Hace diez siglos, la historia se escribía poco, pero se transmitía de forma oral y en muy buena medida a través de las canciones de los trovadores.
Esa costumbre ha caído en desuso, pero todavía aparecen resquicios para enriquecer el panorama lírico/épico en nuestros tiempos.
Las Islas Canarias poseen una de estas particularidades representada por un maravilloso y multitudinario grupo músico-vocal llamados “Los Sabandeños”. Estos compusieron hace más de cuatro décadas una maravillosa obra titulada “La Cantata del Mencey Loco”, lo más parecido a una trova histórica.
En ella escriben y cantan parte de la historia de la conquista del archipiélago y en ella aprendí a reconocer personajes de ese relato como Beneharo, el reyezuelo o mencey que saltó al vacío antes de rendirse a los castellanos y perder su libertad, o como la colección de conquistadores como Sancho de Herrera, el Viejo, señor de Lanzarote, o Francisco Maldonado, pesquisidor de Gran Canaria.
O uno del que hoy voy a hablar, Fernán Peraza, un sevillano cuyo abuelo, con el mismo nombre y por eso conocido por el Viejo, conquistador y señor de las Islas Canarias, dejó en herencia su señorío que vino a ocuparlo el nuevo Fernán que lo ejercía con despotismo y crueldad.
Los nativos de las Islas, bautizados, aunque no convertidos, no podían ser detenidos y esclavizados, principal negocio de aquellas tierras, pero en algunas islas había aborígenes rebeldes, sin conquistar ni cristianizar y esos sí que podían ser esclavizados y vendidos. Sin embargo, en La Gomera, Peraza realizó una redada de nativos cristianos y saltándose todas las leyes, los esclavizó y vendió.
En el año 1481 llegó a la isla el capitán Juan Rejón, enemistado de antiguo con la familia Peraza y muy querido entre los nativos.
Enterado Peraza, manda prenderlo, pero el capitán y su gente se resisten y se inicia una refriega que se salda con la muerte de Rejón.
Su viuda insta a los Reyes Católicos que se haga justicia y Peraza es llamado a la corte.
Allí se encuentra en una situación extremadamente delicada, pues a la venta de esclavos cristianizados, gravísima infracción, hay que unir la muerte de un capitán de los ejércitos del rey.
Pero le sonríe la fortuna en forma que nunca lo hubiera imaginado.
Vivía en la corte la bellísima Beatriz de Bobadilla y Ulloa, sobrina segunda de la de igual nombre, amiga íntima de la reina Isabel y compañera desde la más tierna infancia y mucho más famosa que su sobrina.
Todas las crónicas coinciden en resaltar la belleza de la joven Beatriz, hija del Cazador mayor del rey, puesto que venía a ser como su mayordomo en las tareas cinegéticas, a la que se conocía por el apodo de la Cazadora y que mantenía un romance con uno de los hombres más importantes en los ejércitos reales. Nada menos que el Maestre de la orden militar de Calatrava, Rodrigo Téllez de Girón.
Pero Rodrigo murió en el asedio de Loja el día 13 de junio de 1482, cuando una saeta le atravesó el cuello, dejando desconsolada a su amante.
Muchos caballeros tratan de aprovechar el funesto destino de la bella Beatriz, para aproximarse a ella y entre los que la cortejan se encuentra el propio rey Fernando, cuya fama de mujeriego ya era conocida de su inteligente esposa, la reina Isabel.
Así que por un lado tienen la papeleta que les ha presentado Fernán Peraza con su conducta desordenada y por otra tiene la reina en su propia casa a la mayor tentación que su esposo pudiera tener.
La bella Beatriz de Bobadilla y Ulloa
Dando muestra de una inteligencia, de la que ya había hecho gala y que seguiría haciendo, la reina decide perdonar a Peraza con la condición de que se case con la Cazadora y se la lleve a su señoría canario, así como que contribuya a la conquista de la isla de Gran Canaria, cosa que hace con parte de sus tropas y otras que le facilita su padre.
Peraza, soltero, como es natural, poco acostumbrado a ver bellezas como la de Beatriz, aceptó encantado el ofrecimiento y ese mismo año, se casó y arribó con su flamante y bellísima esposa a La Gomera. Por su lado la reina se quedó tranquila al quitarse de encima una rival muy poderosa, sobre todo teniendo en cuenta la fragilidad de bajos que tenía el rey aragonés, de la que dará buena muestra al final de su reinado y tras quedar viudo.
En 1483 Gran Canaria es conquistada y sus nativos completamente sometidos, así que Peraza regresa a su feudo de La Gomera, donde consigue un pacto con todas las tribus gomeras mediante una ceremonia ritual que consiste en beber leche de la misma vasija, así se considerarán hermanos los gomeros y Peraza.
