Publicado el 10 de enero de 2010
Por supuesto que este título no es
original. Como todo el mundo sabe, es el de una obra de teatro que
Calderón de la Barca
escribió en el año 1635.
Dicen los estudiosos de este autor,
último de los grandes escritores del Siglo de Oro español, que la
trama de esta comedia no era totalmente creación suya y que Calderón
se había inspirado en un hecho real, acontecido pocos años antes en
el otro lado del mundo, en la colonia española de Filipinas.
No lo sé. Ni la trama se parece a la
historia real en la que supuestamente se inspira, ni los personajes
guardan relación, pero es posible que el dramaturgo quisiera
deformar la realidad para conseguir mayor tensión dramática o para
preservar la identidad.
Calderón de la
Barca
Juzguen si entre los hechos y la obra,
existe relación.
Filipinas es un archipiélago
compuesto por más de siete mil cien islas que está en el Océano
Pacífico; fue descubierto en el año 1521 por Fernando
Magallanes y recibió
su nombre en honor del rey Felipe
II.
El navegante portugués encontró la
muerte en la isla de Mactán,
perteneciente a aquel archipiélago, cuando trataba de colonizar a
los nativos que al mando del jefe Lapu-Lapu,
se resistían abiertamente a ser cristianizados. La riqueza de
aquellas islas era codiciada por ingleses y holandeses quienes
hostigaron sus costas, poniendo en grave riesgo la estabilidad de la
colonización española hasta que, por fin, en 1565, Miguel
López de Legazpi
consigue establecer el primer asentamiento español en la isla de
Cebú. Años más tarde se funda Manila,
capital del archipiélago.
Desde entonces, no dejan de llegar
españoles a aquellas tierras, cuyo gobierno depende del Virrey de
Nueva España, el actual Méjico.
En el año 1618 fue nombrado
gobernador don Alonso
Fajardo de Tenza, un
militar murciano de ilustre ascendencia y fulgurante carrera que
aquel mismo año recibió los hábitos de la prestigiosa Orden
de Alcántara, que
junto con las de Calatrava, Santiago y Montesa, formaban las cuatro
órdenes militares españolas, en donde también tuvieron presencia
otra órdenes internacionales como la del Temple o la de San Juan.
El dos de julio de aquel año, Alonso
Fajardo desembarca en
Manila,
como gobernador, destacando muy pronto por sus cualidades militares y
organizativas.
Lo primero que hizo fue estudiar a
fondo el archipiélago y sus principales problemas, procediendo a dar
soluciones acertadas hasta el punto de que pronto le valieron la
estima de la población y la consideración de la Real
Audiencia de Nueva España.
En las islas, todas las labores la
hacían los nativos que, además de cultivar las tierras y trabajar
como sirvientes de las familias españolas, atendían las fundiciones
y los astilleros y su trabajo no estaba reglado. Los españoles
tenían como única actividad la de las armas y unos pocos, la de
administración.
En consecuencia, se les hacía
trabajar duramente, sin descanso y por salarios ridículos, lo que
había causado un tremendo malestar entre ellos y se estaba
permanentemente en estado de expectación porque en cualquier momento
se producía una insurrección.
Fundición y astilleros eran
fundamentales para mantener la situación de la colonia y la única
forma de tener una flota con la que hacer frente a piratas chinos,
musulmanes y, sobre todo, las escuadras holandesas e inglesas que
permanentemente estaba asediando las numerosas islas del
archipiélago.
El nuevo gobernador racionalizó el
trabajo y muy pronto contó con el apoyo de la población india, como
entonces se le llamaba.
El otro grave problema que acometió
seguidamente fue el de la inseguridad que las flotas y los puertos
tenían frente a los piratas ingleses y holandeses.
Desde Acapulco,
en la costa del Pacífico de Nueva España, se enviaba un galeón que
recibía el nombre de “Galeón
de Manila” o “Galeón
de la China”, en el
que se consignaba “el
situado”, nombre con
el se conocía el dinero enviado al Archipiélago para la propia
administración.
El mismo galeón, que ahora recibía
el nombre de “Galeón
de Acapulco”,
regresaba con los productos de la tierra, sobre todo especias, de
inapreciable valor luego en Europa.
