sábado, 30 de marzo de 2013

¿CUÁNDO NACIO JESÚS DE NAZARET?


Publicado el 31 de enero de 2010




Acabamos de pasar las Navidades, esas fiestas felices para los pequeños y harto complicadas para los mayores.
No ir al colegio y además recibir regalos de Papá Nöel y de los Reyes Magos es motivo más que suficiente para esperar esos días con verdadera ilusión.
Aquella festividad puramente religiosa que conmemora el nacimiento de Jesucristo, el inicio del nuevo año y la adoración de los Reyes Magos, se ha trocado en otra fiesta completamente distinta. Una fiesta mundana, comercial y de botellones todas las noches.
Es una fiesta para estudiantes, gente joven y amas de casa vocacionales que hacen tremendos esfuerzos para reunir en sus mesas a toda la familia, por más dispersa que esté.
Para los demás, supone un tremendo sacrificio. Sacrificio y gasto, amén de pérdida de tiempo.
Yo he recibido más de quinientas felicitaciones, entre correos, e-mails y mensajes Y llamadas de teléfono, a las que me he esforzado en responder, con el consiguiente gasto de tiempo y dinero. También he querido ser tradicional y he comprado regalos, pocos, y por último me he encerrado en casa a esperar que pase la barahúnda.
Y todo por conmemorar el nacimiento de Jesucristo y el inicio de un nuevo año, cuando sabemos positivamente que Jesús no nació en estas fechas, ni el año coincide con el de su nacimiento.
Esto es algo que muchos saben, pero prefieren ignorar, aunque hay otros que lo ignoran pero lo quieren saber y por eso me atrevo con este artículo que podrá ser tachado de irreverente, pero que no se propone nada más que constatar lo que científicamente esta comprobado.
Nunca ha existido duda alguna sobre la falta de rigor de estas fechas, en relación con el nacimiento de Jesús, porque ya San Juan Crisóstomo, un padre de la Iglesia de indubitado prestigio, allá por el año 400 de nuestra Era, dijo: “Se ha decidido fijar el aniversario del día desconocido del nacimiento de Cristo en la misma fecha en que se celebra el de Mithra o el Sol Invicto, a fin de que los cristianos puedan celebrar en paz sus santos ritos mientras los paganos se ocupan en los espectáculos circenses”.

