domingo, 31 de marzo de 2013

EL HÉROE DE MACHARAVIAYA

Publicado el 15 de mayo de 2011




Para quien no conozca la provincia de Málaga, este nombre le puede sonar a ciudad de los americanos trópicos, pero no es así porque, Macharaviaya, es un precioso pueblo Málaga, en la comarca de la Axarquía, muy cerca de la capital y de la costa.
Macharaviaya es un nombre de procedencia árabe y se debe a la instalación en aquel lugar de una alquería en la que la familia de Abu Yahya, cultivaba tierras y criaba ganado en la época de dominación musulmana.
En árabe, alquería se dice “mashar” que unido al nombre del propietario, conforman el nombre del lugar: Mashar Abu Yahya, de donde se descompone, fonéticamente en Machar-av-iaya.
Sobre la fundación del pueblo no hay constancia exacta, pues parece que primero se construyó, por el Arzobispado de Sevilla, una iglesia dedicada a la advocación de San Jacinto, construcción que data de 1505 y casi setenta años después, se funda el pueblo.
Pues bien, en ese pequeño pueblo que actualmente cuenta con poco más de trescientos sesenta habitantes, nació, el día veintitrés de julio de 1746 y en el seno de una distinguida familia militar de aquella zona, Bernardo Gálvez y Madrid, conde de Gálvez, vizconde de Galvestón y, sobre todo, héroe de la Batalla de Pensacola.