En el tornaviaje, arribaba a la ciudad
de Acapulco y
desde allí era despachada la mercancía para España.
Un galeón navegando sin protección
era una pieza muy codiciada por los corsarios ingleses y holandeses
que en numerosas ocasiones se apoderaron de nuestros barcos.
El nuevo gobernador estableció unas
estrategias en las que el capitán de la nave no recibía las
instrucciones sino en el momento de zarpar y en las que se le
asignaba la ruta que debía seguir, siempre diferente de la anterior
y siempre alejada de las rutas comerciales, por lo que los corsarios
no encontraban al famoso galeón que tan rica carga llevaba.
Pronto Manila fue una ciudad próspera
en donde escaseaban los religiosos, razón por la que se envió a
Madrid, al padre franciscano fray Fernando
de Amoraga que tras un
viaje larguísimo en el que llegó hasta Persia y después al
Mediterráneo, consiguió llegar a la capital de Imperio, en donde
obtuvo permiso para que le acompañasen veinticuatro frailes de su
misma orden, para cristianizar a los indios. Quiso la mala fortuna
que la expedición de vuelta sufriese una tremenda tormenta en la que
naufragaron algunos barcos, murieron más de mil personas y entre
ellas el fraile franciscano. Pero años después, llegó a Manila el
obispo Juan de Rentería,
al que acompañaban varios franciscanos y diez monjas fundadoras del
convento de Santa Clara, que fueron recibidos con salvas de
artillería.
Pronto, gran cantidad de hijas de
familia asentadas en la isla y nativas convertidas al cristianismo,
ingresaron en el convento, hasta el extremo de levantar una protesta
generalizada entre los jóvenes que veían cómo se quedaban sin
mujeres a las que desposar.
Alonso Fajardo
gobernó con sabia mano y su crédito aumentó día a día, hasta ser
tenido en muy alta estima por el virrey y por el propio rey de
España, Felipe III.
Pero un suceso causó horror no sólo
en la población de la colonia, sino en Nueva España y en la
metrópoli y su protagonista no fue otro que el gobernador Fajardo.
Su meticulosidad, su entrega y su afán
de controlarlo todo, pudieron propiciar su desgracia, pero es
evidente que fue la débil condición humana la que desembocó en el
tremendo episodio.
Fajardo
estaba casado con Catalina
Zambrano, mujer de
rancio abolengo y mucho más joven que el gobernador, amen de mujer
bella y atractiva, la cual se enamoró perdidamente de un individuo
de azarosa vida, llamado Juan
de Mesa Suero que
ejercía de contador de hacienda en Manila, pero que arrastraba una
turbulenta historia.
“Ó su
pasión llegó á ser irresistible, ó vehemente su concupiscencia, ó
excesiva su audacia para poner amorosos ojos en la más principal
señora de aquellas regiones; y la señora debía «tener menos
recato de lo que pedía el puesto y dignidad de la persona» para que
las cosas se aparejasen á tal fin.”
Así describe el marino e historiador jerezano, Francisco Javier de
Salas, las circunstancias que rodearon el flechazo amoroso de Juan
de Mesa
y la adúltera Catalina
Zambrano.
Mesa
llegó a Manila procedente de Nueva España, después de haber sido
expulsado de la Compañía de Jesús, en la que por siete años había
vestido el hábito.
Casado hasta tres veces,
decidió salir del continente con dirección a Manila en una nao que
fue perseguida por una flotilla holandesa de tres barcos, de la que
pudo escapar gracias a la pericia de su capitán, no sin grandes
daños para la nave pero con la carga intacta.
Esta circunstancia, posiblemente las
historias que contaba de Nueva España, su facilidad de palabra y
otras cualidades que le alumbraran, le hizo ganarse la confianza del
gobernador y los favores de su distinguida esposa.
Alonso Fajardo
acostumbraba a inspeccionar personalmente las obras que se hacían en
las inmediaciones de la capital y concretamente en Cavite,
ciudad muy importante y próxima a Manila, se estaba construyendo un
puerto, por lo que salió hacia allá con la intención de comprobar
el progreso de las obras.
Pero uno de sus servidores, apenas
salidos de Manila, puso al gobernador al corriente de los devaneos
amorosos de su esposa y el ex jesuita, los cuales, aprovechando las
constantes salidas del gobernador, daban rienda suelta a su pasión.
