En 1894 un cronista napolitano llamado Fabio Colonna hizo un descubrimiento terrorífico. En la casi olvidada capilla de Sansevero, de Nápoles que había sido propiedad de la familia principesca de Di Sangro, aparecieron dos cajas de madera que contenían dos esqueletos humanos con sus vísceras blandas y sus venas momificadas, más bien petrificadas, pertenecientes a un hombre y una mujer, que presentan unos rostros con expresión de terror que asustan nada más mirarlos.
Se veía claramente que eran obra humana y rápidamente se pensó en un personaje lúgubre y macabro que vivió en el siglo XVIII y que, perteneciendo a la familia titular de la capilla, había sido conocido como Raimondo di Sangro.
Conocido también como Príncipe de Sansevero, nació el año 1710 en el seno de una poderosa familia napolitana. Su madre murió a los pocos meses y su padre, viudo joven y príncipe poderoso, cometió tantos desmanes sexuales que finalmente fue expulsado de Italia, así que, con poco más de un año, Raimondo fue confiado a la tutela de su abuelo, iniciando a la edad adecuada sus estudios sobre literatura, geografía y artes caballerescas, tan al gusto de la época.
Muy pronto, sus preceptores descubrieron que tenía una mente prodigiosa e impulsaron a su padre y su abuelo a enviarlo al Colegio Jesuita de Roma, la escuela más prestigiosa de la época, donde completó su formación en filosofía, lenguas, ciencias naturales, hidrostática y arquitectura militar. Llegó a dominar ocho idiomas y con apenas veinte años, había completado sus estudios, trasladándose a vivir a Nápoles, donde residió en el palacio de Sansevero.
Se casó con su prima Carlota, riquísima heredera con la que se sabe que tuvo un hijo, Vicenzo.
Fue amigo personal del rey de Nápoles, que posteriormente sería Carlos III de España, el cual lo distinguía con su amistad y numerosas condecoraciones.
Raimondo inventó un dispositivo hidráulico completamente innovador y un arcabuz que no usaba mecha para iniciar el disparo, sino aire comprimido, construyendo un ejemplar que regaló al su amigo el rey. También inventó un cañón mucho más ligero de peso y de mayor alcance. Según su biógrafo, el arma estaba hecha de una aleación especial muy ligera y resistente, cuya composición no se supo nunca.
Y es que trabajar en laboratorio era la pasión de Raimondo, considerado como un experimentado alquimista que no buscaba la piedra filosofal, sino la posibilidad de volver a la vida a los seres fallecidos. A pesar de sus buenas intenciones, no se tienen noticias de que en este campo hubiera obtenido ningún éxito.
Construyó un carro anfibio capaz de trasladarse sobre el mar al convertir sus ruedas en paletas impulsoras, con el que se paseaba todos los domingos, ante la expectación de la ciudadanía.
Inventó, así mismo, una cera vegetal que se comportaba como la cera de abejas, una seda, también vegetal y con idéntico comportamiento y con esta seda produjo un papel muy especial, como los que se elaboraban en China.
Si bien no conseguía que nadie regresara del mundo de los muertos, si que es cierto que empezó a adquirir fama como sanador cuando en 1747 salvó al Príncipe de Bisignano de lo que los médicos pronosticaban como muerte segura, así como la de alguna otra personalidad de la época, casos sobre los que existen testimonios médicos de la recuperación de los pacientes.
En una revista de Florencia publicó un descubrimiento que había realizado de manera accidental, cuando experimentaba en su laboratorio. Consistía en una sustancia inflamable que una vez encendida había seguido ardiendo durante meses sin que experimentara ninguna disminución en su peso. Lo llamó La Luz Perpetua y se abstuvo de notificar cual era su composición, aunque reconoció que entre otras sustancias contenía una extraída de los huesos del cráneo humano.
Este invento ha sido muy discutido y la ciencia no lo reconoce como tal, existiendo algunos científicos de la ápoca que pensaron que Raimondo hacía una referencia esotérica, más que una divulgación científica, porque ya, sobre toda su personalidad, pesaba más el aspecto hermético.
Dejando para el final la historia de los dos esqueletos con vísceras y venas hallados en la capilla de Sansevero, es de reseñar que dicha capilla es de una belleza extraordinaria y actualmente está convertida en museo, y es uno de los más visitados de Nápoles.
