jueves, 14 de mayo de 2020

LA ESPADA DE SAN GALGANO




No es una fábula, ni un relato de ficción, ni una patraña; es un hecho que tiene una base histórica y real, un protagonista que es una persona que existió y de la que hay constancia y una época determinada. En fin, los ingredientes necesarios para construir a su alrededor toda una urdimbre que dé cuerpo a unos hechos que enseguida voy a relatar y que el que los quiera creer, que así lo haga.
Galgano Guidotti fue un noble italiano de la Baja Edad Media nacido en 1148 en la República de Siena, en la costa occidental de la Península Italiana, donde actualmente se ubica la región conocida como Toscana.
Vivió una juventud absolutamente hedonista, salpicada de lances amorosos y guerreros. Hábil con la espada en igual medida que con el verbo, disfrutaba de todo el placer que su acomodada vida le ofrecía.
Un detalle curioso de su alocada vida es que nunca se casó, ni tenía novia conocida, salvo una eterna enamorada de nombre Polissena, en la que se refugiaba tras momentos de máxima locura.
Su propia madre tenía de él tan funestos pensamientos que muchas veces comentó que su hijo tenía todos los ingredientes necesarios para ir de cabeza al infierno.
Cuenta la tradición que este desenfrenado joven había relatado a su círculo de amigos más íntimos que se le había aparecido en sueños el arcángel san Miguel, conminándole a dejar esa vida de vicio y desenfreno que llevaba.
 Por supuesto no le había hecho caso y se tomaba el asunto con la sorna propia de un total descreído.
Pero cierto día, cuando tras locas jornadas de francachelas se dirigía a expiar sus pecados en las faldas de su paciente Polissena, atravesando el bosque de Montesiepi, se le apareció el arcángel y esta vez no era en un sueño.
En un recodo del camino que recorría a caballo estaba el arcángel esperándole. La celestial criatura asustó con su presencia al caballo que cayó, dejando a Galgano tumbado en el suelo. Repuesto del primer susto, el arcángel le conminó a cambiar de vida, dejar el vicio mundano que lo corroía y que dedicara su tiempo a exaltar su alma.
El joven Galgano se rió de aquella propuesta. Era imposible dejar aquella vida que tanto placer le proporcionaba; tan imposible como que su espada se hundiera en aquella roca al lado del camino.
Y mientras decía esto desenvainaba su espada y hacía intención de clavarla en la dura roca.
Para su sorpresa, la espada se introdujo en la roca como si esta fuese de mantequilla y quedó clavada en ella por algo más de la mitad de su longitud. Inmediatamente el joven quiso extraerla de aquella roca pero le resultó imposible.
Aquel hecho prodigioso hizo cambiar de actitud al joven Galgano y entendiendo que ante él se había producido lo que muy bien se consideraría como un milagro de factura divina, renunciando a todo en la vida, se retiró a purgar sus pecados y allí, dando abrigo a aquella roca que retenía celosamente su espada, Galgano construyó una cabaña en la que hacía su vida.
La noticia de que el más libertino y crápula de los jóvenes de Siena se había retirado de la vida mundana y que vivía en una miserable cabaña por él mismo construida, se extiende pronto entre sus amigos y el pueblo llano, que empieza a marchar en una especie de peregrinación a la cabaña del eremita en donde contemplan la espada clavada en la roca.
La cosa se dimensiona cuando aquella época tan oscura de la historia, tan necesitada de cualquier ayuda, empieza a experimentar el sobrenatural goce de los milagros, por otra parte tan comunes como fraudulentos y muchos de aquellos peregrinos que marchaban hasta la humilde cabaña de Galgano, aquejados de incurables dolencias, después de tocar la empuñadura de la espada, recibían la gracia divina de la curación y ¡oh milagro!: ¡veo!, ¡puedo andar!...
Galgano se queda ajeno a aquellas manifestaciones y no reparte bendiciones ni da consejos, solamente permite a sus peregrinos que toquen la espada clavada en la roca, la cual se muestra tan milagrosa que empieza a congregar penitentes de todos los enclaves limítrofes y más tarde de toda Italia.
En el mismo lugar, años después, se empieza la construcción de una basílica, pero ya Galgano ha muerto, pues apenas sobrevivió dos años al maravilloso episodio que le cambió la vida.
Galgano falleció en 1181, cuando la fama de los milagros que se conseguían por mediación de aquella espada había trascendido fronteras e interesado al propio papa Alejandro III, que llamó al ermitaño para conocerlo personalmente, pues siendo también natural de la misma región de Siena, conocía a su familia. Fruto de aquella reunión, el papa le encargó la construcción de una abadía donde dar cobijo a los numerosos fieles que iban en peregrinación a postrarse ante la espada.
La construcción de la abadía no comenzó sino hasta años después, pero simultáneamente con la muerte de Galgano se inició un proceso de santificación que culminó en 1185. No es normal una canonización tan rápida, pero en este caso existían varias razones, como que ya había mucha documentación sobre los hechos milagrosos, que el papa mismo estaba interesado en el asunto y, sobre todo que la cristiandad necesitaba muchísimo de la figura de los santos, únicos capaces de sacar al pueblo del estado de pobreza, enfermedad y depauperación que padecía.
Hasta aquí todo parece una historia ya vivida: caída del caballo cuando iba a realizar actos poco aconsejables; cristiana conversión; cambio radical de vida; espada clavada en la roca…
Efectivamente, una historia ya conocida y por tanto carente de toda originalidad.
Nada que decir con la parte más espiritual, la conversión de Galgano y su paralelismo con la del apóstol Saulo, pero en relación con la espada clavada en la roca, es necesario hacer algunas consideraciones.

