Publicado el 8 de agosto de 2010
No es más que una leyenda, algo que
no tiene fundamento alguno, pero que como muchas otras historias que
a lo largo de la los siglos se han transmitido, al final siempre hay
alguien que llega a creérselo. El Diablo no existe, así de simple y
sencillo, pero eso no obsta para que se le atribuyan, cada vez menos,
por cierto, innumerables prodigios.
Existe un antiquísimo códice que es
tenido por el libro más grande jamás escrito y no es por su
contenido solamente, es que su aspecto físico es imponente. Mide 92
centímetros de alto, por 50 de ancho y 22 de grueso. En algunos
museos y bibliotecas se pueden apreciar libros enormes, casi siempre
encerrados en estanterías y preservados de la intemperie y de las manos humanas, pero
nunca un libro llegó a tener este tamaño.
Está escrito sobre pergamino hecho
con piel de asno y fue necesario sacrificar a ciento ochenta y seis
jumentos y curtir sus pieles, para sacar las seiscientas veinticuatro
páginas que contiene. Su peso es de setenta y cinco kilos.
Todo un señor códice que, además de
sus dimensiones, es por su contenido una obra de tal belleza que fue
considerado en épocas pasadas, como la Octava Maravilla del Mundo.
El libro es conocido como Codex
Gigas, Códice Gigas o Códice de Satanás.
Está escrito en latín y su nombre se traduce por Libro Grande. Así
de escueto y sencillo, para una obra altamente complicada.
Sobre todo si nos remontamos a la
época en la que fue escrito, principios del Siglo XIII y nos
trasladamos, además, a una región de Centroeuropea que en la
actualidad corresponde a la República Checa y más concretamente a
la zona de Bohemia. Allí, en el humilde Monasterio
Benedictino de Podlazice,
cerca de la ciudad de Chrudim, a unos cien kilómetros al Este de la
capital, Praga, dice la tradición que un monje llamado Herman
“El Recluso”,
escribió y dibujó este extraordinario libro.
Aspecto
actual del Monasterio de Podlazice
Cuenta la leyenda que Herman,
hábil pendolista, dedicaba su tiempo a transcribir libros,
dibujarlos y colorearlos al igual que muchos monjes de aquella época
anterior a la invención de la imprenta que pasaban gran parte de sus
vidas en el llamado “scriptorium”,
dejándose la vista en la ardua tarea de copiar y copiar libros
clásicos, con la intención de difundir la cultura.
Habiendo cometido Herman
un horrendo pecado, fue condenado por su comunidad a morir emparedado
en uno de los muros del monasterio. Pero el monje, para redimir su
culpa, propuso a la comunidad la condonación de la pena, por un
trabajo excepcional para toda la orden benedictina: escribir un libro
que contuviese La Biblia y otras obras clásicas y hacerlo todo en
una sola noche.
Parece que la comunidad accedió y
Herman
se puso manos a la obra, pero por muy rápido que pudiese escribir,
es obvio que en una noche no resulta posible realizar esa ingente
tarea, por lo que, viendo que las horas pasaban y no podría terminar
su obra, invocó a Satanás con el que hizo un trato: el demonio le
escribiría el libro y él le cedería su alma.
El asunto no tiene nada de original,
es el recurrido tema del diablo Mefistófeles, con el que se han
realizado numerosos tratos, una veces es por recuperar la perdida
juventud y obtener el amor de una mujer, en otras por adquirir
cualidades de las que se carece y otras por salvar la vida.
Eso es lo que cuenta la leyenda, la
realidad parece que fue muy otra y que Herman,
o el monje que lo escribiera, tardó más de veinticinco años en
completar su obra, pero cuando estuvo terminada, todos hubieron de
coincidir en que se trataba de algo realmente extraordinario.
El Códice
Gigas contiene una
copia de La Biblia conocida como La
Vulgata que es una
traducción al latín vulgar que el Papa Dámaso I encargó a San
Jerónimo a principios del siglo V.
El nombre de Vulgata
procede del encabezamiento de la obra en donde se dice: “Vulgata
Editio”, que
significa edición para el pueblo y estaba escrita en un latín de
uso popular, del que luego se ha ido traduciendo a los distintos
idiomas y cuya versión ha estado vigente en la Iglesia Católica
hasta el año 1979, en el que se promulgó la Neovulgata.
Salvo el Apocalipsis y Los Hechos de
los Apóstoles, la Vulgata
está copiada íntegramente (Antiguo y Nuevo Testamento), pero
además, el Códice contiene la Crónica
de los Bohemios
(Chronica Bohemorum), escrita por Cosmas
de Praga, un religioso
e historiador nacido en el año 1045.
También contiene el Códice dos
libros del historiador romano Flavio
Josefo, Antigüedades
Judías y La Guerra de los Judíos;
las Etimologías
del Obispo San Isidoro de
Sevilla; una relación
de santos bohemios del primer milenio y una lista de necrológicas,
completan el Códice.
El
Códice mostrado por sus conservadores
Está escrito en tintas de colores
rojo, azul, verde, negro y panes de oro para las letras capitales.
Tiene escasos dibujos, pero todo él es de una belleza
extraordinaria.
Su atribución al diablo empieza a
hacerse leyenda porque en la página doscientos noventa presenta uno
de los pocos dibujos y éste es una representación de Satanás.
Dibujo
del diablo, página 290
Los estudiosos y eruditos que han
examinado y estudiado el Códice, casi coinciden en que una obra de
esas características no pudo ser creada en un monasterio tan pequeño
y humilde como era el de Podlazice,
pero su atribución a aquella comunidad obedece a una nota escrita al
margen en su primera página y en la consta que su primer propietario
fue el citado monasterio.
