Solamente
por el enorme desconocimiento que se tiene de la historia de España, me puedo
explicar cómo es que el independentismo catalán no rinde culto a este personaje
del que hoy voy a escribir.
En el año
1421 nacía en la ciudad vallisoletana de Peñafiel, Carlos de Trastámara y
Evreux, más conocido en la escasa historia que sobre él trata, como “El Príncipe
de Viana”.
Su padre
era Juan de Trastámara, segundo hijo del rey de Aragón Fernando I, al que
sucedió su primogénito conocido como Alfonso V, El Magnánimo.
Es con
este rey que se entronca en una misma persona las casas reales de Aragón y de
Castilla, pues Alfonso era nieto de Leonor de Aragón y de su esposo Juan I de
Castilla.
Alfonso
murió en 1458 sin descendencia y esto hace que le suceda en el trono de Aragón
su hermano Juan que reinó como Juan II.
La madre del
príncipe Carlos era Blanca de Evreux, once años mayor que su padre, por aquel
entonces infante de Aragón y que reinaría en Navarra como Blanca I.
Aquel
matrimonio no tenía más finalidad que recuperar la alianza entre la corona de
Aragón y el reino de Navarra, rota desde el momento en que Blanca enviudó de su
primer marido, también perteneciente a la familia real aragonesa y en aquel
entonces, rey de Sicilia, Martín el Joven.
El nuevo
matrimonio se ha pactado con la condición de que el primogénito de aquella
unión reinase sobre Navarra.
Cuando
tenía siete años fue jurado por las Cortes de Navarra como Príncipe de Viana,
título que su abuelo materno, Carlos III, el Noble, instauró para él, siendo
apenas un niño de tres años y como heredero del trono de Navarra.
Pero la
reina Blanca murió cuando su hijo y futuro rey tenía veinte años y un padre
ambicioso convertido en rey consorte de Navarra y príncipe de Aragón que no
estaba dispuesto a cumplir los extremos plasmados en el acta matrimonial,
mientras que su hijo reclamaba sus derechos sucesorios, tal como estaban
estipulados.
A su vez
el príncipe Carlos inclina sus gustos más hacia lo humanístico que lo bélico,
aunque había tenido una educación muy compensada en todas las facetas de la
vida de un futuro rey.
En las
capitulaciones matrimoniales se había incluido una disposición, aceptada por la
princesa Blanca, según la cual para que su hijo reinase debería obtener el
consentimiento de su padre.
Se inicia
aquí un agrio y largo enfrentamiento entre padre e hijo, en el que interviene
incluso la corona de Castilla que envía a su condestable, Álvaro de Luna, con
un fuerte ejército para apoyar las reivindicaciones del príncipe Carlos. El rey
consorte Juan, una vez viudo no piensa renunciar a la corona que no le
pertenecía y que sí correspondía a su hijo Carlos, pero no da el plácet para
que éste sea coronado, compensándole con el nombramiento de lugarteniente
general del reino.
El hijo,
de carácter poco belicoso, acepta el nombramiento con la esperanza de que en
algún momento la situación se pueda revertir, aunque también es probable que lo
aceptase por su escaso afán de enfrentarse a su padre. Pero había dos bandos
enfrentados en Navarra: Beaumonteses y Agramonteses.
Los
primeros, descontentos con esta medida empezaron a acercarse al bando del
Príncipe de Viana y tenían el apoyo de Castilla. Los agramonteses se oponían al
príncipe y estaban apoyado por Aragón y por Francia.
A la
muerte de Alfonso V, el padre accede al trono de Aragón, dándole mayor fuerza
en el conflicto que se desvía hacia toda la cuenca del Mediterráneo, donde la
corona de Aragón ejerce su hegemonía y principalmente hacia Valencia y
Cataluña.
El rey
viudo contrae un nuevo matrimonio con Juana Enríquez, hija del almirante de
Castilla, matrimonio de conveniencia para restar poder al condestable Álvaro de
Luna, deseoso como estaba de intervenir en los asuntos de Aragón y Navarra.
De este matrimonio nacerá el príncipe Fernando
que al correr los años se convertiría en el Rey Católico, que por tanto era
hermanastro menor de Carlos y treinta años menor.
En esas
muere Alfonso V, rey de Aragón y su padre se convierte en el nuevo rey Juan II.
El reino
de Navarra empieza a ver con malos ojos lo que está ocurriendo en su trono y
comienzan hostilidades contra el consorte, en apoyo de su hijo, el verdadero
heredero del trono.
Entonces
el padre, en una rabieta, deshereda a Carlos y nombra heredera del trono a
Leonor, hermana menor del príncipe.