Bajorrelieve de San Juan Crisóstomo en el Museo del Louvre

Juan “Boca de Oro”, pues eso es lo que quiere decir Crisóstomo, fue Patriarca de Constantinopla y está considerado como uno de los cuatro padres de la Iglesia Católica y uno de los tres más importantes por la Iglesia Ortodoxa. Es decir, que antes y después del Cisma de Oriente, que separó a la Iglesia para siempre, Juan Crisóstomo, es una autoridad en el seno del cristianismo.
Mateos y Lucas son los únicos evangelistas que hablan del nacimiento de Jesús y desde perspectivas bien distintas. Si hacemos caso de lo que los evangelistas nos han ido transmitiendo, el nacimiento de Jesús coincide en el reinado de Herodes y con el desplazamiento que los judíos han de hacer para cumplir con la orden de empadronamiento dictada por el emperador César Augusto. Y eso ocurre siendo Publio Sulpicius Quirinius, gobernador de Siria.
Con estos tres datos podemos asegurar que desde luego no nació en el año que siempre se ha dicho: el año 1 (que por cierto debería de haber sido el año cero y así no tendríamos el follón que tenemos cada cambio de década y no digamos de siglo, que lo hemos celebrado un año antes de que llegase).
Herodes murió después de un eclipse de Luna y antes de la Pascua Judía. Ese eclipse sucedió el día 15 de septiembre del año 5 antes del nacimiento de Jesús. Por tanto Herodes murió entre esa fecha y mediados de abril, festividad de la Pascua, del año 4.
Cuando el malvado rey se entera por los Reyes de Oriente que ha nacido un rey en Israel, manda matar a todos los niños menores de dos años, lo que hace pensar que el nacimiento se ha debido producir, como máximo, dos años antes, es decir, en el año 6.
Por otro lado, César Augusto mando realizar tres censos y el que más se aproxima a aquella fecha es en el año 8 antes del nacimiento. Y por último, Quirinius, el gobernador de Siria, que lo fue en el año 6 antes del nacimiento.
Por tanto parece apropiado decir que Jesús debió nacer unos cinco o seis años antes de la fecha que nos han dicho, lo que supondría decir que ahora estamos realmente en el año 2015 ó 16.
Hasta la desaparición del Imperio Romano de Occidente, el calendario romano regía en las relaciones de casi todos los pueblos, pero desaparecida la hegemonía de Roma tras su destrucción por los bárbaros  de Odoacro, caudillo de los Hérulos, Dionisio “El Exiguo”, un monje y astrónomo que vivió en el siglo VI después de Cristo, propuso al obispo de Constantinopla, Petronio, sustituir el calendario romamo por otro basado en el nacimiento y vida de Jesús y así ensalzar su figura; y en el año 525, el Papa Juan I ordenó que se acometiese la redacción de dicho calendario.
El método consistió en relacionar a todos los emperadores romanos, con los años de su llegada al poder y los que permanecieron en el mismo.
Pero Dionisio se equivocó, hasta el extremo de que no se dio cuenta de que César Augusto, el primer Emperador, había reinado cuatro años con el nombre de Octavio, que era su verdadero nombre y con el que había llegado al poder tras vencer a Marco Antonio y a Lépido, los otros dos cónsules que con él formaron el Segundo Triunvirato. Eso, unido a la salvedad antes anotada, según la que el año del nacimiento se le nombró con el número uno, produce un desfase de cinco años, lo que concuerda casi perfectamente con la fecha de la datación realizada por los escritos de los evangelistas.
Pero quizás Dionisio no se equivocó en lo del año uno, por una razón muy sencilla y es que hasta la aportación árabe al sistema de numeración, el cero no existía. Esa cifra que parece insignificante, pero que resulta fundamental en la numeración, es una invención india, transmitidas por los árabes a toda Europa a través de Al−Andalus y que ha supuesto una pieza clave para el sistema numérico de diez dígitos que desde entonces se llama decimal.
Podemos ya concretar que, desde luego, el nacimiento fue varios años antes, pero ¿en qué época del año?
El propio Dionisio el Exiguo, después de innumerables cálculos, dijo que Jesús había nacido el 25 de diciembre, pero ya hemos dicho antes que San Juan Crisóstomo justificó la elección de aquella fecha y por eso es muy probable que los cálculos del monje estuviesen influenciados porque la fecha ya estaba fijada.
Para establecer con precisión el nacimiento de Jesús existen tres datos que se pueden tener en cuenta y que son: el nacimiento de Juan el Bautista, seis meses mayor que él y del que se conoce la fecha en que su madre, Isabel, quedó embarazada y que ahora explicaremos; el hecho de que los pastores estuvieran en el campo con sus rebaños, lo que se producía desde abril hasta la época de las lluvias, en noviembre y un tercero muy importante y es que cuando se realizaban los censos, el pueblo acudía a sus lugares de origen a censarse al acabar sus labores en el campo, lo que solía ser después de la recolección.