En esa misma nota se registra el
primer cambio de titularidad del Códice, porque, angustiados por
penalidades financieras, los de Podlazice, lo vendieron a los monjes
del monasterio cisterciense de Sedlec,
en la ciudad de Kutná
Hora, en el centro de
la región de Bohemia.
Esta ciudad y ese monasterio se han
hecho muy famosos, con el transcurso del tiempo, porque toda su
capilla se encuentra convertida en un gigantesco osario que conforma
una de las decoraciones más espeluznantes de cuantas pueden adornar
una iglesia y es que miles y miles de cráneos, huesos planos y
huesos largos, colocados con mucho primor y guardando perfecta
armonía, decoran las paredes, techos, columnas, pasillos, lámparas,
espacios abiertos, etc.
El hecho tiene una explicación, como
casi todas las cosas y es que alrededor del año 1400, se dedicó una
zona de la abadía a cementerio y en el espacio de terreno destinado
a las sepulturas, el abad Jindrich extendió un puñado de tierra que
había traído de Palestina, a donde había peregrinado
recientemente. Desde aquel momento, el cementerio se consideró
Tierra Santa y en el quisieron recibir sepultura muchas personas de
la zona, pero también otras venidas desde toda Bohemia, Bavaria
incluso de Polonia, Hungría y Bélgica. Tal proliferación de
enterramientos hizo necesario agrandar el camposanto y así alcanzó
más de tres hectáreas de terreno. En el siglo XV fue necesario
hacer limpieza y se excavaron las fosas, recogiendo los restos que se
almacenaron en un osario común. Años más tarde, un monje casi
ciego, tuvo la idea de iniciar una decoración con aquellos huesos,
comenzando la construcción de seis pirámides con cráneos. Luego se
fueron decorando más zonas, hasta que en 1870, se terminó de
decorar, con un aspecto similar al que presenta hoy y en el que se
emplearon más de cuarenta mil cráneos y huesos. Cualquiera que esté
interesado en echar un vistazo a tan extraña decoración puede
hacerlo a través de Internet, escribiendo Capilla de los Huesos en
cualquier buscador.
Pero sigamos con el Códice, porque su
historia tiene aún algunos aspectos que es necesario resaltar.
En la nota de la que antes hablamos,
se refleja que en el año 1295, el códice volvió a Podlazice,
en donde permaneció hasta que inició un peregrinaje por diversos
monasterios, huyendo de las muchas guerras que azotaron esa región
centroeuropea, hasta que Rodolfo
II de Habsburgo, nieto
del emperador Carlos I de España y V de Alemania, rey de Hungría y
Bohemia y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, se interesó
por la Biblia del Diablo.
En el año 1594 llegó el códice a
Praga y entró a formar parte de la extensa colección de objetos
raros que el Emperador poseía y allí permaneció hasta el final de
la Guerra de los Treinta
Años, que se inició
precisamente en Praga en el año 1618, cuando el pueblo se rebeló
contra la tiranía religiosa impuesta por los Habsburgos,
declaradamente católicos, en contra de la mayoría del pueblo, declarado luterana y que comenzó por defenestrar, es decir, arrojar por las
ventanas de palacio, a dos altos funcionarios. Fue esta una guerra
iniciada por motivos religiosos que luego fue aprovechada por las
potencias europeas para imponer su dominio y que terminó con la
firma de la Paz de Westfalia en el año 1648.
Para el pueblo checo fue una guerra
durísima en la que pereció la tercera parte de su población y,
además, supuso una mayor presión religiosa para los luteranos.
Entre las múltiples calamidades que hubieron de padecer, el pillaje
y la destrucción de ciudades y monumentos a cargo de los ejércitos
suecos que invadieron el país, fue de lo más duro y al final,
cuando al mando del general Konigsmark,
entraron en Praga tras haber derrotado a las tropas que defendían la
ciudad, culminaron sus latrocinios, llevándose la enorme colección
de objetos de arte que había llegado a reunir el Emperador
Rodolfo II, entre la
que se encontraba el famoso códice.
El ejército sueco que participaba en
la guerra formando parte de la llamada Liga
Evangélica o Liga
Protestante se caracterizó por su capacidad destructiva y su afición
al pillaje en cuya actividad cumplían órdenes de la reina Cristina
de Suecia, entonces
protestante y más tarde convertida al catolicismo.
Pero el códice
no fue del interés de la reina y cuando abdicó del trono en 1654 y
se trasladó a Roma, no se llevó entre sus pertenencias el famoso
libro, el cual continuó en Estocolmo.
En el año 1990 el presidente de la
República Checa, Vaclav
Havel, solicitó
formalmente del Gobierno Sueco, la devolución del botín que su
ejército se llevó de Praga. La respuesta del Gobierno Sueco no se
hizo esperar y el argumento fue tan acomodaticio como que adujeron
que si todos los países comenzaran a hacer las mismas peticiones,
los museos de toda Europa quedarían vacíos.
En el año 2008 el Códice ha vuelto a
Praga para ser expuesto, trescientos cincuenta y nueve años después
de su robo. Ninguna compañía aseguradora ha querido cubrir los
riesgos del traslado y la exposición y al final, entre ambos
estados, checo y sueco, han pactado una indemnización en caso de
pérdida o deterioro por cualquier causa, cuya cifra es astronómica.
Muy interesante como siempre. Solo una puntualizacion, el demonio existe.
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