Publicado el 18 de enero de 2009
En marzo de 1992, cumplido un periodo de mi vida profesional como
Jefe de la Policía en Zamora, fui destinado al mismo cargo en Ceuta,
donde permanecí por espacio de seis largos años.
Una de las primeras personas que conocí, ajenas a mi profesión, fue
un militar de alta graduación cuya carrera había transcurrido casi
siempre en África. De esta singular persona y de otra que aparecerá
más adelante en esta breve historia, quiero preservar sus nombres,
pues, aunque eran mayores en aquella fecha, podrían continuar vivos
y no es mi deseo involucrarles en nada de lo que voy a narrar, así
que al primero le llamaré Tomás.
De Tomás aprendí muchas cosas acerca de nuestro
vecino país, Marruecos; cosas que a veces me contaba o cosas que
aprendía leyendo los libros que me prestó.
Una de las primeras personas de las que tuve información, y
reconozco que hasta aquel momento no había oído jamás mencionar su
nombre, fue el General Mohamed Ufqir.
La vida de este personaje es apasionante, a la vez que aterradora. De
familia humilde, que suele ser lo común en el país vecino,
procedente del Alto Atlas, se alista en el Ejercito Francés, con el
que interviene en la Segunda Guerra Mundial, participando en la
conquista de Italia, y combatiendo junto a los americanos y contra
los alemanes. Asciende por meritos hasta llegar a teniente y se le
conceden varias condecoraciones militares, entre ellas la Legión de
Honor, la Cruz de Guerra francesas y la Estrella de Plata Americana.
En el año 1947, con el cargo de teniente y formando parte del Cuarto
Regimiento Marroquí, participa en la Guerra de Indochina, en donde
destacó por su valentía, sus dotes de mando y de estrategia y sobre
todo, por su falta de escrúpulos para las labores de “limpieza”
en el Delta del Mekong.
Quiere la suerte que en Indochina conozca a un alto cargo del
ejército francés, el General Boyer de la Tour, con el
que traba amistad. Años después, este militar es destacado como
Residente Francés en Marruecos, máximo cargo de la Administración
del Protectorado. A la sombra del Residente, Ufqir
prospera hasta llegar a General de División y entra a formar parte
de las personas influyentes en el país y muy próxima a Mohamed V,
primero y a Hassan II, después.
Como hombre de confianza, prestó importantes servicios al sultán y
luego rey de Marruecos, Mohamed V y tras su extraña muerte, cuando
era operado en un hospital de Ginebra de una simple amigdalectomía,
se pone incondicionalmente al lado de su hijo que había sido
nombrado príncipe heredero y comandante en Jefe de los Ejércitos y
cuya participación en la muerte de su padre nunca quedó ni
descartada, ni aclarada del todo.
Es lo cierto que lo ocurrido fue, cuando menos, digno de asombro,
pues en un hospital moderno, como el de Ginebra, se fue la corriente
eléctrica en el quirófano mientras operaban a un rey para
extirparle las amígdalas y el paciente estuvo varios minutos sin
recibir oxigeno, lo que le provocó una muerte cerebral, y
posteriormente su fallecimiento.
En Marruecos, el sultanato no era hereditario, en la forma
tradicional que entendemos nosotros para la monarquía. Muerto el
Sultán se elegía su sucesor entre los jeques más poderosos, pero
esa circunstancia se obvia colocando el Sultán a su hijo preferido
al frente del Ejército, con lo que no existe poder superior al suyo.
Pero para evitar cualquier tentación sucesoria por parte de los jeques poderosos del desierto, la clase más influyente y dominante del
sultanato, el 14 de agosto de 1957, Marruecos se declara Reino,
siendo mundialmente aceptado y el Sultán se convierte en rey y
proclama a Hassan, su hijo mayor, como heredero de la corona.
Hassan II, que sucede a su padre a titulo de rey y de
“Amir al-mu’minin” -Príncipe de los Creyentes-,
era conocido en los círculos de presión y opinión marroquíes como
“El Negro”, porque se cuenta que fue hijo de una
esclava-concubina que su padre recibió como regalo de un jeque
berebere y que venía preñada de un negro. Así las cosas, Hassan no
sería hijo de Mohamed, por mor de una retorcida ironía muy propia
del carácter sutil y vengativo de los habitantes del desierto. Lo
cierto es que su aspecto era negroide como puede verse en las
innumerables fotografías que de él existen.
