viernes, 29 de marzo de 2013

DEL TELÉFONO A LA RADIO


Publicado el 28 de septiembre de 2008




Si alguien pregunta quien inventó el teléfono, es casi seguro que todo el mundo responderá: Alexander Graham Bell. De la misma manera, a la pregunta formulada sobre el inventor de la radio, la respuesta unánime será: Guillermo Marconi.
Pues bien, el 11 de junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos, decidió por aclamación acreditar al inmigrante italiano, Antonio Meucci como verdadero inventor del teléfono, extraordinario aparato que revolucionó, y sigue revolucionando, las comunicaciones mundiales y quizás hoy, más que nunca.
La vida y obra de Antonio Meucci deben obtener el justo reconocimiento, y su trabajo en la invención del teléfono debe serle atribuido”, dice el texto aprobado por el Congreso a instancia del republicano Vito Fosella.
Pero, ¿qué ocurrió para que durante más de cien años hayamos estado convencidos de que el inventor del teléfono era Graham Bell?
Pues toda una suerte de dificultades, situaciones de precariedad económica, falta de entendimiento, ambición humana y otras circunstancias que trato de dejar en claro en este artículo.
Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono, nació en Florencia el 13 de abril de 1808. Tras una juventud en el seno de una familia de artistas, decidió estudiar ingeniería mecánica en la Escuela de Bellas Artes de Florencia, con la intención de aplicarla a la escena de teatro y ópera. Como técnico de escena trabaja en el Teatro de La Pérgola de Florencia y algunos otros más, en donde ya deja muestras de su genio creativo y construye y pone en funcionamiento, un sistema para comunicarse con los tramoyistas, por medio de tubos, que se utilizó durante mucho tiempo en la navegación para dar órdenes del puente a la sala de máquinas y que aún está operativo en el teatro de La Pérgola.

Fotografía de Antonio Meucci

Amigo de Garibaldi, participó en numerosas actividades políticas que le llevaron a la cárcel en dos ocasiones, hasta que en 1835, ya casado, abandona Florencia con su esposa y nunca más volverá. Le habían ofrecido el puesto de jefe de escena del Teatro Tacón, en la Habana, que era una isla próspera y plaza fuerte en el panorama escénico.
Con una compañía de ochenta y un cantantes y actores de ópera, llega a La Habana en el vapor “Cocodrilo” en diciembre de1835.
Quince años permaneció en cuba como jefe de escena y durante ese tiempo aportó numerosas mejoras a los sistemas de tramoyas, tanto, que cuando se despidió para marcharse a los Estados Unidos, el teatro le hizo una gala de homenaje.
Con su mujer enferma, postrada en la cama de su domicilio, en la segunda planta del taller en el que trabajaba, perfeccionó su invento de comunicación al que él llamaba “teletrófono”, consiguiendo a través de cables y por medios mecánicos, no eléctricos, comunicarse con su esposa. Cuando su invento estaba a punto, celebró una demostración a la que asistieron diversas personalidades de la época que pudieron escuchar la voz de una cantante situada a considerable distancia, en diferentes piezas del edificio.
La culpa de que el invento no le fuese reconocido desde el principio, la tuvieron doscientos cincuenta dólares que costaba el registro de la patente y que Meucci no tenía, así que optó por una patente temporal por dos años, para mientras, buscar el capital necesario para patentar el invento a la vez que ponerlo en funcionamiento. Un accidente a bordo de un barco de vapor en el que viajaba lo dejó muy mal herido y esta desgracia impulsó a su esposa, totalmente carente de medios, a empeñar o vender casi todos sus planos e inventos, entre los que se encontraba los del naciente comunicador “teletrófono”. A cambio recibió la entonces ridícula cantidad de seis dólares. Debía haber renovado la patente en 1873, pero su situación económica no se lo permitió.

