viernes, 29 de marzo de 2013

DEL TE A LA SAL



 Publicado el 17 de agosto de 2008



De las hojas de un arbusto cuyo nombre latino es “camellia sinensis” y de algunos de sus más tiernos brotes, se obtiene, por infusión, una de las bebidas de mayor consumo del mundo: El Té. De propiedades astringentes, el es más rico en cafeína que el propio café y desde la más remota antigüedad, el hombre lo ha recolectado, elaborado, comercializado y consumido en cantidades importantes.
Mientras que en países meridionales, el consumo de café es el más popular, en los países norteños es el la bebida reina.
Británicos, holandeses, alemanes, eslavos, árabes y otros muchos pueblos, han sido grandes consumidores de esta aromática y tonificante infusión, cuyo consumo ha alcanzado el carácter de rito en algunas de esas culturas.
Como ocurre siempre que existe un consumo constante de cualquier sustancia, entre las que podemos incluir el , pero también está el azúcar, el café, el tabaco y otros muchos productos, los gobiernos han monopolizado su venta, gravándola con las tasas correspondientes y obteniendo así importantes ganancias, a la vez que controlando los mercados.
A veces, estas situaciones de monopolios sobre productos que de ser artículos de lujo, o de uso exclusivista, pasan a uso común, han traído como consecuencia revueltas populares para oponerse a las carestías de precios y algunas de estas revueltas condujeron a los monopolizadores a situaciones verdaderamente adversas.
Algo así ocurrió con el y con la Sal, que aunque en dos momentos históricos muy distantes en tiempo y espacio, tuvieron un elemento común: el Imperio Británico.
El martes 16 de diciembre de 1773, tuvo lugar en el puerto de Boston, lo que se ha denominado “Boston Tea Party” y que es considerado como el punto de partida de la Guerra de la Independencia Americana, en la que Gran Bretaña perdió sus colonias en el Nuevo Continente.
Años antes, en 1767, Gran Bretaña había gravado la importación de determinados productos con unos aranceles aduaneros que los colonos americanos no pudieron soportar. Uno de estos productos era el , por lo que los colonos dejaron de comprarlo a la Compañía Británica de las Indias Orientales, para hacerlo en mercados de Holanda.
Semejante forma de obtener ganancias, a base de impuestos, originó un inmediato boicot y entre muchos otros, esta acción de protesta fue abanderada por John Hancok, un marino contrabandista que con su barco, la Liberty, se dedicó a importar té desde Holanda. Las ventas de la Compañía Británica de la Indias Orientales, cayeron en picado y de algunos cientos de miles de kilos que transportaban al año, bajaron a apenas doscientos cincuenta en 1773.
La poderosa compañía presionó al Gobierno de su Majestad a que promulgase la llamada Ley del Té, que anuló los aranceles imperiales, permitiendo a la Compañía de Indias vender el mucho más barato de lo que lo hacían los contrabandistas.
Esta intromisión del Gobierno enojó a muchos colonos, mercaderes y contrabandistas y se iniciaron una serie de protestas en las principales ciudades coloniales como Filadelfia o Nueva York, pero las más fuertes se produjeron en Boston.
En noviembre de aquel año, cargado de , llegó al puerto de Boston el buque de la HMS “Dartmouth”. Los estibadores se negaron a descargarlo y el buque permanecía fondeado con su carga a bordo esperando un momento propicio. Luego llegaron otros dos barcos, el “Beaver” y el “Eleanor”.
La noche del 16 de diciembre, disfrazados de indios, para eludir responsabilidades y armados con hachas y cuchillos, los colonos subieron a bordo de los barcos y arrojaron toda la mercancía por la borda; más de 45 toneladas de , con unas pérdidas superiores a las diez mil libras esterlinas.

Litografía representando la destrucción del Té

La acción tuvo críticas de las propias colonias y de la Metrópoli, que reaccionó cerrando el puerto de Boston y declarando el estado de excepción. Como consecuencia, hubo una serie de actos violentos, que se saldaron con cuatro muertos y con un boicot total a los productos procedentes de Gran Bretaña. Pero lo más importante fue que se encendió la llama de la imparable independencia.
Los colonos empezaron a pertrecharse, previendo el enfrentamiento armado que finalmente llegó. Las trece Colonias Británicas pidieron apoyos a Francia y España, que tradicionales enemigos de Gran Bretaña, lo ofrecieron.
Se iniciaron escaramuzas y luego guerra formal. Fueron años de muerte y desolación, hasta que los independentistas consiguieron su primera gran victoria en la Batalla de Saratoga de 1777. Luego siguieron otras hasta que en 1781, George Washington consiguió sitiar al ejército inglés en Yorktown y, sus líderes, sintiéndose perdidos, pidieron la paz. No había moral de lucha y eran dos pueblos demasiado afines y sin odios internos como para que la guerra se encarnizase más. En 1783, Inglaterra reconoció la independencia de sus colonias y nacieron los Estados Unidos de Norteamérica. Y fue el lo que desencadenó todo.
Ciento cincuenta y siete años después, el 12 de marzo de 1930, Mahatma Gandhi emprende lo que se conoce como “Marcha de la Sal”, que acabará proporcionando la independencia a la India.

