Publicado el 11 de mayo de 2008
Seguramente que al preguntar por el naufragio más importante de la
historia, casi todos responderán que el del Titánic, ocurrido en
1912. Pero si se pregunta por el más antiguo es muy posible que la
respuesta no sea tan sencilla, porque habría que remontarse a muchos
centenares de años para llegar al primer naufragio.
Y es que el hombre conoció y practicó la navegación, primero
fluvial y luego marítima, desde la más remota antigüedad, e hizo
muchos más progresos en este campo que en el de las comunicaciones
por tierra y cuando aún caminaba a lomos de bestia, descubriendo
caminos en la tierra, ya tenía trazadas numerosas rutas a lo largo y
ancho del que luego los romanos llamaron “Mare Nostrum”.
Tenemos noticias de asombrosos viajes por mar, como el de Jasón
y los Argonautas, en la mitología griega, que
marcharon en busca del Vellocino de Oro, para recuperar el trono de
Yolcos. O los viajes de Ulises-Odiseo para regresar a
Ítaca tras la guerra de Troya. O las más ciertas
crónicas de navegaciones o de batallas navales, muchas de las
cuales, celebradas cerca de las costas, dejaron sus restos en el
fondo marino y más tarde han sido descubiertos y rescatados.
Gracias a la navegación, prosperó el comercio entre los pueblos, se
expandieron las civilizaciones, se descubrieron territorios y se
sojuzgaron pueblos. Fenicios y griegos fueron maestros en el arte de
navegar y se aventuraron por el Mediterráneo, alcanzando las costas
atlánticas y creando sus colonias, de las que en España tenemos
buena muestra. A vela y a remo navegaron incansables. Las más de las
veces llegaron felices a puerto, pero en otras ocasiones el mar se
tragó para siempre a barcos, hombres y cargamento.
El barco hundido, el “pecio” más antiguo del que
se tiene constancia, navegó allá por el año 1310 antes de nuestra
Era y fue una pequeña embarcación que debía pertenecer a alguna
civilización de las ubicadas en costas mediterráneas de Levante,
muy probablemente de Fenicia o Chipre.
No quiere esto decir que ese fuera el barco más antiguo de los que
se han hundido, ni mucho menos, es simplemente el pecio más antiguo
de los encontrados hasta ahora en los fondos marinos y que ha podido
ser rescatado y reconstruido.
Es muy difícil establecer la ruta que llevara aquel barco cuando se
fue a pique pero, por la carga encontrada a bordo es de suponer que
procedía de España o de Italia. También es probable que una
tempestad acercase el barco hasta la costa y a muy escasa distancia,
terminara por hundirlo queriendo la suerte que a no mucha profundidad
encontrara un fondo marino de unas características determinadas que
lo ha conservado hasta nosotros.
En la costa de la Turquía Asiática, que también recibe el bello
nombre de Península de Anatolia, existe una ciudad que se llama
Bodrum, en las orillas del Mar Egeo. Esta ciudad nos
resultaría totalmente desconocida si no supiéramos que antes, en la
época de esplendor Helénica, se llamó Halicarnaso.
Y Halicarnaso si que nos resulta familiar, porque allí
se encontraba unas de las Siete Maravillas de la Antigüedad: El
Mausoleo.
El Mausoleo de Halicarnaso fue construido para
albergar el cuerpo de Mausolo, rey de Caria, cuya vida
fue absolutamente intrascendente, plana, y no habría pasado a la
historia si su esposa, Artemisa II de Caria, que
también era su hermana, no hubiera encargado a dos prestigiosos
arquitectos griegos, Sátiros y Piteos,
la construcción de una tumba tan monumental que fue incluida entre
las maravillas de la antigüedad y que desgraciadamente no se
conserva, salvo parte de un friso en el Museo Británico.
