viernes, 27 de enero de 2017

¿QUÉ SE PERDIÓ EN ALEJANDRÍA?



En un programa de radio de hace ya varios años, el locutor le preguntó a un invitado por qué se añoran tanto los conocimientos perdidos en la Biblioteca de Alejandría, a lo que el invitado respondió que, precisamente por eso: porque se han perdido.
Y se ha perdido para siempre, sin posibilidad alguna de recuperarlo, el noventa y cinco por ciento de los escritos, códices, grabados y demás documentos que en aquella época ya tenían tres mil años de antigüedad.
Es decir, apenas se conserva un cinco por ciento del saber acumulado en aquella Biblioteca, una cantidad completamente irrisoria y que, no obstante, da buena muestra de los conocimientos que se llegaron a poseer.
Por fortuna, sí que se han conservado, porque nunca estuvieron en aquella Biblioteca, las múltiples crónicas que escribieron los hombres de ciencias, geógrafos, historiadores y eruditos en general, que estudiaron y trabajaron en aquella famosa cantera del saber y de la investigación.
Por eso han llegado hasta nosotros referencias a tratados sobre materias tan diversas, que de haberse conservado, la visión del mundo, de la historia, de la civilización, de la ciencia, tendría que ser forzosamente revisada. Un claro ejemplo es la obra de Beroso el Caldeo, un sacerdote babilónico de principios del siglo III antes de nuestra Era, que es famoso por haber escrito una obra llamada “Babiloniaka”, una Historia de Babilonia, escrita en tres libros y en lengua griega, que no era su legua madre y en la que, al parecer, no era muy versado.
Beroso era el sacerdote principal del templo del dios supremo Marduk , lo que le daba acceso a los archivos restringidos que en abundancia contenía aquel culto.
Habría sido un erudito en varias ramas del saber como la astronomía y la astrología, ciencias que cultivó y que se sabe por referencias a obras suyas que han hecho otros hombres ilustres, como el historiador Flavio Josefo, que narra que en los tratados de Beroso se hablaba de un extraño ser, mitad hombre, mitad pez, que instruye a los primeros pobladores de Mesopotamia sobre las formas en que se han de hacer las cosas.
También dejó una lista de reyes anteriores al diluvio que los historiadores modernos consideran como mitológica, pero que a Josefo le parecía más que verdadera.
Además, se perdieron con aquella Biblioteca, los escritos del mayor inventor de la antigüedad: Herón de Alejandría, un personaje abandonado en la historia al que nunca se le ha dado el trato que realmente se merece.
Hoy se considera que Herón era un ingeniero y un matemático, apasionado por la mecánica que descubrió, sin saberlo, el principio de “acción reacción” y eso, muchos siglos antes de que Isaac Newton formulara, en 1687, las tres leyes que le hicieron famoso, la tercera de las cuales dice que toda fuerza aplicada a un punto de un cuerpo, crea una reacción de la misma magnitud, pero de sentido contrario.
Eso es lo que descubrió Herón con una simple máquina de vapor que consistía en una esfera sujetada por un eje central y en la que se habían colocado en su parte superior un codo hueco y en la inferior otro igual, pero con la salida en dirección contraria. La esfera llena de agua era calentada y cuando el vapor comenzaba a salir, la esfera giraba sin parar.

La máquina de Herón, conocida como “Eolípila”