Dice el Evangelio de Lucas (Cap.1; vers. 26): Y al sexto mes (se refiere al embarazo de la madre de Juan el Bautista), el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada… Se conoce en qué momento cronológico, con respecto del año, está ese sexto mes porque el padre de Juan el Bautista era un sacerdote llamado Zacarías que pertenecía a la clase denominada Abdías, que era el octavo turno entre las veinticuatro clases sacerdotales y que se turnaban para los oficios por semanas, desde el primer mes del año nuevo judío, o mes de Nisán, que empieza el 15 de marzo.
Su esposa, Isabel, quedó embarazada cuando el esposo regresa a casa después de los oficios, tal como se refiere en el Evangelio de Lucas y un par de versículos antes del citado anteriormente. Si al quince de marzo le sumamos los ocho turnos de una semana, podemos calcular que sobre el quince de mayo se produce la concepción. Por tanto, resulta fácil determinar que María debió concebir en los mediados de noviembre, por lo que el nacimiento de Jesús debió ser a mediados de agosto o principios de septiembre.
Lo que concuerda perfectamente con que los pastores estén a cielo descubierto, cuidando su ganado y que en el campo no haya faenas por hacer y la gente pueda acudir a su empadronamiento.
¿Pero qué necesidad hay de cambiar la fecha para hacerla coincidir con otras deidades paganas?
Eso es muy simple y está en la propia esencia del Cristianismo. Por más que les pese a muchos y así lo han expresado en cada ocasión que hayan tenido, Jesús era un judío que predicaba para los judíos. Nunca tuvo la más mínima intención de internacionalizarse ni salir de Judea y sus apóstoles así lo comprendieron. Pero en un momento de la historia de los primeros años, aparece el verdadero constructor de la Iglesia Cristiana: Saulo de Tarso y éste, que se llamaba apóstol, pero que no lo fue, es la persona que extendió las prédicas a todos los ciudadanos del mundo, entre los que, por cierto, los romanos eran muchos y muy importantes.
De hecho, el primer Cisma que ocurre en el seno de la naciente comunidad, aún no llamada Iglesia, se produce entre dos directrices que defienden Pedro por un lado y Pablo por el otro y no es más que determinar si hay que predicar a los que no estén circuncidados.
San Pedro sostiene la teoría de que Jesús nunca se dirigió a los gentiles, expresión que definía entre los judíos a aquellos que no profesaban su credo. San Pablo quiere una iglesia ecuménica, universal, integrada por griegos y romanos, sobre todo, además de los judíos que, curiosamente y al principio de la expansión de la religión de Cristo, se bajaron del tren en marcha y no siguieron las prédicas de Jesús ni de sus apóstoles y todavía siguen esperando al Mesías que ha de venir.
Por tanto, era muy clara la idea que tenía quien quería extender la nueva fe a todo el orbe: Jesús tenía que coincidir plenamente con todas las profecías que sobre el Mesías se habían realizado y poco a poco, a golpe de editorial evangelístico, se va construyendo lo que en la realidad había sido de otra manera.
Mitra, el Sol Invictus y El−Gabal, son tres nombres de una misma cosa: El Dios Sol, adorado desde tiempos inmemoriales y que celebra su fiesta máxima en el Solsticio de Invierno, alrededor de 21 de diciembre de cada año, cuando la luz vence a las tinieblas y los días pueden a las noches.
En la semiología arcaica, vencer a las tinieblas es vencer a la muerte; es la verdad que prevalece sobre la mentira y es el resurgir de una nueva vida; justo los atributos que adornan al Mesías.
Por eso y para que los gentiles de todo el mundo conocido que era el Mare Nostrum, las tierras que lo circundan y poco más, comprendan el valor del mensaje de Jesús, éste ha de ser confundido con Mitra, con el Sol Invictus y con El−Gabal (Heliogábalo de los griegos) que es el nombre que recibía el astro Sol por sus adoradores en los cultos ancestrales que aparecieron en Oriente Próximo: Siria y Persia e incluso importado del lejano Oriente, como el dios Mitra de la mitología hindú.
Hasta tal punto ha influido el dios Mitra en el cristianismo que en la liturgia se ha destinado esta misma palabra a definir la más alta dignidad apostólica: La Mitra, que es la prenda de cabeza con la que desde los Obispos hasta el Papa, se cubren en las más altas solemnidades de la Iglesia.

Mitra



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