétera, fueron catalanes, aunque la sensatez y la historia digan todo lo contrario y no es que me lo esté inventando, lo hemos oído de boca de profesores y formadores de opinión de  Cataluña.
El fanatismo es capaz de convertir en un icono del independentismo a Rafael Casanova, “conceller en cap” de Barcelona cuando las tropas de Felipe V asediaron la ciudad y aunque le dieron la opción de rendirse y salvar la vida de muchos españoles, se resistió y convirtió la ciudad en un baño de sangre.
Pero, además, es que no luchaba Casanova por el independentismo de su Cataluña, no, lo hacía por su admirado Archiduque Carlos, pretendiente al trono de España, frente a Felipe de Anjou, coronado como Felipe V.
Pero retuercen el brazo de la historia y lo admiran como un héroe nacional y en todas las “Diadas”, le hacen ofrenda de flores, que este año se ha visto amenizada por el Himno de España.
Si damos un repaso a la historia catalana, en el lado del independentismo encontramos pocas heroicidades y algunas de más que dudosa factura, sin embargo sí que han existido personajes de talla luchando por la corona de Aragón a la que siempre perteneció Cataluña y mas tarde por España.
Pero esos seguramente que no eran catalanes de verdad, serían lo que ahora llaman “charnegos”, un término despectivo usado para referirse a los inmigrantes que no hablan catalán, es decir, gente despreciables del resto de España, que acuden a su tierra para enriquecerse.
Pero no; el personaje de esta historia no era un “charnego”, es un hombre de enorme talla moral y militar y además, catalán por los cuatro costados.
Su nombre es Ramón Floch de Cardona i Anglesola, barón de Bellpuig. Perteneciente a una rama del principal linaje de Cataluña que encabezaban los duques de Cardona, nació el día cuatro de julio de 1467 en Bellpuig, provincia de Lérida, hijo de Antonio Folch y Castellana Requesens.
La influencia de su familia era tan notable que el joven Ramón pasó su adolescencia en la corte de los Reyes Católicos, lo que influyó posteriormente en su refinada educación y su actitud siempre caballeresca, además de conservar durante toda su vida la costumbre de expresarse exclusivamente en castellano, idioma que consideraba mucho más trascendente que el catalán que era hablado solamente en los entornos rurales, mientras que con el castellano se entendía a la perfección en todas las tierras de la Península y en varios territorios de ultramar, como Italia o la costa norteafricana. Más tarde en todo un imperio.
Ya con dieciséis años aparece como asistente a las Cortes de Tarazona, que convocó el rey Fernando el Católico en 1484 y a las que debían concurrir las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia para tratar, sobre todo, de frenar el avance francés por el norte de Cataluña.
Aunque era para defender sus territorios, los catalanes se negaron a asistir y los valencianos por solidaridad, se dieron la vuelta cuando estaban a mitad del viaje.
Visto desde el lado de la monarquía española, el que los paisanos de Ramón Folch no quisieran comprender el peligro que desde Francia se les venía encima y no aceptaran ni siquiera la posibilidad de debatir en Cortes temas tan importantes, no debió de parecer muy acertado, así que Aragón sin auxilio de otras regiones movilizó un pequeño grupo de caballería, para enfrentarse a los invasores.

Retrato a plumilla de Ramón Folch

Pero Folch estaba decididamente del lado de su rey Fernando, iniciando una brillante carrera militar que va dando frutos y promocionando al protagonista.
Habiendo optado por la mar, pronto alcanzó cargos importantes en la escuadra de galeras reales y cuando el ya unificado reino de España se lanza decididamente a la conquista de Italia, participa en las tareas navales de apoyo a los tercios del Gran Capitán, al iniciar éste las campañas para la conquista de Nápoles en los años 1502 y 1503.
Por esa fecha era general de las galeras reales y junto con otro catalán, Bernat  Villamarí, participó en el sitio de Gaeta.
Esta es una ciudad al norte de Nápoles de mucho valor estratégico, pues está en un cabo que domina dos bahía a medio camino entre Roma y Nápoles.
Desde entonces su labor es incesante y lo mismo hace incursiones en el norte de África, castigando piratas bereberes que es elegido por el rey Fernando para que sea su flota la que lo trasladase a Italia.
En Nápoles, toda la nobleza catalana se reúne con el rey y de aquella reunión, además de muchas cuestiones militares, políticas y económicas, sale un matrimonio: el del Ramón Folch con Isabel de Requessens, familia de su propia madre y también perteneciente a la poderosa familia Cardona.
El matrimonio le confiera una mayor autoridad en la corte aragonesa y el rey Católico lo nombra en 1507 virrey de Sicilia.
Fue en un nombramiento corto, pues dos años después es nombrado virrey de Nápoles, lo que suponía a la vez ser el jefe supremo de los ejércitos de la Liga Santa que era una especie de todos contra Francia, país emergente y deseoso de ampliar sus fronteras anexionándose todo el norte de Italia.
Eran momentos convulsos y los intereses de España estaban muy comprometidos al lado del papa y los llamados Estados Pontificios, mientras que otros componentes de la Liga, cambiaban de bando con suma facilidad.
Así, Venecia se pasó al lado francés y Ramón Folch y su ejército no dudaron en sitiar la ciudad y tras intenso cañoneo, tomarla.
Muerto el Rey Católico, fue mantenido en el cargo de virrey por el emperador Carlos V y siguió dirigiendo los ejércitos de la Liga hasta 1515, en que volvió a Nápoles, una vez calmada toda la situación bélica en Italia.
A partir de 1521, su salud empieza a resentirse y por fin al año siguiente fallece, recibiendo todos los honores como virrey de España.
Tras su fallecimiento, su esposa Isabel encargó al célebre escultor renacentista italiano Giovanni Merliano da Nola que esculpiera un mausoleo en mármol de Carrara, en el que sería enterrado y así fue, pero no en Nápoles, sino en Bellpuig, su pueblo natal, concretamente,  y allí se encuentra, en la iglesia parroquial de San Nicolás.
Una vez concluida la obra, fue traslada por piezas hasta Bellpuig instalándose primero en el convento de San Bartolomé que ella misma había creado.
Mediado el siglo XIX, con sus convulsiones políticas, todo el mausoleo fue trasladado a su actual ubicación.
Sin duda alguna que Ramón Folch no será nunca ensalzado en Cataluña como un personaje ilustre, porque, obviamente, no pertenecía a filas nacionalistas, ni estaba de otro lado que el de su rey, primero de Aragón y después de España. Defendió y engrandeció el imperio y eso el catalanismo no lo perdona. Es mucho más importante y constructivo para la falsedad histórica del nacionalismo catalán, defender a quienes traicionaron hasta a su propio pueblo.
Es más fácil inventar la historia que construirla.


Mausoleo de Ramón Folch en Bellpuig

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