Publicado el 29 de enero de 2012
Hace unos días, mientras escribía
un artículo sobre los Dientes de Waterloo, me tropecé con una
historia que me pareció tener aristas interesantes y por eso, en
cuanto he tenido tiempo me he puesto a investigar hasta llegar a
completar lo que se podría calificar entre la realidad y la
especulación.
En la batalla de Waterloo, el ejército
británico contaba con un médico que llegaría a alcanzar fama
mundial por diversas razones.
Este médico se llamaba James Barry y
había nacido en Edimburgo alrededor de 1799. Poco se sabe de su
familia, pero se conoce que desde muy pequeño demostró un alto
interés por la medicina y en cuanto tuvo la edad apropiada, en aquel
tiempo muy escasos años, ingresó en la Escuela de Medicina de
Edimburgo en donde se matriculó en 1809, graduándose en 1812.
Significa esto que el joven Barry no
tendría más de catorce años cuando ya era médico y, un año más
tarde trabajaba como asistente en el hospital militar de su ciudad.
Ingresó como cirujano en el ejército británico y acompañó a las
tropas en la famosa batalla.
Posteriormente desarrolló su trabajo
en las Colonias Británicas y sirvió como cirujano militar en la
India y en Sudáfrica.
Aproximadamente en 1816 llegó a
Ciudad del Cabo, la capital de la Colonia y una casualidad propiciada
por la falta de profesionales titulados en medicina, hace que se le
nombre Inspector Médico de la Colonia que en aquella época ocupaba
todo el cono sur de África.
En aquel país, atenazado por la sed y
el hambre, el doctor Barry se esfuerza no solamente en mejorar las
condiciones sanitarias de los soldados, sino de toda la población
nativa, cuyas condiciones de vida, piensa él que son responsabilidad
de la Corona Británica. Por eso se entrega y trabaja sin descanso en
la mejora de los suministros de agua potable, pues ya se sabía que
las aguas infectas eran la fuente principal de las mayores epidemias
que conocía el continente y en esta tarea, en la que puso mucho
empeño, se ocupó durante algún tiempo, pero sin olvidar la
práctica de la medicina y el cuidado de los enfermos.
En aquellos años y en los países sin
desarrollar, diversas circunstancias higiénico-sanitarias hacía
posible la expansión de una terrible enfermedad: la lepra. A los
enfermos de lepra se los recluía en los lazaretos dejándolos morir
poco a poco. En algunos países no existían leproserías y eso
ocurría en Sudáfrica, en donde el doctor Barry luchó, hasta llegar
a enfrentarse en duelo a un opositor a que se construyera un lazareto
en Ciudad del Cabo.
Curiosamente y como ocurriría casi
siglo y medio más tarde, se produce en Sudáfrica un acontecimiento
médico por primera vez en la historia. Hasta aquel momento, la
práctica de la cesárea era una técnica que los cirujanos conocían
perfectamente, pero se consideraba tan agresiva que solamente se
practicaba cuando la madre gestante había fallecido o estaba a punto
de hacerlo. Eso suponía llevar poco cuidado con las lesiones que se
pudieran practicar a la madre y todo estaba enfocado en salvar el
feto, cosa que en muchos casos se conseguía.
Pues bien, el doctor Barry, fue el
primer cirujano de la historia, del que se tiene noticia que practicó
una cesárea consiguiendo que la madre y el hijo sobrevivieran a la
operación.
El hecho no está muy bien documentado
y es más que posible que se tratase de una mujer de raza negra,
seguramente joven y fuerte a la que se le presentó un parto
complicado. En honor al doctor que había salvado la vida de su hijo,
la madre le puso su nombre, habiendo constancia que su apellido era
Munnik.
El otro acontecimiento médico de gran
trascendencia registrado en Sudáfrica fue el primer trasplante de
corazón, llevado a cabo en la década de los sesenta por el doctor
Christiann Bernard.
Tras su estancia en el sur de África,
el año 1828, el doctor Barry pasó por Trinidad Tobago, Isla
Mauricio y Santa Helena, donde Napoleón había sufrido destierro
hasta su muerte. Posteriormente fue destinado a Malta, como General
Inspector de Hospitales y más tarde pasó por Canadá y Jamaica.
En el año 1845, el doctor Barry
contrajo la fiebre amarilla, causando baja por enfermedad y
trasladándose a Inglaterra con la finalidad de curarse.
Regresó a Malta al año siguiente y
tras algunas dificultades con el clero local, fue destinado a Corfú,
en Grecia, con el mismo rango y luego, en 1857 lo destinaron a
Canadá, en donde, al igual que en Sudáfrica, encontró problemas
relacionados con la alimentación y con la misma y terrible
enfermedad de la lepra.
Se retiró del servicio activo en
1864, en contra de su voluntad, pero considerablemente enfermo, pues
el 25 de julio de 1865, moría víctima de disentería.
