viernes, 29 de marzo de 2013

UN FRAUDE LITERARIO


Publicado el 26 de julio de 2008




Al final de los años cincuenta, llegó a España un libro que despertó una enorme curiosidad, a la vez que abrió grandes dudas acerca de su contenido. ¿Era una novela? ¿Una biografía? ¿Una obra divulgativa, quizás? Algunos lo leímos con verdadera avidez y a casi nadie dejó indiferente aquel libro.
Su título era “El tercer ojo” y su autor Tuesday Lobsang Rampa. Supuestamente, su autor contaba sus experiencias en un monasterio del Tibet, al que fue enviado en una existencia anterior, con la edad de siete años. En el curso del relato, el autor narra su vida, explicando cómo estudió medicina en China y cómo hubo de huir del Tibet tras la invasión comunista. También describe una especie de operación, similar a una trepanación que sufre y en el curso de la cual le abren un tercer ojo, justo en la frente, que da a su propietario la virtud de la clarividencia. Cuando su cuerpo ya estuvo muy ajado, por el paso de los años, reencarnó en su actual identidad, conservando toda su memoria de la vida anterior.

Portada del primer libro de Lobsang Rampa

El libro tuvo una acogida excepcional y abrió en todo occidente una ventana hacia las teorías budistas que se pusieron de moda de forma inmediata. A aquel libro siguió “El cordón de plata”, supuesto hilo que une a la persona con su alma. Luego, vino “El médico de Lhasa” y después muchos títulos más, hasta una veintena.
Su autor se hizo sumamente popular y vendió millones de ejemplares. Las compañías editoras hicieron bien el marketing y ofrecieron la historia de Rampa, un perfecto desconocido que se presentaba como la reencarnación de un Lama tibetano. Todo parecía ser perfecto. El nombre Tuesday, martes en ingles, obedecía al hecho de que los aristócratas tibetanos iniciaban sus nombres por el día de la semana en que habían nacido. Sus otros dos nombres no podían ser más apropiados ni aportar una mayor carga de exotismo y veracidad a la figura enigmática del autor.
Pasaron algunos años y la popularidad de Rampa iba en aumento, lo mismo que aumentaban las oleadas de europeos fascinados por el Tibet, las lamaserías, el budismo y toda la civilización oriental. Ocurrió que de pronto surgió en el mundo un movimiento que convulsionó a la sociedad, sobre todo en el segmento más joven y que se denominó “movimiento beat” que, desde que Jack Kerouac publicara su novela-manifiesto “On the road” se identifica con la vida bohemia, la liberación espiritual, el amor libre, la paz, las drogas psicodélicas y la meditación trascendental. Todo el movimiento estaba muy relacionado con las ideas aportadas por el lama tibetano Lobsang Rampa y empezamos a conocer a Siddharta Gautama, y a apasionarnos por las ideas que nos venían del inmenso y desconocido continente asiático sobre la reencarnación, el nirvana y toda la liturgia oriental. Conocimos el Mahabarata, el Panchatandra y el Hitopadeza, el Kama Sutra y el Aranga Ranga, libros milenarios que había pasado desapercibidos, salvo para los estudiosos de las religiones orientales.
Personajes famosos se hicieron fieles seguidores de Buda y se trasladaron a vivir a las montañas del Tibet y de Nepal y todo porque, unos años antes, Lobsang Rampa nos había abierto los ojos hacia una filosofía de vida y costumbres que para muchos resultó fascinante.

