Publicado el 15 de mayo de 2011
Para quien no conozca la provincia de
Málaga, este nombre le puede sonar a ciudad de los americanos
trópicos, pero no es así porque, Macharaviaya,
es un precioso pueblo Málaga, en la comarca de la Axarquía,
muy cerca de la capital y de la costa.
Macharaviaya
es un nombre de procedencia árabe y se debe a la instalación en
aquel lugar de una alquería en la que la familia de Abu Yahya,
cultivaba tierras y criaba ganado en la época de dominación
musulmana.
En árabe, alquería se dice “mashar”
que unido al nombre del propietario, conforman el nombre del lugar:
Mashar Abu Yahya,
de donde se descompone, fonéticamente en Machar-av-iaya.
Sobre la fundación del pueblo no hay
constancia exacta, pues parece que primero se construyó, por el
Arzobispado de Sevilla, una iglesia dedicada a la advocación de San
Jacinto, construcción que data de 1505 y casi setenta años después,
se funda el pueblo.
Pues bien, en ese pequeño pueblo que
actualmente cuenta con poco más de trescientos sesenta habitantes,
nació, el día veintitrés de julio de 1746 y en el seno de una
distinguida familia militar de aquella zona, Bernardo
Gálvez y Madrid, conde
de Gálvez, vizconde de Galvestón y, sobre todo, héroe de la
Batalla de
Pensacola.
Óleo
de Bernardo Gálvez
Con sólo quince años, ingreso en la
Academia Militar y ese mismo año, 1762, se presentó voluntario para
participar en la Invasión de Portugal.
Este episodio, en el contexto de la
Guerra de los Siete Años que ha pasado por la historia como si de
ascuas se tratara, constituye un hito importante dentro de aquella
Guerra. Se le conoce como la Guerra Fantástica, pues fue una guerra
sin batallas y en la que las tropas españolas llegaron hasta las
puertas de Lisboa casi sin que se les hubiera ofrecido más
resistencia que algunas escaramuzas guerrilleras que hostigaron sin
resultado la marcha del ejército de cuarenta mil hombres en el que
figuraba, como teniente de infantería, Bernardo
Gálvez.
España y Francia, exigen a Portugal
que se adhiera al llamado Pacto de Familia que los Borbones, Luís XV
de Francia y Carlos III de España, habían firmado contra Gran
Bretaña. Al no avenirse Portugal, fue invadido el cinco de mayo de
1762 por las tropas españolas, concentradas en la provincia de
Zamora, y que entran por la región de Tras Os Montes, tomando
Miranda do Douro, Braganza y bajando hacia Lisboa.
Portugal y su eterna aliada, Gran
Bretaña, se dispusieron a defender la capital portuguesa, pero en
noviembre de aquel año se firmó en Fontainebleau un acuerdo por los
países beligerantes para suspender las hostilidades hasta que se
firmase la paz definitiva.
Así que, casi después de haber
conquistado Portugal, las tropas españolas se retiraron por el mismo
camino por el que habían entrado, liberando todas las ciudades que
habían sido tomadas: Castelo Branco, Almeida, Braganza, Miranda y
otras menos importantes.
Esta guerra supuso para Francia la
pérdida de sus colonias en América que ya quedó claramente
dividida entre las hegemonías de Gran Bretaña, al norte de la
frontera de Méjico y España, cada vez más debilitada y que como
compensación por haber entrado en la guerra sin desearlo, recibió
de Francia el territorio de la Luisiana.
Y a las colonias se marchó, en 1770,
el teniente de infantería Gálvez, concretamente a Nueva Vizcaya, la
primera provincia que se funda al norte del actual Méjico, entonces
conocido como Nueva España.
En aquellas tierras, cuyas principales
ciudades eran Chihuahua y Durango, combatió a los apaches, amenaza
constante de la zona, a los que persiguió por el desierto en unas
condiciones durísimas, tanto que sus soldados estuvieron a punto de
una sublevación y en cuyas refriegas fue herido tres veces.
Regresa a la Península y participa en
la desastrosa expedición del general O’Reilly
contra Argel, refugio de los piratas berberiscos que asolaban el
Mediterráneo y en donde, a pesar de la derrota, su comportamiento
heroico es apreciado por sus jefes que lo promueven a la categoría
de teniente coronel, cuando tan sólo contaba veintinueve años.
