viernes, 29 de marzo de 2013

EL GRITO DE DOLORES


Publicado el 21 de junio de 2008




Todas las cosas tienen un punto de partida y todas las acciones importantes acaecidas en el mundo, además de ese punto de partida, tienen un momento propicio.
El Grito de Dolores fue el punto de partida, en un momento propicio para iniciar la descolonización de América, y lo dio, la mañana del 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo, cura de la localidad de Dolores, hoy llamada Dolores Hidalgo, en homenaje al sacerdote iniciador del movimiento libertador del virreinato de Nueva España, nombre por el que era conocido Méjico.
Como casi todos los libertadores de la América Hispana, Miguel Hidalgo y Costilla era descendiente de españoles que, procedentes de Vizcaya, contrajeron matrimonio en la ciudad de Pénjamo, en donde el 8 de mayo de 1755, nació Miguel. Fue el segundo de cinco hermanos, de los que todos cursaron estudios superiores. Miguel y el primogénito José Joaquín, fueron sacerdotes; otro de los hermanos, José María fue militar y los otros dos estudiaron leyes. El menor de todos, Manuel, tras hacerse abogado se dedico a administrar los bienes de la familia, que debían ser abundantes. Con el embargo y posterior expropiación que el gobierno español hizo en 1804 para hacer frente a los gastos que le iba a suponer la alianza que acababa de firmar con Napoleón Bonaparte, la familia lo perdió todo y Manuel acabó por volverse loco. Este episodio marcó fuertemente la vida y el carácter de Miguel, que guardó odio eterno a España. 
Marchó con su hermano mayor, José Joaquín a estudiar a un colegio de Jesuitas en la ciudad de Valladolid (actualmente Morelia), en donde se graduó como bachiller a la edad de 17 años y ambos hermanos marcharon a estudiar teología y filosofía a la Universidad de Méjico en la que se graduaron en 1773. Luego, sus caminos se separaron y José Joaquín continuó los estudios, mientras Miguel decidió ejercer el sacerdocio dedicándose a predicar y dar clases. Pronto adquirió fama de hábil predicador y mejor teólogo, lo que le valió el apoyo del obispo Antonio de San Miguel, que pasados unos años le ofreció la parroquia de Colima, en el Obispado de Guadalajara.

El cura Hidalgo

Al morir su padre, pidió traslado a Pénjamo y cuando en el año 1803 murió repentinamente su hermano José Joaquín, que era párroco de la ciudad de Dolores, su amigo y benefactor, el obispo San Miguel, lo destino a aquella ciudad.
Dolores era una villa poblada en su mayor parte por españoles, en donde sentó mal la medida real española denominada Consolidación de los Vales Reales, que ordenaba el embargo de todos los bienes de los deudores con la corona o la iglesia y que tenía como fin la financiación de la alianza bélica con Francia. La orden real, que llegó al Virreinato de Nueva España en octubre de 1804, cayó como un disparo a bocajarro en la ciudadanía que no entendía porqué habían de sostener, con sus economías, las ambiciones de un rey a muchas leguas de distancia y que sólo se acordaba de ellos para extorsionarlos, por lo que, además de arruinar a muchas familias, creó un clima de hostilidad contra España que fue hábilmente aprovechado por los que ya iniciaban el movimiento libertador y entre los que se encontraba Miguel Hidalgo, junto a otros insignes personajes de la época como Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo.
Luego fueron años de desgracias hasta que en 1808, Bonaparte invadió España, lo que produjo en Nueva España una crisis política que acabó con el derrocamiento del virrey Iturrigaray y la posterior detención y ejecución de todos los simpatizantes del movimiento independentista. La crisis se saldó con el nombramiento de un militar de prestigio para el cargo de nuevo virrey, nombramiento que recayó en el teniente general del ejército español Pedro de Garibay que desempeñó el cargo por espacio inferior a un año y al que sustituyó el arzobispo de Méjico Francisco de Lizana.
Cuando el rey español Fernando VII fue preso en Bayona, Nueva España sufrió otra violenta conmoción, queriendo nuevamente los independentistas crear una junta que gobernara el virreinato. El movimiento se llamó Conjura de Valladolid y sus cabecillas fueron arrestados y condenados a muerte, pena que el virrey-arzobispo, conmutó por la de cadena perpetua.
Tan magnánimo acto le valió la destitución en abril de 1810, volviéndose a nombrar a otro militar, esta vez a un lugarteniente del General Castaños, el teniente coronel Venegas Saavedra, hombre de gran prestigio que llegó a Nueva España en septiembre de ese mismo año. Nada más poner los pies en el nuevo continente, fue informado de los movimientos independentistas y de las conjuras que se sucedían, decidiéndose a actuar de inmediato y con mano dura.
Los levantiscos del estado de Querétaro, sabedores de los planes del virrey, decidieron adelantar el golpe popular que pensaban dar en diciembre de aquel año y fijaron la fecha del 2 de octubre para iniciar la insurrección, pero no tuvieron tiempo de reaccionar, porque el 11 de septiembre se realizó una redada general en todo el estado y los cabecillas fueron encarcelados. No obstante, algunos consiguieron evadir la acción de la justicia y permanecieron escondidos unos días, hasta que consiguieron comunicarse entre ellos. Así ocurrió con Allende, del que anteriormente se ha hecho referencia.
Allende se desplazó hasta la ciudad de Dolores, en donde advirtió al cura Hidalgo del crítico momento que atravesaban, y entonces, en la madrugada del día 16 de Septiembre de 1810, ambos personajes decidieron lanzarse a la lucha armada. A las cinco de la mañana el cura Hidalgo subió a la torre e hizo sonar la campana de la iglesia parroquial de Dolores, llamando a los feligreses a misa, en el curso de la cual dio el llamado Grito de Dolores que fue el pistoletazo de salida de la Revolución y el inicio de la Guerra de la Independencia de Méjico.