Escudo del Principado de Viana que actualmente ostenta la Princesa Leonor
Y mientras
en la corona de Aragón ocurren estas cosas, Cataluña que ha venido repuntando
en feudalismo, cuenta con una nobleza tremendamente fuerte que solo tiene un objetivo,
el mismo desgraciadamente que el que existe en estos tiempos y que no es otro
que conseguir la independencia del reino de Aragón.
Así, en la
confrontación padre e hijo, la aristocracia feudal catalana toma partido por el
hijo que se convierte en el líder de aquella aristocracia que gobierna en las
instituciones del país catalán.
Esta
aristocracia feudal catalana, además del poder político, tiene la propiedad de
casi todo el territorio y por ende la única fuerza militar capaz de oponerse a
la corona de Aragón.
Las causas
de su descontento son las de siempre: “España nos roba”; no aceptan las
reivindicaciones sociales del campesinado que vive en régimen de casi
esclavitud y sobre todo, el poder que va adquiriendo el rey aragonés Juan II,
tanto en la península como en el arco mediterráneo.
La fuerte
aristocracia catalana, consigue doblar el brazo real y le arrancan el
nombramiento del príncipe Carlos como lugarteniente de Cataluña, lo mismo que
lo era de Navarra.
Pero las
cosas no van a salir como los catalanes quieren, porque ese nombramiento lo
convierte en reforzado heredero del trono y su madrastra, Juana Enríquez no
está por la labor.
Los
catalanes ven en Carlos a su príncipe salvador, pero ni era un verdadero
príncipe ni tenía intenciones de salvar a nadie, como no fuera a sí mismo y por
supuesto no entraba en sus cálculos apoyar a Cataluña a conseguir su
independencia de la corona.
Más bien
él se veía como el heredero que habría de unificar en una sola dinastía todas
las tierras de extenso valle del Ebro, unido a las tierras norteñas catalanas.
Su ideal estaba muy cerca de lo que había sido la provincia romana de la
Tarraconense.
Pero desde
la temprana muerte de su madre, sus deseos se fueron diluyendo y el nuevo
matrimonio de su padre acabó de apuntillarlo, porque su madrastra ya había
parido un varón al que quería ver en el trono aragonés.
Carlos se
convirtió en un escollo más para los planes de Juana, no se sabe si apoyado por
su marido, el rey, aunque esto es muy probable, dada la permanente confrontación
revestida de tensa calma existente entre padre e hijo.
Lo que
ahora se dibuja tan idílico como el extender los “Países Catalanes” a la región
de Valencia y Baleares, entonces reinos, no era así, ni mucho menos.
Valencia
se une a Aragón, frente a Cataluña, que desea convertirse en una República
independiente, siguiendo el modelo de algunas pequeñas repúblicas italianas.
Cuando ya
la confrontación paterno filial no tiene solución el rey decide dar un golpe de
mano y el dos de diciembre de 1460, mientras se celebraban cortes en Lérida,
ordena el arresto de su hijo, que inicia un periplo por ciudades en las que
estuvo preso en los tres meses siguientes.
En este
tiempo los catalanes se pusieron en pie de guerra contra el rey acusándole de
impedir los derechos sucesorios del príncipe y de beneficiar descaradamente a
su otro hijo, Fernando.
En vista
de que todo parecía abocarse hacia una guerra civil, el rey puso en libertad al
príncipe que fue recibido como un héroe, cosa de la que distaba de la realidad,
pero su salud se había deteriorado mucho en aquel corto espacio de tiempo,
nunca había sido un muchacho saludable y fuerte, pero el deterioro sufrido no
presagiaba nada bueno.
Sobre este
particular se ha especulado mucho y aunque la creencia oficial es de que
padecía tuberculosis, a raíz de los síntomas que los cronistas describen,
también se ha dicho de la participación de la reina Juana en su desenlace
final, envenenándole lentamente para conseguir que su hijo Fernando accediese
al trono.
Lo cierto
es que el 23 de septiembre de 1461 fallecía Carlos en Barcelona.
Su muerte
sirvió de bien poco, pues continuó el conflicto navarro y los catalanes se
prepararon para una guerra civil que duraría diez años.
Lo único
positivo de tan desdichado personaje es que su muerte propició el acceso al
trono de Fernando, que más tarde sería El Católico, el cual contrajo matrimonio
con la joven e incierta heredera de Castilla, cuyo matrimonio estaba concertado
para Carlos y que se capituló nuevamente para el ahora heredero.
Ese
matrimonio real, ha sido, ciertamente, uno de los más fructífero de la realeza
española y a raíz del cual, hemos llegado, con dificultades, pero superando
obstáculos, a nuestro estado actual.
Con la muerte de Carlos, el príncipe Fernando no heredó lógicamente
Navarra, único reino que siguió independiente tras la reconquista, pero por
fin, tras ocho siglos se consiguió la reunificación.
Buen repaso a una parte importante de nuestra historia...
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