Óleo de Bernardo Gálvez

Con sólo quince años, ingreso en la Academia Militar y ese mismo año, 1762, se presentó voluntario para participar en la Invasión de Portugal.
Este episodio, en el contexto de la Guerra de los Siete Años que ha pasado por la historia como si de ascuas se tratara, constituye un hito importante dentro de aquella Guerra. Se le conoce como la Guerra Fantástica, pues fue una guerra sin batallas y en la que las tropas españolas llegaron hasta las puertas de Lisboa casi sin que se les hubiera ofrecido más resistencia que algunas escaramuzas guerrilleras que hostigaron sin resultado la marcha del ejército de cuarenta mil hombres en el que figuraba, como teniente de infantería, Bernardo Gálvez.
España y Francia, exigen a Portugal que se adhiera al llamado Pacto de Familia que los Borbones, Luís XV de Francia y Carlos III de España, habían firmado contra Gran Bretaña. Al no avenirse Portugal, fue invadido el cinco de mayo de 1762 por las tropas españolas, concentradas en la provincia de Zamora, y que entran por la región de Tras Os Montes, tomando Miranda do Douro, Braganza y bajando hacia Lisboa.
Portugal y su eterna aliada, Gran Bretaña, se dispusieron a defender la capital portuguesa, pero en noviembre de aquel año se firmó en Fontainebleau un acuerdo por los países beligerantes para suspender las hostilidades hasta que se firmase la paz definitiva.
Así que, casi después de haber conquistado Portugal, las tropas españolas se retiraron por el mismo camino por el que habían entrado, liberando todas las ciudades que habían sido tomadas: Castelo Branco, Almeida, Braganza, Miranda y otras menos importantes.
Esta guerra supuso para Francia la pérdida de sus colonias en América que ya quedó claramente dividida entre las hegemonías de Gran Bretaña, al norte de la frontera de Méjico y España, cada vez más debilitada y que como compensación por haber entrado en la guerra sin desearlo, recibió de Francia el territorio de la Luisiana.
Y a las colonias se marchó, en 1770, el teniente de infantería Gálvez, concretamente a Nueva Vizcaya, la primera provincia que se funda al norte del actual Méjico, entonces conocido como Nueva España.
En aquellas tierras, cuyas principales ciudades eran Chihuahua y Durango, combatió a los apaches, amenaza constante de la zona, a los que persiguió por el desierto en unas condiciones durísimas, tanto que sus soldados estuvieron a punto de una sublevación y en cuyas refriegas fue herido tres veces.
Regresa a la Península y participa en la desastrosa expedición del general O’Reilly contra Argel, refugio de los piratas berberiscos que asolaban el Mediterráneo y en donde, a pesar de la derrota, su comportamiento heroico es apreciado por sus jefes que lo promueven a la categoría de teniente coronel, cuando tan sólo contaba veintinueve años.
Vuelve a América como coronel del regimiento de Luisiana que era la provincia española recibida de Francia; un territorio inmenso que llegaba desde el Golfo de Méjico, hasta Canadá.
Allí contrajo matrimonio con una bella viuda criolla de veintidós años, hija del fundador francés de la ciudad de Nueva Orleáns.
El uno de enero de 1777 fue nombrado gobernador interino de Luisiana y desde ese mismo momento se convierte en un tormento para los ingleses que en aquella zona se dedicaban a toda clase de actividades ilegales, desde la venta de esclavos, pasando por el contrabando de toda clase de mercancías, hasta la piratería y el corso.
Entre las muchas actividades que Gálvez desarrolla, quizás la más importante sea la fundación de ciudades para reforzar las fronteras que desde la rebelión de las colonias americanas contra la metrópoli británica, adquirían gran importancia porque el gobierno español estaba por apoyar a los colonos independentistas, frente a su mortal y eterna enemiga, Gran Bretaña. Apoyando a los colonos americanos que huyen de la tiranía inglesa y con españoles llegados desde las Canarias, y un grupo de malagueños, fundó Nueva Iberia, actualmente New Iberia.
Funda también Galveztown, ciudad de Gálvez, actualmente Galveston, el mismo nombre que le pone a un bergantín de su propiedad con el que realizaría la hazaña más importante de su vida.
En 1777, después del éxito rotundo de las tropas independentistas contra Gran Bretaña que supuso la Batalla de Saratoga, Francia y España, advirtiendo el momento de debilidad británico y la posibilidad de recuperar territorios perdidos, así como Francia consolidar su poder en el Nuevo Continente, se aprestaron a declarar la guerra al enemigo de siempre, guerra que se desarrollaría principalmente en el territorio que hoy se conoce como los Estados Unidos, pero fundamentalmente fue una guerra naval, que tuvo su principal escenario en el Atlántico Norte.
Gálvez, con su ejército de apenas setecientos hombres, se apresura a tomar posiciones en toda la zona del río Mississippi, desde donde los ingleses hostigaban constantemente y en un alarde de táctica e ingenio militar, toma las posiciones a ambos lados del río, entre ellas Baton Rouge, futura capital del estado de Luisiana, Manchak y Natchez, lo que supuso la retirada de los ingleses de todo el Mississippi. Estos fulgurantes triunfos le valieron el ascenso a Mariscal de Campo, cuando solamente contaba treinta y tres años de edad.
Pero en la Luisiana quedan aún dos bastiones británicos muy importantes y se hace preciso tomarlos. Son las ciudades fortificadas de Mobila y Panzacola, actualmente Mobile y Pensacola.
El catorce de julio de 1780 y a pesar de que un fuerte temporal le ha producido importantes destrozos en su ejército, consigue tomar el fuerte Charlotte y capturar a toda su guarnición. Pero aún queda el reducto más importante y poderoso: Panzacola.
Situada estratégicamente en la costa occidental de Florida, se encuentra a orillas de una bahía interior a la que se accede por un angosto canal que forma la isla de Santa Rosa y la tierra firme y que estaba reciamente protegido por el fuerte de Barrancas Coloradas.

