Publicado el 11 de enero de 2009
Con estos dos extraños nombres se conocieron sendas epidemias de
“pestes” que asolaron el mundo conocido, durante la
Edad Media.
La Edad Media es el período mas largo de nuestra historia reciente.
Abarca desde la caída del Imperio Romano de Occidente, en el año
476, cuando Odoacro, rey de los Hérulos,
entró en Roma, deponiendo a su último rey Rómulo Augústulo,
hasta el descubrimiento de América en 1492, aunque también se
señala como final la fecha de la caída del otro Imperio Romano, el
de Bizancio.
Fueron más de mil años que se caracterizaron por la enorme
regresión que experimentó la cultura.
Partiendo de la Roma clásica, herencia del esplendor Helénico, el
mundo se hundió en la oscuridad más absoluta, no volviendo a
despertar hasta la pujanza cultural que aporta el Renacimiento.
Épocas de guerras, de Cruzadas, de retroceso en las costumbres, en
la cultura; de fanatismo religioso y de Tribunal de la Santa
Inquisición.
Pero también época que conoció la invención de la imprenta, el
descubrimiento de América, el fin del feudalismo, la aparición de
la burguesía y época, en fin, que sirvió de embrión de lo que
vino a conocerse como la formación de los “Estados
Modernos”.
En la Edad Media nada prosperó adecuadamente, como se diría en la
actualidad, todo se quedó estancado y la medicina, fue una de las
ramas del saber que más retroceso sufrió, en gran medida debido a
las trabas de la Iglesia en cuanto a la experimentación con
cadáveres humanos.
En esos momentos, la medicina no es una ciencia, es solamente una
profesión. El médico no desea nada más que curar al enfermo, pero
no se preocupa por conocer las causas de sus dolencias. La creencia
de que la enfermedad es un castigo divino o una acción demoníaca,
condiciona en gran medida a médicos, cirujanos, sacamuelas y
curanderos y las prácticas sanitarias se sustituyen por
invocaciones, plegarias y exorcismos.
En ese contexto, siniestro y desolador, algunas enfermedades se
enseñorearon de las poblaciones, diezmándolas de manera atroz, sin
que para combatir las epidemias se hicieran más que rogativas,
procesiones, penitencias, misas y más misas.
Infinidad de epidemias desbastaron Europa durante la Edad Media,
repitiéndose hasta la saciedad, y encontrando en la miseria y la
falta de higiene de la población, el caldo de cultivo apropiado para
su propagación. Casi se puede asegurar que las plagas se extinguían
cuando ya no había individuos a los que contagiar. Mientras,
prosperaban llegando a todos los rincones. El avance que experimenta
la navegación, traslada enfermedades de uno a otros países y
continentes, con una velocidad tremenda y lo que se inicia como un
contagio aislado, en poco tiempo adquire el carácter de pandemia.
Las plagas mas conocidas, se debieron a tres enfermedades
fundamentalmente, y de entre ellas, la mas y mejor conocida y
estudiada es “La Peste Bubónica”.
También conocida como Peste Negra, se contagiaba por
las pulgas y por las ratas que trasportaban las pulgas de uno a otro
lugar. Esta terrible enfermedad se presentó varias veces durante
aquellos mil años, pero fue en el siglo XIV cuando alcanzó su mayor
virulencia, creyéndose que llego a acabar con la vida de un tercio
de la población europea.
Pero esta gravísima dolencia que acababa con las personas después
de un corto y doloroso proceso en el que los ganglios de las axilas,
cuello e ingles se tumefactaban, creciendo desaforadamente y llegando
a supurar (bubas, de ahí su nombre), ha sido bien conocida y
diagnosticada, no ya en su momento, pero si de forma posterior y hoy
está perfectamente descrita.
Pero hubo otras dos enfermedades, que son las que dan nombre a este
articulo que no han corrido esa suerte y de hecho, en la actualidad,
nada sabemos de por que se produjeron y por que desaparecieron.