El teléfono de Meucci

Ya repuesto, quiso recuperar lo empeñado, pero le fue imposible, pues la tienda lo había vendido todo a “un joven desconocido”. Inaccesible al desaliento, comenzó de nuevo su trabajo y en 1874, con los planos bajo el brazo, se acercó hasta la sede central de la Western Unión, la poderosa compañía de comunicaciones telegráficas de Norteamérica, a la que trató de interesar en su invento.
En la Western le dirían algo así como: deje usted esto aquí que ya le avisaremos; y pasaron dos años, hasta que Meucci se enteró que Graham Bell celebraba la invención del teléfono, patrocinado por la telegráfica. En aquel momento Bell era un empleado en el taller en donde quedaron depositados los planos. Cuando Meucci exigió que se los devolviesen, respondieron simplemente que los habían perdido.
Desde ese momento inició una ardua batalla legal contra la poderosa compañía y llegó a obtener una sentencia favorable de un tribunal de Nueva York que le dio la razón, pero no pudo cobrar los beneficios, para así seguir litigando, porque la patente no había sido renovada.
Meucci murió en 1889, sin haber aprendido a hablar inglés de manera fluida, pobre, amargado y sin obtener el reconocimiento de su invención. Su muerte extinguió el litigio contra la Western y Bell y todo quedó en el olvido.
En Nueva York tiene un museo llamado Garibaldi-Meucci, dedicado a ambos personajes y en el que se encuentran los inventos del genial sabio italiano, como un homenaje a tantos inmigrantes del país latino que se trasladaron a vivir a los Estados Unidos.
La cosa quedó así, pero la historia continuó y ahora se invierten los papeles; es un italiano el que se toma la revancha y se apropia del invento de otro. El italiano es Guillermo Marconi, que en todos los libros de física, historia, enciclopedias y otros, figura como el inventor de la radio. Lo cierto es que Marconi fue el primero en usar un aparato modulador de frecuencias y transmitir por Telegrafía Sin Hilo (TSH) señales en código Morse. Pero antes que él, científicos como el ruso Alexader Popov o el serbio Nikola Tesla habían hecho descubrimientos imprescindibles para la transmisión si cables.
En 1896, Marconi obtiene la patente británica número 12039 y válida para todo el mundo sobre: Mejoras en la transmisión de impulsos y señales eléctricas y un aparato para ello”.
Rusia rechaza el invento y demuestra que un año antes ya se había realizado una prueba en la Universidad de San Petersburgo a cargo del Alexander Popov y con completo éxito.
Pero aún tres años antes, en 1893, Nikola Tesla hizo una demostración de emisión-recepción de ondas electromagnéticas, con aparatos que contenían todos los elementos que fueron usados por Marconi tres años después. Sorprendentemente esos elementos fueron utilizados durante muchos años, sin variación, hasta la incorporación de los tubos de vacío. El sistema fue patentado en los Estados Unidos, a donde se trasladó Marconi para comercializar su aparato. Entre sus financieros se encontraba Thomas Alva Edison, ya encumbrado como sabio e inventor, el cual pudo tener algo que ver con que en 1904, la oficina de patentes americana revocara la que había concedido a Tesla, para atribuir el invento de la radio a Marconi.
Estudiando a este enigmático Nikola Tesla, casi desconocido para todo el mundo, se percibe que es alguien excepcional y que sus inventos y descubrimientos se adelantaron de una manera inusitada a su época.

