viernes, 29 de marzo de 2013

Y YO EN LA ARCADIA

Publicado el 12 de abril de 2008




La frase, escrita en latín, figura en un cuadro del pintor francés del siglo XVII, Nicolás Poussin, integrante de la escuela clasicista que pasó casi toda su vida en Italia; allí murió y en Roma está enterrado. Siendo, como era, francés, un buen día, el cardenal Richelieu le sugirió regresar a París y convertirse en el pintor de cámara del rey Luis XIII. Pero el pintor tardó poco en abandonar el lujo de la corte francesa, para regresar a Italia y continuar su estilo de pintura que debía satisfacerle más que la actividad de retratista de la corte.
El lienzo del que hablamos, pintado entre los años 1637 y 1638, se denomina “Los pastores de la Arcadia” y cuelga en lugar privilegiado en una de las salas del Museo del Louvre de París, al igual que alguna otra obra de este pintor.
La Arcadia es una región de Grecia: la tierra de los osos, situada en el Peloponeso y habitada por pastores y gente sencilla, paradigma de bucolismo y felicidad, que adoraban al macho cabrío como símbolo de la fertilidad.

Los pastores de la Arcadia

En este lienzo se aprecia una clara influencia renacentista y un estilo excesivamente purista, características propias de las pinturas de Poussin que quizás obraron en su contra ya que diluyó al artista entre otros muchos de igual o menor talento que él. Es muy probable que de haber seguido sus propios impulsos personales, hubiese ocupado un lugar en la pintura mundial que evidentemente no ocupa, pero que su depurada técnica hace suponer.
Este cuadro es desconocido para una gran mayoría, pero es posible que lo fuera mucho más si sobre él no se hubiera escrito una leyenda que, usando la frase: “Et in Arcadia ego” ha llegado a alcanzar niveles importantes en un campo apasionante, intrigante y enigmático, como es el de las sociedades secretas.
Si existe una sociedad secreta que de tanto serlo es mundialmente conocida, esa es La Masonería, pero junto a ella también han desarrollado una vida esotérica otras sociedades como Los Rosacruces ó El Priorato de Sión.
Y de este último es del que vamos a hablar, siguiendo la propia documentación aportada por el Priorato, pero antes situemos un poco la historia.
Godofredo de Bouillón junto con sus dos hermanos Eustaquio y Balduino y otros príncipes europeos, siguiendo las prédicas del Papa Urbano II, organizó la primera Cruzada para recuperar Tierra Santa para la Cristiandad. Al menos, eso es lo que ha trascendido en los ortodoxos textos de historia. Godofredo era el heredero del Ducado de Lorena, una región gala, que hace frontera con las actuales Alemania, Bélgica y Luxemburgo.
Cuenta algún cronista que al frente de un ejército de cuarenta mil hombres, se puso en marcha hacia Oriente, por la llamada Ruta de Carlomagno, siendo el primero de los integrantes de la Cruzada que llegó a Constantinopla, capital del Imperio de Bizancio, en donde se le unieron otros príncipes y nobles con sus respectivos ejércitos. Muchos hombres parecen esos cuarenta mil para un condado minúsculo, pero a falta de otra fuente con la que contrastar, habrá que darlos por buenos.
Algunas vicisitudes retrasaron la marcha hacia Jerusalén, pero al final, en el año 1099, los cruzados, al mando de Godofredo, pusieron cerco a la Ciudad Santa. Godofredo fue el primero entrar en la ciudad y tras él las tropas de infantería, las cuales causaron una verdadera masacre entre musulmanes y judíos que, en buena armonía, habitaban en la ciudad.

