Cuando hace ya unos años leí la novela “El Código da Vinci”, de Dan Brown, pensé que los autores del libro “El enigma sagrado”, Baigent, Leigh y Lincoln, (The Holy Blood and de Holy Grail es su título original) presentarían de inmediato una querella por plagio.
Efectivamente, unos meses después Michael Baigent y Richard Leigh, presentaron una denuncia en Londres porque interpretaban, y para mí con buen criterio, que el libro de Brown estaba inspirado en su obra. Y no solamente eso sino que se apoderaba de las teorías, absolutamente originales de dichos autores, sobre la descendencia de Jesucristo.
En abril de 2006, el magistrado Peter Smith, del Tribunal Superior londinense dictó sentencia en la que exoneraba a Brown y condenaba en costas a los demandantes. Tres millones de libras les costó el fallo del tribunal, que en su día leí y me pareció un esperpento en el que el ponente, por encima de dictar una sentencia ajustada a derecho, se esforzaba en demostrar sus cualidades literarias, remedando el estilo y las conclusiones de los demandantes, con frases enigmáticas y conclusiones inimaginables.
No soy experto en derecho y por tanto no me atrevo a emitir un juicio, pero me voy a agarrar a una frase que hace muchos años me comentó un juez de El Puerto de Santa María y que venía a decir que todo lo que tiene sentido común, seguro que está protegido por algún precepto jurídico.
Aunque el magistrado londinense admitió que el propio Brown y su esposa, Blythe, habían sacado mucha documentación e ideas del libro de los demandantes, estimó que eran ideas muy generales y que cualquiera las podría utilizar o se les podrían ocurrir.
Falso, porque las ideas que aportan los demandantes son de una gran originalidad, tanta que convirtieron su libro en “best seller” mundial.
Cierto que también Brown consiguió un gran éxito, pero fue indudablemente por las originales ideas que manejaba, sin duda copiadas. Para mi, es aquí donde el sentido común entra en juego y de alguna forma existe la obligación de proteger la propiedad intelectual porque plagiar no es solamente copiar literalmente, como ha hecho algún político últimamente, lo es también al apoderarse de las ideas que son fruto del estudio, la investigación, la inteligencia y la dedicación de otros.
De la misma manera está copiado en el mismo libro y de forma algo truculenta, una referencia el dibujo del “Hombre de Vitruvio”, dibujo conocidísimo de Leonardo da Vinci, sobre las proporciones que el cuerpo de un hombre debe tener para que se considere perfecto.
Esta regla sobre las proporciones era ya conocida por el público en general, pero ha resultado mucho más conocida desde que la novela en cuestión las puso en actualidad.
Pero esas consideraciones sobre la regla de las proporciones no son de Leonardo, al que por otra parte no le hace falta apropiarse de nada que no sea suyo; su trayectoria artística, su enorme inventiva y otras originalidades le han llevado a la cima de la popularidad.
Es obra de Marco Vitruvio Polión, un personaje tan apasionante como desconocido y que de no ser por el famoso “Hombre de Vitruvio”, casi nadie hubiera reparado en su existencia.
De Vitruvio se desconoce casi todo lo que se refiere a su persona como tal. Se ignora el lugar y el año de su nacimiento y únicamente se le asigna una larga vida y se le sitúa contemporáneo de Julio Cesar y del primer emperador, Octavio Augusto.
Con el primero fue soldado en Grecia y en Hispania, en donde por sus dotes excepcionales en el área de construcciones, actuó como ingeniero militar.
Tras las campañas bélicas se afincó en Roma donde Cesar lo empleó en la construcción de grandes edificios. Tras años de arduo trabajo, llegó a la senectud en muy precaria situación, pudiendo subsistir gracias a una subvención que le concedió Augusto.
En esa época romana fue cuando escribió su famoso tratado compuesto por diez libros y titulado “Architectura”, que se considera la única obra de estas características que se conserva de la época clásica. Su mérito no estriba solamente en la exhaustiva descripción de los cinco órdenes arquitectónicos que el autor considera, sino que resulta ser una fuente documental de inapreciable valor por todas las informaciones que aporta sobre otras artes como la escultura y la pintura, tanto de Grecia como de Roma, así como sobre los artistas más destacados.
Portada de la obra de Vitruvio
Por si esto fuera poco, también hace un compendio de las cualidades y los deberes que debe tener un arquitecto, entendido como científico y artista a la vez.
El elevado mérito de este arquitecto, de hace más de dos mil años, es que vio claramente una serie de aspectos de la construcción que luego fueron olvidados, o simplemente no se conocieron.