En ella y entre las muchas y valiosas piezas existentes, nos encontramos una obra casi única. Se trata del Cristo Velado, una escultura en mármol de un Cristo fallecido y cubierto por un lienzo, a través del cual se puede observar toda la anatomía y las facciones del yacente.
Detalle de la capilla y el Cristo Velado
La obra se realizó por indicación de Raimondo quien primero se la encargó a un famoso escultor de la época, Antonio Corradini, el cual murió al poco tiempo habiendo realizado solamente la maqueta de la obra en terracota.
En vista de la situación, di Sangro se la encargó al escultor Giuseppe Sanmartino, que sin respetar la idea de su antecesor creó una obra de arte digna de toda admiración.
La obra se terminó en 1753 y fue inmediatamente objeto de admiración general. La complejidad de obtener una “transparencia” inducía a pensar que toda la obra no podía ser una sola pieza de mármol y la fama de alquimista del mecenas, impulsaba esa idea. Se decía que en sus muchos experimentos, di Sangro había encontrado la forma de ablandar el mármol y que así habían podido trabajarlo con la perfección que se apreciaba y en cuanto al velo, era un velo real extendido sobre la escultura y que habría sido tratado con alguna de las sustancias misteriosas que el alquimista usaba para convertirlo en mármol.
Investigaciones científicas realizadas sobre la escultura demuestran que el velo forma parte de la pieza de mármol sobre la que está esculpido el Cristo y el conjunto es producto exclusivo del arte y no de practicas alquimistas.
Sin embargo, lo de ablandar el mármol, como también se dijo de las piedras graníticas de las pirámides o las construcciones incas, es algo que muy posiblemente pasadas civilizaciones conocieron.
Pero la pieza magna de la capilla de Sansevero son las dos “máquinas anatómicas” descubiertas a finales del siglo XIX.
Las llamadas Máquinas anatómicas
Dentro de dos esqueletos, masculino y femenino, se encuentran vísceras blandas, corazón, páncreas, hígado…, más que momificados, petrificados y todo un entramado de venas y arterias mostradas con una precisión y conocimiento anatómico extraordinarios.
De inmediato se adjudico a Raimondo aquel sombrío descubrimiento y se supuso que aquellos esqueletos pertenecían a dos personas a las que el príncipe habría sometido a una prueba realmente cruel y macabra.
Ya habían pasado cien años desde la muerte de di Sangro, por lo que todo lo que en ese momento se asegurase no pasaba de ser meramente especulativo.
Así, se supone que di Sangro utilizó en su experimento a dos personas vivas, a las que introdujo en el torrente sanguíneo una solución a base de metales pesados, posiblemente mercurio y alguna otra sustancia que el corazón de ambos fue bombeando y distribuyéndola por toda la red de venas, arterias y capilares, que se iban petrificando, lo mismo que las vísceras que recibían dicha sangre.
Lógicamente, para que el corazón bombeara la sangre, las dos personas debían estar vivas y soportando un proceso que debería ser largo y muy doloroso, lo que explica la expresión de pavoroso sufrimiento que muestran hasta que se produjera la muerte al petrificarse la sangre.
No se sabe quienes eran las personas que padecieron este doloroso experimento, aunque se supone que debían ser sirvientes suyos a los que obligara a participar, o esclavos que comprara para tal fin.
Como siempre suele ocurrir, frente a la evidencia de las dos momias, han surgido voces más o menos acreditadas desmintiendo la veracidad de tales momias y aduciendo que son objeto de taller, creados con cera y seda, como la que Raimondo había inventado, pero todos han coincidido que los esqueletos son auténticos y la posibilidad de crear un entramado de venas y arterias como las que presentan las dos “máquinas anatómicas” es más difícil de conseguir que la transparencia del mármol en la escultura de Cristo Velado.
Raimondo di Sangro falleció en 1771 en Nápoles y su hijo se deshizo de todas las pertenencias de su padre.
Actualmente la capilla de Sansevero pertenece a la familia napolitana d’Aquino y está convertida en museo.
Asombroso y maquiavélico relato!
ResponderEliminarinteresante articulo
ResponderEliminarJdr con Raimundo!
ResponderEliminarInteresantísimo y sorprendente articulo
ResponderEliminarGracias José María