Gandhi durante la marcha de la Sal

Recorrió 380 kilómetros, desde Sabarmati a Dandi, a orillas del Océano Índico, seguido de varios cientos de sus más fieles y con la única intención de pedir al Gobierno Británico la abolición de la tasa de la sal.
Y es que, de la misma manera que años antes el estaba gravado con altos aranceles, en la India, los naturales del país no podían obtener la sal por sus propios medios, sino a través de su compra a las autoridades británicas, que obtenían extraordinarios beneficios.
Una situación inexplicable, pero tan cierta como que fue el inicio de las movilizaciones que terminaron en 1947 con la independencia de la India y fue casi el fin del Imperio Británico.
Gandhi regresó a la India después de haber estudiado leyes en Londres y haber vivido casi quince años en Sudáfrica, en donde se destacó por su lucha pacífica por los derechos de los indios en aquel país de británicos y negros.
Con cierta fama internacional y propugnando siempre la no violencia, se encuentra a su país que es regido por doscientos funcionarios civiles, diez mil oficiales británicos y sesenta mil soldados indios. Eso le lleva a aseverar que los británicos los dominan porque ellos no oponen resistencia, pero en caso contrario, Gran Bretaña no podría controlar ni una séptima parte del inmenso país.
Para su Graciosa Majestad, perder la India era algo impensable. Algo que convertiría a la metrópoli en país del montón, mientras que en ese momento, ejerce su autoridad sobre más de trescientos cincuenta millones de indios.
Churchill, en el partido de la oposición, está nervioso y quiere ser gracioso cuando llama a Gandhi “fakir sedicioso que sube las escaleras del palacio del virrey medio desnudo”. Pero, la cosa no tiene gracia, por muy desnudo que Gandhi vaya y por muy fakir que le acusen de ser.
El Mahatma y sus seguidores llegan el seis de abril a las playas del Índico. Cada uno con una cazuela, toma agua de mar y la dejan evaporar para obtener sal. El gesto es seguido por millones de ciudadanos indios, a lo largo de toda la inmensa costa del continente, en una demostración de insumisión civil que acarreará inmediatas reacciones de los británicos.
El cinco de mayo, organiza otra marcha hasta el depósito gubernamental de sal de Dharasana, al norte de Bombay, donde es detenido. Más de dos mil personas que le acompañan se prestan voluntariamente a que se les detenga también y son recibidos a palos.
Hay más de sesenta mil detenidos, entre los que se encuentra el propio Gandhi, que son apaleados y torturados, ante la pasividad de los arrestados, que siguiendo las consignas de su líder, no oponen resistencia alguna. Los que quedan en libertad, siguen evaporando agua para obtener sal.
El virrey, Lord Irwin, reconoce su incapacidad para evitar la sedición y siguiendo los consejos que el propio Gandhi le da, autoriza a que cualquier ciudadano pueda obtener su sal.
El triunfo es total y demuestra que Gran Bretaña dominará la india, mientras la India se deje dominar, pero que los días están contados y el movimiento independentista es imparable.
Gandhi es el gran triunfador y su partido, el Partido del Congreso Nacional Indio quiere ir más allá y tiene prisa. Los liberales, partido británico en la oposición, lo reciben triunfalmente en Londres y pactan una futura independencia, sin violencias, que truncará la complicada situación que muy pronto empieza a atravesar Europa y que desencadena la Segunda Guerra Mundial.
El movimiento libertador continúa y el 15 de agosto de 1947 la India obtiene su independencia. Pero el proceso no se produce tal como Gandhi había deseado. Al desaparecer el control británico, el país se enfrascó en una guerra de religiones entre hindúes y musulmanes que terminó con la división del país, creándose India, de religión hindú y Pakistán, de religión islámica.
Y todo empezó por una taza de y un puñado de sal.

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