Pero esta es otra historia, no menos interesante, ocurrida mil años
después de lo que queremos relatar. Allí, cerca de Bodrum
existe un pueblo que casi no viene en los mapas y que se llama
Uluburun. Frente a sus costas, un submarinista turco
encontró, en el año 1982, los restos de un barco hundido; un pecio
que los arqueólogos empezaron a estudiar y del que durante once años
se extrajeron casi veinte toneladas de lo que constituía su carga en
el momento de hundirse. Carga que, por su antigüedad, ya era un
tesoro arqueológico y que están expuestas en el Museo Subacuático
de Bodrum. Al pecio, por falta de otro nombre con el
que fuera designado, se le conoce como “El Uluburun”.
Entre la carga, figuraban objetos que de por sí ya eran valiosos
tesoros, pues aparecieron joyas de oro y plata; también se hallaron
vasijas de cerámica con diversos contenidos, muchos de ellos
irreconocibles, pero otras con artículos como frutos secos, cuyos
restos han podido ser identificados. Pero casi lo más importante fue
el hallazgo de numerosos lingotes de cobre y estaño, de cuya
aleación se obtiene el bronce con el que se fabricaban innumerables
objetos de uso cotidiano y de exaltación al lujo.
Foto de los restos del naufragio
El cobre y el estaño eran dos metales que antes de la aparición del
hierro, resultaban indispensables para la supervivencia de los
estados. Con ellos se fundía el bronce, metal que dio nombre a toda
una Era histórica: La Edad del Bronce y que siguió en
cronología a la del Cobre.
El bronce era el metal del que se hacían las armas, fundamentalmente
las espadas, puñales y puntas de lanzas y flechas y resultaba
suficientemente duro como para destrozar las armas de cobre o de
madera hasta entonces utilizadas. Pero el bronce no tuvo nada que
hacer después de la aparición del hierro y cayó en desuso en estos
menesteres bélicos, desviándose su utilidad hacia objetos de fines
muy distintos, como vasijas y recipientes de todo tipo, candelabros,
adornos, etc. Siglos después, el bronce se rescató para dos fines
muy concretos, por un lado para la fundición de campanas y estatuas
y por otro para la fabricación de cañones.
Por la cantidad de cobre y estaño extraídos de las bodegas del
“Uluburun” se deduce que se podrían haber
fabricado las armas necesarias para aprovisionar a un ejército de
algún país no demasiado poderoso.
Estamos pues ante un naufragio antiguo. El más antiguo de los que se
tiene constancia testimonial, y aunque los técnicos han datado el
siglo XIV antes de nuestra Era, como la fecha de la catástrofe, lo
que es indudable es que el barco en cuestión pertenece a la Edad
del Bronce.
Según la situación geográfica en la que se desarrollaron las
civilizaciones antiguas, su particular “Edad del Bronce”
les llegó con años e incluso siglos de diferencia. En la
zona en la que nos hemos ubicado, esa Edad duró aproximadamente
desde el año 2000 hasta el 1200 antes de nuestra cronología
cristiana.
Fotografía del barco reconstruido en el Bósforo.
Al fondo, la iglesia de Santa Sofía de
Constantinopla.
Una réplica del barco, construida con los materiales de la época,
se puso a flote y se lanzó a la mar. El hecho supuso una gran
expectación entre los habitantes de las zonas cercanas, así como
entre la comunidad arqueológica internacional que se dieron cita
para ver navegar a una embarcación de la Edad del Bronce. Quizás
los cálculos no estuvieron bien afinados, o es que ya nos hemos
olvidado cómo se construían aquellos barcos, o lo que es más
probable: no se puso en las manos apropiadas para gobernarlo; lo
cierto es que con su vela desplegada hizo una corta travesía que lo
condujo hacia la costa, en donde chocó, no con demasiada violencia,
contra unas rocas. La colisión debió causar daños en el casco y
empezó a hundirse ante el asombro de todos. Unos minutos después,
volvía al lugar del que la soberbia humana había querido rescatarlo
y, aun por poco tiempo, lo había conseguido.
Hoy, no podemos ver el hundimiento del barco original, pero sí el de
su réplica, basta con que nos vayamos a Internet y copiemos este
enlace:
http://www.nuestromar.org/noticias/destacados112006_replica_del_uluburun_navega_y_se_hunde_nuevamente
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