Mapa de la zona para mejor comprensión de la dificultad

Las tropas de infantería desembarcan en la isla y consiguen tomar el fuerte, pero desde tierra firme los hostigan y no se puede producir el desembarco definitivo. Para atacar la ciudad era preciso que la flota atravesase el canal y apoyase con su fuego el avance por tierra.
El buque insignia de la flota española, el San Ramón, intentó cruzar la barra a la entrada del canal y encalló, haciéndose muy laboriosa la operación para sacarlo a alta mar, por cuya razón el capitán del buque se negó a intentarlo de nuevo, aun desobedeciendo las órdenes directas que le daba el Mariscal Gálvez.
Ante esta actitud, Gálvez le envía una nota que se ha hecho famosa y que decía: “Una bala de a treinta y dos que le envío y presento, recogida en el campamento, es de las que reparte el fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo.”
De inmediato, Bernardo Gálvez, a bordo de su bergantín, comenzó a navegar rumbo a la entrada del canal. También de inmediato, la artillería inglesa abrió fuego sobre el Galveztown que siguió su rumbo impertérrito y sin que ninguno de los veintiocho cañonazos que desde tierra contaron, hubiese alcanzado el blanco.
Cruzar al otro lado del canal supuso una hazaña de gran envergadura, pues fue el acicate que la escuadra necesitaba para lanzarse a la misma aventura que su Mariscal.
Desde tierra vitorearon la hazaña y dieron alas a los navíos para lanzarse tras el Galveztown.
Una vez la flota dentro de la bahía se desembarcó a la infantería y comenzó el asedio de la ciudad que duró cincuenta días.
Las dificultades eran muchas pues las fuerzas estaban muy igualadas, teniendo los ingleses la ventaja de encontrarse tras las fortificaciones que defendían la ciudad. Gálvez pedía auxilio desesperadamente, comprendiendo que de tardar demasiado tiempo, no podrían soportar la situación pues comenzaba a escasear de todo.
Desde La Habana se puso en marcha una flotilla de refuerzo con suministros y armas y desde Mobila, recién tomada y a marchas forzadas, sus seiscientos defensores se presentaron en el escenario de los combates en Panzacola.
Por fin, el día ocho de mayo 1781, los británicos se rindieron, cayendo prisioneros más de mil soldados y ocupándose ciento cincuenta piezas de artillería de diversos calibres.
Por esa valerosa acción, Gálvez fue ascendido a Teniente General y el rey Carlos III le concedió el título de Conde de Gálvez y el emblema que dice “YO SOLO”, para su escudo de armas.
Gálvez regresó a España en donde fue recibido como un héroe nacional y en 1784 regresó a Cuba desde donde fue nombrado Virrey de Nueva España.
Su virreinato fue corto, porque murió súbitamente a la edad de cuarenta años, pero extraordinariamente fructífero, tanto que en Méjico se le recuerda con sumo cariño, por la cantidad de mejoras que aportó a la civilización y a la sociedad mejicana, a la que liberó de grandes calamidades que sobre ella pesaban.
Para los Estados Unidos es un héroe al que conmemoran en las efemérides.
El día tres de junio de 1976, Juan Carlos I, rey de España, hizo entrega en la ciudad de Washington de una estatua del insigne héroe que los colonos americanos, sublevados contra los británicos, estimaban hasta el extremo de haber reconocido que sin su ayuda no hubiera sido posible que los independentistas hubiesen salido victoriosos de la Guerra de la Independencia Americana.
El discurso del monarca terminó con la frase: “Que la estatua de Bernardo de Gálvez sirva para recordar que España ofreció la sangre de sus soldados por la causa de la Independencia Norteamericana”.
En su Macharaviaya natal también era persona muy apreciada, aunque casi no le vieron por allí desde que se marchó con quince años, pero, junto con su padre, consiguió para su pueblo la instalación de una Fábrica Nacional de Naipes que eran exclusivamente destinados para las colonias españolas.
Es necesario reconocer la importancia que tiene este hecho porque en aquella época, los naipes, eran un artículo estanco que solamente el Estado podía fabricar, por lo que producía grandes beneficios económicos.
Lástima que la iniciativa tuviese corto recorrido porque sin haber previsto la necesidad de mano de obra especializada, aportación de materiales, como papel y tintas, la empresa duró poco tiempo.
Las dificultades de abastecimiento y la liberación del comercio hizo fracasar definitivamente el negocio, pero durante los casi cuarenta años que estuvo funcionando creó muchos puestos de trabajo e influyó en la subida del nivel de vida de los vecinos de toda la comarca, que de otra forma, hubiesen tenido difícil la supervivencia.

1 comentario:

  1. Al grito de "que viene Galvez" sus enemigos salian huyendo. Otro heroe, otro gran heroe español, que tuvo la mala suerte de serlo, como Blas de Lenzo y tantos otros, cuyo recuerdo, este pueblo ingrato, pronto olvido.

    ResponderEliminar