Publicado el 25 de octubre de 2009
Hace ya unos años, pasé unos días
de vacaciones en una ciudad portuguesa llamada Nazaré.
Allí hice amistad con el Comandante de Marina, cuyas oficinas
estaban frente al hotel donde me hospedaba y que tuvo la gentileza de
permitirme aparcar mi coche en sus dependencias.
Mi amigo, cuyo nombre es José Antelmo
Venancio Correia, al que llamamos cariñosamente “Se”, era una
autoridad en aquella ciudad, eminentemente marítima, porque en aquel
tiempo la potestad de la Marina sobre el litoral, se adentraba un
centenar de metros en tierra firme y todo lo que hubiera en esa
franja era competencia de la Marina, ya fueran edificios o zonas de
recreo. Buen conversador, como casi todos los portugueses, me contó,
entre otras, una historia muy bonita sobre un personaje completamente
desconocido en España; al menos yo jamás había oído hablar de él.
Este personaje era dom
Fuas Roupinho el cual
vivió en el Portugal de los primeros años de monarquía y que salvó
su vida por un milagro atribuido a la intercesión de la Virgen
María.
Para quien no conozca la bonita ciudad
de Nazaré,
le diré que está dividida en dos partes: la moderna, junto al mar,
en una playa amplia y preciosa y la antigua, sobre un acantilado que
comienza donde la playa termina y se eleva de forma abrupta.
Parte antigua y nueva están unidas
por carretera que serpentea por la montaña y por un funicular que
circula sobre raíles dentados y tirado por un cable de acero y que
salva los cien metros de desnivel, con una subida, del cuarenta por
ciento.
Pues bien, en la parte alta de la
ciudad, mucho más bonita y atractiva que la moderna, hay un precioso
lugar conocido como Mirador
de Suberco, desde el
que divisa una vista de la inmensa playa de blanca arena, el
funicular y sobre todo, una piedra en la que hay esculpida en
bajo relieve, el casco de un caballo.
Impresionante vista
desde el Mirador de Suberco
Cuenta la historia que el día 14 de
septiembre de 1182, hallándose dom
Fuas, alcalde de Porto
de Mós, cazando
venados en sus tierras, pasó por cierto lugar en el que había una
gruta en la que unos pastores hallaron una talla de la Virgen que hoy
es conocida como La
Señora de Nazaré.
Aunque se había levantado una fuerte
niebla, procedente del cercano océano, terminadas sus preces,
continuó con su cinegético entretenimiento, cuando ante él se
cruzó un espléndido venado.
Lanzó a su caballo a la carrera tras
el rápido animal, sin percatarse de que, oculto en la niebla, se
encontraba el gran precipicio que hace de final de la tierra alta,
hacia el que se dirigió el caballo. Dom
Fuas creyó que se
precipitaría de manera irremisible por el acantilado, pues su
cabalgadura, encelada en la persecución del venado, no obedecía a
sus órdenes.
En ese instante, el noble cazador, se
acordó de la Virgen a la que acababa de ofrecer sus oraciones y se
puso en sus manos para lo que le sucediera a continuación.
Y he aquí que por la intercesión
“indiscutible”
de la Santísima Virgen, a muy escasa distancia del precipicio, el
caballo se detuvo, clavando uno de sus cascos delanteros en la dura
roca y produciendo la huella que se conmemora esculpida en la piedra.
Naturalmente que dom
Fuas, como se diría en
aquella época, se hincó de hinojos en tierra y dando gracias a la
Virgen, prometió levantar allí mismo una capilla de piedra, y mandó
emisarios a dar a conocer el milagro que en su persona se había
obrado. La capilla existe en el alto Nazaré
y se llama La
Ermita de La Memoria
Mi amigo me contó la historia y con
la ceremoniosidad del idioma portugués, terminaba diciendo que
gracias a la Virgen, dom
Fuas no cayó al
precipicio, solamente “debruçose”.
Bueno, lo cierto es que la historia
era bonita y mi amigo la contaba muy bien, pero la terminaba diciendo
que todos los años, para la fiesta de la Virgen, en la que se
conmemoraba el milagro de dom
Fuas, mandaba a uno de
los marineros que trabajaban a sus órdenes a que quitase toda la
tierra almacenada en la huella que dejó el casco del caballo del
noble cazador, y hacía con la mano el gesto de estar pasándole una
escoba.