Hassan II, alias El Negro
Al lado del nuevo rey, Ufqir prospera y llega a ser
ministro del Interior y de Defensa, pero sobre todo es “El
Amo del Calabozo”. El hombre duro, el que no tiembla al
torturar, asesinar y lo que haga falta, con tal de servir a su señor.
Fue condenado en rebeldía por la Corte Francesa por el secuestro y
desaparición de Ben Barka, el líder de la oposición
exilado en París, que tras su secuestro por los servicios secretos
marroquíes, desapareció para siempre.
El día 10 de julio de 1971, se produce un intento de golpe de
estado, cuando varios escuadrones de cadetes de la Academia Militar
Marroquí irrumpen en el Palacio de Sjirat, ciudad
costera entre Rabat y Casablanca, en
donde se celebra una fiesta en honor del Rey y pasan por las armas a
muchos de los asistentes. El Monarca, refugiado en unos retretes de
los jardines, es sorprendido por un cadete que le apunta con clara
intención de matarlo. Hassan se da a conocer como su
rey y su dios y el cadete arroja el arma, hincando su rodilla en
tierra y pidiendo perdón.
Al lado de Ufqir, inicia una purga en el ejército,
pero algo empieza a fallar en su fiel colaborador y un año después,
tras otro atentado, Ufqir es asesinado a manos del
Ministro Dlimi y del propio Hassan II.
Y esto es lo que quiero realmente contar, porque a lo que mi amigo
Tomás, el militar español, me había contado de la
historia del vecino país, he de agregar lo que también me contó la
segunda persona a la que antes mencione y que llamaré Hadj.
Este amigo, persona singular sin duda alguna, era marroquí, pero
había sido militar de alta graduación en el gobierno español,
General de Brigada era la graduación con la que se jubiló. Luchó
con las tropas de Franco y se quedó en el ejército español tras la
Guerra Civil.
Había peregrinado a La Meca y por eso tenia el titulo de “El
Hadj”, que quiere decir peregrino.
Hablando un día de múltiples cosas del país de sus amores, le
pregunté si era verdad que el propio Rey había disparado a
bocajarro contra Ufqir, que arrodillado ante el, pedía
perdón.
Yo le había dado muestras de conocer por encima la historia reciente
de su país, de los acontecimientos del palacio de verano, de la
muerte de Mohamed V y del intento de asesinato de
Hassan cuando sobrevolaba Tetuán, en el año 1972.
Mi amigo me miro fijamente y me pregunto: ¿Tú crees que Ufqir
se pondría de rodillas, ni siquiera ante su rey y su dios?
Le conteste que conociendo un poco la personalidad del todopoderoso
ministro, no lo creía probable.
Y entonces me hizo una confidencia.
“-No debería contarte esto, pero ya soy mayor y poco me puede
importar, además no creo que vayas a hacer uso de ello, dejándome
en mal lugar o en situación comprometida.”
Y me contó, cosas que yo sabia ya y otras cosas que no se si creer.
El descontento en los círculos de presión marroquíes, que reciben
el nombre “El Majzen” había ido en aumento tras
las represiones del Rif, la de los estudiantes de Casablanca, las de
Tánger y otras muchas en las que el propio rey, a bordo de un
helicóptero militar, llegó a disparar contra su pueblo. La conducta
del monarca era intolerable para un país que quería despertar del
sueño medieval en el que estaba sumido.