Urna que protege la famosa espada clavada en la roca

En primer lugar es necesario conocer que el hecho de clavar una espada en tierra, era un signo de poder entre algunas culturas de la antigüedad, incluso anteriores a la Edad del Hierro.
Los sármatas, un pueblo procedente de la zona del actual Irán, ya descrito por Herodoto, tenían esa costumbre y se sabe que mercenarios de esta etnia fueron empleados por los romanos para defensa en Britania del llamado Muro de Adriano (ver mi artículo: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2013/03/tres-murallas-famosas.html ).
Es decir, los sármatas estuvieron en Inglaterra, a donde pudieron llevar su rito de la espada clavada. Es posible que de ahí nazca la leyenda de la famosa espada Excalibur, clavada en una roca que el joven Arturo logra desconfinar, convirtiéndose en rey.
Esa y otras leyendas conocidas generalmente con el nombre de “artúricas”, pertenecen al folclore y a la literatura de la isla de Gran Bretaña y se encuentra desde la literatura céltica, hasta la galesa, presentado como un personaje de leyenda.
No obstante, se especula con la posibilidad de que el rey Arturo de la leyenda responda a un personaje real que en el siglo VI dirigió la defensa de Britania frente a los sajones.
Pero evidentemente la constancia oficial de la corporeidad de esta leyenda es muy escasa, por no mencionar la nula certeza que presenta la espada Excalibur clavada en la roca.
En el caso de san Galgano la certeza es absoluta. El personaje existió y la espada aún se conserva.
Efectivamente, la espada se encuentra en la llamada “Rotonda de Montesiepi”, lugar que ocupó la abadía cisterciense de san Galgano, actualmente en ruinas, a muy escasa distancia de Siena y es visitable.

Rotonda de Montesiepi, en donde se custodia la espada

Estudios muy serios realizados en la roca, revelan que la espada está realmente clavada en la piedra, que no es un montaje científico como algunos que se han llevado a cabo con la misma Excalibur. Este detalle y el hecho de que hasta 1924, la espada se podía extraer de su pétreo alojamiento, la convierten en un objeto de real consideración.
En la fecha indicada se decidió fijarla a la piedra, pues muchos de los peregrinos que hasta allí se acercaban, sacaban la espada, e incluso después de fijada, un exaltado visitante quiso extraerla y en su esfuerzo rompió la empuñadura.
Desde entonces se decidió colocar un armazón de madera y cristal, protegido por una reja de hierro, que permite solo verla y no tocarla.
¿Es una historia convertida en leyenda, o es una leyenda convertida en historia?
No se sabe con certeza; cuesta trabajo creer que se pueda clavar una espada en la roca con una profundidad de casi un metro, pero ahí está la espada y ahí están los testimonios de coetáneos que lo atestiguan.
Es cuestión de creerlo o no creerlo, porque certeza científica no hay, así que como decía aquel: puede que sí y puede que no, aunque lo más probable es que quién sabe.

3 comentarios:

  1. Bonita e interesante historia, que yo desconocía...

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  2. Interesante relato / leyenda, con soporte físico importante cual es la espada embuida en la piedra y que despierta la curiosidad.
    Lo paso a Moteros Jubiletas, para "conocimiento y efectos que procedan"....como acostumbrabamos a poner en nuesrros escritos oficiales.. cuídaros gente de bién!

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  3. O lo que es lo mismo :ni sí ni no, sino todo lo contrario. GIR

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