Fotografía de Lobsang Rampa

No era la primera vez que occidente experimentaba una convulsión así; ya en el siglo XIX una aristócrata rusa conocida como Madame Blavatsky (de soltera Helena Petrovna Hahn) había fundado la Sociedad Teosófica, inspirada por cierto Mahatma al que había conocido en Londres, cuando viajaba acompañando a su padre.
Con su sociedad bajo el brazo, viajó por el mundo hasta que se afincó en los Estados Unidos, pueblo tan proclive a arropar cualquier nueva religión, cuanto más extraña mejor, con la única condición de que se le venda de forma interesante. La Teosofía de Blavatsky y sus socios fundadores, se define como una doctrina en busca de la sabiduría divina, la sabiduría oculta o espiritual y sus seguidores afirman la existencia de valores eternos y universales que se encierran tanto en el Sermón de la Montaña, como en el Bhagavad Gita.
Impregnada de orientalismo, la Sociedad Teosófica editó una revista que a día de hoy se sigue publicando y que caló profundamente en los sectores progresistas e inconformistas occidentales que ante el avance del positivismo y el materialismo, no veían en las religiones occidentales ninguna alternativa ilusionante.
Cabe a Lobsang Rampa el honor de haber descubierto lo que él decía ser su mundo y que describía con una precisión y un énfasis difícilmente superables, que atrapó a muchos.
Pero quiso su desgracia que cierto día, el fisco británico hubiese de hacer un seguimiento a los efectivos devengados de las millonarias ventas de aquellos libros y entonces se descubrió algo que había permanecido oculto.
Tuesday Lobsang Rampa, no existía. Era el seudónimo que había utilizado un ciudadano británico, nacido en Devon y llamado Cyril Henry Hoskins. Era un triste oficinista, hijo de un simple fontanero y no había salido jamás de Gran Bretaña y mucho menos, había vivido en el Tibet. Cierto día, cansado de su monotonía, se afeitó el cráneo, se hizo llamar “Kuan Suo” y empezó a escribir sobre su vida de lama.
Las alarmas se dispararon ante el flagrante descubrimiento de un engaño mayúsculo y todos los que supuestamente se habían beneficiado de los ingresos editoriales de aquel fenómeno literario, empezaron a excusarse, a esconderse tras los cortinajes que ocultaban el fantástico personaje que al final resultaba ser un timo.
Uno de sus primeros editorialistas llegó a confesar que había sospechado de él casi al principio de conocerlo, pues en el curso de una conversación previa a la firma de un contrato para la publicación de su primer libro, había confesado que no le gustaba el arroz. Para un tibetano, confesar que no le gusta el arroz, que es la base fundamental de su alimentación, es decir una herejía de tamaño natural, pero aun así, la editorial le publico el libro.
Otro de los empresarios, envió copias del manuscrito a diversos expertos, incluso residentes en el propio Tibet. Uno de ellos concluyó, tras la lectura de El tercer ojo, que su autor no era tibetano; otro de los expertos fue más allá y dijo que el que había escrito aquello no había estado jamás en el Tibet, pese a que la obra empieza: “Soy tibetano, uno de los pocos que ha llegado a este extraño mundo occidental”.
Por aquellas fechas se encontraba en Gran Bretaña Heinrich Harrer, cuyo nombre puede no decir mucho, pero es el personaje a quien Brad Pitt dio vida en la famosa película “Siete años en el Tibet”. Harrer leyó los manuscritos e inmediatamente captó el fraude. Propuso a Rampa celebrar una entrevista para hablar sobre el Tibet, naturalmente en tibetano y el autor declino el ofrecimiento so pretexto de que en la transmigración, su alma había sufrido un trauma que le había hecho perder el conocimiento de su vernácula lengua.

Harrer y el Dalai-Lama en 2005

Por último, otro editor le soltó una frase en tibetano aprendida de memoria que Rampa escuchó sin entender ni inmutarse. Cuando se le hizo saber el desliz cometido, fingió un desmayo como consecuencia de alguna actividad cósmica que mantenía en aquel momento y que le había impedido entender su propia lengua.
La prensa británica había encontrado un filón, tratando de desbaratar la figura que Rampa se había montado y no cesó en sus ataques personales contra el supuesto Lama tibetano, hasta conseguir que huyera a Irlanda y posteriormente a Canadá, en donde murió en la ciudad de Calgary.
Philip Porter, luchador de artes marciales, orientalista, periodista y escritor estadounidense llegó a decir de este fenómeno literario: “No pienso que fuera cien por cien auténtico, pero no hay duda de que fue alguien extraordinario”
Y en eso hemos de estar de acuerdo. Aun sabiendo que su producción literaria es producto de la ficción y que engañó al público de una forma poco honesta, no se le puede negar el valor extraordinario que tiene su obra, que sin que sea fruto de su estudio, de su experiencia o de sus conocimientos, incluye sus ideas personales, sus reflexiones sobre la cultura oriental y más concretamente las relacionadas con el budismo, haciéndola tan atractiva al lector de todo occidente, que cuando se conoció su falacia, la tristeza que acongojó algunos corazones fue como la de descubrir que tu novia, a la que tanto querías, te había sido infiel.

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