Entrada de Godofredo en Jerusalén

Conquistada Jerusalén, los cruzados ofrecieron a Godofredo la corona del nuevo reino que el cruzado rechazó, quedándose con el título de Defensor del Santo Sepulcro. Un año después, Godofredo moría no se sabe muy bien por qué causa.
En Jerusalén, en una abadía construida sobre las ruinas de alguna mezquita, cenáculo o sinagoga, a la que se había puesto por nombre Nuestra Señora de Monte Sión y de la que no queda documentación para contrastar, Hugo de Payns y otros ocho caballeros, crearon en el año 1118, una hermandad secreta que se llamó Orden de los Caballeros pobres de Cristo” y que, pasado el tiempo, ha sido conocida como Los Caballeros del Templo de Salomón”, o simplemente “Los Templarios”.
De aquella orden militar, que alcanzó gran prestigio en la baja Edad Media, empezó a derivarse un entramado socio-mercantil de tal envergadura que la inmensa mayoría de reinos de la vieja Europa eran deudores de los Templarios. Si a su poder militar sumamos sus estrategias financieras, nos encontramos con un enemigo mortal, hasta el extremo que el día trece de octubre de 1307, Felipe IV de Francia, abrumado por las deudas contraídas con los Templarios, sin el apoyo del Papa y en una operación policial sin precedentes, arresta a Jacques de Molay, Maestre de la Orden y a los ciento cuarenta caballeros más importantes de Francia, incautándose todos sus tesoros y sus documentaciones bancarias.
Los detenidos son torturados y obligados a declarar los más horrendos pecados, para así presentar la Orden como algo inmundo y deshonesto: adoradores del demonio Baphomet, blasfemos, sodomitas y pederastas, entre otras lindezas. Los que se resistieron a la confesión, fueron quemados en la hoguera.
A la actuación francesa siguieron otras de parecido corte en Inglaterra, Aragón, Castilla, Navarra o Portugal, pero las más de las veces se limitaron a incautarse de sus riquezas, no ejerciendo ninguna acción contra las personas, las cuales pudieron continuar sus vidas, aunque la Orden desapareció.
Pues bien, si hacemos caso de la documentación que la Orden del Priorato de Sión presenta, son los legítimos herederos de aquellos Templarios, de los que se separaron años después de la creación de la Orden Secreta, y desde entonces, en la más absoluta clandestinidad, habrían llegado hasta nuestros días. Si seguimos aceptando lo que dice El Priorato, Leonardo da Vinci, Víctor Hugo, Newton y otros grandes de las artes y las ciencias, alcanzaron el grado de Maestre de la Orden secretísima.
Pero tal afirmación no parece resistir el análisis, porque el Boletín Oficial de la República Francesa (nuestro BOE), en su número 167 de 20 de julio de 1956, página 6731, publica la creación del Priorato de Sión, el cual adopta como lema la extraña frase que da título a estos renglones: “Et in Arcadia ego” en clara alusión a tierras promisorias, paraísos terrenales y otras excelencias que los seguidores de la orden podrían obtener.
La persona que realiza la inscripción oficial de la sociedad es Pierre Plantard, turbio y escurridizo personaje, sin mucha formación académica que militó en grupos radicales de extrema derecha, antisemíticos y que si realmente es conocido por algo que haya hecho él, personalmente, lo es por sus falsificaciones. De entre esta habilidad delictiva del señor Plantard, destaca en lugar destacado los “Dossiers Secretosde Henri Lobineau.
¿Quién es Henri Lobineau? Pues… no se sabe, lo más probable es que sea el mismo Plantard que publicando estos Dossiers y atribuyéndolo a persona ficticia, pretende dar carta de credibilidad a la sociedad secreta que él dice haber heredado y que preside como ya lo hicieran recientemente Claude Debussy o Jean Cocteau, además de otros sabios antiguos que antes mencionamos.
En el año 1982, los escritores británicos Lincoln, Baigent y Leigth se entrevistaron con Plantard a los que éste contó su historia. Fruto de las informaciones que recibieron fue la publicación de un libro que se convirtió en best seller mundial y que en su versión original se titula “The Holy Blood, and the Holy Grail”, y en español se ha vendido como “El Enigma Sagrado.
El libro sirve casi de guión a otra obra, también convertida en best seller: El Código da Vinci, que resulta un plagio, si no de la trama, si de la idea fundamental que encierra y así lo denunciaron los autores antes mencionados.
En el fondo, el Priorato de Sión defiende lo mismo que El Enigma Sagrado y lo mismo que El Código Da Vinci: El Santo Grial no es la copa en la que se sirvió el vino de la última cena, sino la herencia de la sangre de Jesús, conservada en la descendencia habida con María Magdalena y que se preservó en la región del Languedoc francés. De esa simiente proceden los “reyes rubios”: los merovingios y de esa simiente debería proceder Pierre Plantard, que de falsificador se convierte en descendiente directo de Jesucristo.
Esto, en cuanto a fines espirituales, en un terreno más material, El Priorato propugna la creación de un Santo Imperio Europeo que controlará el nuevo orden; la sustitución de la Iglesia Católica por otra estatal en donde se confundan en la misma persona el poder eterno y el temporal, como consecuencia de sentar en el trono a un verdadero Rey Ungido, de la estirpe del Rey David, y descendiente de Jesús de Nazaret.
Y nosotros en la Arcadia, o en la inopia.

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