Bueno, eso no es exacto; de la enfermedad denominada del Pan
Maldito, si que conocemos muchas cosas. Del Sudor
Inglés, no se sabe casi nada.
Desde los siglos IX al XIV, se produjeron en Europa varias epidemias
de una enfermedad que se conoció, en principio, como Fuego de
San Antonio. Se trataba de una enfermedad mortal en la que
los pacientes sufrían una especie de gangrena que secaba sus
extremidades y acababa con la vida de las personas, cuando no los
dejaba mutilados de manera horrible. Esto se producía entre dolores
y “quemazones”, que hicieron que el vulgo denominara la
enfermedad de la forma antes expresada.
No se conocía la causa de la epidemia que asolaba pueblos y regiones
enteras y los afectados no tenían a su alcance otros remedios que
los que su fe les aportaba. Los monjes de la orden de San Antonio
crearon hospitales exclusivamente dedicados a estos enfermos y de esa
relación, a la enfermedad se la conoció como ya se ha dicho.
Pronto, las verdaderas causas empezaron a vislumbrarse, cuando alguna
persona advirtió que los que comían “pan blanco”
no contraían la enfermedad, mientras que los que lo hacían del pan
común de las ciudades, fabricado con una harina de centeno, de color
más negruzco, sí que caían inexorablemente enfermos.
La causa del mal procedía de las espigas de centeno, un cereal muy
usado para consumo humano en aquellos años de escasez y miserias,
pero que hoy se destina casi exclusivamente para el ganado.
En el centeno, vive parásito un hongo conocido como “cornezuelo
del centeno”, un hongo venenoso con poderosos efectos
vasoconstrictores, que cierra venas y arterias impidiendo la
circulación de la sangre y produciendo la gangrena. Este hongo
alcanzó tremenda popularidad a mediados del pasado siglo XX, cuando
Hofmann sintetizó la Dietilamida del Ácido Lisérgico,
más conocida como LSD y dicha sustancia se convirtió
en la droga más psicodélica y alucinante de todos los tiempos.
Pues bien, desde siempre, el cornezuelo ha prosperado, parásito, en
el centeno, instalándole en uno de los granos de la espiga del
cereal, al que acaba por consumir, creciendo a su costa. Llegada la
recolección, si el cereal no ha sido tratado, el cornezuelo entra a
formar parte de la harina producida por la molienda del grano,
confiriendo el tono oscuro que acentúa el ya color tostado del pan
de centeno.
La enfermedad sería conocida en la actualidad por su nombre
científico que es “Ergotismo” y que se pudo
relacionar con la peste del medioevo porque ocurrió en Francia,
concretamente en la región del Languedoc, un episodio sanitario que
desentrañaría parte de la historia médica enterrada.
Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba hambrienta
y en 1951, aún el consumo de cereales no se había normalizado y
muchas regiones europeas consumían pan de maíz, de mijo, de avena y
centeno, en sustitución del tradicional pan de trigo.
Todo
comenzó una mañana, en Pont-Saint-Esprit,
un pequeño pueblo a orillas del rió Ródano, al norte de Avignon,
cuando el propietario de la panadería Briand
notó
una coloración grisácea en la harina de las “baguettes” que
hacía cada mañana. Como carecía de fuentes de abastecimiento
alternativas, ya que en esa época la distribución de la harina en
Francia era monopolio del Estado, prosiguió con su tarea
acostumbrada, amasando y cociendo al horno. El 17 de agosto los
médicos del pueblo comenzaron a atender a miembros de varias
familias del pueblo que presentaban un síndrome particular que
respondía a las mismas características. El trastorno comenzaba a
manifestarse generalmente con dolores de cabeza, mareos y
desorientación mental, y progresaba rápidamente con dolores
gástricos y musculares, vértigo, náuseas, lipotimias y sensación
de frío, a pesar del calor propio de la estación estival. Junto con
esta sensación de hipotermia, algunos afectados se quejaban de
dolores severos y muy ardientes en sus extremidades, que en algún
caso culminaron en gangrena. Unas cuantas mujeres embarazadas
sufrieron abortos, y en otras personas, el cuadro patológico se vio
agravado con síntomas espectaculares que determinaban un
comportamiento anormal y extremo de los afectados: histerismo
violento, convulsiones “demoníacas”, hiperactividad motriz,
alucinaciones visuales, ilusiones sensoriales, delirios, euforia,
crisis deprimentes, accesos de locura e incluso tendencias suicidas.