Oída la noticia y deseoso de
comprobar la realidad de lo que el sirviente le contaba con tanta
rotundidad, Fajardo
se determinó a volverse con el paje hasta la capital, mientras su
comitiva continuaba hasta Cavite y así, comprobar por sus propios
ojos la verdad de cuanto éste le contaba.
Cerrada la noche y embozados en sus
capas, el gobernador y el paje se apostaron en las inmediaciones del
palacio, del que debía salir la esposa adúltera, acompañada de su
amante.
No bien había trascurrido un rato
desde que, apostados en la oscuridad, acechaban el criado y el
gobernador, cuando vieron salir del palacio a tres personas, todos
hombres a juzgar por la vestimenta pero entre las que reconoció a su
esposa. Las tres figuras se dirigieron a una casa en la que cuando
iban a entrar, fueron sorprendidos por el gobernador que, espada en
mano, mató de una estocada al que tenía más cerca, que resultó
ser un acompañante, cómplice del exjesuitas, el cual sacó su
espada para defenderse, pero fue mortalmente herido. El gobernador
penetró en la casa y se dirigió al patio, en donde se había
refugiado la tercera figura, su esposa vestida de hombre.
Sin piedad, la hirió de muerte y
entonces ordenó a su criado fuese a buscar un sacerdote para cumplir
el deseo de la esposa infiel que pedía confesión, y a la que
pensaba rematar.
El sacerdote la confesó e imploró el
perdón para la mujer que arrepentida, ya había sido perdonada por
Dios, pero el gobernador fue implacable a la petición sacerdotal y a
los gritos implorando perdón de doña
Catalina y con su daga,
la remató.
Siguiendo la narración de Francisco
Javier de Salas, escribe que el marido ofendido, habiendo decidido
perdonar su alma, a la que concedió la gracia de la confesión, no
estaba dispuesto a dejarla dentro de aquel cuerpo, al que nunca se
planteó perdonar.
Seguidamente ordenó a los que allí
se habían concentrado que diesen aviso a los alcaldes y a la Real
Audiencia y el se retiró a su palacio.
Los restos mortales del amante y su
cómplice, fueron enterrados juntos en una misma fosa, sin ningún
boato ni funeral. La adúltera doña
Catalina lo fue en la
iglesia de los padres Recoletos.
Como es natural el hecho causó una
tremenda conmoción en toda la provincia, en el Virreinato de Nueva
España y en la Corte.
A consecuencia de la tragedia, el
gobernador cayó en una situación desequilibrada, tan distante de su
ordenada vida anterior, que hasta la corte llegaron los rumores de su
vida desenfrenada, entregada a los vicios y haciendo ostentación de
su cualidad de mujeriego contumaz.
Murió en agosto de 1624 y en su
última voluntad pidió ser enterrado junto a su esposa, en la misma
cripta de la iglesia de los Recoletos Agustinos.
Hubo quien quiso ver en ese detalle
una semejanza con la costumbre que los salvajes pobladores de las
islas del archipiélago filipino tenían para tratar los casos de
asesinato que no era sino tras ajusticiar al asesino, ataban a su
espalda el cadáver de la víctima, para que la podredumbre les
consumiera a los dos.
El drama de
Calderón se ambienta en tiempos anteriores, para describir los
amores de doña
Mencía,
esposa de don
Gutierre
y don
Enrique de Trastámara,
hermano de Pedro
I de Castilla,
apodado El
Cruel.
Aunque doña
Mencía
no llega a cometer adulterio, se siente atraída por don
Enrique,
que es desterrado por su hermano el rey, lo que da a creer que es por
culpa de sus amoríos. Las habladurías se enseñorean de la
situación y ella resuelve escribir una carta a su esposo que este
descubre y se siente engañado, pues cree que no es para él sino
para el amante y aunque el engaño no se había consumado, decide que
su honor ha de quedar a salvo de cualquiera de las maneras, por lo
que mata a su esposa usando de las artes de Ludovico,
que le practica una sangría, supuestamente ordenada por un médico,
hasta dejarla fallecer desangrada.
La historia es
mucho más intensa y merece ser leída, pero así es a grandes rasgos
el argumento.
¿Fue aquella
otra historia la fuente de inspiración?
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