Y al producirse su muerte es cuando
realmente esta persona alcanza la dudosa fama que después lo
coronaría.
La primera circunstancia realmente
sorprendente es que en una carta que entrega a su cuidadora, la
enfermera Sofía Bishop, para que sea leída después de su muerte,
manifiesta su voluntad de que lo entierren tal como se encuentra en
ese momento, sin desnudarlo, lavar el cadáver, amortajarlo o
aplicarle cualquiera otra de las prácticas habituales, circunstancia
que sorprenden a la enfermera que de inmediato consulta con el médico
que atendía a Barry en sus últimos días, el cual también se
sorprende y decide no hacer caso del mandato de la carta y proceder
como era habitual.
Y al desnudarlo se descubre que no era
un hombre. Era una mujer perfectamente formada y sin ningún signo
evidente de que hubiera defecto físico que indujera a confusión.
Como es natural y al tratarse de un
alto cargo del ejército británico se formó un gran revuelo que fue
zanjado por las autoridades militares, permitiendo que se enterrase
con el nombre con el que se le había reconocido en la milicia y con
la categoría militar que había alcanzado y así figura en su tumba
del cementerio londinense de Kensal Greenr, como se muestra en la
fotografía.
Lápida
en la tumba de Barry
De inmediato se desató la
especulación e incluso la investigación sobre las causas y las
circunstancias por las que aquella mujer había vivido como un
hombre, con una dilatada vida profesional en el ejército y sin que
nunca hubiera existido sospecha alguna sobre su verdadera condición.
Fruto de las investigaciones realizadas, se sabe que James Barry
nació en Irlanda en 1789 con sexo mujer, de nombre Margaret e hija
del matrimonio formado por Jeremías Bulkley y su esposa Mary Ann
Barry, hermana del famoso pintor irlandés James Barry, profesor de
arte de la Academia Real de Londres. Jeremías terminó en prisión y
los hermanos de Mary Ann no podían ayudarles económicamente.
Se ignora la razón por la que
embarcaron hacia Edimburgo, a donde llegaron adoptada ya la identidad
de James Barry, por parte de Margaret.
Allí se matricula en la escuela de
Medicina y el resto de la historia ya es conocida.
De igual forma en que Catalina Erauso,
la Monja Alférez, suplantó una identidad masculina, o Concepción
Arenal se vestía de hombre para poder estudiar derecho, Margaret
Bulkley se hizo pasar por hombre para poder cursar estudios de
medicina, entonces totalmente vedados a la mujer del Reino Unido,
pero lo sorprendente es que luego se hiciese militar y así terminase
sus días, sin descubrir jamás su verdadero sexo.
Como suele ocurrir en casos similares,
tras su muerte no faltaron los que se jactaban de haber intuido la
verdadera identidad del doctor e incluso alguno manifestó conocer la
existencia de un embarazo, posiblemente fruto de un romance surgido
entre Margaret y Lord Charles Somerset, mientras se encontraban en
Ciudad del Cabo, pero esa es una circunstancia que no está adverada.
Se dice que para ocultar sus rasgos
físicos usaba vestimentas muy amplias y para disimular la finura de
su cutis, o la de su voz, había empezado por quitarse años, lo que
puede justificar que con doce terminara la licenciatura. Se conservan
algunos retratos del doctor, pero de escasa calidad, en donde no se
pueden estudiar sus rasgos de manera adecuada.
Retrato
de James Barry
Lo cierto es que como persona, supo
ser eficaz en su trabajo, discreta en su vida y buen profesional. No
se le conocen escándalos de ninguna clase, salvo los que llegó a
protagonizar defendiendo fervientemente la causa médica. Era
vegetariana y abstemia y los que trabajaron con ella lo definían
como de trato muy humano con los pacientes y sobre todo un dato muy
significativo que es la elevada tasa de recuperación de soldados
heridos en las diferentes guerras en las que intervino como cirujano
militar.
Este hecho es innegable pues figura en
las tablas de control que el ejército británico llevaba de cada una
de sus actividades.
Unos meses después de la muerte de
Margaret, concretamente el 25 de septiembre de aquel año, se
licenciaba la primera mujer médico de Gran Bretaña, Elizabeth
Garret, de casada Anderson, cuya historia, como la de muchas otras
mujeres es realmente apasionante, pues para conseguir licenciarse
hubo de emplear estratagemas de todo tipo, como estudiar la carrera
en Francia y presentarse al examen de licenciatura a través del
colegio de boticarios. Los británicos se negaron a registrar el
título que había obtenido legalmente, pero eso no le impidió
ejercer la medicina
Tras una vida llena de actividad
profesional y política, acabó retirándose a un pueblo de la costa,
en donde ejerció tanta influencia que terminó por convertirse en la
primera mujer alcalde de Inglaterra.
Dos veces llegó la primera.
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