Vuelve a América como coronel del
regimiento de Luisiana
que era la provincia española recibida de Francia; un territorio
inmenso que llegaba desde el Golfo de Méjico, hasta Canadá.
Allí contrajo matrimonio con una
bella viuda criolla de veintidós años, hija del fundador francés
de la ciudad de Nueva Orleáns.
El uno de enero de 1777 fue nombrado
gobernador interino de Luisiana
y desde ese mismo momento se convierte en un tormento para los
ingleses que en aquella zona se dedicaban a toda clase de actividades
ilegales, desde la venta de esclavos, pasando por el contrabando de
toda clase de mercancías, hasta la piratería y el corso.
Entre las muchas actividades que
Gálvez
desarrolla, quizás la más importante sea la fundación de ciudades
para reforzar las fronteras que desde la rebelión de las colonias
americanas contra la metrópoli británica, adquirían gran
importancia porque el gobierno español estaba por apoyar a los
colonos independentistas, frente a su mortal y eterna enemiga, Gran
Bretaña. Apoyando a los colonos americanos que huyen de la tiranía
inglesa y con españoles llegados desde las Canarias, y un grupo de
malagueños, fundó Nueva Iberia, actualmente New Iberia.
Funda también Galveztown,
ciudad de Gálvez, actualmente Galveston,
el mismo nombre que le pone a un bergantín de su propiedad con el
que realizaría la hazaña más importante de su vida.
En 1777, después del éxito rotundo
de las tropas independentistas contra Gran Bretaña que supuso la
Batalla de Saratoga,
Francia y España, advirtiendo el momento de debilidad británico y
la posibilidad de recuperar territorios perdidos, así como Francia
consolidar su poder en el Nuevo Continente, se aprestaron a declarar
la guerra al enemigo de siempre, guerra que se desarrollaría
principalmente en el territorio que hoy se conoce como los Estados
Unidos, pero fundamentalmente fue una guerra naval, que tuvo su
principal escenario en el Atlántico Norte.
Gálvez,
con su ejército de apenas setecientos hombres, se apresura a tomar
posiciones en toda la zona del río Mississippi,
desde donde los ingleses hostigaban constantemente y en un alarde de
táctica e ingenio militar, toma las posiciones a ambos lados del
río, entre ellas Baton
Rouge, futura capital
del estado de Luisiana,
Manchak y Natchez, lo que supuso la retirada de los ingleses de todo
el Mississippi.
Estos fulgurantes triunfos le valieron el ascenso a Mariscal de
Campo, cuando solamente contaba treinta y tres años de edad.
Pero en la Luisiana
quedan aún dos bastiones británicos muy importantes y se hace
preciso tomarlos. Son las ciudades fortificadas de Mobila
y Panzacola,
actualmente Mobile
y Pensacola.
El catorce de julio de 1780 y a pesar
de que un fuerte temporal le ha producido importantes destrozos en su
ejército, consigue tomar el fuerte Charlotte
y capturar a toda su guarnición. Pero aún queda el reducto más
importante y poderoso: Panzacola.
Situada estratégicamente en la costa
occidental de Florida,
se encuentra a orillas de una bahía interior a la que se accede por
un angosto canal que forma la isla de Santa
Rosa y la tierra firme
y que estaba reciamente protegido por el fuerte de Barrancas
Coloradas.
Mapa
de la zona para mejor comprensión de la dificultad
Las tropas de infantería desembarcan
en la isla y consiguen tomar el fuerte, pero desde tierra firme los
hostigan y no se puede producir el desembarco definitivo. Para atacar
la ciudad era preciso que la flota atravesase el canal y apoyase con
su fuego el avance por tierra.
El buque insignia de la flota
española, el San Ramón,
intentó cruzar la barra a la entrada del canal y encalló,
haciéndose muy laboriosa la operación para sacarlo a alta mar, por
cuya razón el capitán del buque se negó a intentarlo de nuevo, aun
desobedeciendo las órdenes directas que le daba el Mariscal
Gálvez.
Ante esta actitud, Gálvez le envía
una nota que se ha hecho famosa y que decía: “Una
bala de a treinta y dos que le envío y presento, recogida en el
campamento, es de las que reparte el fuerte de la entrada. El que
tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown
para quitarle el miedo.”