En primer lugar señaló la necesidad de elegir adecuadamente el lugar en el que construir las ciudades, la diferencia que debe haber entre los edificios públicos y los privados, los lugares más apropiados para cada tipo de construcción, la disposición de las calles, la disposición de las murallas y otros elementos defensivos.
También estudia los distintos materiales que deben utilizarse en cada elemento de la construcción, las proporciones que deben observar las edificaciones, desde basílicas hasta cárceles, teatros, baños públicos, incluso los puertos marítimos y fluviales.
Como arquitecto clásico era amante del orden jónico, ese que en la parte superior de la columna presenta unos adornos llamados volutas y establece una regla de proporciones que deben guardar las columnas respecto de toda la construcción.
También trata en uno de sus libros de los edificios de utilidad pública, como son el Foro, las basílicas, las cárceles, los teatros, los baños, las palestras, los mercados, los puertos y otros más.
En otro de los libros que componen la obra, trata de los edificios privados y aquí sorprende verdaderamente, pues dejando aparte el pensamiento clásico, establece la necesidad de que cada edificio haya de adaptarse a las condiciones climáticas del lugar, a las necesidades y gustos de sus moradores y no deben tener, como norma, las mismas características.
Pero no se limita Vitruvio a la construcción de edificios u obras civiles, sino que se revela como un estudioso de la hidráulica y las consideraciones a tener en cuenta en la construcción de este tipo de obras y también sobre la mecánica, dando instrucciones para la construcción de máquinas que él diferencia en dos grupos: para la paz y para la guerra.
El libro es único en su especie, pero sorprendentemente no ejerció gran influencia en las construcciones hasta el siglo XV, con el Renacimiento y sobre todo con la aparición de la imprenta.
Leonardo da Vinci, por su doble condición de hombre del Renacimiento y sabio investigador, conocía la obra de Vitruvio hasta el extremo de lograr uno de los dibujos más famosos de todos los tiempos. El dibujo se basa en las descripciones que hace Vitruvio de las proporciones ideales del cuerpo humano, cuando va describiendo sus diferentes partes y dice, por ejemplo, que cuatro dedos hacen una palma y que cuatro palmas hacen un pie, o cuando, en un juego de armonía más complicado, dice que al separar las piernas de manera que la estatura disminuya 1/14, al subir y estirar los brazos de manera que queden los dedos a la altura del borde superior de la cabeza, el centro geométrico de las cuatro extremidades estará en el ombligo. Esta y muchas otras consideraciones las plasmó Leonardo en los dos dibujos que superpuestos, conforman el famoso Hombre de Vitruvio, porque si se examina detalladamente se observa perfectamente que son dos hombres, en diferentes posiciones, circunscritos uno en un cuadrado y el otro en un círculo.
Curioso: ambos pies izquierdos están girados hacia fuera
En el dibujo del cuadrado, el hombre se asienta con los pies juntos sobre la base de la figura geométrica y tiene los brazos perfectamente en cruz; en el del círculo, sus pies se asientan separados en el arco inferior y los brazos está estirados hasta los dos vértices superiores del cuadrado, cuyo lado está a la altura de la cabeza.
Si la obra del genial romano tiene importancia en el contexto de la arquitectura propiamente dicha y no solamente por ser el único libro sobre arquitectura greco-romana, escrito en el inicio de nuestra Era y conservado íntegramente, también lo es por su contenido técnico y amplia documentación, pero en un segundo plano y lejos de los detalles técnicos, a juicio de expertos que han estudiado la obra profundamente, también cuenta la intención clara del autor de convertir la arquitectura en un arte en el que van a jugar un papel importantísimo todas las ciencias.
Que Vitruvio hubiera pasado desapercibido desde casi su tiempo hasta el siglo XV, tiene una explicación y es que su obra resultaba desconocida hasta entonces ya que fue descubierta en el año 1416, por el humanista italiano Gian Francesco Poggio Bracciolini en la abadía de Saint-Gall, durante la celebración del concilio de Constanza (1413/1418), convocado para acabar con el llamado Cisma de Aviñón.
Muchas gracias por publicar este trabajo, aprendi mucho!
ResponderEliminarGracias!
Había oído hablar, aunque poco del hombre de Vitruvio, pero desconocía su historia. Muy interesante!!!
ResponderEliminarInteresante.. e instructivo. ¡Sí señor!
ResponderEliminarPepe, qué amenidad en la enseñanza. Enhorabuena.
ResponderEliminar