También estudió el comportamiento de los líquidos y de la presión del aire, inventando un artilugio conocido como “La fuente de Herón” que aún se enseña en clases de física.
Pero quizás en lo que este inventor avanzara más, con respecto a su tiempo, es con un texto titulado “Los autómatas”, considerado actualmente como el primer tratado sobre robótica, aunque solamente nos han llegado referencias.
También habló de la forma de propagarse la luz, de cuya naturaleza no se tenía ni idea, construyó lo que hoy podría ser un teodolito, para mediciones terrestres y desarrolló la famosa Formula de Herón, por la que se conoce la relación que existe entre los lados de un triángulo y su área.
Otra de las obras de gran trascendencia que desapareció con los repetidos incendios fue un escrito del primer encargado de la Biblioteca, Demetrio de Falera, que se titulaba “Sobre el haz de luz en el cielo”, que nos ha llegado referido y que se puede considerar como la primera descripción del fenómeno ovni.
Algo más de suerte hubo con la obra histórica de Manetón, de la que se han conservado fragmentos y muchas referencias de otros historiadores, principalmente de Flavio Josefo, al que ya se ha mencionado con anterioridad.
Manetón fue posiblemente el sumo sacerdote del poderoso dios Ra, en su templo de Heliópolis y toda una autoridad en el culto de la diosa Serapis. Escribió siempre en griego, cosa común en la clase culta egipcia desde la llegada al poder de los Ptolomeos y, de su extensa producción literaria, destaca la Historia de Egipto, que estaría contenida en tres volúmenes y comprendía toda la cronología de las diferentes dinastías que se fueron sentando en el trono egipcio, así como los principales acontecimientos acaecidos en cada una de ellas, hasta la invasión y conquista de Alejandro Magno.
Fue él, precisamente, el que acuñó el termino dinastía, para encuadrar a las distintas familias de faraones y desde entonces se ha venido utilizando, no conociéndose otra manera para esa clasificación. La moderna egiptología acepta sin reservas esta larguísima sucesión cronológica, en la parte que se conoce.
Pero, indudablemente, el mayor daño, lo hizo Diocleciano que en su afán de arrancar de cuajo la identidad de todo un país que había sido el más culto y floreciente hasta Grecia y Roma, mandó quemar absolutamente todo el contenido de las salas que estaban dedicadas a Egipto.
Allí se perdió una parte importantísima de su historia y de su cultura, ya que posiblemente hubiéramos podido saber cómo y para qué se construyeron las pirámides, de dónde procedían sus conocimientos de astronomía, matemáticas, etc.
También se arrasó con todo el material relativo a ciencias herméticas, esoterismo y alquimia, con la idea de que si a través de esos conocimientos, los egipcios eran capaces de fabricar oro, no lo pudieran usar en su provecho para ir contra el imperio romano.
En el mundo ha habido muchas otras bibliotecas, así como colecciones de libros que han terminado en la hoguera y para eso basta solo recordar a la Inquisición, pero un saber tan antiguo como el que se acumuló en Alejandría, no ha existido en ninguna otra.
Una cosa llama poderosamente la atención y es que el pueblo egipcio no se benefició en nada de toda aquella fuente de conocimientos. Ni siquiera inventos como la máquina de vapor de Herón tuvo un empleo útil y solamente sirvió como juguete para los niños.
La única explicación encontrada es que el pueblo egipcio estaba formado por un escaso número de habitantes, gente privilegiada y millones de esclavos, que eran los que realizaban todas las tareas, por lo que no existía preocupación alguna por aligerar los trabajos de estos.
Lamentablemente solo tenemos las referencias que, sorprendidos investigadores que llegaron hasta allí con el afán de estudiar y aprender, encontraron en las obras contenidas entre aquellas sabias paredes y las reflejaron en sus escritos.
Entre las cosas  más sorprendentes que nos han llegado recogidas por los sabios y estudiosos que allí trabajaron, es que en los años en que la Biblioteca estuvo activa y en todo su esplendor, existía la creencia entre los estudiosos que consumieron sus vidas en sus múltiples salas, de que allí había descripciones de objetos, procedimientos, fenómenos, tecnología y conocimientos, que procedentes de tiempos perdidos en la memoria, habían sido manejado por civilizaciones anteriores y que ellos eran incapaces de comprender y mucho menos, poner en práctica.

Eso da idea del enorme despiste en el que se mueve esta civilización que cree saberlo todo y que, de manera innegable, ha conseguido logros que quizás jamás se hayan alcanzado en este planeta llamado Tierra, pero que, sin lugar a dudas, ha habido otras civilizaciones muy anteriores a la nuestra que han estado muy cerca.

1 comentario:

  1. Yo soy de los convencidos de la existencia de civilizaciones anteriores a la nuestra muy desarrolladas.

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