viernes, 29 de marzo de 2013

¿QUÉ HA HECHO ESPAÑA POR EUROPA?


Publicado el 19 de julio de 2008




Hace muchos años ya, en mis tiempos de estudiante de bachiller, me tropecé con un libro que mi padre había comprado el mismo año de mi nacimiento, 1946 y cuyo título y autor me produjeron una gran sorpresa.
El libro, de la famosa Colección Austral, de Espasa Calpe, se titulaba: “La ciencia y la técnica en el descubrimiento de América” y su autor era Julio Rey Pastor. Casualmente Rey Pastor y Puig Adam eran los autores de los libros de Matemáticas con los que estudiábamos los españoles de la época.
Como es natural, absorbido por la curiosidad de que un matemático pudiese escribir un libro que no fuera de números, me leí el libro con mucho interés. Pasado el tiempo y al faltar mi padre, aquel libro, junto con muchos otros, fue a parar a mi casa. Desde hace años, en momentos de ocio, suelo ojear alguna de sus páginas abiertas al azar y siempre que lo hago me llevo alguna sorpresa.
La última me ha resultado especialmente inquietante, y lo explico. Fue al leer el Capítulo IV, que se titula: “Leyenda Negra y Leyenda Rosada”. No recordaba de manea especial ese capítulo y su relectura me dejó cierto desasosiego. Viene a decir su autor que tanto una leyenda como la otra, han hecho un daño irreparable a España. Lo explica y fundamenta y, al final, hemos de coincidir con Rey Pastor en que, desde luego, los españoles ni éramos apreciados ni sabíamos vendernos. Por supuesto que es referido a todo lo que guarda relación con el descubrimiento de América, pero a mi manera de ver es extrapolable a cualquier otra situación.

Julio Rey Pastor

La cosa empezó cuando empezara, posiblemente desde que Europa empezó a darse cuenta de que los vecinos del sur, esos que acababan de salir de la prehistoria y que se habían sacudido el yugo sarraceno hacía dos días, descubrían un continente, adentrándose más allá de la “Zona Perusta” y “El mar Tenebroso” con un arrojo y valentía digna de todo encomio y admiración. Pero fue en 1782 el momento en que, dice Rey Pastor, Nicolás Masson de Morvilliers lanzó la insidiosa pregunta: “¿Qué ha hecho España…
¿Quién era este individuo que así nos trataba? ¿Qué derecho le asistía para lanzar semejante dardo envenenado? Pues no era nadie; vamos, nadie en especial. Era uno más de los que intervieron en la redacción de “Enciclopedia Metódica” que dirigieron Diderot y D’Alambert y en la que contribuyeron Rousseau, Voltaire y otros. Masson estudió leyes en París, pero nunca ejerció su oficio y se dedicó a servir como secretario al Gobernador de Normandía.
La Enciclopedia Metódica fue acogida con gran júbilo por la intelectualidad europea, no así por las monarquías, la Iglesia y algunas otras entidades. Casi se llegó a prohibir en Francia, en donde Madame Pompadour fue su mejor avalista. Pero lo que en principio era el compendio del conocimiento mundial, poco a poco se fue desvirtuando, al encontrarse errores de concepto importantes y, lo que es más grave, errores del editor, que manipuló cosas a su gusto con el fin de evitar la censura. D’Alambert deserta del proyecto y Diderot se pilla un rebote monumental –como se diría hoy- cuando consulta algunos de los textos ya publicados.
Años más tarde, un librero parisino llamado Panckoucke, revisó y reeditó por completo la obra, dándole mucho más rigor científico.
Pero así y todo, Masson se pregunta qué ha hecho España por Europa y la mera pregunta levanta ampollas, a la vez que fomenta la leyenda negra. Para vindicar nuestra aportación al mundo, hubo quien se dedico con denuedo a lavar nuestras conciencias presentando una idílica situación que da pie a la creación de otra leyenda, la leyenda rosa que nos hace tanto o más daño que la primera porque su carácter poco científico y menos metódico, era fácilmente comprobable y desechable.
A esa leyenda negra, personajes de las letras como H.G. Wells, han contribuido con frases como esta, que recoge Rey Pastor en su libro: «Fue una desgracia para la ciencia, que los primeros europeos que llegaron a América fuesen españoles sin curiosidad científica, los cuales sólo tenían sed de oro, y, movidos por ciego fanatismo, todavía exacerbado por una reciente guerra religiosa, solamente hicieron muy pocas observaciones interesantes sobre las costumbres e ideas de estos pueblos primitivos. Los asesinaron, los robaron, los esclavizaron, pero no tomaron ninguna nota de sus costumbres».
Tan falso como los argumentos de sus obras La guerra de los mundos o El hombre invisible, pero el daño está hecho.
Lamentablemente la caja de los truenos no la abrió Massón. Ya la había abierto mucho antes el Barón de Montesquieu que nos adjudicó los primeros calificativos para abrir la leyenda negra sobre España, cuando en la Carta LXXVIII de su obra Cartas Persas, incluye una crítica feroz, acusándonos incluso de gustar que nos quemen en las hogueras de la Inquisición: “Los españoles que la Inquisición no quema son tan afectos a ella, que sería chasco el quitársela”, por no hablar de otras críticas literarias de la que salva solamente El Quijote y ello para demostrar que todo lo demás no vale nada; eso, cuando no arremete contra nuestro carácter o costumbres, al decir: “Porque es preciso saber que cuando un hombre tiene cierto mérito en España, como el de poder añadir a las calidades que llevo dicho la de ser dueño de una espada larga o de haber aprendido de su padre el arte de hacer rabiar una disonante guitarra, ya no trabaja más”. Y para terminar, aunque la carta sigue, el nexo con lo que es el tema de este artículo: “Han hecho inmensos descubrimientos en el nuevo mundo, y no conocen su continente”.
Se ha atribuido al gaditano José Cadalso, que murió en la defensa del sitio de Gibraltar en el mismo año en el que Masson de Morvillier lanzaba sus puyas contra España, una contestación a Montesquieu a través de una obra titulada “Defensa de la nación Española contra la carta persiana LXXVIII”. Débil alegato de inocencia hecho por un abogado neófito, contra un consumado autor.
Qué se podía pensar en aquellos tiempos del descubrimiento y respecto de la ciencia, cuando aún se discutía la redondez de la tierra o del globo de los cielos, o de la imposibilidad de que en las antípodas pudiera vivir nadie porque por pura lógica, no se podría posar sobre la tierra, estando como estaban cabeza abajo. En fin, una serie de inexactitudes que el tiempo y los descubrimientos se encargan de ir colocando en su lugar, pero a lo que no es ajeno ningún país del mundo civilizado.

