Publicado el 18 de diciembre de 2011
Desde hace ya unos años, tengo un
teléfono móvil (celular, que dicen los americanos) en el que hay un
juego con el que mi nieta se entretiene a veces. Se trata de una
serpiente que repta por un campo lleno de frutas que va comiendo y
aumentado de tamaño. La serpiente tiene la propiedad de devorarse la
cola a sí misma disminuyendo su tamaño y restándose puntos, pero
haciéndose a la vez, más ágil y dinámica.
La imagen de la serpiente siempre ha
cautivado al hombre; tanto si siente repugnancia por los reptiles,
como si no, lo cierto es que todas las civilizaciones tienen un punto
de unión con estos reptiles.
Una serpiente fue la que tentó a Eva
en el paraíso; una lengua bífida que engaña a las personas, pero
también es signo de regeneración, venganza, sabiduría y
ambivalencia.
Presente en el escudo del Estado de
Méjico y presente en los emblemas de todas las farmacias, procede
del rito iniciático referido al dios griego Hermes Trismegisto.
Pero yo no quería hablar de las
serpientes, sino de un antiquísimo símbolo en el que se representa
a una serpiente o un dragón, engullendo su propia cola, como en el
juego que a mi nieta le encanta y formando un cuerpo de figura
circular.
El símbolo se llama “Uróboro”
y es la representación de la naturaleza cíclica de las cosas, la
lucha y el esfuerzo eterno y también el retorno permanente, el
comenzar nada más se acaba.
Representación
medieval del Uróboro
Lo mismo que otros símbolos usados
recientemente, como las cruces esvásticas, su concepto ha sido
empleado en los últimos cuatro mil años simbolizando el tiempo y la
continuidad de la vida. Es la representación del Sol que nace y
muere cada día.
En nuestros tiempos, las referencias
al uróboro
son múltiples, en el cine y en la literatura y sobre todo en la moda
de los tatuajes.
Confío que muchas de las personas que
han decidido dibujarse una serpiente de forma circular en cualquier
parte de su anatomía, desconozcan uno de los más macabros
significados de ese, al parecer, inocente dibujo.
Porque además de los significados que
se han expresado anteriormente, la más poderosa de las
significaciones del símbolo es que con él se inicia una etapa
histórica caracterizada por el salvajismo y la crueldad, además de
dar comienzo a una leyenda que también la literatura y el cine, han
aireado en los últimos años. Esta leyenda es la de los “no
muertos” entre los que se encuentran los “vampiros” o los
modernamente llamados “zombis”. Sin ese revestimiento de
misterioso, sangriento y cruel, el cristianismo es el gran impulsor
de todas las creencias que amparan la continuidad de la vida, idea
que tampoco le es propia, pues religiones más antiguas ya
proclamaban la vida tras la vida.
Pero aparte de ese matiz esotérico,
la historia es capaz de presentarnos una visión mucho más mundana
de ese símbolo cuando el que fuera Emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico, Segismundo
de Luxemburgo, rey de
Hungría, creó en el año 1408, la Orden
del Dragón Invertido
que inspirada en otras órdenes militares de muy buen resultado,
tenía como principal misión derrotar a los turcos.
Verdad envuelta en unos hechos que se
difuminan entre lo histórico y lo irreal.
En el siglo XIV vivió un personaje de
lo más extraño y enigmático. Fue conocido como Abramelin
el Mago y fue un
“Elegido” al que la secta más antigua y hermética de Egipto le
reveló sus secretos milenarios, entre los que se encontraba el de la
inmortalidad. Eso es, al menos lo que de él se dice.
Segismundo
era un hombre cruel y ambicioso que ansiaba el poder absoluto y que
se había agenciado como consejero a Abramelín
el Mago, con el que
pasaba largas horas de estudio y que lo inició en los secretos que
había recibido de Egipto: La
Magia Póstuma. Fue
también Abramelín
quien le inspiró la creación de la Orden del Dragón y el que
propuso su símbolo con todo lo que su significado conlleva.