Pero parece que Fernán Peraza no tenía bastante con su bellísima esposa y mantenía una relación secreta con una nativa llamada Yballa, joven de gran belleza pero que por aquel pacto que firmaron bebiendo leche, era considerada hermana del señor de la isla y eso unido a los abusos que Peraza seguía efectuando, dio lugar a la llamada Rebelión de los Gomeros a la que tuvo que enfrentar y en la que encontró la muerte.
Así pues, doña Beatriz se encuentra viuda y madre de dos hijos, el mayor, Guillén, hereda de su padre el señorío y es nombrado primer Conde de La Gomera. Pero debido a su minoría de edad, es su madre la que regenta el gobierno de la isla, pero en realidad está de rehén de los gomeros que han continuado su rebelión hasta arrinconar a los castellanos en la torre del Conde, en la villa de San Sebastián de la Gomera, que por cierto se conserva en pie y en perfecto estado de conservación y además es el edifico de estilo gótico construido más al sur.
Torre del Conde
Encabezados por doña Beatriz, los sitiados consiguen que un barco salga del puerto antes de que la revuelta llegara hasta allí y fuera a pedir refuerzos, mientras ella y sus hombres resistían bravamente en la torre.
Allí, la dama demostró un coraje y valentía dando ánimos a sus hombres que fueron capaces de aguantar hasta que recibieron los refuerzos que consistieron en unos cuatrocientos soldados al mando del hidalgo jerezano Pedro de Vera.
Levantado el asedio, Beatriz y Vera emprendieron una cacería implacable que acabó en una matanza de las más crueles llevadas a cabo en el archipiélago, pues muchos de los ajusticiados fueron empalados, una de las muertes más dolorosa.
Todos los varones mayores de quince años de los dos clanes que habían protagonizado la rebelión fueron muertos y a los varones de otros clanes que habían permanecido al margen fueron atraídos con engaños y esclavizados.
Esta actitud de ambos personajes tuvo consecuencias diferentes, pues ante las protestas de la Iglesia, Pedro Vera fue llamado a la corte y obligado a responder con sus bienes para resarcir la venta de los gomeros, pero a la Bobadilla la reina no le tocó ni un pelo, de tanto miedo como tenía el volver a tenerla junto al rey Fernando.
Doña Beatriz seguía en La Gomera como gobernadora regente, cuando hasta allí llegó Cristóbal Colón en su primer viaje.
No le había faltado propuestas de matrimonio a la bella gobernadora y más desde que ostentaba el poder, pero ella permanecía en su viudedad.
Testigos del encuentro entre Colón y la Bobadilla aseguran que se dedicaron muchas sonrisas y frases de agrado y hay quien asegura que ambos eran una antigua amistad, cuando el almirante andaba a la ronda de los Reyes Católicos para financiar su expedición y Beatriz se encontraba también la corte, como dama de la reina.
Lenguas más viperinas aseguran que habían frecuentado la misma cama en aquella época.
Lo cierto es que de manera poco comprensible, pues el tiempo se echaba encima, Colón retrasó casi un mes la salida de la flotilla, a riesgo de perder la influencia de los vientos alisios y en los dos viajes siguientes, el almirante hizo aguada en La Gomera, cuando ya Gran Canaria estaba conquistada y ofrecía mayores ventajas.
Un amigo y acompañante de Colón que viajó en el segundo viaje y que se llamaba Michele da Cuneo, escribió un diario y en el relató que cuando iban a arribar a La Gomera el almirante ordenó engalanar las naves al máximo y al entrar en puerto mandó gastar pólvora en salvas para agasajar a la dama que era la gobernadora de la que el “almirante estaba encendido de amor”.
Beatriz se casó nuevamente, esta vez con Alonso Fernández de Lugo, Gobernador de La Palma y Tenerife y Adelantado de Canarias, el cual, para consolidar su poder en el archipiélago, casó a su hijo Pedro con Inés, la hija de su esposa y Fernán Peraza.
Beatriz murió en 1504 en Medina del Campo, poco después que hubiese fallecido la reina Isabel. Su historia es poco conocida pero se ve en ella a una mujer de gran carácter aunque a veces sanguinario que supo colocarse en su sitio sin esperar a que nadie hiciera por ella lo que ella misma era capaz de hacer.
Realmente muy interesante. Como siempre. Gracias José María. Un abrazo
ResponderEliminarMujer interesante...y buen artículo.
ResponderEliminarMuy buen homenaje a Los Sanandeños y como siempre en la Historia,el papel fundamental de la mujer.
ResponderEliminarGracias y un abrazo Jose Maria.