Decía en el
artículo anterior que la gloria de un descubrimiento no es solamente la de
llegar primero, sino volver para contarlo. Darlo a conocer a los cuatro vientos
y volver con más medios y más ganas: “no hay que llegar primero, pero hay que
saber llegar”, decía la letra de El Rey.
Hoy se sabe
positivamente y ha sido objeto de artículos anteriores, que Cristóbal Colón no
fue el primero en llegar a América, pero nadie duda de que “supo llegar” y
también volver y puso su descubrimiento a disposición de la humanidad.
Si desde
Europa ya es meritorio navegar el Atlántico hacia el oeste para recorrer miles
de leguas hasta llegar a las costas americanas, hacerlo en el Pacífico, cuya
distancia desde cualquier punto es muchísimo mayor, tiene un mérito añadido.
Actualmente
empezamos a conocer cosas del continente asiático, concretamente de China, que
habían estado vedadas a todo el mundo como consecuencia de la fuerte presión
ejercida por el confucianismo, doctrina del filósofo y pensador Kong Zi, al que también se le conocía
como Kong Fu Tse y que fue el nombre
de dio lugar a la traducción que muchos siglos después, los jesuitas misioneros
en Asia, interpretaron por Confucio.
Su doctrina que data del siglo quinto antes de nuestra era, ha perdurado en
China hasta nuestros días.
Esa doctrina
férrea impidió a China abrirse al exterior. Si alguien quería saber algo sobre
ellos, habría de ir allí y ya serían los chinos los encargados de mostrarle o
no sus secretos, según fuera de meritorio el visitante.
Pero durante
un largo periodo de la historia, entre los siglos XIV y XVII, el poder fue
ostentado por la dinastía Ming, la
cual llevó a China a su mayor esplendor y no solamente eso, abrió sus fronteras
y estableció innumerables relaciones comerciales y políticas con todos los
países de su entorno. Las doctrinas de Confucio
quedaron un poco arrinconadas, pero no desaparecieron del todo.
Fue en este
período cuando surgió la figura de un
militar y navegante hasta entonces jamás igualado. Se trataba de Ma Ze, un chino de nacionalidad, pero no
perteneciente a la raza china, sino a una etnia llamada Hui, cuya principal característica era que profesaban la religión
islámica, pero usaban el chino como idioma habitual, de hecho, su nombre, Ma, es la adaptación al chino del nombre
de Mahoma. Esta circunstancia fue determinante en su vida.
Ma Ze nació en la provincia de Yunnan, en el interior de
China, haciendo frontera con Laos, Vietnam y Birmania.
Cuando la
dinastía Ming se hizo con el poder
tras el desmoronamiento de la dinastía Yuan
fundada por Kublai Kan, las tropas de
los nuevos gobernantes comenzaron la conquista de los territorios que
permanecía fieles a la dinastía anterior, entre ellos, la provincia de Yunnan. Ma Ze fue cautivado, castrado y empleado
como sirviente del príncipe Zhu Di,
otra circunstancia trascendental en su vida, pues con los años, su amo, fue
elevado a la categoría de emperador y gobernó durante veintiún años con el
nombre de Yongle.
En la corte
del príncipe recibió una exquisita educación y siguió la carrera militar,
participando junto a su amo, en diferentes campañas guerreras que le acarrearon
fama de buen militar y leal soldado. A pesar de ser un castrado, un eunuco, su
apariencia era totalmente varonil y su voz grave y profunda, apta para dar
órdenes.
Cuando en 1402
se produjo la rebelión de los eunucos, contra el emperador, Zhu Di los apoyó, consiguiendo
destronarlo y colocándose él en su lugar. Por el apoyo prestado, los eunucos
fueron restaurados en su condición de personas aspirantes a las máximas
categorías sociales, que en el anterior mandato les estaba vedado.
El nuevo
emperador, cambió el nombre del protagonista de esta historia que desde
entonces se llamó Zhen He, nombre por
el que ha sido conocido y reconocido. Ya con este nombre y como comandante del
ejército chino, el castrado He,
participó junto al emperador, en cuatro campañas militares contra los mongoles.
Pero la
razón por la que Zhen He ha entrado
en la historia es por haber comandado siete grandes expediciones navales por el
Océano Índico, dentro de un plan pensado para abrir China al resto de países bañados
por el océano Índico y sus mares interiores.