Por eso se preparó el golpe de 1971, porque había que acabar con el
rey a toda costa; pero el golpe fracasó estrepitosamente, pues los
golpistas no debieron usar a cadetes de la academia, ni debieron
abordar el magnicidio con una acción tan complicada como aquella. La
idea era acabar con el rey sin tanto movimiento de tropas. De una
forma ejemplar pero sencilla. Entonces se pensó en realizar un
atentado mucho más sofisticado, y en el que se pudiera incluso
disimular la verdadera causa de la muerte y así, se reclutó a un
comandante de la aviación marroquí, el comandante Kuera,
que en unión de otro aviador, el comandante Amerkan,
al frente de una escuadrilla de F-5, esperaron el día 16 de agosto
de 1972 al avión de Royal Air Marocq sobre la perpendicular de Cabo
Negro, al norte de Tetuán. El rey y su séquito regresaban de un
viaje a Francia, con escala técnica en Barcelona y al sobrevolar la
antigua capital del Protectorado Español, los F-5 dispararon contra
el Boeing 727, al que inutilizaron dos de los tres motores y
agujerearon todo el fuselaje. Aun así, el avión real consiguió
llegar hasta Rabat y aterrizar con el monarca indemne.
Aquella tarde, Mohamed Ufqir, ministro de Defensa, es
llamado a palacio para entrevistarse con el rey.
Mientras espera en la antesala, pregunta al secretario del monarca
por qué no lo reciben de inmediato, como era norma habitual.
El secretario le contesta que el rey está ocupado con una visita y
cuando Ufqir le pregunta quien es, éste le responde
que es el Comandante Kuera.
Ufqir es listo, sabe por qué lo han llamado y por qué
lo hacen esperar. Saca entonces su pistola y se pega un tiro que le
produce la muerte inmediata. Al ruido del disparo salio el rey y
viendo el cuerpo abatido de su ministro y considerándose privado del
placer de la venganza, arrebata la pistola que aun conserva en la
mano el general y le dispara en varias ocasiones, pero ya era
cadáver.
Mi amigo quería decir que el atentado contra el avión del rey era
obra del propio Ufqir. Por eso el ministro se suicida,
antes de que le sea reservado un futuro de torturas y sufrimiento
para desentrañar toda la trama golpista.
Lo que no se sabe es como fue posible que en tan escaso margen de
tiempo, el rey hubiese averiguado quienes eran los implicados en el
ataque a su avión y tuviera ante él al propio artífice del
atentado. Y eso, prescindiendo de su ministro de Defensa, que hasta
ese momento era quien le allanaba todos los caminos.
¿No sería más cierta aquella otra historia que se contaba, según
la cual, el propio Rey preparaba sus atentados con la clara intención
de achacárselos luego a algunos disidentes y así deshacerse de
ellos? Mi amigo decía que no. Que él en persona había visto el
avión y que si Hassan había salido ileso, había sido fruto de la
“baraka del rey”, porque en otro caso hubieran
muerto todos.
¿Y por qué dices que se suicidó, cuando todos comentan que lo
asesinaron al pie de la escalinata de palacio, entre el ministro
del Interior Dlimi y el propio rey?
Sé que se suicidó porque ¡yo estaba allí!
Ufqir firma la
entrega de Sidi Ifni el 30-06-69. A la derecha el general Vega.
Unos años después de esa confidencia, una tarde de domingo del
verano de 1997, una llamada telefónica nos puso en alerta. Desde
Presidencia del Gobierno pedían colaborar en la salida subrepticia
de Marruecos de una persona importante que marchaba para Francia. La
esperamos en una trocha de la frontera. Era un joven de menos de
treinta años, alto y fuerte, nariz aguileña y rostro asustado.
Alguien nos dijo que era un familiar de Ufqir que
acababa de ser puesto en libertad total, tras la purga que su familia
sufrió después de su muerte. Todo estaba preparado para su marcha y
en el puerto deportivo de Ceuta le esperaba un velero que en cuanto
lo tuvo a bordo se hizo a la mar con rumbo desconocido.
No sé quien era ni hacia dónde marchó, ni tampoco quien preparó
su salida, pero era evidente que Marruecos lo dejaba marchar y España
había servido de intermediaria.
¿Era Raouf Ufqir, el único hijo varón del Amo
del Calabozo desaparecido de la escena pública junto con toda su familia desde que el jefe del clan cayó en desgracia? No lo sé, aunque me inclino a creer que sería
un familiar menos directo, la esposa y los hijos debían seguir penando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario