viernes, 2 de junio de 2023

LA ORGÍA DE LAS CASTAÑAS


 

 

Vaya por delante que la veracidad de esta historia está más que en duda, pero no siendo el único escándalo soportado por la misma institución, me he atrevido a relatarlo, sin despejar su autenticidad.

Si hay una institución inasequible al desaliento, inalterable a los ataques o, en una palabra, inmarcesible (que no se marchita), esa es sin duda la Iglesia de Roma.

Basado su dogma en relatos casi incomprensibles, contradictorios y de escaso o nulo rigor, cimenta todo su peso en una sola piedra: la Fe.

Por la fe has de creer en todo aquello que no ves, como decía el antiguo catecismo del padre Ripalda, (¿o era el del padre Astete?); es igual, sin entrar a valorar nada, hay que decir que los católicos nunca cuestionan su credo y tampoco aceptan ninguna conversación en la que se ponga en claro sus contradicciones y por eso se dice, y con razón, que los que más hablan de Dios son los ateos.

Ya he dedicado varios artículos a poner de relieve algunas circunstancias que, sobre cualquier otra institución, la habría hecho tambalear, o incluso derrumbarse, pero que sobre la Iglesia no ha hecho más que engrandecerla. Así ha habido papas con incomprensible conductas, no solamente delictivas, sino tan alejadísimas de la ética y la piedad que hace pensar dónde estaba el Espíritu Santo el día que lo eligieron para la más alta magistratura de la Iglesia, ya que dicha elección es bajo la divina inspiración de la paloma con la que se le representa, según nos dice la propia iglesia.

Ella misma, la Iglesia, tituló a un amplio periodo de su historia con el nombre de “Pornocracia”; una época en la que dos mujeres: Teodora y Marozia, madre e hija rodaron por los lechos papales detentando un poder inusual. Pero pasó ese periodo y la situación volvió a la normalidad, como si nada anormal hubiera sucedido.

(Puedes consultar mi artículo sobre el tema en este enlace: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2018/08/el-toca-pelotas.html o en este otro: http://unalupasobrelahistoria.blogspot.com/2014/07/hoguera-del-infierno.html )

La grey no ha conocido estos episodios. Nadie se los ha contado y con ese poder omnímodo de la mejor institución de todos los tiempos, han sido sepultados y las más de las veces negados de raíz, tal como la historia que empiezo a contar.

 De entre los muchos nombres que se dio a este acto, por respetar el contenido de la información, me parece que orgía es el que mejor lo describe, pero se le ha llamado también baile, ballet, o banquete.

El hecho ocurrió en la ciudad de Roma la noche del 30 de octubre de 1501. Esa noche que de un tiempo a esta parte se celebra con el nombre de Halloween, una fiesta pagana e irrespetuosa en una fecha que la Iglesia siempre celebró como víspera de Todos los Santos, (en mi pueblo: “Los Tosantos”).

No tendría más importancia si el hecho se hubiera celebrado en cualquier otro lugar, pero acaeció en el Palacio Apostólico Vaticano y más concretamente en los llamados aposentos Borgia, un conjunto de seis salas destinadas a vivienda del papa Alejandro VI, de nombre Rodrigo Borgia y fue organizada por su hijo, el famoso César Borgia, contando con la presencia de su no menos famosa hermana Lucrecia.

Nombrar a los Borgia es traer a la memoria relatos de sexo, asesinatos, perversión, venta de privilegios eclesiásticos, y toda una miscelánea de barbaridades, por otra parte no exclusivas de esta familia, pues muchos otros poderosos clanes italianos hicieron lo mismo cuando colocaron a alguno de los suyos en la silla papal.

A la fiesta de los Borgia fueron invitados los cardenales, obispos, autoridades civiles y cuanta persona importante se encontrase en Roma en ese momento. Ni que decir tiene que se sirvió una cena fastuosa no faltando ningún plato o bebida de los más apetecidos del momento.

Al parecer y dada la mala fama de los anfitriones, algunos de los invitados, sobre todo los más poderosos llevaban  consigo su catador de alimentos.

Acabado el ágape y tras los postres, César ordenó que se retirasen las mesas y se colocasen candelabros en el suelo de las salas, tras lo cual aparecieron no menos de cincuenta prostitutas de lujo ricamente ataviadas que fueron desnudándose al compás de la música, proyectando sus figuras en las paredes por efecto de la luz que desde el suelo emitían los candelabros.