El emperador estaba casado con Bárbara
de Celje, conocida por
sus desafueros sexuales como la Mesalina germana, la cual se
convirtió en una musa para la incipiente Orden. Pero quiso el
destino que muriese muy joven, dejando a su esposo sumido en la más
absoluta de las pesadumbres, hasta el extremo de que, no resignarse
con su destino, le pidió a Abramelín
que le devolviera la vida.
El mago le confesó que solamente una
vez había realizado aquella práctica y que en cualquier su conjuro
caso no podría durar más de siete años.
La historia es poco creíble, pero lo
cierto es que Bárbara de
Celje fue enterrada dos
veces, la primera en Hungría y la segunda en Croacia, en donde
continúa su tumba en una zona en donde, por cierto, se han dado
muchos casos de vampirismo.
Dicen, los que han profundizado en
esta historia que Abramelín
consultaba constantemente un antiguo grimorio,
en el que se contenía toda la sabiduría necesaria para hacer una
conexión con otras dimensiones.
Grimorio
es el nombre genérico que se da a un libro de magia de los que se
publicaron durante la Edad Media y hasta el siglo XVIII. El librito
se titulaba “El Grimorio de Armadel”, libro extraño que estuvo
desaparecido durante siglos y hallado por pura casualidad en una
biblioteca de Venecia, por un tal Samuel
Liddel “MacGregor” Mathers,
que se lo llevó y publicó posteriormente.
Este personaje es un visionario que
dice tener poderes mágicos con los que es capaz de comunicarse con
los que han atravesado la frontera de la vida y en unión de otros,
entre los que se encontraba Bram
Stocker, el creador del
mito de Drácula, fundaron una sociedad hermética, tan del gusto de
finales del siglo XIX principios del XX que se llamó Orden
Hermética del Alba Dorada,
una orden que aún hoy tiene algunos seguidores.
Pero lo que ninguno de los supuestos
magos, ni herméticos, ni gurús de todas estas sectas dijo nunca y
jamás reconocieron es que todos los ritos que se hicieron en todos
los tiempos y que tenían como finalidad pactar con el diablo para
conseguir riquezas, vida eterna y otras cosas por el estilo, eran
tratos que se firmaban con sangre. Sangre que significaba la
regeneración y a través de la cual se podía llegar a vencer a la
muerte.
Esa sangre que desde Bram
Stoker queda asociada
al ritual del vampirismo, con la que el vampiro adquiere la vida
eterna, contagiando a otras personas en su largo y sangriento
peregrinar.
Curiosamente Stoker era uno de los
asiduos visitantes de las bibliotecas y museos venecianos y también
curiosamente se inspiró en uno de los príncipes rumanos firmantes
de la Orden del Dragón Invertido.
A poco de haberse creado esta Orden,
muere el regidor de Valaquia, territorio que actualmente forma parte
de Rumanía, concretamente la mayor parte de la zona sur, la que
limita con Bulgaria. Este regidor era un aristócrata llamado Mircea
Cel Batrim, El Viejo, al que sucede su hijo Vlad II que en 1431 es
armado Caballero de la Orden del Dragón Invertido, realizando un
juramento de vasallaje ante el Emperador Segismundo en Budapest. A
partir de ese momento gobernará como Vlad Dracul, es decir, Vlad el
Dragón, aunque también se puede traducir como El Demonio.
Un hijo de este, al que se conoce como
Vlad III Draculea, es decir, hijo del Dragón, es un personaje
sanguinario que si bien consiguió grandes progresos en relación a
la presión que los turcos ejercían en todas sus fronteras, pasó a
la historia por su tremenda crueldad, siendo conocido como Vlad
Teples, o El Empalador, pues su forma de tormento favorita era
empalar a sus víctimas introduciéndoles un palo afilado por el ano
hasta que los atravesaba totalmente. Los dos adoptaron la figura de
un dragón para sus estandartes y con ella causaron pavor entre sus
enemigos.
Este es el que al parecer se inspira
Stoker
para crear su personaje Drácula.
