Si hacemos
caso de lo que dicen los libros de historia, Australia fue descubierta y
cartografiada por primera vez por el británico James Cook, en el año 1770.
Efectivamente,
a bordo del buque de la marina británica Endeavor, recorrió la costa dibujando
sus perfiles y desembarcó el día veintinueve de abril en un lugar que bautizó
como “Botany Bay”, una ensenada amplia que se encuentra al sur de la actual
Sidney y en la que hallaron tal cantidad de plantas diferentes y tan frondosas,
que dio lugar a su nombre.
Cook sabía
ya la inmensidad de aquella tierra a la que puso por nombre Nueva Gales del
Sur.
Sin embargo,
con ese nombre no la conoce nadie en la actualidad y sí que se le llama
Australia, pero antes de seguir hagamos un poco de historia.
Al contrario
de lo que se cree, Australia fue poblada unos treinta mil años antes que Europa
y sus primeros habitantes, hombres como nosotros, llegaron hasta allí andando.
Lo que
actualmente sería una misión imposible, en aquellos momentos era tarea fácil
pues casi toda la plataforma continental del océano Índico había quedado al
descubierto como consecuencia de las glaciaciones, de manera que de isla en
isla, los primeros pobladores procedentes de Asia fueron avanzando hacia el
sur, hasta asentarse en la actual Australia, después de haber ido poblando las
islas infinitas del Pacífico. Si se observa detenidamente un mapa de Oceanía se
aprecia el rosario de islas que parece dirigirse desde Malasia hasta Australia,
tan cercanas unas de otras y con tan escasa profundidad que al retirarse el mar
hizo posible el desplazamiento andando.
En rojo la
posible ruta de las migraciones
Al acabar el
periodo glacial, las aguas reclamaron sus propiedades y entre los océanos
Indico y Pacífico, se crearon los innumerables archipiélagos, quedando grandes
masas de tierra emergida, como Australia, Nueva Zelanda, Tasmania o Papua-Nueva
Guinea, cuyo conjunto se conoce como Oceanía.
Así que,
hace unos cincuenta mil años, la que luego se llamaría “Terra remota Australis”
fue poblada por hombres como nosotros y por una razón fundamental que era huir
del frío que se cebaba con toda la zona norte, en donde se encontraba gran
parte de Asia y toda Europa.
Dada su
lejanía de todas las partes del mundo conocido y habitado, aquella tierra
cálida, permaneció completamente aislada, dando lugar a una raza especial, los
aborígenes y sobre todo a una fauna y flora únicas en la Tierra.
Desde la más
remota antigüedad se pensaba que en la parte más meridional del planeta debía
existir un gran continente que “contrapesara” las masas de tierra conocidas.
Una teoría aristotélica, pero sin fundamento que, al cabo de los siglos resultó
ser realidad.
A finales
del siglo XVII y durante el XVIII, holandeses, belgas, británicos y otros
navegantes europeos, se aventuraron en los llamados Mares del Sur, descubriendo
y cartografiando las costas de las grandes islas que se iban colonizando. Así
se descubrió Tasmania, por el navegante Abel Tasman, que arribó a sus costas
en1642 a bordo de un buque de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Algo más de
un siglo después, el capitán Cook dijo haber descubierto Nueva Zelanda y así
ocurrió con otras grandes y pequeñas islas del Pacífico Sur, cuyos
descubrimientos se adjudicaron los norte europeos.
Así continuaron
las cosas y de ese modo se explicaba en los libros de historia, hasta que en
1982 Roger Hervè, conservador de la Biblioteca Nacional de París, publicó un
estudio en el que aseguraba que Australia y Nueva Zelanda fueron descubiertas
entre 1521 y 1528 por españoles y portugueses. Basaba su aseveración en la
existencia dentro de la conocida Colección Dieppe, de unos mapas de aquel
inmenso continente que se conservaban en la biblioteca y que estaban escritos
en idioma español y datados en más de doscientos años antes de que Cook dijera
haber descubierto la Nueva Gales del Sur. Este mapa, de mediados del siglo XVI
había sido un regalo de Pierre Descelier, el famoso cartógrafo francés, al rey
Enrique II de Francia y en él aparece Australia dibujada a la perfección y con
numerosas banderas señalando puntos estratégicos de la costa, cabos, ensenadas
y otros accidentes. Todas esas banderas eran españolas o portuguesas.
Es cierto
que fue Gran Bretaña el primer país que mostró un interés en colonizar los dos
“descubrimientos” de Cook y también el primero en cartografiarlo
detalladamente, pero eso no quiere decir que fuera su descubridor.
Existe una
poderosa razón para que Inglaterra se interesara de pronto en hacerse con
aquellas tierras tan lejanas y es que estaban perdiendo sus colonias en
Norteamérica y entre otras dificultades que se les venían encima, es que no
sabían a donde llevar a sus presos, criminales, ladrones, desterrados,
maleantes, prostitutas, golfos y borrachos, que hasta entonces iban a las
Colonias Americanas. Australia quedaba lo suficientemente lejos como para
desentenderse de ellos, abandonándolos un poco a su suerte. Precisamente en
Botany Bay, donde arribó Cook por primera vez, se construyó la primera colonia
penitenciaria.