 


Palacio Apostólico en el siglo XVI

 

Cuando todas las señoritas, a las que hoy denominaríamos “escort” por connotación con  algunos de los festolines que se celebran para “currar” comisiones, estuvieron desnudas, se les ató las manos a la espalda y se mandó tirar una buena carga de castañas por los suelos. Precisamente este dato de las castañas da un toque verosimilitud a la historia, pues es la castaña el fruto que se come precisamente en esa época del año.

Las maniatadas damas tenían que recoger el mayor número de castañas posible, compitiendo entre ellas para llevarse el premio que le sería entregado a la ganadora.

Así, desnudas, maniatadas y en franca competencia entre todas, se lanzaron a recoger con la boca las castañas del suelo. Esta recolección les hacía adoptar posturas lascivas, acompañadas de roces con sus compañeras, lo que empezó a caldear la temperatura, ya de por sí elevada entre los invitados por efecto de la comida y la bebida, los cuales, lejos de contenerse en público haciendo honor a sus dignidades, se lanzaron libidinosamente sobre las señoritas.

A partir de ahí se desarrolló una orgía de descomunal tamaño que se vio acrecentada cuando el papa prometió lujosos regalos al que fuera capaz de “tumbar” a más prostitutas y así todos, sin distinción, se lanzaron a fornicar desaforadamente.

Estuvieron de bacanal hasta muy de madrugada juntando fornicio con bebida y comida y alcanzando todos un grado de embriaguez que al día siguiente ni el papa ni muchos de los altos cargos eclesiásticos pudieron asistir a la ceremonia religiosa que debía tener lugar.

El lector avezado se preguntará cómo se ha sabido este episodio de la vida papal, que lógicamente se guardaría dentro del sigilo con que los asistentes honrarían tan desvergonzadas conductas, pero ocurre que, por separado, esta historia aparece en dos documentos de la época. El primero es conocido como “Carta a Salvelli”, un conocido noble romano exilado en la corte austríaca llamado Silvio Salvelli.

La carta en cuestión es conocida como “Lettera Antiborgiana” y en ella se narran multitud de episodios en los que se pone de manifiesto la depravación de la familia Borgia creando un clima de desprestigio notable.

Valga que no tenga mucha credibilidad por la inquina hacia la poderosa familia, pero es que también, en un dietario llamado “Liber Notarum”, una especie de registro de las celebraciones papales, el sacerdote y maestro de ceremonias vaticana llamado Juhannes Burchard, recoge este mismo episodio.

Verdad, mentira, exageración. No está muy claro y los modernos historiadores tienen a negarlo, pero el episodio está ahí, desconocido para el gran público aunque presente en crónicas de la época.

2 comentarios:

  1. Los Borgia, constituyen un "borrón "
    enorme en la historia vaticana...J.Exposito.

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  2. Victor Comendador4 de junio de 2023, 5:36

    Amigo José María, parece que hay cierta tendencia, o quizás siempre la hubo, a confundir o mezclar dos conceptos que, para mi, deben ser objeto de una clara dicotomía, Uno es el Creyente y otro la Organización o Institución, como tu la denominas, que constituye la Iglesia Católica que, tal y como le ocurre a otras confesiones, no deja de ser una obra manejada y dirigida por humanos por mucho que se hable de inspiraciones Divinas.
    Respecto del Creyente no es la solo la Fe, que también, sino la necesidad del ser humano de encontrar sentido a todo lo que constituye este inexplicable decurso de la vida y su razón de ser.
    Yo al menos entiendo que algo superior debe existir pues me resisto a pensar que todo es un puro albur de una conformación de la materia.
    La formulación de esa creencia o fe es cuestión de cada uno.
    De ahí la autocalificacion que de si mismo hace Miguel de Unamuno cuando dice ser "un ateo que cree en Dios" al sentir dudas pues, ciertamente, de aquello en que es imposible creer no se tiene ni la mas mínima duda.
    Por ello y con independencia de lo que pueda hacer bien o mal la Iglesia Católica, respecto de lo puramente inmanente yo prefiero y necesito creer y no se si con acierto o sin el, creo haber visto esa mano del Ser Superior varias veces en el devenir de mi vida, eso si, con mi mas absoluto respeto para quien opine de forma contraria.

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