Iglesia de Dolores

Con un ejército irregular, formado por campesinos, gentes oprimidas, indios e independentistas convencidos y que reunía a poco más de seis mil hombres, inició la toma de las ciudades más importantes del virreinato: Celaya, Salamanca, Valladolid, hoy Morelia, Toluca; estados enteros como Querétaro, Guanajuato, cayeron en manos de los insurrectos que mientras, nombraron al cura Hidalgo Capitán General de un ejército que iba creciendo aunque de forma desordenada.
No tuvieron freno a su avance independentista hasta que el teniente coronel español Torcuato Trujillo, que había llegado a Nueva España con el virrey Venegas, les hizo frente el 30 de octubre en El Monte de las Cruces, con un ejército de dos mil soldados y dos cañones. Los insurgentes eran más de ochenta mil pero aún así las fuerzas realistas de Trujillo los tuvieron a raya durante varias horas hasta que el Teniente Coronel realizó una acción vergonzosa simulando rendirse, para masacrar sin piedad a los insurgentes cuando se acercaban a capturarlos. Esto enrabietó a los independentistas que se lanzaron a la desesperada, poniendo en fuga al propio Trujillo y lo que quedaba de su ejército.
Se refugiaron en Toluca, en donde cuentan que días después de este suceso, se observaron en dos puntos del horizonte unas enormes polvaredas que hicieron suponer a los refugiados que se aproximaba el ejército libertador. Los soldados emprendieron la huida despavoridos ante lo que luego resultaron ser dos rebaños de ovejas que se acercaban al mercado de la ciudad.
Desde la victoria del Monte de las Cruces, la ciudad de Méjico era el siguiente paso, pero el cura Hidalgo no se determinó a tomarla y dudó, ante la enorme carnicería que había sufrido en la batalla. La dilación permitió recomponerse al ejército realista que pocos días después, el 7 de noviembre, al mando del Brigadier Félix Calleja, derrotó a Hidalgo y Allende en la Batalla de Aculco.
Esta victoria y la creciente separación que los cabecillas insurrectos tenían con el cura Hidalgo, hizo al virrey ordenar a Calleja que persiguiese al ejército libertador y le hiciera frente. Vinieron entonces días de ejecuciones sumarias, saqueos, quemas de fincas, masacres y todas las atrocidades de una guerra civil, hasta que el ejército de Hidalgo y Allende se enfrentó en la Batalla de Puente Calderón al ejército realista de Calleja. Hidalgo había caído en desgracia hasta el extremo de que el propio Allende tuvo intención de envenenar “al bribón del cura”.

Estado actual de Puente Calderón

Mal estaban las cosas para los insurrectos y peor se les iban a poner cuando entró en escena un individuo llamado Ignacio Elizondo, espía doble que citó a los cabecillas rebeldes en la frontera de Estados Unidos, a donde pensaban dirigirse para comprar armas y continuar la revolución. Allí fueron capturados Allende y sus hijos, Abasolo, Aldama y todos los demás considerados importantes. El cura Hidalgo llegó posteriormente con una escolta exigua y su captura no tuvo nada de extraordinario. Todos los cabecillas fueron trasladados a Chihuahua, donde se les seguiría juicio. Allende y Aldama, encontrados culpables y condenados a muerte, fueron pasados por las armas de espalda, como símbolo de la máxima degradación. Abasolo colaboró con los realistas y se le conmutó la pena por cadena perpetua que cumplió en la prisión del Castillo de Santa Catalina en Cádiz.
Miguel Hidalgo fue degradado del sacerdocio en una ceremonia espeluznante y posteriormente condenado a muerte. El 30 de julio de 1811, en el patio del colegio de los jesuitas de Chihuahua, fue fusilado. Pidió que no le dispararan por la espalda, como se hacía con los traidores y que no se le vendaran los ojos. Quiso un crucifijo y pidió al pelotón que disparase a su mano derecha, colocada sobre el corazón. Fueron necesarias dos descargas y el tiro de gracia para acabar con su vida. Luego, le seccionaron la cabeza de un tajo.
Así terminó el primer movimiento insurgente de Nueva España, pero la insurrección continuó hasta que en 1821 se proclamó la independencia.
Desde entonces, cada 16 de septiembre, se hace sonar la campana de la parroquia de Dolores, que actualmente se encuentra en la cornisa del balcón presidencial del Palacio Nacional que está en la Plaza del Zócalo, en Méjico. La hace sonar el presidente de la República en un acto conmemorativo de su independencia. A principios del siglo XX, el presidente de la República, Porfirio Díaz y Morí, cambió la fecha, adelantándola un día para así coincidir con su cumpleaños. Desde entonces, suena la víspera.

La campana de Dolores sobre el balcón presidencial

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