viernes, 24 de julio de 2020

TRIO DE VARONAS




Pensar que toda la atención que se dedica a las mujeres es cosa de nuestros días, es no conocer la realidad; y creer que la mujer puede entrar en la historia por haber sido nombrada a dedo para un cargo público, o por acceder al tálamo de un político, es también equivocado.

En días previos a la Guerra Civil española, la prestigiosa revista Blanco y Negro publicaba un artículo que llevaba el nombre que yo he copiado. En él se trataba la vida de tres mujeres singulares, una de ellas muy conocida, Agustina de Aragón y otras dos mucho más desconocidas: Antona García y María Sarmiento.

De la primera, Agustina Saragossa Domenech, que ese era su verdadero nombre, está todo contado. Es quizás el personaje femenino más ensalzado de todo nuestro elenco y muy merecidamente tiene su lugar preeminente en la Historia.

De las otras dos no se puede decir lo mismo, aunque el creciente auge en la producción de vinos, ha popularizado el nombre de una de ellas.

La ciudad de Toro, en la provincia de Zamora, fue durante toda la Edad Media  y buena parte de la Moderna, una ciudad de importancia capital. Construida en la margen derecha del Duero fue lugar de muchos acontecimientos importantes de nuestra historia. Desde tiempo inmemorial la vega del Duero ha producido vinos de excelente calidad, pero en los últimos veinte años el panorama productivo se ha ensanchado mucho y han aparecido nuevos vinos más suaves y apetecibles como el que lleva el nombre de una de nuestras heroínas: Antona García.

Había nacido en Toro en una fecha sin concretar del año 1425 en el seno de una familia perteneciente a lo que entonces se llamaba “pueblo llano” que era un colectivo formado por la burguesía de las ciudades y el campesinado del medio rural.

Aparte de la labranza de la tierra, en su seno se contemplaban oficios artesanales y actividades comerciales, mercantiles, etc.

Aun siendo de baja extracción, Antona contrajo matrimonio con Juan de Monroy, hijo natural de un noble de la época y con el que tuvo cinco hijos.

Reinaba en Castilla Enrique IV, apodado “el Impotente”, al que no se le veía posibilidad alguna de tener descendencia, por lo que muchos nobles castellanos pensaban y defendían que le sucediera su hermanastro Alfonso, como así fue durante casi tres años, pero al morir éste prematuramente y muy probablemente envenenado, esa nobleza se decantó por la también hermanastra Isabel, que a la postre sería la que ocupó el trono.

Sobre la particularidad de estos acontecimientos puede tener más información en mi artículo publicado en 2013 que se puede consultar en este link: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/search?q=%C2%A1A+tierra%2C+puto%21

Casi al final de la vida de Enrique IV, venía al mundo una niña, parida por la esposa del rey, a la el pueblo conoció como Juana “la Beltraneja”, por considerarla hija adulterina de la reina y de Beltrán de la Cueva, militar y noble muy apreciado en palacio.

Esta situación dio lugar a la Guerra de Sucesión de Castilla, entre partidarios de Isabel y los de la Beltraneja.

Juan de Monroy y su esposa, Antona, abrazaron el bando de la Beltraneja y por el lucharon con ahínco hasta comprender que todo estaba perdido.

El uno de marzo de 1476 se celebró la decisiva batalla de Toro entre los dos bandos, encabezados por la reina Isabel I y su esposo, Fernando de Aragón, que defendía su corona y Alfonso V de Portugal que defendía los derechos de la Beltraneja, a la sazón sobrina suya, por ser hija de su hermana Juana de Portugal.

La batalla tuvo dos campos de acción perfectamente definidos uno de los cuales fue notoriamente favorable a Isabel y Fernando y el otro algo más dudosamente a favor del príncipe Juan, hijo de Alfonso V de Portugal.

A pesar de su resultado incierto al final supuso la consolidación de Isabel como reina de Castilla.

Lógicamente, tras el cariz que tomaban los acontecimientos, la ciudad de Toro, ocupada por tropas portuguesas, que era pieza clave en la contienda y que permanecía fiel a la Beltraneja, inició un desplazamiento de bando al ver que la balanza se inclinaba hacia el lado contrario y algunos de los más poderosos hombres de la ciudad empezaron a contemplar la posibilidad de abrir la ciudad a las tropas de Isabel.

Entre estos disidentes se encontraba el esposo de Antona, Juan de Monroy y la propia esposa, así como otras personas influyentes que hacían todo lo contrario que se hace en el asedio de una ciudad, como era socorrer a los sitiadores de los que sabían pasaban grandes calamidades por falta de suministros. Así, les hacían llegar alimentos, pan y el famoso vino de Toro, a través de un pastor llamado Bartolomé que conocía todos los vericuetos para entrar y salir de la ciudad y que iba a indicar a los castellanos los puntos por los que podrían asaltar la ciudad.

