Así de recias son algunas descalificaciones, apelativos que han jalonado el título de muchos monarcas a lo largo de la historia: El Cruel, El Felón, El Gordo, El del Puñalito, etc., y no solo para integrantes de monarquías que también en las grandes familias nobiliarias han tenido sus despectivos calificativos.
Una de esas grandes familias es la que conforma la Casa de Medina Sidonia que tuvo su fundador en Alonso Pérez de Guzmán, conocido por “el Bueno” que en 1294 protagonizó la heroica defensa de la plaza de Tarifa, se dice que contra los invasores árabes, pero la realidad es que era el hermano del rey, el infante don Juan, quien la pretendía, eso sí, auxiliado por los invasores árabes.
La escena más conocida del sitio de Tarifa
El nombre de la Casa procede del Ducado de Medina Sidonia concedido por Juan II de Castilla, padre del impotente Enrique IV, que concedió el título a Alonso Pérez de Guzmán, descendiente directo de “el Bueno”, en 1445.
Con el paso de los años la Casa se fue agrandando con el Condado de Niebla, el Señorío de Sanlúcar, el de Vejer de la Frontera, Marchena, el Marquesado de Gibraltar, el de Valverde y el de Cazaza, en tierras africanas próximas a Melilla; las almadrabas de Conil y Chiclana y una larga lista de títulos nobiliarios, propiedades de extraordinario valor y señoríos en las más importantes ciudades de Andalucía y principalmente en la provincia de Cádiz, a lo que se le agregó en 1520 el título de Grandeza de España, otorgado por Carlos I.
Fue el linaje más importante de la alta nobleza en la Edad Media que tenía su sede en Sanlúcar de Barrameda, lo que hizo de la ciudad un importantísimo puerto en las incursiones náuticas por el Atlántico, sobre todo a partir del descubrimiento de América.
En esta casa ingresó como paje un joven hidalgo jerezano de apenas doce años llamado Álvar Núñez Cabeza de Vaca que al haber quedado huérfano de padre y madre, fue recogido por su tía Beatriz Cabeza de Vaca, esposa de Pedro de Estopiñán, conquistador de Melilla que vio con acierto que lo mejor era introducirlo en una casa nobiliaria.
En la Casa de Medina Sidonia, con la que Estopiñán tenía mucha relación, el joven hizo gran amistad con el segundón de la familia Juan Alonso Pérez de Guzmán. Álvar, inquieto como era y de familia le venía esa inquietud, pues además de su padre, su tío Estopiñán llenó su juventud de relatos bélicos que ensimismaban al muchacho, decidió alistarse para ir a luchar a Italia, donde pasó unos años y de la que volvió con experiencia militar y soltura social.
De regreso a Sanlúcar, las cosas andaban un tanto torcidas en la Casa. El titular de la familia, Alonso, que se había puesto bajo el manto del rey Fernando, consiguió, además, emparentar con la familia real, pues el rey le concedió la mano de su nieta Ana de Aragón que aunque de rama bastarda, era la hija del arzobispo de Zaragoza. Todo muy comprensible: el hijo bastardo se convierte en arzobispo y a la vez tiene descendencia, pecados que se perdonaban si el pecador era rico o poderoso.
Pero hete aquí que Alonso no parecía tener mucho interés en el asunto de la coyunda matrimonial y dos años después de la boda la propia esposa, que se quejaba a cuantos la quisieran oír, manifestaba que continuaba intacta, como el día en que vino al mundo.
La Casa necesitaba heredero, pero sobre todo la esposa precisaba un hijo que siguiera con la saga familiar y para todos era necesario alguien que se ocupara de los asuntos y negocios miles de la familia, dejados en manos de administradores, mientras el jefe del clan familiar pasaba las horas en su jardín cuidando de sus flores y plantas.
El segundo de la familia comentaba estos asuntos con su buen amigo Álvar, el cual le ofreció la oportunidad de ir a visitar a su tía Beatriz, ya viuda de Estopiñán, que también estuvo vinculado a la Casa de Medina Sidonia y que incluso salvó heroicamente a la duquesa Leonor de Estúñiga de un ataque pirata en la almadraba de Conil.
Dibujo a plumilla de Cabeza de Vaca, sobre el mapa de La Florida
Beatriz Cabeza de Vaca residía en Sevilla y allá se dirigieron los dos amigos a pedir consejo.
La decisión de la tía fue muy rápida y simple. Había que deponer a Alonso, el actual duque, declarar nulo el matrimonio por no haberse consumado y solucionar el problema que en ese momento se presentaría que era el despecho de la nieta del Rey Católico y el daño colateral que podría surgir, para evitar lo cual, lo mejor que se podía hacer era que el sucesor, que habría de ser Juan Alonso, se tendría que desposar con su cuñada y así todos felices y contentos.
Satisfechos con los acertados consejos recibidos, regresaron a Sanlúcar y empezaron a maquinar. Para llevar el asunto a buen puerto había que conseguir dos cosas, tener al rey de su parte y que Alonso aceptara de buen grado la situación a la que se veía abocado.
Convencer al rey fue cosa sencilla habida cuenta de que por medio estaba su nieta que no iba a perder su situación en la Casa y en cuanto a Alonso, perece que no le importaba mucho cambiar la dedicación plena a las plantas y las flores, por un titulo que lo agobiaba.
En el entreacto fallece el rey Católico y se desata la locura de Juana, la llegada del Hermoso, su muerte, la venida del rey Carlos que, por fin, en 1518 dio el plácet para traspasar el título a Juan Alonso y casarlo con Ana de Aragón, una vez conseguida la anulación del anterior matrimonio, asunto administrativo que se resolvió fácilmente.
Para que el rey diese el visto bueno al traspaso del título de Duque de Medina Sidonia y todo el conjunto de nombramientos y títulos que le acompañaban, al señor duque y jardinero aficionado se le consideró oficialmente y por escrito, “Mentecato e Impotente”.
Y todos se quedaron tan anchos y tranquilos. Total porque al pobre hombre no le gustaban las mujeres y si las plantas y las flores.
¡El éxito que hubiera tenido en la actualidad! No habría quien se atreviera a cesarle por el hecho de que su condición sexual fuera la que era, aunque comprometiera el futuro de una casa tan noble como aquella.
Es más, si algo o alguien se tenía que fastidiar que fuera aquella Casa casposa y facha que se dedicaba a combatir a los pobres musulmanes llegados en oleadas como si de inmigrantes ilegales se tratara y ocuparan nuestro territorio.
Había que pagar el favor y el nuevo duque se puso al lado del rey en la Guerra de las Comunidades de Castilla, enviando a su hermano Pedro y con él Álvar, a unirse con las tropas realistas.
Las tropas del duque de Medina Sidonia participaron activamente en la toma de Tordesillas y en la definitiva batalla de Villalar.
De algunos detalles curiosos de la vida del que fuera luego famoso conquistador desde La Florida hasta el Golfo de California, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quizás me ocupe en otra ocasión.
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ResponderEliminarComo cambian los tiempos... ahora la homosexualidad, es un añadido...
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