El estudio
publicado por Hervè se fundamenta en un hecho constatado y es en la expedición
de García Jofre de Loaisa, el fraile manchego descubridor del Cabo de Hornos,
que comandaba una flotilla compuesta por siete naves que iban a colonizar las
Islas Molucas y en la que se habían alistados navegantes y mareadores de la
talla de Elcano, del agustino Urdaneta, posiblemente nuestro mejor navegante, de
Hoces o de Alonso de Solís.
En esta
expedición navegaba una carabela, la San Lesmes, a cuyo mando iban precisamente
estos dos últimos marinos señalados en el párrafo anterior, la cual se separó
de la flota debido a una fuerte tormenta y fue navegando sola desde el
archipiélago de Juan Fernández, frente e las costas de Chile, hasta llegar a
Nueva Zelanda y Australia.
En aquella
época, solamente España y Portugal estaban en condiciones de navegar por
cualquier mar del mundo, pues desde que se circundara la Tierra, existía un
pleno conocimiento de los comportamientos de los vientos en todos los océanos, habiéndose
podido comprobar que éstos, al igual que las corrientes marinas, se comportaban
de una forma razonablemente parecida en todos los mares y océanos, por lo que
no resulta improbable que la San Lesmes fuera capaz de realizar ese enigmático
viaje.
La teoría
que se plasma en el estudio de Hervè se fundamenta, además de en los mapas, en
ciertos hallazgos que en su día fueron desechados por incomprendidos.
En 1952, en
el lecho de un río neozelandés, se encontró una espada española del siglo XVI
con empuñadura de plata, así como un casco típicamente castellano, llamado
morrión. Como quiera que aún no se hablaba de la presencia española en aquellas
tierras en el siglo XVI, fueron catalogados y guardados como objetos fuera de
lugar, sin dar explicación de su procedencia. Ambos objetos están actualmente expuestos
en un museo de Nueva Zelanda.
Con
posterioridad, fueron apareciendo en las costas australianas diversos objetos,
como monedas, puñales, hojas de espadas, petos, incluso un trozo de campana que
por su aleación se ha clasificado como española y una borgoñeta, un casco
ligero que deja la cara al descubierto y que era muy usado por hombres de la
mar, y todos ellos eran datados del siglo XVI. Todos estos datos confirman la
presencia en aquellas aguas de un navío español, no pudiendo ser otro que la
San Lesmes, pues el registro de buques que se hacían a la mar era muy
controlado por la Casa de Contratación.
Borgoñetas
en cuero y oro pertenecientes a Carlos I y Felipe II
Muy
posiblemente, cuando la carabela navegaba por el sur de Australia, naufragó y
con los restos de la embarcación, los tripulantes construyeron un barco más
pequeño con el que siguieron su aventura, pues actualmente se sabe que llegaron
hasta el Cabo York, la punta más septentrional del continente, muy cerca ya de
Papúa Nueva Guinea.
En el cabo
York terminó la aventura de la San Lesmes y todos sus tripulantes, pues fueron
apresados por los portugueses allí asentados que los eliminaron a todos.
Era esta una
costumbre de la época con el fin de proteger el descubrimiento y los
portugueses no solo lo protegieron sino que se apropiaron de toda la
cartografía levantada por los pilotos de la carabela. Estos datos, recogidos
años más tarde por el capitán Hernando de la Torre, se conservan actualmente en
el Archivo de Indias.
Según toda
la documentación, avalada por los restos arqueológicos encontrados, la
cartografía de Australia estaba realizada en el siglo XVI, lo cual quiere decir
que tanto fueran españoles, como portugueses, fueron estos los descubridores
del continente y no James Cook, quien antes de partir en su viaje con el
Endeavor, ya conocía aquel mapa y tenía certeza absoluta de a donde se dirigía.
Lo mismo que
diríamos para Cristóbal Colón, cabría atribuir a Cook, que no habiendo sido los
primeros en llegar a tierras aisladas e ignoradas por la civilización, nadie
puede sustraerles el honor de haber sido los primeros en dar a conocer sus
descubrimientos.
Muy interesante
ResponderEliminarMuy interesante, prueba de la grandeza de los navegantes españoles y pena de que tantos antepasados hayan sido vituperados por otros compatriotas.
ResponderEliminarFelicitaciones por tan detallada Narración.
ResponderEliminary España sigue sin reivindicar al menos sus derechos de haber sido los primeros europeos en llegar. llevamos siglos de Silencio, por eso está muy bien que todo esto se haga llegar al mundo entero a través de este milagro que es Internet y tu LUPA SOBRE LA HISTORIA.
muy clarificador. Si puedes corrige la errata de platas por plantas al inicio. Saludos.
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