Pero llegados a oídos portugueses, el jefe de la guarnición, el conde de Marialba, ordenó la detención de Monroy, Antona y varios conjurados más.

Mientras su marido consiguió escapar ayudado por Bartolomé, el pastor, Antona y sus cómplices fueron detenidos y el 9 de agosto de 1476, el conde de Mariblanca ordenó su ejecución, los cuales por pertenecer todos a la hidalguía, fueron ahorcados, pero Antona que era hidalga por matrimonio, no tuvo esa consideración y se la ajustició por “garrote vil”, el sistema empleado para los villanos, atada a la reja de una ventana de su propia casa.

Poco duró la resistencia de la ciudad y el 19 de septiembre las tropas castellanas entraron en Toro, donde la reina Isabel, al conocer con detalles los hechos ocurridos, mandó pintar de dorado la reja en la que Antona fue ajusticiada y por real orden de privilegio, concedieron para los cinco hijos de la fallecida y sus familiares, la exención de pagar tributos y el privilegio de hidalguía.

Antona fue enterrada en la iglesia de San Julián de los Caballeros y allí reposa.

 

Iglesia de San Julián de los Caballeros


El conocimiento de la tercera varona me llegó a través de un querido amigo y tocayo que me habló precisamente de su marido, personaje zamorano y toresano para más detalle, llamado Juan de Ulloa, al que apodaban “el Malo” y “el Trasquilao”.

Juan de Ulloa era, durante el reinado de Enrique IV, es decir, en la misma época que los anteriores personajes, alcaide del castillo de Zamora, pero eso de pertenecer a un estamento militar y a la baja nobleza castellana no le ofrecía impedimento alguno para dedicarse al pillaje y saqueo de toda la región, en beneficio propio y al frente de una tropa de forajidos.

A tanto llegó su vileza que las autoridades, encabezadas por el Mariscal de Castilla, Diego de Valencia, hubieron de ir contra él derrotándolo en combate.

Pero fuertemente apoyado debía estar el de Ulloa, señor de Villalonso que tras su derrota sigue conservando sus privilegios e incluso es nombrado alcaide del castillo de Toro, donde se afinca con su mujer, María Sarmiento, de la que le podría venir su situación preeminente, pues era hija del que fuera repostero del rey Juan II.

Al iniciarse la Guerra de Sucesión, ambos toman el bando de la Beltraneja y cuando las tropas de Isabel consiguen entrar en Toro, con la ayuda de la varona de la historia anterior, el Trasquilao desaparece. Se le da por muerto y es María Sarmiento quien durante un mes defiende el castillo de Toro, único bastión que queda frente al ejército de Isabel y no es hasta que consigue un perdón real para ella y sus hijos, así como seguir manteniendo el señorío de Villalonso y su castillo, cuando rinde la fortaleza.

Como se ve, María y Antona fueron primero del mismo bando, pero los acontecimientos las colocaron como grandes rivales y ambas entraron a formar parte de la leyenda zamorana que se refiere a la defensa y la toma de la ciudad de Toro.

Quizás no fueran tan importantes sus acciones como fundamentales fueron las defecciones de sus ambos esposos, más preocupados por salvar sus vidas que por defender el honor de la familia y sobre todo, capaces de dejar a sus mujeres solas ante situaciones tan comprometidas.

5 comentarios:

  1. La mujer, siempre ha sido importantisima a lo largo de la historia...

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  2. Tu, como siempre, bien documentado relato historico, no viene sino a confirmar junto con abundantes hechos de semenjate cariz a lo largo de la Historia, que los "nuevos adalides del feminismo", no son mas que unos impostores oportunistas que pretenden imponer en la sociedad un enfrentamiento entre sexos, que no genero como le han dado en llamar, pues el genero de hombres y mujeres es el genero humano y ello, con no se que oscuros fines pues los sexos nunca pueden ser antagonicos sino complementarios y esto lo hacen en un momento en que la mujer está recuperando por si misma y sin necesidad de incalificables leyes de cuotas, una absoluta igualdad de derechos y una relevancia en realacion a la valia de cada una, exactamete igual que los hombres como, ademas, no puede ser de otra forma.

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  3. La historia demuestra que la mujer puede brillar tanto como el hombre (desde Cleopatra a Marie Curie la lista es larga). El cupo viene a desmerecer el esfuerzo de todas ellas favoreciendo solo aquellas mediocres que sin merecerlo aspiran a los mismos honores y justifica a aquellos otros que consideran que las diferencias entre géneros en el hombre se extiende a otros campos distintos a los meramente físicos de los cuales solo añadiré (como dicen los franceses) “viva la diferencia”.

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  4. Igualito que la del tálamo de Galapagar. GIR.

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