En fin, lo que es el cuadro de un mal “viaje
de LSD”.
En
veinticuatro horas las personas afectadas por la extraña enfermedad
se contaban por decenas. Los informes de la época describen
Pont-Saint-Esprit
como una especie de escenario dantesco, donde había personas que
aullaban y deambulaban aterrorizadas por las calles. La pesadilla
alcanzó su punto álgido durante la noche del 24 de agosto que, más
tarde, sería descrita por uno de los médicos, el doctor Gabbai
como: “mi noche del Apocalipsis”. El testimonio de otro médico,
el doctor Fuller,
acerca de aquella fatídica jornada resulta impactante: “toda
aquella noche trajeron al hospital a enfermos gimientes o aulladores,
presa de visiones de violencia o de miedo”. Y también la mañana
siguiente, durante las primeras horas del día, los afectados se
sintieron “rodeados de llamas; los que se asomaron a las ventanas
fueron deslumbrados por visiones violentamente coloreadas...”
Con algún retraso, los médicos empezaron a relacionar los sucesos
de aquel pueblo con las epidemias de “Fuego de San Antonio”
de la Edad Media. Retirada del mercado la harina de centeno, en unos
meses, las cosas volvieron a la normalidad, aunque entre doscientas y
trescientas personas habían perdido la vida en el último episodio
de ergotismo que se ha registrado.
En la actualidad, suelen aparecer brotes de esta enfermedad que
afectan exclusivamente al ganado. Se combate muy fácilmente con la
fumigación de los campos de centeno con cualquier fungicida que
destruya el hongo.
Espigas de centeno en las que se aprecian los
cornezuelos
Entre 1485 y 1551, especialmente en verano o a principios de otoño,
se produjeron brotes de la extraña enfermedad conocida como Sudor
Inglés.
Su nombre se debe a que surgió por primera vez en Inglaterra, en
aquel año y sus síntomas se iniciaban con la aparición súbita de
escalofríos, fiebre, dolores y una enorme sudoración.
Las victimas eran hombres jóvenes, pareciendo que las mujeres, los
niños y los ancianos eran inmunes a esta epidemia. Pronto se
extendió por toda Europa, causando estragos entre la población
masculina.
Se presentaba en dos facetas, una más leve, que remitía después de
uno o dos días, sin grandes consecuencias y otra mucho más
virulenta que acababa con la vida del paciente, por parálisis
generalizada.
De la misma forma en que hizo su aparición, fue detectada por última
vez en 1551 y hasta el día de hoy no se ha vuelto a producir
enfermedad alguna que guarde cualquier semejanza con aquella extraña
dolencia que respetaba a mujeres niños y ancianos.
Resulta curioso cómo esas epidemias fueron conocidas con el nombre
genérico de “pestes”. Se debe esta denominación a
una teoría médica que sostiene un afamado galeno de época algo
posterior a la que estamos hablando. El medico italiano Giovanni
Maria Lancisi, (1654-1720), estableció lo que el llamaba
“teoría miasmática” para la propagación de
algunas enfermedades. Esta teoría supone que las enfermedades
infecciosas son debidas a las emanaciones de letrinas, alcantarillas,
fosas sépticas y otros lugares de acumulación de miasmas, cuyo
factor común suele ser el mal olor que desprenden. A las
enfermedades infecciosas que poseían este mecanismo de propagación
se las denomino genéricamente pestes y hoy usamos esa
palabra para referirnos, además de a las grandes epidemias, a los
olores desagradables, como los que emanan de los lugares antes
relatados.
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