En 1403, el
emperador Yongle, el gran protector
de Zhen He, ordenó la construcción de
más de trescientos buques, de los que casi doscientos tenían que estar
adaptados para navegar por alta mar y en cuatro años se construyeron más de mil
quinientas naves de todos los tipos, que fueron construidas o remodeladas en
unos astilleros inmensos capaces de dar cabida a tan ingente trabajo y creados
especialmente.
El principal
motivo que inspiraba al emperador era el de abrir rutas comerciales marítimas,
porque las rutas terrestres estaban bloqueadas por las hordas mongoles que se
extendían desde el centro de China hasta parte de Europa. Pero no hay que
obviar en él un cierto afán investigador de las culturas y conocimientos
geográficos de sus países vecinos, así como la idea de abrir el abanico diplomático
con otros países que complementara el que ya había comenzado por tierra, pues
en ese momento China mantenía cordiales relaciones con países de Asia Menor y
Oriente Medio.
Mapa de los
viajes de Zhen He
Indudablemente
la nueva dinastía gobernante, se abría al mundo y se distanciaba así de lo que,
secularmente, había sido aquel inmenso país.
Con más de
trescientos barcos, algunos de hasta nueve palos y casi treinta mil hombres, el
eunuco He al mando de la expedición
que se conoce como La Flota del Tesoro, se hizo a la mar en otoño de 1405,
visitando Sumatra, Java, Ceilán, recalando por último en Calcuta, para volver a
China dos años después y llevando a bordo a numerosos embajadores de los países
visitados.
Desde ese
momento se sucedieron otros siete viajes en los que seguramente tocó muchos
puntos de la costa oriental africana y la isla de Madagascar, navegando por el
Canal de Mozambique.
De por sí,
esta dilatada aventura marítima hubiera encumbrado, como así fue, al navegante
chino, pero recientemente el marino y escritor británico, criado en China,
Gavin Menzies, publicó un libro titulado: 1421:
El año que China descubrió el mundo, que inmediatamente levantó una fuerte
polvareda.
Según este
autor, los viajes de Zhen He no se
limitaron a recorrer el Océano Índico, el Mar Rojo, o el de Arabia, sino que en
sus incursiones llegó hasta las costas de América, cruzando el Océano Pacífico
y así, adelantándose en más de setenta años al descubrimiento de Colón.
La teoría
presentada por Menzies se basa fundamentalmente en la certeza de que la
ingeniería naval china era, con diferencia, la más avanzada de su tiempo con
elementos como el timón de rueda o los mamparos separadores, para impedir el
hundimiento y por tanto capaz de realizar la proeza. Así mismo, la existencia
de un mapa que es copia de otro que en 1418 habría manejado Zhen He y en el que se describe
perfectamente toda Asia, África completa, parte de Europa y, sobre todo,
América, vendría a demostrar que He,
habría bordeado el cabo de Hornos, llegando incluso a las costas europeas.
Supuesta
copia del mapa de 1418
Como es
natural, tanto el libro de Menzies, como el supuesto mapa que está lleno de
anotaciones al margen, como era costumbre, despertaron dudas sobre entre la
comunidad académica historiadora, porque de ser auténtico, demostraría que el
navegante chino navegó las dos costas de África y América, descubrió Australia,
llegó a Europa y dibujó las costas del Mediterráneo.
Eso
supondría haber descubierto América setenta y cuatro años antes que Colón y un
siglo antes, haber hecho lo mismo con Australia o circundado la Tierra.
Curiosamente
en las notas marginales se dicen cosas tan interesantes como que los nativos
americanos tienen la piel de color rojizo y se adornan la cabeza con plumas, o
que los aborígenes de Australia son negros y se adornan la nariz atravesándose
un hueso.
Estos detalles
asombraron a los investigadores, pero también se preguntaron cómo es que en el
mapa no aparecían las Islas Británicas, o cómo la Península de California se
representa como una isla, lo que había sido un error europeo, muy repetido
hasta que se demostró que estaba unida al continente.
Eso hacía
suponer que el mapa no era de la fecha que se indicaba, 1421, sino muy
posterior, como indicaban la multitud de datos sobre las costas americanas del
Atlántico, que en aquella época no podían ser conocidos.
Por otro
lado, la teoría del escritor británico se basa en el hallazgo de una escultura
china, de la dinastía Ming, hallada en Kenia, o diversos ejemplares de
porcelanas chinas encontrados en Perú y California.
Pero esos
detalles, aun cuando significativos, no soportan por si solos el peso de la
teoría mantenida por Menzies.
Hubiese
llegado a América o no, a este gran navegante se le conoce como “El Colón Chino”.
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