Desde aquellas vacaciones, mi mujer y
yo, cada vez que nos asomamos a algún precipicio, acantilado o
similar, nos “debruçamos”.
Pero también, desde aquella
vacaciones, sentí curiosidad por saber quien era el dom
Fuas del caballo y por
eso viene lo que a continuación les quiero relatar y que no es una
cosa importante, ni trascendental, es simplemente un trozo de
historia de nuestra querida Península que me parece que ignoramos
más de lo que la razón hace recomendar, porque el que olvida su
historia, está obligado a repetirla.
Pues bien, poco he encontrado de Dom
Fuas, salvo que debía
ser un caballero Templario que guerreó a las órdenes del primer rey
de Portugal Afonso
Henriques, el cual por
compensación a su entrega, le nombró Alcalde de Porto
de Mós, una villa
importante de la provincia de Leiría.
Fue también el comandante que mandaba la escuadra portuguesa que
venció a los musulmanes en la batalla de Cabo
Espichel y debió
destacar por su valentía y capacidad guerrera.
Lo que sí puedo afirmar es que figura
en la llamada Leyenda de
Nazaré, en relación
con el supuesto milagro que antes se ha referido y fue por esa razón
por la que Dom Fuas
pasó a la historia, más que por sus hazañas guerreras.
Dentro de un año se va a producir el
primer centenario del derrocamiento de la Monarquía en Portugal, un
hecho de suma trascendencia en la vida de nuestro vecino país, cuya
historia corrió, en muchas ocasiones, paralela a la nuestra.
Y yo me pregunto: ¿Sabemos los
españoles cómo se convirtió Portugal en un reino independiente,
cuando desde siempre había formado un todo con el resto de la
Península? ¿Cómo dejó de ser una Monarquía para convertirse en
República?
Portugal era una monarquía muy
antigua, casi la más antigua de Europa, pues se instaura en el ya
lejano año de 1128.
Andábamos en aquellas fechas
guerreando contra el moro invasor y desde que don Pelayo iniciase la
Reconquista, mucho se había adelantado, pero España todavía no era
un reino. Coexistían Galicia, Castilla, León, Navarra, Aragón y un
resto peninsular aún en poder de los árabes.
El rey Alfonso
VI de León, de Galicia
y de Castilla, quizás el mas importante monarca de aquella época
que reinó entre 1065 y 1109, porque le dio la gana, pues para eso
era rey, le regalo a su yerno, Enrique
de Borgoña, que casó
con su hija natural Teresa
Alfonso de Castilla, el
Condado Portucalense,
nombre con el que se conocía la Lusitania romana. De este condado
surgirá, años más tarde, el reino de Portugal.
Quizás el lector ya haya visto que
estamos en la época en la que nuestro Cid Campeador campeaba más
que nunca, cuando obligó a su rey, Alfonso
VI, al Juramento
de Santa Gadea, para
demostrar que no había tenido nada que ver en el asesinato de su
hermano y primogénito Sancho
II, apodado El
Fuerte, que en el
asedio de Zamora, fue apuñalado por Bellido
Dolfos.
Alfonso VI de
Castilla-León y Galicia y Enrique de Borgoña
Pues bien, Enrique
de Borgoña gobierna el
condado de tal manera que a su muerte, en 1112, éste es mucho más
independiente de lo que lo era cuando lo recibió. Su esposa, Teresa,
se coloca de regente hasta la mayoría de edad del hijo de ambos,
Afonso Henríques,
en Castilla, Alfonso
Enriquez, que había
nacido en Coimbra, en el año 1109. Cumplida su mayoría de edad, se
incorpora a la vida pública, enfrentándose a la política que había
seguido su madre con el rey de Castilla, Alfonso
VII. Guerrea con ambos
y sale victorioso; en 1139 se enfrenta a los Almorávides, y tras la
aplastante victoria en batalla de Ourique,
sus tropas lo proclaman Rey de Portugal: Afonso
I.
En 1179, cuarenta años después, el
Papa Alejandro III
reconoce a Portugal como un nuevo reino vasallo de la Iglesia.
En el año 1146, Afonso
se casó con Matilde de
Saboya, la primera
reina de Portugal que siempre ha sido conocida en el país vecino
como “Mafalda de
Saboya”.