De inmediato, Bernardo
Gálvez, a bordo de su
bergantín, comenzó a navegar rumbo a la entrada del canal. También
de inmediato, la artillería inglesa abrió fuego sobre el Galveztown
que siguió su rumbo impertérrito y sin que ninguno de los
veintiocho cañonazos que desde tierra contaron, hubiese alcanzado el
blanco.
Cruzar al otro lado del canal supuso
una hazaña de gran envergadura, pues fue el acicate que la escuadra
necesitaba para lanzarse a la misma aventura que su Mariscal.
Desde tierra vitorearon la hazaña y
dieron alas a los navíos para lanzarse tras el Galveztown.
Una vez la flota dentro de la bahía
se desembarcó a la infantería y comenzó el asedio de la ciudad que
duró cincuenta días.
Las dificultades eran muchas pues las
fuerzas estaban muy igualadas, teniendo los ingleses la ventaja de
encontrarse tras las fortificaciones que defendían la ciudad. Gálvez
pedía auxilio desesperadamente, comprendiendo que de tardar
demasiado tiempo, no podrían soportar la situación pues comenzaba a
escasear de todo.
Desde La Habana se puso en marcha una
flotilla de refuerzo con suministros y armas y desde Mobila, recién
tomada y a marchas forzadas, sus seiscientos defensores se
presentaron en el escenario de los combates en Panzacola.
Por fin, el día ocho de mayo 1781,
los británicos se rindieron, cayendo prisioneros más de mil
soldados y ocupándose ciento cincuenta piezas de artillería de
diversos calibres.
Por esa valerosa acción, Gálvez
fue ascendido a Teniente General y el rey Carlos III le concedió el
título de Conde de Gálvez
y el emblema que dice “YO
SOLO”, para su escudo
de armas.
Gálvez regresó a España en donde
fue recibido como un héroe nacional y en 1784 regresó a Cuba desde
donde fue nombrado Virrey de Nueva España.
Su virreinato fue corto, porque murió
súbitamente a la edad de cuarenta años, pero extraordinariamente
fructífero, tanto que en Méjico se le recuerda con sumo cariño,
por la cantidad de mejoras que aportó a la civilización y a la
sociedad mejicana, a la que liberó de grandes calamidades que sobre
ella pesaban.
Para los Estados Unidos es un héroe
al que conmemoran en las efemérides.
El día tres de junio de 1976, Juan
Carlos I, rey de
España, hizo entrega en la ciudad de Washington de una estatua del
insigne héroe que los colonos americanos, sublevados contra los
británicos, estimaban hasta el extremo de haber reconocido que sin
su ayuda no hubiera sido posible que los independentistas hubiesen
salido victoriosos de la Guerra de la Independencia Americana.
El discurso del monarca terminó con
la frase: “Que la
estatua de Bernardo de Gálvez sirva para recordar que España
ofreció la sangre de sus soldados por la causa de la Independencia
Norteamericana”.
En su Macharaviaya
natal también era persona muy apreciada, aunque casi no le vieron
por allí desde que se marchó con quince años, pero, junto con su
padre, consiguió para su pueblo la instalación de una Fábrica
Nacional de Naipes que eran exclusivamente destinados para las
colonias españolas.
Es necesario reconocer la importancia
que tiene este hecho porque en aquella época, los naipes, eran un
artículo estanco que solamente el Estado podía fabricar, por lo que
producía grandes beneficios económicos.
Lástima que la iniciativa tuviese
corto recorrido porque sin haber previsto la necesidad de mano de
obra especializada, aportación de materiales, como papel y tintas,
la empresa duró poco tiempo.
Las dificultades de abastecimiento y
la liberación del comercio hizo fracasar definitivamente el negocio,
pero durante los casi cuarenta años que estuvo funcionando creó muchos puestos de trabajo e influyó en la subida del nivel de vida
de los vecinos de toda la comarca, que de otra forma, hubiesen tenido
difícil la supervivencia.
Al grito de "que viene Galvez" sus enemigos salian huyendo. Otro heroe, otro gran heroe español, que tuvo la mala suerte de serlo, como Blas de Lenzo y tantos otros, cuyo recuerdo, este pueblo ingrato, pronto olvido.
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