Demostración medieval de la imposibilidad de vivir en las antípodas

Copérnico fue prohibido por el Índice hasta que modificara su libro, así como cualquier otro autor que mantuviese el movimiento de La Tierra. Y eso era en 1616, el mismo año en que morían Cervantes y Shakespeare y nos dejaban obras que aún hoy son de actualidad.
España no hizo nada más que lo que muchos otros países han hecho en las tierras por ellos descubiertas, pero eso sí, lo hemos dado todo y de todos lados hemos salido mal parados. Nuestros intentos de mejorar la imagen se han reñido con la sensatez, como dice Rey Pastor respecto de la obra que el conde Floridablanca encargó al pseudo ilustrado español Juan Pablo Forner que recibió el pomposo titulo de: Oración apologética por la España y su mérito literario; que le valió la inmediata sátira de otro ilustrado, León de Arroyal que le dedicó la parodia Pan y Toros, burlándose de los planteamientos de Forner. Y es que el valido de Floridablanca no defiende nuestra ignorancia, sino que la atribuye a la pluma de los demás y así no vamos a ninguna parte.
En vez de enfrascarnos en apologías y defensas perniciosas, ¿por qué no devolverles la misma pregunta? ¿Qué ha hecho Europa por España? Señalarnos como el adefesio del continente, avergonzarse de nuestra vecindad, expoliar nuestro territorio, apresar nuestros barcos, despojarnos de nuestras riquezas justamente obtenidas y nombrar Lores a los piratas que más barcos nos capturaban, hostigarnos en todo el mundo y en fin, invadirnos o bloquearnos cada vez que han podido.
Años después del descubrimiento de América, Magallanes primero y Elcano después, completan la vuelta al mundo, del que desde entonces no cabe ninguna duda de que debe ser redondo. Ya está descubierta América, la Tierra es redonda y las demás naciones de Europa se dedican a fastidiarnos en el Nuevo Mundo que es nuestro porque nosotros lo hemos descubierto e incorporado a nuestra corona, como venía siendo la tónica habitual de la época y dejan otro medio mundo por descubrir, porque Australia y las inmensas islas de los alrededores no se descubren sino trescientos años más tarde (1778).
¿Y qué han hecho los ingleses en Nueva Gales del Sur? ¿Qué pasó con la población aborigen? De eso es mejor no hablar, porque ellos no hablan, como no hablan de la Guerra de la Oreja de Jenkins, que perdieron estrepitosamente frente a España, o la derrota de Nelson en Tenerife, en donde perdió un brazo.
Tampoco hablan los franceses del lugar en que Napoleón perdió su imbatibilidad que no fue otro que en Bailen, en donde el General Castaños hizo ver al mundo que los ejércitos de Bonaparte podían ser vencidos.
Pues de lo que no se habla, simplemente no existe.
Los necios somos nosotros que tampoco hablamos de eso. ¡A ver cuándo aprendemos!



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