Fotografía de Nikola Tesla

Nació el 9 de julio de 1856 en un pueblo militar de lo que entonces era el Imperio Austro-Húngaro, que hoy se corresponde con Croacia, aunque en el seno de una familia serbia. Su padre era pastor ortodoxo y le impulsaba a seguir la carrera sacerdotal, pero el pequeño Nikola se inclinaba más hacia las actividades de su madre, inventora de toda clase de artilugios domésticos, como un batidor de huevos, precursor de los que hemos visto en nuestras casas de pequeño.
Cuando cumplió la edad adecuada, se trasladó a Austria para estudiar Ingeniería Mecánica y Eléctrica y luego a Checoslovaquia para estudiar Física. Después de trabajar en varias empresas eléctricas y de telefonía, con veintiocho años, emigró a los Estados Unidos, a donde llegó en 1884, con unos pocos centavos y una carta de recomendación para Edison. La escribía un socio suyo en Europa y le decía: “Querido Edison: conozco a dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es este joven.”
En aquella época, no pocas ciudades de los Estados Unidos se alumbraban con corriente continua que proporcionaban los descubrimientos del propio Edison y sus factorías de electricidad, pero Tesla no estaba interesado en este tipo de corriente, sino en otra mucho más sencilla y barata de producir, a la vez que mucho más eficaz y fácil de transportar: la corriente alterna.
Mal principio para un desconocido inmigrante al que el poderoso Edison empieza a ver como a un competidor, pero aun así lo contrata para que mejore sus inventos de corriente continua. Tesla accede y durante el tiempo que trabaja para él, le proporciona varios inventos que Edison patenta. Cuando llega el momento de ajustar cuentas, Edison se niega a entregarle los cincuenta mil dólares que le había prometido y Tesla, descorazonado, se marcha del taller.
Después e muchas vicisitudes, la Western Union Company le proporciona fondos para que trabaje en sus inventos y crea los generadores de corriente alterna, las bobinas de inducción y el motor eléctrico de corriente alterna. Los inventos, tal como salieron de las manos de Tesla, se usan prácticamente en todo el mundo a día de hoy. Aún se fabrican las bobinas “Tesla”, que llevan el nombre del inventor.
En el año 1883, construyó toda la instalación necesaria para producir corriente y transportarla, instalando unos potentes generadores en las Cataratas del Niágara, que producían más de cien mil caballos de vapor.
También descubrió la forma de transportar la corriente alterna, por medo de conductores en los que se aumentaba el voltaje en detrimento de la intensidad, para hacer la operación inversa al llegar ésta a su destino. Actualmente se sigue usando la misma técnica.
Cuando en 1909 el “inventor de la radio, Guillermo Marconi”, gana el Premio Nóbel de Física, se descubre que en su invento se utilizan diecisiete patentes propiedad de Tesla.
Este inquieto y privilegiado europeo, no cejó en su empeño de conseguir el reconocimiento de haber sido el inventor de la radio, pero no fue en vida que este reconocimiento se produjo y hubo de esperarse hasta 1943, para que la Corte Suprema de los Estados Unidos reconociera a Nikola Tesla como el verdadero inventor de la radio.
La cantidad de inventos de este prodigioso sabio es tal, que no se conoce persona de producción ni asemejada y que va desde los inventos ya descritos, hasta un arcano del rayo láser, ciertas propiedades de unos rayos, que facilitó a su amigo Wilhem  Roentgen y que le sirvió para descubrir los Rayos X, hasta los vehículos teledirigidos y toda una infinidad de inventos y descubrimientos menores.
Su obsesión, en los últimos años de su vida fue la conducción de la energía eléctrica sin cable, usando la ionosfera y en cuyo producto trabajó incansablemente, pero la vida tiene un límite y antes de conseguir su sueño, falleció de un infarto en enero de 1943, en plena Guerra Mundial. De inmediato, su domicilio fue asaltado y requisada toda la documentación existente en el mismo. ¿Qué interés había en el trabajo de Tesla? No se sabe en qué se encontraba trabajando, pero es evidente que interesaba y mucho. Ningún estamento de la nación hizo comentario alguno sobre el asalto del domicilio, como por otra parte era de esperar.
El reconocimiento a su inteligencia no le llegó en vida y tras su muerte, parece que ha sido muy escaso. Es posible que en eso tuvieran algo que ver la soberbia americana, el poder de los Estados Unidos en el concierto mundial o el propio sentimiento chauvinista yanqui, que prefería la corriente continua de Edison, difícil de producir y más aún de transportar, a la realidad que hoy alumbra todas nuestras casas y ciudades, alimenta nuestros electrodomésticos, calienta en invierno y refresca en verano, cura enfermedades y un sin fin de aplicaciones más.  

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