Tuvieron una amplia descendencia, con
predominio del género femenino, hasta que por fin, les nació un
varón que reinaría como Don
Sancho I, segundo rey
de Portugal.
Pues bien, a las órdenes de Afonso
Henriques, guerreó dom
Fuas Roupinho y a la
muerte del primer rey, siguió a su sucesor, al que sirvió con
verdadera devoción.
No he encontrado referencia en los
textos que he consultado, pero dom
Fuas estuvo presente en
la batalla de Ourique,
de la que Afonso
sale victorioso e investido rey por aclamación de su ejército.
La casa de Borgoña
se sienta en el trono lusitano por espacio de varias generaciones,
hasta que llega Fernando
I de Borgoña, el cual
se casó con Leonor
Téllez de Meneses, de
la que solamente tuvo tres hijos, la primera, Leonor
y dos varones que murieron antes que su padre, por lo que a su
muerte, éste no tenía heredero. Su esposa se convirtió en regente,
hasta la mayoría de edad de Leonor,
la cual se había casado con el rey Juan
I de Castilla.
Evidentemente, en el incipiente país,
no se ve con buenos ojos que ocupe el trono la hija del monarca
fallecido y menos que ésta se haya casado con el rey de Castilla, lo
que supondría que su descendiente volvería a unificar los dos
reinos, cosa que muchos portugueses no desean.
Entra en liza un hermanastro del
monarca fallecido, Juan,
Gran Maestre de la Orden de Avis, una orden militar como las
españolas de Alcántara, Calatrava, Santiago y Montesa, el cual
reclama el trono para sí. Tras muchas vicisitudes, en 1385, Juan
el de la Buena Memoria,
sobrenombre por el que fue conocido, se convierte en el primer rey de
la casa de Avis.
Esta dinastía reinará hasta Antonio
I, cuya historia es de
lo más truculenta, pues era hijo bastardo del infante Luis,
prior de la Orden de San Juan de Jerusalén e hijo de Manuel
I el Afortunado y de
una judía que terminó siendo monja.
En fin, todo un culebrón medieval,
que lleva a Antonio
a acompañar al rey Sebastián
I, El Deseado, a las
tierras moras en donde encuentra la muerte en la batalla de
Alcazarquivir,
o de los Tres Reyes.
El 24 de julio de 1580, Antonio
se autoproclama rey de Portugal y un mes después, se enfrenta al
Duque de Alba
en la batalla de Alcántara,
de la que sale derrotado y tiene que huir. Desde ese momento, la casa
de Austria
reina en Portugal, aunque será por poco tiempo.
Felipe II de España y I de
Portugal, es el primer
monarca de la Casa de Austria, que termina, lo mismo que en España,
con la llegada de Felipe
V, IV
de Portugal, y que
inicia el brevísimo período Borbón
hasta que en 1640 una rebelión sienta en el trono portugués a la
Casa de Braganza
que reina hasta el derrocamiento de
Manuel II, el último
rey portugués.
Casi siempre, el hecho de ser el
último de una dinastía supone la existencia de un drama y así fue
también en este caso.
A Manuel
II lo derrocan unas
elecciones y como ocurrirá en España veintiún años después, se
ve obligado a macharse.
Pero si su final fue dramático, no
menos lo fue el comienzo.
Cuando su padre, Carlos
I, acompañado de toda
la familia real portuguesa, se dirigían a su palacio en los
carruajes de la época, fueron tiroteados por al menos dos
republicanos radicales escudados entre la multitud y que
posteriormente fueron abatidos por la guardia de seguridad real.
El rey murió al instante, su hijo y
sucesor al trono, el Príncipe
Luís Felipe fue herido
mortalmente y falleció a los veinte minutos. El Príncipe
Manuel, fue herido en
un brazo.
El reinado de Luís
Felipe se convirtió en
el más breve de la historia y Manuel,
cuya herida no revestía gravedad, fue proclamado Rey de Portugal.
Allí fueron republicanos, aquí
fueron anarquistas, pero al final todo se asemeja y unas elecciones
democráticas, consiguen, allí y aquí, lo que por la fuerza se
resiste.
El carruaje del magnicidio
y un grabado al fondo: Museo de Carruajes de Lisboa
Dos disparos en la
puerta del carruaje
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