Lord Byron,
mucho antes de que Stoker
pensara en su creación literaria, ya era consumado visitante de la
Isla de San Lázaro, en Venecia, en donde ocurrían cosas
inexplicables y que han dejado a la ciudad marcada en esa faz
esotérica, sectaria y hermética.
El lado mágico de Venecia no es
novedad para nadie. Plagada de palacios que conocieron tiempos de
verdadero esplendor, la ciudad de los canales ofrece una faz
misteriosa en muchas de aquellas construcciones como el palacio
Ca’Dario, rodeado de un halo de misterio y en el que han sucedido
muertes tan extrañas y trágicas que hacen imposible su actual
venta.
Desde su primer inquilino, Giovanni
Dario, que lo inauguró en 1487 y murió de angustia al saberse
completamente arruinado, hasta el último, Raúl Giardini que se
suicidó en 1993al verse envuelto en el escándalo denunciado por el
grupo anticorrupción “Mani Pulite”, creado por Antonio di
Pietro, casi todos sus propietarios han muerto de manera violenta y
muchos, además, misteriosa, hasta el extremo que en la ciudad se
conoce el palacio como “La casa que mata”.
Pero a pesar de todo esto que narro,
yo soy escéptico por naturaleza y en lo que se refiere a la vida
tras la muerte, no me creo nada. Mucho menos cuando toda esta
literatura a la que nos hemos estado refiriendo tiene su base en
supuestos pactos con el demonio, criatura que llega a nosotros como
inventada por la Iglesia Católica, por cierto nada original y que no
tenía más finalidad que poner el contrapunto del mal a la bondad de
su apostolado. Es más, hace ya algunos años, la Iglesia reconoció
que la figura del Infierno y la de Satanás, tantas veces mencionados
en las Escrituras, no existían.
No ha sido fácil encontrar el libro
que sobre la Magia Póstuma, como así la denominaban Abramelín
y los herméticos, consultaba constantemente y que contiene, siempre
según las claves esotéricas, todos los ingredientes para realizar
los conjuros necesarios para obtener todas aquellas ventajas a las
que antes me he referido: vida después de la muerte, amor de una
mujer, riqueza, etc., pero actualmente se encuentra todo y a través
de Internet, conseguí una editorial que me lo serviría en pocas
fechas. Como el precio me pareció asequible y me apetecía poseer un
libro en donde iba a encontrar las claves para conocer el lado
práctico del ritual mágico y los Sellos secretos del rey Salomón
–así se anunciaba-, lo pedí y me lo enviaron.
Algo tiene el agua cuando la bendicen,
reza un antiguo dicho cristiano y algo debe tener todo ese mundo de
la magia cuando a lo largo de la historia tantas y tantas gentes haya
creído en ella, pero lo cierto es que leyendo opúsculos como éste,
es difícil creer que alguien se pueda dejar llevar por un apasionado
fervor. La infantilidad de su contenido sorprende a cualquier lector
y más parece un breviario católico.
Pretender que con la invocación de
los ángeles y arcángeles, con la utilización de sellos o con un
ritual de oraciones se va a conseguir algo más que perder el tiempo
es de una inocencia que asusta.
Por otro lado, apostar a que esa magia
hermética, esotérica, nos viene transmitida de la más remota
antigüedad, es querer asegurar que el hombre, en vez de avanzar en
el conocimiento, como todo parece indicar, ha ido regresando y cuando
hace miles de años, sin apoyo de ciencia de ninguna clase era capaz
de traspasar la frontera de la muerte y regresar a la vida, ahora,
con toda la tecnología a su favor, no es capaz de hacerlo.
Para el lector que desee comprobar
cuanto he relatado, se lo voy a poner fácil porque después de mucho
buscar, encontré en Internet una página en la que se puede
descargar el libro completo. Solamente tienen que teclear este
enlace:
Portada
del libro
Cada cual que saque sus propias
conclusiones, la mía es que tenemos tanto miedo a morir que
cualquier cosa nos parece bien para hacernos a la idea de que vamos a
poderle a la vieja de la guadaña.
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